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Fran Alvarez Mendez


En un mundo plagado de historias y leyendas, una elfa vive el ultimo capitulo de la suya. Con la amenaza de un mal del pasado sobre su cabeza, Sharédia y su familia se verán embarcadas en la búsqueda de las piezas de un antiguo artefacto para evitar que el poder que este guarda caiga en malas manos.


Fanfiction Juegos Todo público.

#world-of-warcraft #warcraft
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Preludio, Sharédia Cuervo Blanco

Dicen que el mundo ha cambiado, que vivimos nuestro momento más oscuro pues una sombra se alza libre desde las profundidades. Estas palabras se han repetido cada año, con pequeños cambios, pero las mismas, una nueva amenaza surge, pero la mayoría son demasiado jóvenes para ver el ciclo, y los seres más ancianos están demasiado distraídos para darse cuenta.


Pero esta historia no trata sobre héroes que defendieron con valor su hogar de la oscuridad creciente, difícilmente podríamos llamar a nuestra protagonista heroína. Esta es la historia de una mujer que fue rechazada por la misma muerte, aquella que ha segado tantas vidas como una guerra, un ser que ha sacado lo peor de los seres mas nobles solo con su lengua y que fue la responsable de que creasen la tarta de siete chocolates (el secreto está en que no sólo usa chocolate. Un ser al que irónicamente llaman Sha.


Aunque, antes de empezar nuestra historia, primero debemos girar nuestra vista al pasado, milenios atrás, pues nuestra historia comienza justo aquí.


Hacía semanas que las puertas de Zurk’Namor no se habrían al completo, después de tanto tiempo de asedio, los elfos habían dado un paso en falso, pues no consiguieron evitar que sus mensajes de ayuda llegasen a sus aliados y ahora un ejército se dirigía hacia ellos por lo que se habían visto obligados a abandonar las inmediaciones para encararlo, fue una retirada tan apurada que incluso dejaron muchas de sus máquinas de asedio y partes del campamento atrás, y la ciudad trol no desaproveche la oportunidad para atacarlos por la retaguardia para vengar a sus hermanos caídos. Por desgracia, no todo eran buenas noticias, por lo menos no para Nu’jul, un guerrero joven pero de gran talento, quien había sido nombrado recientemente guardián del templo y la ciudad, lo que le obligaba a quedarse en ella junto a la guardia mientras las tropas marchaban a la batalla, idea que le quemaba por dentro.


-Se que quiereh luchah joven, peho debeh calmar el fuego que cohe poh tuh venah - le dijo Lov’niv, el sumo sacerdote del templo, un trol anciano, que había guardado la cima del templo por varias generaciones.


-Hubierah deseado podeh tomah venganza contha esos elfos sumo sacehdote, muchos amigos cayehon luchando contha ellos


-Eh joven, tu epirituh ahde con fuehza, peho aqui he te necehita, la batalla no ha hecho mah que empezah


Cuando Nu´jul pensó en las palabras del anciano éste ya había vuelto al interior del templo, y mientras las puertas acaban de cerrarse, el sol empezaba a ponerse, quitando la luz a la cima de la pirámide que era aquel templo, sobre la cual, al final de una enorme escalinata que ascendía sobre la fachada de la pirámide, descansaba una sala cerrada a todo aquel menos al sumo sacerdote y a cualquier valiente o mejor dicho, ingenuo, que se atreviera a entrar a reclamar el artefacto que en él reposaba, algo de tal poder que se decía que había sido guardado por los Loa de una manera tan escrupulosa que ni el mismísimo emperador Zandalari fuera digno de tomarlo.


Un tiempo más tarde, bajo el velo de la noche, unas sombras se movían entre los árboles hasta llegar a un pequeño claro con una formación rocosa, la cual atravesaron y en la que desaparecieron. Se trataba de una ilusión, una barrera que cubría un gran campamento altonato con un reducido, pero suficiente, número de tropas a la espera de órdenes para entrar en batalla. Aquellas sombras eran forestales altonatas, cuatro elfas con ropas de cuero oscura y armadas con arco, a excepción de una, que portaba una guja de guerra. Su paso por el campamento atraía las miradas de todos, pues sus noticias serían las que dirían si la batalla era inminente o no, aunque esa decisión sería de la general, una mujer joven pero que ya se había granjeado una fama, hija de uno de los mayores guerreros de su clan, destacaba por hacer honor al legado de su familia con su sed de sangre y sadismo, el cual demostró con muchos prisioneros, algunos de los cuales decoraban el exterior de su tienda con cabezas clavadas en picas o incluso su piel desollada convertida en estandarte, un cruel método de tortura, pues tu cuerpo sería usado para portar el símbolo de tu enemigo para la eternidad, idea con la que morías bien por el dolor extremo o por la pérdida de sangre durante o después del proceso. Todas las forestales se quedaron a unos cuantos pasos fuera de la tienda menos una, la que portaba la guja, Sindris la mano derecha de la general Sharédia, una elfa que había enloquecido por los experimentos a los que fue expuesta por el Clan Cuervo Blanco, su clan y bajo el estandarte por el que luchaban, junto al de la reina Azshara, una mujer que no tenía apego alguno por su propia vida y una devoción insana por su general, que combinado con sus dotes para el combate y la infiltración, la convertían en una asesina formidable, pues anteponía su vida y seguridad por el bien de la misión y daría hasta su último aliento en ello.


El interior de la tienda era un ejemplo de la sociedad altonata, mientras que el campamento era tierra y lodo, el interior de esa tienda era puro lujo, con muebles de madera tallada y aparatos y cubiertos de metales preciosos, entre otras muchas demostraciones de riqueza y despilfarro que no eran parte de un campamento de campaña. Sharédia esperaba sentada en un trono de madera detrás de la gran mesa de guerra, cubierta con diferentes mapas y miniaturas, entre otras cosas sobre ella, con una postura que denotaba su aburrimiento, pues para ella aquello era un tiempo muerto hasta que llegase la hora de la diversión, la cual daría paso a la gloria. Entonces, observó como su sierva entraba en la tienda y como se arrodillaba ante ella.


-Mi señora, su plan ha dado resultado, las fuerzas de la ciudad han marchado a la batalla.


-Ojala pudiera ver la cara de mi padre cuando vea como mi plan ha sido un éxito - dijo Sharédia mientras empezaba a limarse las uñas y sonreía con malicia - es la ventaja de las razas inferiores, sus mentes no están tan desarrolladas como las nuestras, lo que les hace manipulables, lo suficiente para creerse un mensaje falso o que sus mensajeros nos dijesen su plan, aunque fuera después de muertos, para que luego digan que hice mal en aprender los secretos de la muerte.


Sharédia no podía evitar sonreír al pensar en todos aquellos que se reían de ella por no tener las capacidades mágicas como otros magi, aunque lo compensaba con sus cualidades físicas, así como que no es el conocimiento sino el uso que se le daba al poder arcano, y Sharédia sabía combinarlo con sus habilidades de combate, por no decir que era de las pocas de su clan que aprendió los secretos de la nigromancia, puede que no fuera la mejor, pero sabía sus trucos, era la ventaja de tratar tanto y tan de cerca con la muerte, aprender cosas que magis que no han salido de sus salones de estudio nunca entenderían, como la sensación de segar una vida con tus propias manos, tantos años perdidos por tu mano, era una sensación única, y la cual conocía muy bien y a la que era algo adicta.


-Ordena a las tropas que se preparen, que nuestras sombras abran las puertas, asaltaremos la ciudad antes del amanecer, y cuando el sol haya salido, la ciudad será nuestra.


Con esa orden, el campamento entró en ebullición, los soldados iban de un lado para otro preparando sus armas y armaduras, así como las ayudantes de Sharédia pasaban a su tienda para ponerle su armadura, idea que Sindris envidiaba con toda su alma, pues el deseo ni siquiera de tocar, ya con ver el cuerpo desnudo, o poco cubierto de su señora, hacía que su alma ardiera con pasión.


Al cabo de menos de dos horas, el pequeño ejército estaba preparado, al borde del bosque, acechando como un depredador a su presa inconsciente del peligro y a la cabeza, la recientemente nombrada General Sharédia Cuervo Blanco, general de un pequeño número tropas cuyo título más bien fue dado por ella misma para engordar su ego, si es que eso es posible.


-Todo está listo hermana, cuando des la orden mis magi abrirán los portales para las sombras.


Dijo Amriel, la hermana pequeña, aunque solo por parte de padre, de Sharédia, una arcanista con un talento innato para la magia, siendo que a pesar de su joven edad, aun empezando lo que para su raza sería considerada una joven adulta, ya tenía el nivel y los conocimientos de arcanistas de alto nivel. Si bien en muchas cosas eran lo opuesto la una de la otra, era innegable su parecido físico, en especial sus cabellos rojos como la sangre, así como su ego, que si bien era una característica de su raza, en ellas era aún más notable. Fuera como fuere, quienes las conocían sabían que con ellas había que ir con cuidado, pues cuando luchaban juntas, eran una fuerza devastadora.


Sharédia dio la orden y los arcanistas abrieron unos portales hacia unas balizas que habían conseguido esconder detrás de los muros de la ciudad utilizando los asedios como distracción, esa era la mayor debilidad de los trol contra los elfos, su desconocimiento de las artes arcanas, y esa era la clave para su derrota.


La sombras eran una creación de Sharédia, un grupo especializado en la infiltración y asesinato que le habían proporcionado más de una victoria en el pasado, y con ello la ascensión en la jerarquía y sus beneficios. Haciendo alusión a su nombre, aquel grupo mixto atravesó los portales y se movieron por las murallas asesinando a cada uno de los guardias, utilizando diferentes hechizos y habilidades para eludir las miradas de los guardias o los tótem y máscaras que estaban repartidos por el terreno para detectar intrusos. Una vez llegaron a las puertas, colocaron bombas arcanas en puntos estratégicos de manera que cuando se activaran, la puerta caeira y con ella, los diferentes hechizos y protecciones vudú que hacía la tarea casi imposible desde el exterior, porque si algo había que darle crédito a aquellos trol, era por la gran defensa de su ciudad, aunque sólo fuera efectiva desde el exterior.


Mientras tanto, Nu’jul estaba sentado en el último escalón de la pirámide, observando el infinito, lleno de dudas, sobre si mismo, sobre su deber y sobre las palabras del sumo sacerdote. En sus pensamientos pedía a los Loa que le guiasen, que le ayudaran a disipar las nieblas de sus dudas.


-Poh loh Loa, mi colega pensando, debe seh un milagroh - dijo Jirana, una sacerdotisa del templo y la mejor amiga de Nu’jul.


Se conocían desde su niñez, sus padres eran buenos amigos y eso hizo que se juntasen desde casi su nacimiento, creando un fuerte vínculo entre ambos, ayudándose mutuamente siempre que uno lo necesitaba, con ella defendiéndolo de abusones o él tendiéndole una mano y alguien con el que confesar sus penas. Y si bien la vida les había distanciado ligeramente, no era secreto que eran vistos por muchos ancianos como la pareja ideal de la ciudad desde hacía años, aunque ninguno de los dos hubiera tenido el valor de admitir sus sentimientos y dar el paso.


Mu’jul respondió con sarcasmo y tintes de mal humor, tintes que Jirana pudo notar e hicieron que cambiara su tono y actitud, dejando atrás sus gracias y sentandose junto a él con un pequeño grado de preocupación


-¿Todo bien?


-Si, eh solo...solo tengo dudah, nada importanteh, se me pasaran cuando duehma


-Últimamente etah así muchas veceh, supongo que serah poh el asedio


-Puede seh


-Pero alegrateh, seguramente nuestroh padre acaben con esoh elfoh dentro de poco y podremoh celebrah - dijo Jirana con júbilo, intentando animar a su amigo


-Supongo - Mu’jul parecía no compartir el júbilo o la esperanza de su amiga


-¿Te preocupa que pierdan?


-Eh poh lah palabrah del sumo sacerdote, algo me dice, que ehto no ha acabado


Jirana pudo ver la preocupación y miedo en los ojos de su amigo y en ese momento sintió como una hoja fría atravesaba su corazón, como le provocaba una presión el pecho. Y sin pensarlo, de manera involuntaria, posó su mano sobre la suya.


-Yo confio en ti, saldremoh de ehta, ehtoy segura


-Tengo miedo no ehtah a la altura Jirana, ¿y si no soy el indicado para defendeh la ciudad?


-¿Recuehdah cómo te defendía de los abusoneh cuando eramoh pequeñoh y no tan pequeñoh?


-¿Vah a empezah a hablah sobre ti y lo fuehte que ereh?


-No tonto, queria decih que hay muchoh guerreroh fuehteh para defendeh la ciudad, pero tú tieneh algo que elloh no


-¿Qué? - preguntó Nu’jul mientras observaba a Jirana


-Tu sabeh ehcuchah y entendeh a la genteh, tieneh un corazon grande como el de un rinoceronte Nu, y me lo ha hah demohtrado poh añoh


Ambos trol se miraron a los ojos, bajo las estrellas, empezaron a envolver los brazos de cada uno sobre el otro, menguando la distancia que los separaba y en el momento en el que su relación iba a ascender al siguiente nivel, un estruendo recorrió la ciudad y sus inmediaciones, dejando la ciudad en un total silencio por unos miseros segundos que parecían horas, y cuando el último escombro de lo que una vez fue la majestuosa puerta de la ciudad cayó, los cuernos de la guerra altonato rugieron desde los árboles, anunciando la aparición de una carga de elfos, algunos a pie y otros en temibles sables de la noche envueltos en estilizadas armaduras, lanzando sus gritos de guerra que ensordecían las campanas y los gritos de alerta de los guardias de la ciudad.


Las fuerzas de la ciudad reaccionaron rápido, intentando socorrer a los heridos por la explosión mientras otros se preparaban detrás de los escombros, formando una línea de escudos delante de otra de arqueros, puede que la puerta hubiera caído, pero, los gigantescos escombros serían un gran obstáculo para los elfos. Por desgracia, los guardias no se habían percatado de que aprovechando el caos y el polvo, numerosos hechiceros se habían apostado rapidamente detras de las murallas y algunos escombros preparando un hechizo mientras el grueso del ejército atraía la atención de la ciudad que, cuando éste se puso a distancia de disparo, habiendo los trols tensado sus arcos y listos para disparar, los arcanistas lanzaron sus hechizos, combinando un masivo hechizo de levitación sobre las piedras para hacerlas mucho más livianas para hazto seguido lanzarlas contra la ciudad como una enorme metralla que arrasó con todos los que estaban detrás de ella, así como las paredes de las viviendas más próximas, una tragedia de la que Nu’jul no pudo ser testigo pues ya estaba en los últimos escalones de la pirámide y gritando órdenes a diestro y siniestro para proteger la ciudad.


Las fuerzas altonatas avanzaban por las calles de la ciudad encontrando más resistencia a medida que se acercaba al centro de ésta, el templo, aún así, seguía avanzado, dejando un rastro de sangre y cadáveres, llegando a utilizar a civiles que capturaban como escudos de carne, con sus magos utilizando hechizos para romper las formaciones trol o contrarrestar a los sacerdotes y médicos brujo, a la par que sus arqueros eliminaban las fuerzas de las murallas y todo aquello a lo que la infantería no pudiera alcanzar. Por su lado, la caballería de sables de la noche utilizaba la agilidad de los monstruosos felinos, sus garras y sus colmillos largos como dagas para diezmar a todo trol que se cruzase en su camino. Junto a esta carnicería, los altonato quemaron algunas casas con pociones y hechizos para aumentar el caos y hacer salir de sus casas a los civiles, siendo los más afortunados aquellos que tenían una muerte rápida ante la hoja de algún elfo y librándose de ser aprisionado, pues con el Clan Cuervo Blanco, los presos pasaban a ser esclavos y este era un destino que te haría desear la muerte.


A mitad de camino, las defensas habían conseguido tener el tiempo suficiente para prepararse gracias al sacrificio de sus hermanos, pero la mayoría de ellos eran o bien los guerreros más jóvenes e inexpertos o demasiado ancianos o heridos como para combatir en condiciones pues el grueso de las fuerzas se había ido en el ejército para acabar con quienes estaban asediando su ciudad.


Nu’jul podía escuchar los gritos de sus guerreros, conocía a mucho de ellos, eran vecinos, compañeros o amigos, y ahora estaban muertos. Pero no podía dejar que esos pensamientos le dominasen, entonces miró a sus guerreros, y si bien la guardia del templo, puede que los mejores guerreros de la ciudad, no mostraban ningún atisbo de miedo en ellos, podía ver en la guardia de la ciudad como muchos de ellos temblaba o luchaba contra su cuerpo para no escapar, así como en los civiles que corrían a refugiarse. Los pasos de las armaduras de los elfos cada vez se escuchaban más cerca al tiempo que las llamas se extendían e iluminaban las calles, oscureciendo el cielo extraño con humo negro como el carbón. Nu’jul recordó las historias de los refugiados que llegaban de aldeas próximas por las que había pasado el ejército altonato, los horrores que contaron, narrando a monstruos sedientos de sangre que muchas veces no coincidían con aquellas descripciones de seres de los bosques y amantes del lujo que había escuchado. Aun así, Nu’jul ahuyentó a los miedos y dudas de su mente y alzando su espada y gritó:


-¡Guerreroh de Zurk’Namor, ehta noche el enemigo ha entrado en nuehtra ciudad, ha matado a muchoh de nuehtroh hermanoh, pero, no vencerá, pueh nosotroh somoh el corazón de la ciudad y nuehtra causa eh defendeh a nuestrah familiah y el tesoro del templo, ese eh el debeh que noh dieron loh Loa, quieneh noh observan en ehtoh momentoh y noh vendicen, por nuestroh hermanoh caídoh, por Zurk’Namor!


Todos los guerreros respondieron a aquella arenga con un sonoro grito de guerra “¡Poh Zurk’Namor!”, puede que no hubiera conseguido ahuyentar el miedo del corazón de su gente, pero al menos les había dado una idea a la que aferrarse y por la que estar dispuesto a morir. Entonces, un civil salió de entre el humo corriendo, mal herido y aterrorizado, casi sin aliento, pero algo hizo que se cayera y una vez en el suelo tiró de él de vuelta a aquella callé envuelta por el humo que brillaba por las llamas haciendo imposible ver a través de él, y aunque se aferró al suelo con todas sus fuerzas, perdiendo sus uñas en el proceso, fue inútil, siendo sus últimas palabras una mirada a Nu’jul, una mirada que hablaba sobre el terror de los horrores a los que estaba siendo arrastrado, de terror, que pedía que acabaran con su vida antes de que se lo llevaran, y en el momento en que la niebla se lo tragó, se pudo escuchar un escueto pero sonoro grito desgarrador, que dejo paso a sonido del andar de unas botas de metal, de cuyo dueño, lentamente se podía distinguir una silueta, una figura que se meneaba sinuosamente, puede que a causa de la niebla, entonces, abrió sus brazos de los que salían dos largas cuchillas, seguido de lo que parecía el despliegue de dos grandes alas, ante aquella visión, un aterrorizado monje consiguió pronunciar una palabra sus entre balbuceos que, por desgracia, no fue escuchada por nadie. Una vez fuera de la niebla se pudo ver quién era aquella figura, una elfa, baja para la media élfica, que se podía ver claramente al compararla con sus subordinados, con una armadura cubierta con motivos de cuervos, teñida de rojo por la sangre derramada sobre ella, cosa que se podía apreciar en algunas partes donde el exceso de sangre ya se había ido, dejando huecos por los que ver los colores dorados y plateados de originales de la armadura. El yelmo era igualmente ostentoso, con una cresta de plumas que salía de la espalda de un cuervo que abrazaba los laterales del yelmo y su cabeza y pico llegaban hasta la altura de la nariz, dejando el rostro de la elfa al descubierto, dejando ver la malvada y sádica sonrisa de aquel monstruo, que revelaba sus colmillos, afilados como los de un sable de la noche, y una mirada que decía a los defensores de la ciudad que para ella no eran más que insectos creados para deleitarse con sus muertes.


Sharédia estaba ante la plaza donde estaban los últimos defensores de la ciudad, dos líneas de guerreros con escudo en un semicírculo que cubría las escaleras al templo, mientras que al inicio de ésta estaba la guardia del templo, que al contrario que los soldados rasos, no temblaban ni flaqueaban ante la imagen de los dos estandartes que salían de la niebla de humo y ceniza detrás de ella o de las tropas que salían del resto de calles que daban a la plaza, rodeándolos. Entonces, apuntó a los soldados con su espada derecha y dijo:


-Me gustaría divertirme más tiempo con vosotros, pero he prometido que para el amanecer ya habría tomado esta ciudad - les hablaba con soberbia, no ocultaba que les miraba como a insectos y eso enfurecía a los trolls, aunque les desconcertaba el hecho de que pudieran entenderla, pues claramente no era su idioma pero aun así lo entendían como si lo fuera, como si fuera filtrado al salir de su boca - Pero, seré piadosa, perdonaré la vida a todos aquellos que bajeis las armas.


Ningún trol hizo caso a la oferta de Sharédia y le respondieron apretando sus armas con más fuerza y reforzando su postura, ante lo que Sharédia reaccionó con un sobre actuado gesto de pena


-Oh, me rompéis el alma, así que veo justo que yo rompa la vuestra


Junto a estas palabras Sharédia dibujó una sonrisa de oreja a oreja de pura maldad a la par que sus ojos empezaban a brillar con un tono verde oscuro, entonces emitió unos sonidos guturales mientras volvía a apuntar a los troll con una de sus espadas y de entre la niebla, empezaron a surgir trolls con un brillo del mismo tono que Sharédia en los ojos, con un comportamiento feral y con heridas abiertas en ellos, muchas de ellas mortales y de las que aún brotaban fluidos.


Aquel horror tomó por sorpresa a la primera línea, sobre la que se abalanzaron, mordiendo y desgarrando como animales su carne, era una visión horrible, hermano devorando a hermano, un vudú que no habían visto nunca antes, ante aquel horror muchos recordaron historias de refugiados sobre que dominaban un vudú diferente al suyo, el medico brujo que quedaba en pie se arrepentía con toda su alma el no haber tomado aquellas historias en serio, y aunque conseguía romper el dominio de la elfa sobre algunos cadáveres y dejar que volvieran a su descanso eterno, aun había demasiados, fue entonces, cuando la primera línea había caído y los alzados se enfrentaban a la segunda y parte de la guardia del templo y sacerdotes, que se dió cuenta que nadie los dominaba, eran perros furiosos a los que había soltado sin control alguno sobre ellos, eso le dió una idea, una manera de tornar la balanza, pero cuando empezó su conjuro, una flecha atravesó su garganta y acto seguido otras dos se alojaron en su pecho, con su último aliento pudo verla, vio como había jugado con él y como había esperado a ver si descubría el truco para acabar con él, todo estaba perdido, estaba claro que estaba jugando con ellos, por lo que debía saber más de lo que aparentaba.


La mayoría de alzados habían caído, así como los soldados rasos, entonces, los alzados se desplomaron otra vez muertos y se pudo escuchar un lento y sarcástico aplauso. Mientras ellos combatían contra los no-muertos, las fuerzas élficas habían sido libres de rodearlos.


-Buen combate, me has impresionado, te ofrezco un trato, un duelo general contra general, el ganador se queda la ciudad.


-¿Y como puedo confiah en ti?


-Porque si así lo quisiera, ya había acabado con vosotros hace tiempo, a parte, ¿acaso no tienes honor?


Nu’jul observó a sus hombres, muchos estaban heridos y estaban en desventaja numérica y táctica, pues ellos contaban con arqueros y hechiceros mientras que ellos sólo contaban con algunos sacerdotes, muchos de los cuales eran sanadores, Nu’jul inspiró profundamente y dio un paso adelante aceptando el desafió, mientras Jirana observaba desde lo alto, preocupada mientras rezaba a los Loa que le protegieran.


Ambos contendientes avanzaron hasta el centro de la plaza, se pusieron en guardia y el combate empezó con un ataque de del troll que fue encadenando con una sucesión de ataques con su mandoble mientras Sharédia los esquivaba grácilmente, como si fuera una danza hasta que aprovechó una abertura en su ataque y atacó cortándole en un omóplato, no era una herida moral ni mucho menos, quería hacerle sufrir, sentir el dolor, y eso fue lo que hizo, jugar con él, y a medida que el combate avanzaba, a Sharédia le era más fácil leer los movimientos de su oponente, haciéndole múltiples cortos con cada oportunidad. Pero, aquello no estaba cerca de acabar, Nu’jul era el elegido para guardar la ciudad y el templo, y eso no era un simple título o rango, había sido elegido y bendecido, demostrándolo cuando consiguió engañar a la elfa para hacerla caer en su trampa, pues en medio de un salto, Nu’jul brillo con un aura roja intensa y esta se transformó en un rinoceronte etéreo que cargó contra la elfa lanzándola contra la pared de una casa. Y así acababa el combate, con el poder del Loa rinoceronte en un ataque directo, o eso pensó el trol, pues Sharédia se levantó ante la mirada incrédula de los troll, si bien el ataque le había hecho mella, aún podía levantarse y mientras se quitaba su maltrecha coraza así como la armadura de sus brazos y su yelmo, dejando al descubierto sus cabellos rojos y una pechera de cuero negro y unas extrañas marcas que parecían grabadas en su piel que brillaban de un color morado intenso, dijo:


-He de admitir que me ha cogido por sorpresa, pero yo también tengo las mías, como estas marcas, un escudo grabado en mi piel, hizo falta la vida de muchos de los tuyos para conseguirlo, el hechizo los consumía en una increíble agonía.


Aquellas palabras, junto a la actitud de la elfa, enfurecieron a Nu’jul, quién cargó contra ella con una fuerza superior a la de un trol común, pero Sharédia, a pesar de estar desarmada, no había empezado a mostrar sus habilidades, pues en el momento en el que el troll se abalanzó sobre ella, Sharédia desapareció, para aparecer al lado suya y acto seguido saltar y propinarle una patada en la cara, y junto a su danza, Sharédia añadió el hechizo de teletransporte, utilizándolo en cortos intervalos de tiempo y administrando el maná que le quedaba. Entre este baile se hizo con una de sus espadas y cambió su estilo a uno más agresivo, ahora ya no bailaba con él, tomaba la iniciativa, castigando cualquier fallo, demostrando la diferencia de habilidad, pues Sharédia había entrenado por más de quinientos años y el campo de batalla era su segundo hogar. Nu’jul empezaba sufrir los síntomas del agotamiento y sus heridas, había utilizado los poderes de los Loa demasiado y cada vez que un ataque conseguía alcanzarle mínimamente una extraña barrera mágica le protegía, aunque estaba claro que también sorbia parte de su poder. En medio del combate, Sharédia dio el paso y se teleportó a la espada de Nul’jul y le atravesó el costado izquierdo con su hoja, e intentando aprovechar que la hoja aún estaba clavada en él, se giró para asestarle un espadazo que la partiera en dos, pero ella ya lo esperaba y alzando su mano hacia su cara, conjuró una calavera espectral que voló contra su cara y estalló de manera que lo lanzó por los aires, así como que rompió uno de sus colmillos, hasta impactar contra el suelo varios pasos hacia atrás.


Mientras Sharédia se vanagloriaba ante sus súbditos y exigía sus vítores y alabanzas, Nu’jul miró a sus hombres y pidió a los Loa que le dieran fuerzas para una última acción, pensó en sus amigos, en su familia, en sus compañero y en Jirana, sacando todas las fuerzas que le quedaban, se levantó y cargó contra Sharédia quien le daba la espalda con los brazos en alto, mientras desenfundó una daga de su cinturón para hundirla en su cuello o entre éste y su hombro para que llegase a su pulmón o cortase alguna vena o arteria importante, daba igual el metodo, ese último golpe debía matarla. Por desgracia, Nu’jul no podía ver a la cara de su oponente quien estaba al tanto de que estaba a su espalda, ni de la señal que hizo con su mano para que sus arqueros le disparasen dos flechas, una en el hombro derecho, inutilizando su brazo, y otro en la pierna, frenándolo y haciéndolo caer. Ante este acto de deshonor los guardias cargaron contra Sharédia, pero una lluvia de flechas acabó con ellos a excepción de una que consiguió no ser herida de gravedad, pero, cuyo ataque fue inútil, pues las flechas que le habían impactado habían mermado su fuerza y dejó margen suficiente para que la elfa tomase su mano, y de un golpe seco rompiese su codo, desarmándola mientras le agarraba por el cuello. Fue entonces cuando Sharédia mostró su poder más oscuro pues empezó a sorber el alma de la troll, marchitándola poco a poco mientras agonizaba hasta dejar un cascarón vacío y ella veía restablecidas sus fuerzas después de alimentarse de la vida de otro ser.


-Monstruo, no tineh honor - le espetó Nu’jul malherido en el suelo


-El honor es una invención de aquellos estúpidos que buscan una excusa para sus acciones y su muerte. La verdad es que el honor no existe, sólo la gloria


Sharédia avanzó hacia la pirámide mientras extendía sus brazos hacia sus dos espadas, entonces, de sus manos salieron dos garras sombrías que se extendieron hasta las armas, agarrandolas y volviendo hasta sus manos donde se desvanecieron a la par que Sharédia las agarraba. Al mismo tiempo, dos soldados maniataban a Nu’jul y lo llevaban, cojeando y a la fuerza, detrás de Sharédia subiendo las escaleras del templo.


-Capturar a todos los que queden vivos y juntarlos en la plaza junto al resto de prisioneros - ordenó Sharédia a sus tropas mientras ascendía la escalinata y dando a su ascensión la música de los gritos de los civiles siendo perseguidos y apresados.


Sharédia estaba cerca de lo alto de la pirámide y podía ver cómo en poco tiempo empezaría el amanecer, aunque la ciudad era iluminada por el incendio que habían provocado y que ahora sus hechiceros se encargaban de sofocar. Aunque en lo alto del templo aún le esperaban dos guardias armadas con lanzas que estaban preparadas para atacarle en cualquier momento. Sharédia se paró un momento, las observo y reanudó su ascensión mientras ambas cargaban contra ella, teleportándose detrás de una y cortando su cuello mientras dirigía su mano libre contra la otra, la cual de repente empezó a retorcerse de dolor mientras se agarra el vientre.


-¿Lo sientes? ¿sientes cómo la peste devora rápidamente tus entrañas, como la necrosis avanza en tu interior?


Sharédia hizo un gesto a sus súbditos y se apartaron a un lado para dejar paso a la última guardiana a quien Sharédia empujó de una patada después de detener su hechizo sobre ella, haciendo que rodase por aquella inmensa escalinata hasta que lo que llegase al final fuera un una bolsa de carne y huesos rotos. En la cima de la pirámide sólo quedaba Jirana, armada con una daga y dispuesta a atacar en el momento en el que Sharédia pusiese un pie en la cima, pero alguien la detuvo.


-Detente pequeña - dijo Lov’niv mientras las puertas del templo se abrían - no hay razón para que muera mah gente.


-El anciano tiene razón


-Loh espirituh me hablaron de ti elfa, anunciaron tu llegada.


-¿Sabías lo qué iba a pasar así dejaste que todo esto pasase?


-Sabia de tu llegada, pero no de tu victoria, ahora, si quiereh lo que hay en el templo, no ofreceré resistencia, acompáñame y demuehtra ser digna.


-Lo haré anciano. Dejad que la sacerdotisa trate las heridas más graves del trol, lo quiero vivo - ordenó Sharédia antes de adentrarse en el templo para que sus puertas se cerrasen a su paso.


Pasado alrededor de una hora y con los primeros rayos de sol vislumbrándose en el horizonte, Nu’jul observaba maniatado y derrotado su ciudad, con muchos de los edificios frente a él quemados y de los que brotaban aun columnas de humo de las cenizas, al tiempo que veía a todos los supervivientes siendo apresados en la plaza con cadenas y cuerdas, y al otro lado de la entrada al templo estaba Jiranra, quien tenía la misma mirada, la ciudad había caído, y su futuro era incierto, sólo podían tener fe en que el ejército de la ciudad volviera victorioso y les liberase, pero era una esperanza que debían mantener en silencio pues los guardias ante el desconocimiento de su lengua, castigaban cualquier sonido medianamente parecido a una palabra.


Y con los primeros rayos de luz, la puerta del templo se abrió y de la oscuridad emergió Sharédia, portando un objeto alargado y envuelto en una tela ritual. Ambos trol no podían creerlo, lo había conseguido, había superado la prueba, algo que ningún trol había conseguido. Jirana gritó con un rotundo no, no podía aceptarlo, Sharédia la miro y sonrió para luego dirigir su mirada al horizonte.


-Como dije, tomé la ciudad antes del amanecer


-Disfruta mientrah pueda perra, cuando nuehtroh ejército vuelva


-Nadie vendrá en vuestra ayuda - interrumpió Sharédia - ¿Acaso no veis que fue todo una trampa? sacamos la información de vuestros mensajeros y os hicimos pensar que los refuerzos estaban en camino, luego sólo tuvimos que enviar a un buen número de tropas para que picaran el anzuelo y emboscaron en el paso que hay a un día de aquí al sur.


-¡Mienteh! - Grito la trol conteniendo las lágrimas, tenía que mentir, pero la actitud de la elfa y la precisión de sus palabras lo hacían muy creíble.


-No llores, gracias a esto mi ascenso será increíble, toda la gloria y poder que me van a dar por mi conquista no tendrá palabras. Es más, me siento generosa, chicos.


Sharédia dio dos palmadas y ambos guardias agarraron a los prisioneros y los pusieron de rodillas al borde de la escalera.


-Te doy la oportunidad de elegir trol, tú o la chica, liberaré del destino que les espera a tu pueblo a quien elijas.


-Si vah a matar a quien elija, entonceh quiero que sea por mi propia mano - demandó Nu’jul


-¡¿Te crees que estás en posición de pedir?! - Sharédia reflexionó por un momento y entonces prosiguió - está bien, elije


Nu’jul miró a su amiga y entre negaciones de esta respondió:


-Ya he decidido, que sea ella


-No, sálvate tú, poh favoh - dijo Jirana entre lágrimas.


-Prefiero sufrih toda mi vida que morih sabiendo que condené a quien amo


Y así, en sus últimos momentos juntos, ante el final, Nu’jul no tuvo dudas y decidió aceptar sus sentimientos y declararlos al mundo.


-Yo también te quiero


-Oh que romántico, y será aún mejor cuando acabe en tragedia - dijo Sharédia con burla mientras tomaba la espada de uno de sus súbditos y la utilizaba para cortar las cuerdas que apretaban las manos del trol para entregársela.


Jirana bajó su cabeza y estiró su cuello mientras Nu’jul alzaba la espada, por un instante pensó en utilizar ese último golpe en acabar con aquella elfa, pero aquella venganza no traería paz, sólo más sufrimiento, y en ese momento, Nu’jul antepuso el amor a la venganza, prefiriendo librar a la mujer que amaba de una vida de sufrimiento a vengar la muerte de los suyos.


-Que Bwonsamdi te guíe en la otra vida


-Que Bwonsamdi nos reúna en la otra vida


Nu’jul dejó caer la espada y cuando la hoja estaba a punto de tocar el cuello de su amada, una fuerza les catapultó hacia las escaleras. Había sido Sharédia, en ese momento Nu’jul no entendió el por qué, pero Sharédia había sentido compasión por esas dos alimañas, ella tampoco sabía por qué hizo aquello, su cuerpo reaccionó solo, y la respuesta a aquella incógnita no sería revelada hasta varios milenios más tarde. Cuando los cuerpos de ambos alcanzaron las escaleras, la caída había sido tan alta gracias a la inclinación de la escalera que su muerte fue en el acto, rompiendo el cuello de ambos, dejando libres sus almas, los últimos habitantes de aquella ciudad que se salvaron del cruel y tortuoso destino que les esperaba a los supervivientes. Sharédia observó cómo ambos súbditos le miraban, recuperó la compostura y de manera rápida y precisa desenvainó sus espadas, cortando la garganta del guardia armado con un velo giro para tomar inercia y atravesar el cuello del segundo. No iba a arriesgarse a que abrieran la boca y pusieran en riesgo su reputación, la historia contaría como su prisionero se liberó y acabó con ellos justo antes de que ella saliera del templo, total, carecían de valor alguno, si siquiera eran altonato, simples kaldorei, siervos que deberían estar agradecidos de morir por su gloria.


Horas más tarde, cercano al mediodía, las fuerzas altonatas que habían actuado como cebo para la trampa llegaron a la ciudad victoriosos, con una masacre a sus espaldas, al festival que las fuerzas de Sharédia habían organizado con los víveres de sus prisioneros mientras éstos debían limitarse a observar desde su compacta prisión. A la cabeza, montados sobre dos poderosos sables de la noche, los verdaderos líderes del ejército, el comandante Amathor Cuervo Blanco, un altonato gigantesco, una mole de músculos y con una cicatriz en el ojo izquierdo de la que se decía que se la provocó una bestia trol contra la que luchó a mano desnuda, aunque debajo de aquella imponente figura se escondía un hombre de gran corazón, para los estándares Cuervo Blanco. Junto a él estaba el verdadero general, Frálvar Cuervo Blanco, un altonato que se ganó a pulso el ser considerado como el heredero de Nashara Cuervo Blanco, fundadora y primera matriarca del clan, no sólo por sus cabellos rojos, sino por su brutalidad y sed de sangre, era un ser nacido para el combate, para él vivir significaba luchar por tu vida mientras arrebatabas la de otros, considerado bárbaro y salvaje por la mayoría de los suyos, aunque tampoco era que él estuviera interesado en la sociedad altonata, la guerra de palabras de los salones se las dejamos para magis y políticos, el prefería el acero a su lengua.


-He ganado ancianos, la ciudad era mía antes del amanecer - les dijo Sharédia desde su trono improvisado con diferentes altares y ornamentos de los Loa del interior del templo inferior de la pirámide, el cual ocupaba la mayoría del interior de esta.


-Que te dije viejo amigo, tu pequeña te está pisando los talones, se nota que ella sabe usar la cabeza - dijo Amathor entre carcajadas


-Sólo era una ciudad, aún le queda mucho para empezar siquiera a acercarse a todo el territorio que he conquistado por nuestro imperio - dijo Frálvar, frío como el hielo mientras desmontaba de su bestia.


-Pero es una ciudad que tú no conseguiste tomar - Sharédia sabía que no sacaría nada de su padre, pero tampoco lo buscaba, no necesitaba el reconocimiento de un guerrero, sólo con verle el rostro podía ver que esta vez ella lo había superado, y con creces.


-¿Eran ciertas las historias del artefacto? - preguntó su padre


-Si, en lo alto de la pirámide encontré algo, algo que ahora guardan mis sombras y que cuyo acceso está rotundamente prohibido, así que tendrás que esperar al regreso triunfal para verlo.


Después de un día de festejos, las tropas recogieron todo y abandonaron el lugar, dejando una ciudad fantasma maldita, con los ecos de los horrores que se vivieron allí. Fueron varias semanas de viaje, un ejercito morado y dorado, con máquinas de guerra y una ciudad de esclavos, de los cuales unos pocos encontraron el alivio de la muerte en el trayecto, aunque sus restos servían de comida para las bestias y sus compatriotas, pues así los veían los altos mandos de aquel ejército y las tropas que pertenecían al clan, no estaban por encima de una montura o una bestia de carga, puede que incluso por debajo de éstos.


El recibimiento fue, como no, ostentoso, aunque era difícil no serlo tratándose de Zin-Aran, la ciudadela de los Cuervo Blanco, un bastión sobre una colina de piedra, de murallas blancas y repleta de gigantescas estatuas, que saludaban a sus visitantes en su camino hacia la cima de la ciudadela, destacando las colosales estatuas que vigilaban la entrada de la primera muralla y la última, en lo alto de la colina coronando el final del camino, en el interior del palacio, al salón del trono, la estatua de Nashara Cuervo Blanco. Si bien eran un clan aislado que se dedicaba a la guerra, en el exterior de la ciudad se había formado un basto pueblo, con numerosos armeros y otros tipos de artesanos de la guerra que se habían desplazado o bien para intentar hacer negocios como para buscar protección o simplemente en busca de unirse al clan aunque fuera como siervos.


Las calles estaban llenas de pétalos que lanzaban para crear una alfombra sus victoriosos guerreros y los estandartes ondeaban en cada pared junto a los vítores de los habitantes de la fortaleza. Aunque no era una visión tan majestuosa para los prisioneros, quienes podían ver tanto a trols como otras razas hacer trabajos para los elfos, como ayudar en la construcción de las estatuas de quienes los apresaron.


Solo los altos mandos del ejército avanzaron hasta la sala del trono, el resto del ejército se fue quedando en sus respectivas paradas según su nivel social. Y en aquella sala circular en cuyas enormes columnas se hallaban incrustadas joyas y un monstruosos esqueleto de una serpiente alada coronaba el trono, la actual matriarca Vash’Namara Cuervo Blanco felicitaba a sus campeones, quienes vestían armaduras ceremoniales de metales preciosos y voluminosos plumajes. Fue en aquella sala donde Sharédia reveló el mayor botín de aquella campaña, una llave, de oro macizo tan grande que podría ser utilizada como una maza a dos manos, cubierta por finos grabados de animales, pero, aunque la calidad de su artesanía ya la convierten en una pieza para ser admirada, su verdadero valor residía en aquello que abría, el camino y la puerta a un poder sin igual escondido del mundo en otrora época.


Sharédia marchó a la cabeza de un batallón en busca de aquel poder, pero sólo regresó ella con las manos vacías, causando la ira de la matriarca y su caída a los infiernos. A partir de aqui la historia continua pero no es tan importante, en resumen, tortura, experimentación, llega la legión, experimentan con magia vil en Sharédia, ocurre el cataclismo, milenios de aislamiento y miles de aventuras, más tarde consigue formar una familia, el noventa por ciento de su familia muere y Sharédia busca venganza acabando como una no-muerta en el proceso, junto a otras muchas aventuras y nos encontramos en el presente, en un barco en medio del maremagnum, así es como comienza nuestra historia.

23 de Julio de 2020 a las 13:21 0 Reporte Insertar Seguir historia
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