Caminé rápidamente por la acera, el viento agitaba mi cabello, el frío helaba mis huesos. Miré el reloj de pulsera, eran las 2:55 de la madrugada, no era un buen horario para caminar por las calles de... ¿Dónde estaba? Esto no era México, por lo menos no la ciudad. Sin embargo tenía un motivo, uno primordial: debía saber cómo estaba, darle un aviso urgente; y el método más directo sin ir a buscarla y arriesgarnos a ambas era llamar. ¿Quién era ella? No tenía idea alguna.
Llegué a una esquina y miré en todas direcciones, entrecerré los ojos, no había nadie. ¿Qué carajo hacía aquí? Estaba dormida desde hacía veinte minutos, recordaba haberme puesto el camisón de sleep all day que me llegaba a mis muslos y después de trenzarme el cabello me había quedado dormida al segundo. Era lógico que estuviera tan cansada, había peleado contra seis vampiros que se sentían los nuevos integrantes de Vaselina, traían incluso las chaquetas de cuero y los peinados ridículos, faltaba oír que tronaran los dedos. Me habían intentado hipnotizar con sus sonrisas perfectas y cuerpos esculturales, obviamente no caí. ¿Cómo pasé de dormir en mi cama a caminar por las calles? No estaba patrullando como siempre, eso lo estaba haciendo mi clon. Estaba pasando de lo raro a lo anormal y vamos, yo peleaba contra sobrenaturales, solo que ser sonámbula no era parte de la descripción de mi empleo.
Seguí caminando, pero cada dos por tres revisaba todo el lugar. No era paranoia, era procedimiento común; lo sabía, estaba segura de que debía hacerlo de ese modo. Miré el teléfono público que estaba en la esquina, me quedé de pie observando, analizando, esperando; sentí como mi magia corrió por el sitio, reptando, recorriendo. No había hechizos aquí, no había trampas, aquí no había más magia que la mía.
Crucé la calle vacía, llegué al teléfono y tomé la bocina. Parpadeé mirando el aparato, tenía números y letras junto con lo que imaginaba era el procedimiento para usarlo, pero ¿qué idioma era? Respiré hondo e introduje rápidamente las monedas cuando oí el tono, marqué, fue una serie de números rápidos. Justo cuando terminé y un tono de marcado sonó, lo supe, había caído por completo en la trampa. Una mano salida de la nada me golpeó con fuerza tal que choqué contra la pared, sacándome el aire en el proceso. Gruñí levantándome de golpe. Del teléfono público salió por completo el brazo, seguido de un torso y entrecerré los ojos cuando lo vi. Esa piel, esa sonrisa, esa cicatriz, él... Estaba muerta ahora...
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