Sus ojos. Dos esmeraldas incitando a pecar. Todo en él parecía irreal. ¿Cómo es posible que exista alguien así? Sus rasgos masculinos hace que parezca tallado por los dioses. ¡Oh, Zeus! ¿Por qué permites que encendamos la antorcha de la lujuria, nosotras las mortales? ¿No te das cuenta que lo único que deseamos es el calor de su fuego? No nos importaría quemarnos si logramos obtener aun que sea un poco de sus cenizas. ¡Oh, Eros! ¿Que haré con este incendio que proviene de entre mis piernas? ¿Acaso te burlas por no querer que nadie lo apague... excepto él? Me imagino esas grandes manos recorrer mi pequeño cuerpo, extinguiendo la llama del placer que crece en mi interior, a la cual nadie he dejado apagar. ¿Será por eso que siento que me consumo en este deseo? ¿Será que es momento de dejarme llevar por la candente pasión de un hombre que si puedo tener? ¿Será que tengo que desechar esta enfermiza obsesión con mi profesor? ¡Oh, Afrodita! Ilumina mi camino, para poder encontrar al hombre que tanto anhelo.
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