Jenry había vuelto a despertar con una sensación extraña en el pecho y un ensimismamiento que le hacía ver la habitación espesa y oscura. Había empezado a sucederle desde hacía unos tres años antes y se lo atribuyó a las pesadillas que no habían dejado de acosarlo. No recordaba nada de esos sueños, solo hilos negros y oscuros entretejidos en medio de ruidos metálicos que no podía entender. Aun envuelto en las sabanas encendió un cigarrillo y pensó que no solo las pesadillas se habían intensificado sino que también su cabello se le empezaba a caer de manera intensa, en ese instante lo dejó pasar por alto para no perder más tiempo y comenzó la tarea de vestirse para ir a La Corporación K.t.
A esas horas conducía con cuidado mientras pensaba en la molesta nube de polución que cegaba el camino de todas las calles de la ciudad. Debido a eso las personas habían comenzado a sufrir de abscesos pulmonares, los médicos no encontraban ningún motivo aparente y la enfermedad se hizo común en el transcurso de los años. Los científicos hacían esfuerzos para intentar encontrar el origen de la nube toxica y pasaron años buscando la manera de relacionar los padecimientos con aquel fenómeno y aunque era obvio pensar que esa era la causa de todos los problemas, nunca lograban dar con las conjeturas finales.
Después de dejar estacionado su volkswagen en los alrededores del distrito, caminó rápidamente con la intención de no tener que lidiar con su nueva jefa por lo que apresuró el paso lo más rápido que pudo evitando resbalarse con el asfalto mojado. No recordaba un día que fuese soleado en la ciudad, habían pasado muchos años desde que aún era un adolescente y ni en ese entonces lograba recordar que la atmósfera de la ciudad tuviese un color diferente. El cielo gris daba la impresión de que estaban en un ambiente sumido en la tristeza y pesadumbre. No es que las personas en la ciudad fuesen precisamente felices, que en su mayoría no lo eran y mucho menos desde que se implementó a nivel estatal la reciente reforma laboral.
Desde tempranas horas ya podían vislumbrarse desde lejos a los incontables hombres y mujeres que caminaban apresurados por las calles del distrito laboral 115. La guerra por fin había terminado y las mujeres empezaban a llevar atuendos ajustados y de colores estrafalarios. Eso le gustaba. Le gustaba observar a las mujeres que trabajan en La Corporación y le atraía la manera en la que sonaban los tacones en los pisos de mármol, todas salvo una. Johana Biles era la encargada de seguridad del edificio, cuando Jenry pasaba a su lado no podía evitar mirarla, sus ojos se dirigían directamente a su cabello que a diario lo llevaba aplastado hacía atrás recubierto con una capa espesa de gel fijador, cuando era época de lluvia daba la impresión de que el cabello se le derretía en la frente y ella sabía que él la observaba de mala manera y como venganza lo retenía en la entrada del edificio a fin de que no llegara a tiempo del fichaje de entrada.
– ¡Jenry Carslton! Deténgase un momento que debo hacer el chequeo de rutina.
–Biles…tienes 6 años viéndome todas las mañanas. Hoy no tengo tiempo para tus tonterías.
Nada de lo que dijese iba a apresurar el lento proceso que Biles se esforzada en retardar, ella le retuvo el carnet de entrada mientras el intentó con desespero empujar la baranda, pero a medida que dejaba florecer su frustración ella se embargaba de una especie regocijo que no intentaba disimular. Estuvo allí veinte minutos y cuando por fin pudo llegar a su departamento le esperaba Clarice.
-Llega tarde señor Carlston, es la tercera vez desde el jueves pasado. Podría cerrarle la puerta de la oficina en sus narices y no dejarlo entrar. Pero no lo haré. Hoy en especial lo necesito, en un rato llegan los nuevos supervisores a presentarse al departamento. Tiene un encargo, las instrucciones están en su escritorio.
En una de las instrucciones se le ordenaba bajar hasta los almacenes del edificio con la finalidad de buscar en los depósitos una cámara Kodak 35, que era como una especie de reliquia olvidada para la empresa y que ahora necesitaban para colocarla en la exposición de avances tecnológicos. Nunca había tenido la oportunidad de ir hasta los almacenes, aunque se rumoreaba que algunos empleados se escabullían en aquel sitio para tener encuentros íntimos, la realidad es que el acceso era bastante complicado. Entró al ascensor y descendió hasta el nivel 1 del sótano y para poder acceder al él debía pasar por dos controles de seguridad, más allá del nivel 1 del sótano el acceso era completamente restringido.
Una vez dentro de los depósitos comprendió que jamás hubiese podido imaginar el tamaño de aquel sitio, parecía estar dentro de una catedral, los estantes eran tan altos y tan largos que parecía perderse en pasillos interminables. Los tramos de estanterías estaban categorizados como una biblioteca, caminó tanto que estaba a punto de darse por vencido cuando encontró el lugar donde se suponía que debía estar el aparato. Pasillo horizontal 19 con cruce 20 vertical, estante 33 repisa 6. Justamente allí se encontraban dos cajas polvorientas con el mismo nombre y en cada una había una pequeña cámara, ambas eran exactamente del mismo modelo. Observó los aparatos con extrañeza. Jenry que era aficionado a la fotografía jamás había visto el modelo Kodak 35.1, además en los documentos que le habían dado no constaban dos cámaras sino una y asumió que la cámara correcta era la que tenía mejor aspecto, la otra por el contrario parecía rota y movido por un impulso natural se guardó el aparato en el bolsillo interno del saco.
Volvió a la oficina con las cámaras, una en la mano y la otra escondida en el bolsillo. No sentía en absoluto sentimiento de culpa, en cambio la situación lo llenaba de una especie de energía absurda. Le entregó una de las Kodak a Clarice y continuó la jornada sin más contratiempos. Cuando terminó la jornada laboral ya caía la noche y salió de la oficina con el mismo apuro con el que había entrado. Necesitaba evadir a Biles para evitar que lo requisara y que encontrara la cámara, así que aprovechó el momento oportuno cuando la entrada del edificio estaba atascada y escabulléndose entre la gente logró salir airoso del encuentro cuando Biles lo llamó.
- ¡Carslton! ¡Carslton! ¡No puede marcharse aun!
Empujaba a las personas para abrirse paso en medio de la multitud, pero
Jenry se encontraba en ese momento fuera del edificio.
-¡Nos vemos mañana Johana! ¡Hoy no!
Le gritó con sarcasmo mientras salía con una gran sonrisa en el rostro. No podía esperar a llegar a su apartamento para revisar el diminuto aparato.
Entró en la vivienda empapado de lluvia y se quitó la ropa percatándose de que el agua no entrara en la videocámara. Volvió a encender un cigarro y sentado en la mesa la examinó. Le seguía pareciendo curioso el tamaño tan pequeño para ser una cámara de los años cuarenta la cual cabía en su mano perfectamente y cuando extrajo el carrete del fotograma vio que tenía escrito FILADELFIA 1949.
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