Cuento corto
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El final de los tiempos


Estoy escondida entre los recovecos de un edificio abandonado en medio de la ciudad. Tengo miedo, tengo hambre, la oscuridad lo cubre todo y la locura se adueñó de las calles.


Una herida en mi muslo me recuerda lo que pasó hace unas semanas.


Algunos dijeron que era el fin del mundo. Eso, antes que enloquecieran ante la imagen que veían ante sus ojos.


Algo de cordura queda en mí, pero estoy segura que no durará demasiado. A ratos desvarío, la herida en mi pierna supura y el miedo a los sonidos y sombras a mi alrededor no me deja ni siquiera dormir.


Pero tengo que sobrevivir, por lo menos un día más.


Fue un día más de otoño, hacía frío, así que vestía con un abrigo largo y una bufanda gris que me cubría parte del rostro, esperaba a alguien, por lo que a ratos miraba a la distancia para ver si su perfil aparecía en medio de las personas que pasaban de un lado a otro cerca de mí.


Al mirar hacia el cielo, además de las nubes oscuras que llenaban el cielo, pude notar extraños destellos de luz que asemejaban a relámpagos. Pensé que lo había imaginado, por lo que enjugue mis ojos con una de mis manos y dirigí mi mirada hacia la misma zona del cielo.


Ya no estaban los destellos de luz, pero las nubes tenían un extraño movimiento circular que jamás había visto.


Eso me aterró. Se arremolinaban sobre sí mismas y generaban un extraño efecto hipnótico. Baje la vista para notar si el resto de las despreocupadas personas que pasaban a mí alrededor lo habían captado también, pero todos iban ensimismados mirando el celular, conversando o caminando acelerados hacia donde quiera que fueran.


Solo algunos de pronto levantaron la mirada imitando a los que comenzaron a percatarse del extraño fenómeno y observaron hacia la inmensidad de la bóveda repleta de nubes apiñadas en distintas tonalidades de grises.


Lentamente, las corrientes de aire se volvieron cada vez más intensas y frías. Mire la hora en mi móvil inquieta por la tardanza de mi cita de ese día. Quería salir de ahí y esconderme en cualquier lugar que estuviera techado, quería evitar ver ese espectáculo como si mi instinto estuviera advirtiéndome.


Sospechaba que se venía una de esas raras tormentas que últimamente eran comunes. Tormentas furiosas y extensas que dejaban inundaciones, vientos que destrozaban todo a su paso y sismos que removían el piso bajo nuestros pies cada vez con más seguido, eso se había convertido ya en rutina para todos nosotros.


Quería estar a resguardo de lo que fuera que la naturaleza quisiera enviarnos esta vez.


De pronto, un rayo iluminó el cielo sobre nuestras cabezas y la luz fue tan brillante y potente que mis ojos fueron impactados por como si miles de flashes se conjugaran en un solo mar de luminosidad que me dejó ciega por varios minutos, a eso se sumó súbitamente un chirrido retorcido que cruzó y atravesó mis oídos de lado a lado, provocándome un dolor penetrante y agudo que dejó mi mente sumida en un caos de pensamientos agónicos.


Porque los recuerdos que se activaron en mi memoria fueron de todos aquellos momentos en los que mis miedos o mi rabia se habían adueñado de mí. Parecía mi propio juicio personal, todas esas imágenes provocaban dolorosas sensaciones de agobio, como si quisieran hacerme pagar con desesperación mis pecados pasados.


Y no era solo yo quien lo estaba padeciendo.


La gente comenzó a enloquecer.


Después del chirrido ensordecedor que iba directo a nuestros sentidos, algunos comenzaron a gritar, otros corrían desesperando por las calles totalmente embriagados por un éxtasis peligroso que no entendían.


El rayo no solo había liberado todos nuestros miedos e ira, sino que nuestros más ocultos deseos y fue entonces que comenzaron los asesinatos masivos.


Se había abierto la caja de pandora.


Quienes tenían un instinto asesino latente en su personalidad, se transformaron entonces en los verdugos de quienes como yo, se mantuvieron cuerdos y ya vivir en este mundo no se hizo seguro.


Desde ese día, han pasado dos semanas.


El mundo se está acabando.


Cualquier día, a cualquier hora desde entonces, alguien viene por ti, no te conoce, no sabe quién eres ni qué hiciste, solo tiene un deseo en su alma.


Expurgar su propio deseo de morir, asesinando a otros.


Y ahora, estoy intentando sobrevivir un día más. Escapé de las manos de aquel que se había convertido en mi cita y ahora es mi carnicero, pero logró dar conmigo y herirme en la pierna con el cuchillo que llevaba en su mano.


Aún recuerdo sus ojos inyectados en sangre y la sonrisa demente en sus labios.


Sé que me encontrará y eventualmente moriré. Ahora él, es un cazador en busca de su presa y yo soy esa presa. Sé que este recoveco en el que estoy oculta no me servirá de refugio por mucho tiempo. Gran parte del planeta ha enloquecido y los que no, intentamos escapar. Huyo, mirando de soslayo cada rincón de lo que fue alguna vez una calle familiar, un lugar importante en tus recuerdos o quizás donde trabajabas.


Ya no puedes confiar ni siquiera en un vecino al que le simpatizabas ni tampoco en algún un amor.


El mundo es un caos.


Si no me asesina él, lo hará alguien más.


Es el fin del mundo.

23 de Agosto de 2020 a las 03:06 0 Reporte Insertar Seguir historia
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Fin

Conoce al autor

Nekki Nekki Escritora, locutora y bibliotecaria. Aspiro siempre a mejorar mis escritos. Uno de mis relatos (A-5) participó en la #Antología #Imaginarias y también en Imaginarias 2 con el relato "Ser humano". Actualmente me encuentro corrigiendo la novela que espero llegue a ser publicada.

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