Into the garden: the screams inside ❀ [y.m] Seguir historia

La noche fría de otoño cubría la ciudad. El sonido del viento moviendo las ramas de los árboles y algunos grillos cantando acompañaban como música de fondo el repetitivo sonido de una puerta siendo tocada.

Ambos seres se miraron una vez más. Sentían sus corazones latir con fuerza en sus pechos mientras compartían un solo pensamiento: fallaron.

Nuevamente habían fallado.

Solo había una cosa que debían hacer. Más por el bien de su hijo que otra cosa en realidad, pero nada había salido como tanto ellos esperaban. No previeron que encontrarle un hogar fuera tan difícil. Muchas veces habían tenido que abstenerse a intervenir cuando las personas salían y solo ignoraban la pequeña canasta frente a su puerta. Les dolía:

— Esto no puede ser, Virtërt —se quejó en un extraño lenguaje. El niño en la canasta gimoteó suavemente antes de que su madre volviera a tranquilizarlo con un arrullo que fácilmente podía confundirse con el sonido del viento—. ¿Qué vamos hacer? Nadie responde, no podemos regresar con él —sus ojos se cristalizaron—. Estamos siendo egoístas por salvarlo cuando hay muchos más allá arriba, pero… nuestro retoño…

— Lo sé —la criatura se acercó a ella y miró a su pequeño dormir—. No podemos hacer mucho más. Tenemos que salvarlo, ha costado tanto que llegara a nosotros —negó con la cabeza—. No podemos arriesgarnos, Lumrësi, debemos seguir.

— Pero no responden. ¿Qué haremos si nadie lo hace? Debemos volver antes que-

— Sí, lo sé —Virtërt suspiró—. Intentemos aquí una vez más, si nadie sale, entonces volveremos con nuestro niño, ¿está bien? —ella asintió segura, volviendo a dejar al niño en la canasta cerca de la puerta para volver a tocar.

Los padres se alejaron y se ocultaron tras una pared de concreto que estaba cerca de la entrada de la casa. Desde esa distancia podían ver perfectamente a su hijo y como este se agitaba en su sitio al notar la ausencia de sus progenitores.

Ambos suspiraron. La angustia que corroía su pecho era tanta que ya comenzaban a sentir ciertas corrientes atravesar sus cuerpos, viéndose obligados a, silenciosamente, tararear un canto que les ayudaba a nivelar la intensidad de lo que sentían y que siempre los mantenía estables cuando de una emoción intensa se trataba.

Después de unos segundos, que parecieron eternos para la inusual familia, pasos se escucharon desde el interior. Tanto Virtërt como Lumrësi sintieron algo en lo profundo de su ser apretarse. Sus ojos no tardaron en empañarse y, aunque lo que sentían ya no era tan fuerte, fue inevitable el dolor que oprimió sus pechos al ver como la puerta era abierta.

Una mujer algo corta de estatura se asomó por la puerta. Tenía los cabellos largos y la piel lechosa con un tono rojizo en sus mejillas. La fémina tembló en su lugar pues la noche estaba fría. Los padres notaron como la humana miraba con curiosidad la canasta y sostuvieron sus respiraciones.

Dejar a su retoño no era fácil, mucho menos en un mundo donde no tenían idea si sería bien recibido debido a sus particularidades. Un mundo que desconocían al no haber podido estudiarlo con profundidad, pero el único más cerca y poblado en todo el universo.

Era la única salida que tenían. Su planeta había sido atacado por los Vëtzorë sorpresivamente y apenas habían tenido tiempo de que todos los guardias del reino y del planeta entero formaran filas para defender. Lumrësi había tenido el presentimiento de que algo ocurriría y su hijo, quien lloraba sin descanso, se lo confirmó.

Solo tuvo que comenzar el ataque para que ella y Virtërt salieran de allí. Su pequeño había sido un milagro, había tardado tanto en concebirlo que la idea de perderlo tan pronto los mataba. Pemë era el lugar idóneo para crecer para un pemërëzit, pero, en guerra, cuando un gran porcentaje de su población se perdía, un planeta extraño era más seguro.

Haber hablado con el viejo guardián del Krimëb al instante de enterarse de la invasión había valido la pena, sabían que él les tenía un cariño especial por lo que sus antepasados habían hecho por todo el pueblo. Por ello, no dudó en recibirlos y ayudarles a viajar a un planeta más seguro para salvar a su retoño. Comprendía que la seguridad de su hijo era más importante para los speciosa, por lo que se encargó de hablar incluso con los grandes nobles, obteniendo su consentimiento.

Los Vëtzorë eran criaturas peligrosas. Uno de los mayores enemigos para la raza de Pemë y toda la existente en su galaxia. Ellos acechaban y mataban, esa era su misión hasta no dejar a ningún ser vivo. Los pemërëzit eran un virus para ellos, no importaba cuantas veces los atacaran, no parecían acabarse nunca.

Desde su existencia habían tenido que saber defenderse, estar precavidos y atentos. Era algo normal y cotidiano en sus vidas, era así como vivían y se mantenían unidos. Juntos y sobreviviendo, ante todo. Lumrësi y Virtërt solo eran otra parte de Pemë, pero su pequeño… él podía crecer en otro lugar. Diferente. Seguro.

Feliz.

Los ojos de las criaturas seguían puestos sobre la mujer de antes, quien ahora se había agachado en su lugar para revisar la cesta frente a su puerta. No fue sino hasta que escuchó un llanto salir de ella que pareció accionar:

— ¡Santo cielo! —exclamó abriéndola con rapidez—. ¿Quién pudo haber dejado a esta pobre criatura aquí afuera? —murmuró la mujer con voz apagada. Ambos pemërëzit apretaron sus labios al escucharla. Ojalá supiera.

Con su mano, buscó descubrirlo un poco más para poder apreciarlo mejor. Un niño de ojos grandes la recibió, mirándola con curiosidad, contrastando con la expresión de sorpresa que ella tenía en su rostro.

El pequeño cuerpo del niño estaba cubierto de espinas, espinas como las que alguna vez vio en algunas plantas, como aquellas que apareció una vez en sus sueños infantiles. Por otro lado, en su cabeza tenía pequeños botones cerrados al igual que hojas. Cuando quiso llevar su mano para acariciarla, esta fue tomada entre otras mucho más pequeñas y fue ahí donde no lo pensó más. Sonrió enternecida y le hizo unas cuantas muecas al niño:

» —Tranquilo, bebé, yo voy a cuidarte ahora. No voy a dejarte —la fémina sonrió y lo cogió en sus brazos.

No sabía de donde provenía ni por qué había aparecido en su puerta. Lo único de lo que estaba segura era que ya no podría dejarlo y lucharía cuanto podría porque un niño como el que tenía en sus brazos fuera feliz. La imagen de aquel sueño durante su infancia resplandeciendo como fuego en su mente.

Pasó un dedo por su suave mejilla y sonrió cuando el pequeño soltó una risita en respuesta, entrando, poco después, a su hogar.

Del otro lado de la puerta, en compañía del frío viento y el canto de los grillos, los apesadumbrados padres suspiraron aliviados. Tenían la certeza de que al menos su hijo iba a estar seguro con una persona que había reaccionado de esa forma y a la que su pequeño retoño había aceptado al sujetar su mano.

Habían dejado una nota bastante corta en la canasta. No estaban seguros de si sería comprendida, no tenían mucho conocimiento de su lenguaje, pero esperaban que les funcionara de algún modo. Además, habían dejado su nombre en el idioma de la Tierra, no queriendo que su pequeño tuviera otro.

Virtërt y Lumrësi amaban a su hijo y por eso solo buscaban su felicidad. Deseaban con fervor que viviera bien en ese planeta, que lo que ellos no podían darle ahora, se lo diera esa familia que lo había acogido.

Con lágrimas en los ojos, se fueron de ahí camino a Pemë. Aceptarían el destino que les esperase, si debían luchar, lo harían. Y sobrevivirían para un día volver por su querido y hermoso bebé para, finalmente, reunirse de nuevo.

[…]

27/09/19xx

"Gracias por cuidar a nuestro pequeño YoonGi. Es originario del planeta Pemë, por eso sus pequeñas diferencias para con los humanos.

En estos momentos estamos siendo atacados, por eso hemos decidido traerlo a vuestro planeta al ser el lugar más cercano y más parecido al nuestro.

Usted que ha decidido encargarse de él, le estaremos agradecidos toda la vida. Nuestro pequeño es un poco diferente a los de su especie. Aunque sean similares, tiene un punto en particular. Les pedimos que aún con su diferencia quieran a nuestro retoño como si fuera suyo. Cuídenlo y ámenlo.

Le estaremos siempre agradecidos.

Te amamos, YoonGi.

Tus padres."