villalobos91 REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ

El objeto de estudio del presente análisis es la crisis del régimen de gobernanza cubano. Se pretende evaluar, en la actual coyuntura, su potencial para una reforma limitada que asegure el monopolio político de la actual elite de poder y las posibilidades que presenta la otra alternativa: el inicio de un proceso de transformación no violento hacia un nuevo régimen de naturaleza democrática. El objetivo de este análisis es aportar conclusiones y recomendaciones prácticas sobre posibles políticas a seguir por aquellos gobiernos interesados en facilitar, como terceros actores, el éxito de esa segunda alternativa de transformación democrática gradual, pactada y no violenta, del régimen cubano.


Historias de vida Todo público.

#cuba #justicia #exilio #opositores #disidentes #derechos-humanos #estudio #educacion #JUSTICIA-CUBANA #TADURA
0
3.3mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

La transformación política del régimen cubano: una perspectiva desde la conflictología

I. INTRODUCCIÓN: CONSIDERACIONES METODOLÓGICAS GENERALES

1.1 Objeto y objetivos del presente trabajo

El objeto de estudio del presente análisis es la crisis del régimen de gobernanza cubano. Se pretende evaluar, en la actual coyuntura, su potencial para una reforma limitada que asegure el monopolio político de la actual elite de poder y las posibilidades que presenta la otra alternativa: el inicio de un proceso de transformación no violento hacia un nuevo régimen de naturaleza democrática.


El objetivo de este análisis es aportar conclusiones y recomendaciones prácticas sobre posibles políticas a seguir por aquellos gobiernos interesados en facilitar, como terceros actores, el éxito de esa segunda alternativa de transformación democrática gradual, pactada y no violenta, del régimen cubano.


1.2 Cuba y selección de preguntas acertadas

Antes de adentrarnos en el examen de nuestro objeto de estudio, se hace necesario precisar el instrumental conceptual del que nos valdremos en ese ejercicio.

Es sabido que el desafío de un analista no reside exclusivamente en responder las preguntas de moda sino en cerciorarse primero de que son las más acertadas para “diagnosticar” los problemas, hacer un pronóstico de sus múltiples posibilidades de evolución (escenarios) y recomendar líneas “terapéuticas” de acción.

Como comentó Marx respecto al pensamiento filosófico de su época, a menudo sucede que no solo las respuestas sino las preguntas mismas que se imponen como moda intelectual del momento no son siempre las más productivas para abarcar toda la complejidad del objeto estudiado.

En ciencias sociales las preguntas que nos formulamos están asociadas a un determinado paradigma interpretativo de la realidad por el que optamos para analizarla. En el caso de los análisis sobre Cuba las interpretaciones –y las correspondientes preguntas asociadas a ellas– se apoyan en dos paradigmas o escuelas de pensamiento: la de la Teoría de las Relaciones Internacionales y la de la Transitología.

Estos dos ángulos de perspectiva y reflexión han aportado valiosos estudios, elaborado supuestos que a menudo se manejan como axiomas, y levantado interrogantes diferentes. También han marcado algunas de las principales diferencias en relación a los grupos de activismo político relacionados con el tema cubano.

Quizá la diferencia más notoria entre ambas escuelas de pensamiento radica en el lugar endógeno o exógeno en que ubican el núcleo duro del problema cubano. De esa definición primaria se deriva la importancia que atribuyen a unos u otros actores y las preguntas que formulan para buscarles respuesta.

Desde la perspectiva de la Teoría de Relaciones Internacionales el problema central radica en la conflictividad presente en las relaciones históricas entre EEUU y Cuba. La hegemonía o dominación de La Habana por Washington explicaría en gran medida la necesidad de la revolución, su posterior alianza con la Unión Soviética y el régimen totalitario adoptado para protegerse de un vecino tan intruso como poderoso. Este grupo de académicos tiene un ala liberal y otra más radical.

Los liberales asumen esta interpretación como parte de su crítica reformista a la vocación neo imperial del capitalismo estadounidense. Los radicales de diversas latitudes ideológicas como explicación de la inevitabilidad de la historia ocurrida y la necesidad de sostener ese conflicto con EEUU en nombre de ideales de emancipación general que lo trascienden. La pregunta que se plantean los liberales es ¿cómo cambiar la política de EEUU hacia Cuba? Los radicales se preguntan ¿cómo derrotar la actual política de Washington hacia Cuba para continuar el conflicto hasta la victoria final sobre el imperialismo y el capitalismo? Sin embargo, ambas corrientes suponen que la reforma o derrota de la política de EEUU hacia Cuba permitiría a Cuba evolucionar hacia un Estado democrático y eficiente, posibilidad a su juicio negada por la tradicional política de hostilidad y la persistencia del embargo.

La otra perspectiva sobre Cuba la aportan los transitólogos. Esta escuela de pensamiento que toma cuerpo con los estudios de los procesos de transición a la democracia en América Latina y Europa, centra su atención en los factores endógenos en sistemas totalitarios o autoritarios y los compara con otros que han transitado hacia regimenes de gobernanza democráticos. Apoyándose en meticulosos estudios comparativos, esta escuela de pensamiento intenta arrojar luz sobre las circunstancias que facilitan u obstaculizan las transiciones democráticas, sus posibles actores y las diversas fases que se hace necesario atravesar en el transcurso de esos procesos. La pregunta central desde esta perspectiva es cómo fortalecer a los actores que impulsan la transición democrática a expensas de los que representan el statu quo.

Algunos de sus propios adherentes han expresado en años recientes una autocrítica respecto a algunas de las tendencias que padecieron en las etapas tempranas de su producción intelectual.


Es de suma importancia tenerlas presente. Entre las debilidades planteadas a algunos de los representantes de la primera etapa de producción académica desde la Transitología resaltan tres: (1) insuficiente valoración de los factores externos y el peso que tienen en auspiciar u obstaculizar procesos de cambio; (2) la teleogización de un destino homogéneo e inevitable (el arribo a “la democracia” y “la economía de mercado”); y (3) la tendencia al maniqueísmo en la caracterización de los actores al considerar como “buenos” aquellos que impulsan los cambios y “malos” a quienes se resisten por algún motivo a ellos.


Por un lado, explicar los cambios democráticos en Europa del Este sin dar todo el peso que en ellos tuvo a la política de Gorbachev es tan inexcusable como intentar obviar la influencia de la política de EEUU en las posibilidades de cambio en Cuba. Por otro, como han venido a reconocer no solo académicos sino también organismos multilaterales como el PNUD, no hay fórmulas de “talla universal” (one size fits all) que representen el destino inexorable de toda sociedad. La democracia y la economía de mercado, más allá de su definición genérica, son conceptos abiertos a múltiples formas de organización e interrelación, de las que emergen diversos modelos de gobernanza posibles.


Ningún estudio sobre Cuba debe obviar el camino abierto y los aportes realizados por la Teoría de las Relaciones Internacionales y la Transitología anteriormente y en ambas corrientes de pensamiento se van produciendo correcciones de sus versiones primarias, en especial en el campo de la Transitología. Sin embargo, es posible hacer uso de un tercer ángulo de enfoque que integre mejor el análisis de los factores y actores internos y externos. En ese sentido este autor aboga por el empleo de las herramientas conceptuales de la Conflictologia al abordar la actual coyuntura cubana y sus perspectivas así como para la elaboración e implementación de políticas al respecto.


Las herramientas y perspectivas de la Conflictologia permiten una integración de los enfoques aportados desde la Teoría de las Relaciones Internacionales y la Transitología. Desde esa óptica es posible considerar la acción de todos los actores internos y externos, así como sus necesidades e intereses. La Conflictologia se centra en la transformación positiva de la realidad de manera que se reconstruya el tejido de relaciones sociales y sus instituciones de una manera inclusiva. Procura fomentar procesos de diálogo y construcción de consensos que culminen en acuerdos sobre los cuales pueda fomentarse la corresponsabilidad por el porvenir en lugar de centrar sus expectativas en la “derrota” y desplazamiento de unos actores por otros.


La perspectiva conflictológica nos presenta otras interrogantes específicas: ¿cómo se originó y evolucionó el conflicto cubano?, ¿cuál es el centro del conflicto hoy día?, ¿quiénes son sus actuales actores internos y externos y cuáles son sus necesidades e intereses?, ¿qué supone y qué posibilidades existen de lograr una transformación política e inclusiva del actual régimen de gobernanza?, ¿cuáles son los factores de sostenimiento del conflicto y cuáles los conectores que pueden contribuir a atraer las partes a una solución y reconciliación?, ¿pueden ayudar terceros a que los actores internos y externos encuentren la solución?, ¿cómo?


1.3 Dinámica del objeto de estudio

A menudo se acostumbra solicitar al analista que aporte “una foto” de la realidad cubana. Esto resulta inadecuado porque, pese al inmovilismo del régimen de gobernanza cubano, la realidad de la cual forma parte resulta cambiante. Si de metáforas se tratase, habría que decir que necesitamos un “vídeo” de la sociedad cubana.

El proceso revolucionario se agotó a fines de los 60. La sociedad posrevolucionaria y el régimen de gobernanza que dejó instalados iniciaron su crisis y un prolongado proceso de ajustes a partir de la caída de la Unión Soviética.


En este medio siglo el contexto y la propia realidad de la sociedad cubana han atravesado por cambios de gran trascendencia, entre los que pueden recordarse los siguientes: cambios ocurridos en el contexto internacional (del mundo bipolar al multipolar, de la sociedad industrial a la del conocimiento y la información, de la transnacionalización a la globalización de la economía), cambios estructurales internos (demográficos, de clases, culturales, sociales, económicos), cambio en los actores protagónicos internos y externos (el sector emergente militar corporativo, la tecnocracia, el sector cuenta-propista, la sustitución de la URSS por Venezuela), cambio de mentalidades en gobernantes y gobernados, y cambios en las políticas prevalecientes.


La comprensión del cúmulo de mutaciones ocurridas dentro y alrededor de la isla es de particular importancia dado el hecho de que el régimen de gobernanza –sobre todo en lo referido a su normatividad política– se ha mantenido relativamente estable. El cambio ocurrido en el hábitat (local/internacional) que permitió el surgimiento del actual régimen y lo sostuvo por casi medio siglo plantea una crisis a la funcionalidad de un régimen diseñado para operar en otro contexto histórico.


1.4 Opacidad de la realidad cubana

Un problema adicional al que se enfrentan los analistas de la situación en Cuba es la falta de transparencia de la sociedad cubana y la existencia de una política deliberada de manipulación de las percepciones de su realidad tanto por parte de su gobierno como de muchos de aquellos que se le oponen.


El gobierno cubano se vale de medios abiertos y encubiertos orientados a controlar el origen mismo de las informaciones (acceso a la sociedad cubana, estudios y estadísticas sobre ella).


Desde el poder se ha alentado la creación de una vasta industria de producción abierta de “conocimiento” e “información” sobre Cuba en la que laboran nacionales y extranjeros desde agencias oficiales, instituciones para-oficiales, instituciones académicas y organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y otros espacios.

En algunos casos porque son sus propias agencias gubernamentales y en otros porque son instituciones bajo su influencia o en la que laboran personas simpatizantes de sus posiciones o bajo el control directo de La Habana, esta industria de desinformación contribuye a diseminar “datos estadísticos” y axiomas interpretativos que favorecen de múltiples maneras los propósitos del gobierno cubano, pero enturbian la frontera que separa la información de valor de aquella que ha sido manipulada. Basados en ellos –y generando su propia “desinformación”– la espía estrella de la inteligencia cubana, Maria Belén Montes,

persuadía a sus colegas y al gobierno de EEUU, desde su posición de jefe del grupo de análisis sobre Cuba del Pentágono, de aquellas supuestas “verdades” que convenían a los intereses del gobierno en la isla. Otros “agentes de influencia” han sido reclutados por el gobierno cubano en medios académicos, organismos multilaterales, medios de comunicación y otros circuitos multiplicadores de mensajes.


En un contexto de Guerra Fría inconclusa, el gobierno de EEUU también ha apoyado a centros académicos, publicaciones, organizaciones no gubernamentales y otras dispuestas a involucrarse en esa guerra de propaganda desde posiciones favorables a sus propias perspectivas y supuestos. La llamada Cubanología estadounidense tomó también auge a partir de 1959 y quedó marcada por las premisas de la Guerra Fría de sus patrocinadores gubernamentales.


El desafío para el analista imparcial es lograr obtener información de calidad al tiempo que se protege de aceptar de manera automática los axiomas interpretativos que promueven los bandos en pugna. Y esa tarea es tremendamente complicada por la opacidad del Estado totalitario cubano que escamotea las verdaderas estadísticas al tiempo que monitorea celosamente los contactos de sus nacionales con miembros de la Diáspora o extranjeros, en particular con diplomáticos, periodistas y académicos.


1.5 Influencia de las personalidades sobre sus circunstancias


En sociedades totalitarias altamente centralizadas como la cubana aquellas personas que ocupan la cima del poder tienen una mayor libertad de decisión y capacidad superior para incidir en su entorno que quienes dirigen un país democrático. Sin embargo, también en estos casos se cumple el principio de que el hombre es “él y su circunstancia”.


El ascenso oficial de Raúl Castro a la posición de jefe de Estado ha desatado una comprensible sed por conocer su personalidad y manera de pensar. Esto no sólo es lógico sino altamente necesario por lo ya apuntado sobre los dirigentes de sociedades totalitarias. Sin embargo, ningún analista riguroso puede pasar por alto que si bien es crucial saber –hasta donde es posible– lo que desea hacer Raúl Castro, no menos importante es valorar las posibilidades de que pueda llevar adelante sus ideas en el contexto nacional e internacional en que actúa.


II. Cuba ante su tercera disyuntiva histórica

2.1 Cultura política

Además de las dos grandes guerras por la independencia nacional (1868-1878 y 1895-1898), se produjo una sublevación racial en 1912 a apenas una década de alcanzada la independencia (1902) e inaugurado el período republicano, que concluyó en una masacre de los alzados. Hubo también –entre multitud de otros hechos– una resistencia violenta a la dictadura establecida por el general Gerardo Machado en su segundo período presidencial, pronunciamientos militares de las clases y soldados contra su oficialidad saldados a cañonazos en favor de los primeros, el golpe de Estado militar del general Fulgencio Batista (1952), la subsiguiente revolución contra su dictadura (1953-1959) y la guerra civil anticomunista contra el liderazgo de Fidel Castro (1960-1965), seguida por episodios de violencia terrorista hasta incluso los años 90.


La historia muestra que la sociedad cubana se ha visto atravesada por múltiples conflictos políticos, sociales y económicos que a menudo tomaron formas violentas y generaron breves períodos de revolución y guerra civil en más de una ocasión. La violencia ha sido la herramienta por excelencia empleada para dilucidar las diferencias políticas antes y después de alcanzada la independencia. La intolerancia política –que absolutiza fines y relativiza los medios que emplea para alcanzarlos– ha sido parte sustantiva de la cultura cubana hasta el presente.


El culto al héroe y al martirologio se ha conjugado con la equiparación de la intransigencia con la pureza de intenciones. La noción popular de que emergerá un líder excepcional –como José Martí– cuya visión y capacidad de convocatoria unirá al “pueblo” en la defensa exitosa de sus derechos ha sido también parte de esa cultura política que ha hecho menos énfasis en el protagonismo del ciudadano que en el de líderes y elites populistas a quien poder apoyar y seguir.


Parte esencial de la cultura política cubana lo constituye la premisa, tomada de la prédica del Padre Félix Varela (1788-1853), y luego del ideario de José Martí (1853-1895), a favor de una Republica socialmente inclusiva (“con todos y para el bien de todos”). Las controversias sobre el mejor modo de acomodar en la realidad esa aspiración ética y el fracaso sucesivo de diversos proyectos que aspiraban a materializarla constituyen el núcleo central de los conflictos nacionales desde la independencia en 1902 hasta el presente.


2.2 Historias de larga y media duración

La isla ha experimentado cuatro siglos de historia colonial, algo más de medio siglo (56 años) de República acaparado en gran parte por dos dictadores (Machado y Batista) y medio siglo de sociedad totalitaria bajo un mismo líder y equipo de gobierno.


Sin por ello asumir la metodología general de Fernando Braudel es útil tomar prestado de la escuela de los Annales la noción de procesos históricos de diversa duración que se entrelazan. En el caso de Cuba es factible identificar una historia ininterrumpida de larga duración en torno a la lucha por una inserción favorable en el sistema mundial de acumulación. Desde su “descubrimiento” por España hasta el día de hoy, en que Raúl Castro valora sus opciones, el acontecer histórico isleño ha estado marcado por el conflicto entre diversos proyectos de inserción competitiva en el mercado mundial.


Como resultado de lapuja de fuerzas políticas y sociales en torno a ese debate se han experimentado tres historias de mediana duración: (1) las luchas por la autonomía o independencia (1820-1898); (2) la República (1902-1958); y (3) el Socialismo de Estado (1959-2008).


Ha habido entre una y otra de estas historias de mediana duración etapas de tránsito de una en otra (ocupación de la isla por EEUU, en 1898-1902; transformación del Estado republicano en otro basado en la versión totalitaria del socialismo contemporáneo, en 1959-1968; y fase de flexibilización y ajustes al modelo totalitario tras la caída de la URSS, en 1993-2008).


Desde la independencia en 1902, cada una de las dos historias de mediana duración (republicana y “socialista”) ha estado marcada por tensiones políticas, sociales y económicas a la hora de conciliar tres factores: (1) la protección de la independencia nacional; (2) la demanda de una sociedad inclusiva desde una perspectiva de justicia social; y (3) el desarrollo económico y modernización del país.


La celebre frase republicana de que “sin azúcar no hay país”, reflejaba algo más que una prioridad sectorial de la economía. En cierta medida expresaba también una concepción que daba primacía al objetivo del desarrollo económico y la modernización del país sobre la demanda de justicia social (que se concebía podría ser satisfecha, gradualmente, como resultado del crecimiento económico) y sobre la independencia (ya que la oligarquía nacional creía necesario conformarse con el ejercicio desproporcionado de la hegemonía estadounidense para asegurar inversiones, tecnologías y el mercado norteamericano).


Pese a que la Constitución de 1940 –la más avanzada socialmente del Hemisferio Occidental y de muchos países europeos en aquel entonces– estipulaba progresos normativos vanguardistas en el tema social, su débil aplicación por gobiernos corruptos y a veces dictatoriales determinó que las fuerzas que daban prioridad a los temas sociales y de soberanía nacional se mantuvieran movilizadas en sus respectivas luchas. Si bien el movimiento antibatistiano estuvo centrado en el derrocamiento de la dictadura, el proceso sirvió de catalizador para aglutinar también una amplísima coalición de fuerzas sociales que integraron otros objetivos –de reforma estructural en lo económico y orientación social democrática en lo político– a las intenciones revolucionarias.


Fidel Castro, recién arribado al poder en 1959, evitaba las etiquetas ideológicas y definía el objetivo de la nueva etapa como alcanzar una sociedad en que hubiese “libertad con pan y pan sin terror”. De ese modo anunciaba que intentaría casar la libertad con el desarrollo y la justicia social, pero se reservaba sus cartas sobre la vía que escogería para ello. Se suponía que el consenso nacional alcanzado con la todavía entonces avanzada Constitución de 1940 estaba vigente y de lo que se trataba era de poner en marcha un programa de gobierno que asegurara su estricto cumplimiento comenzando por una reforma agraria. Castro, sin embargo, tenía otros planes.


Quien se constituiría en suprema autoridad nacional por el medio siglo siguiente decidió con el grupo de sus más íntimos colaboradores reelaborar la proyección radical reformista de orientación social democrática que servía de sombrilla a una variopinta plataforma de fuerzas. Castro, en alianza con el Partido Comunista, que había sido renuente a la estrategia de lucha armada, se aproximó a la Unión Soviética y sentó las bases para reinsertar a Cuba en la Guerra Fría, esta vez aliado al Bloque del Este.


Castro estaba dispuesto a una apuesta arriesgada. A cambio de conspirar con una fracción de su movimiento en detrimento del otra ala, Cuba sacaría dividendos económicos excepcionales de la confrontación Este-Oeste con los que financiar exitosos programas sociales y quedaría bajo la relativa protección de la sombrilla nuclear soviética para fortalecer su independencia respecto a EEUU. Asegurado el pan, la inclusión social y la independencia los ciudadanos, según su lógica, no necesitaban otra libertad que la de movilizarse en apoyo de su Estado revolucionario.


La política de hostilidad de EEUU hacia Cuba facilitó el consenso nacional a favor de este viraje radical y la reubicación dentro de la Guerra Fría proveyó a la isla de mercados, tecnologías y capitales para su desarrollo. De ese modo, el establecimiento de un Socialismo de Estado totalitario aseguró los recursos para responder a algunas demandas históricas que constituían el núcleo de la conflictividad social cubana, la maquinaria represiva para sostener ese proyecto y, gracias a la confrontación con EEUU, la racionalización nacionalista para asegurar el consenso interno e incluso la simpatía de un sector de la izquierda internacional. Al focalizar la atención de la opinión pública en el conflicto bilateral con EEUU muchos perdían de vista que la soberanía popular era conculcada por el Estado y que la independencia nacional cedía espacio a las necesidades de la alianza geopolítica con la URSS.


No obstante, la ecisión estratégica inconsulta de cambiar el régimen de gobernanza democrático por otro totalitario en alianza con una potencia externa quebró el consenso al interior de la alianza antibatistiana. Se inició entonces una guerra civil desde fines de 1959 hasta mediados de la década de los 60 en la que participaron decenas de organizaciones urbanas y más de 8,000 alzados en zonas rurales de todo el país, muchas veces bajo la dirección de ex líderes de la guerrilla y resistencia antibatistiana. Al calor de esa guerra civil, el gobierno de La Habana solicitó y obtuvo el apoyo militar en asesores y armas de la URSS y otros países del Bloque del Este y los insurrectos hicieron otro tanto en relación con Washington.


La internacionalización de ese conflicto endógeno, ocurrida al incorporarse a EEUU y la Unión Soviética como actores externos del mismo, tuvo un precio a pagar por los cubanos a ambos lados de las barricadas. Para la isla significó el inicio de una dependencia de Moscú mayor que la que antes se tenía de EEUU. Para los anticomunistas su dependencia de Washington representó la pérdida de identidad como movimiento nacional surgido de un conflicto autóctono, lo que desde entonces le facilitó a Castro presentarlos como marionetas estadounidenses en una sociedad atizada por el nacionalismo y en una región caracterizada por históricas reservas respecto a las políticas de Washington.


La derrota de los alzados en armas durante la guerra civil contra el régimen de Fidel Castro (1960-1965) puso fin a la confrontación militar, pero no al conflicto que le dio origen. De hecho, el conflicto continuó expresándose en años posteriores mediante acciones terroristas de ambas partes (encubiertas en el caso cubano) y luego mediante los movimientos no violentos de disidencia y oposición internos. La actual ausencia de confrontación armada no equivale a decir que se haya resuelto ese conflicto, que en el presente prevalezca la paz, ni que el estado actual de cosas sea sustentable en el mediano y largo plazos. Existe la posibilidad de que la violencia latente se materialice por diversas vías de concurrir circunstancias internas y externas que la propicien. La cultura de intolerancia política se mantiene vigente y es uno de los factores de preocupación en este sentido. La violencia política de la guerra civil en la década de los 60, se transformó en acciones terroristas recíprocas y ha tomado desde la década de los 80 la forma de represión policial y paraoficial a la disidencia.


2.3 Transición a una nueva historia de mediana duración

La caída de la URSS dio inicio a la crisis estructural definitiva del Socialismo de Estado totalitario cubano y abrió un proceso de correcciones que no ha concluido. Esta etapa, más allá de los cambios ocurridos en las políticas económicas, tuvo impactos profundos en la economía política de la sociedad cubana. La dualidad monetaria, el surgimiento de corporaciones administradas directamente por los militares, la apertura a la inversión extranjera y la masificación del turismo, entre otras medidas, generaron una fuente extra política de poder que había sido abolida desde hacia décadas: el acceso al dólar. Sin el subsidio masivo de la URSS, los programas sociales y la infraestructura se degradaron y el poder adquisitivo del salario cayó en picado. La capacidad estatal de subvencionar plantillas laborales infladas e improductivas decreció y el desempleo –oculto mediante manipulaciones estadísticas– se disparó. Esta situación obligó al Estado a permitir el alquiler de viviendas y el surgimiento de un sector privado de trabajadores por cuenta propia.


La estructura social y clasista se vio trastocada por esos cambios.

La pirámide social sufrió una inversión que otorgaba mayor ingreso el camarero de un hotel que al cirujano, al taxista que al profesor universitario. Si la entrada a lugares exclusivos y el acceso privilegiado a ciertos servicios lo determinaba la jerarquía burocrático-política ahora era posible accediendo al dólar que podía adquirirse en el emergente sector privado cuenta-propista o a través de remesas enviadas por los “enemigos” del exilio.


El Estado benefactor perdió su sustentabilidad externa en el nuevo hábitat internacional. La desaparición de la Guerra Fría, la globalización y la transición a procesos de desarrollo basados en la apertura a flujos masivos e instantáneos de información digitalizada transformó rápidamente la isla de referencia exitosa de desarrollo tercermundista en museo del Socialismo de Estado.


En realidad se estaba produciendo una transición planetaria hacia una nueva civilización tecnológica que permitía a sociedades abiertas y emprendedoras dar un salto en los procesos de desarrollo.


Pero Cuba no era una cosa ni otra. Sus envejecidos líderes apenas eran capaces de asomarse y comprender los vertiginosos procesos de transformación global que ocurrían a su alrededor los que pretendían interpretar desde las miradas obsoletas de la Guerra Fría.


Al entrar en crisis permanente la salud del caudillo y producirse la sucesión oficial a favor de su hermano, la elite de poder se aproxima, con una edad promedio superior a los 70 años, a una coyuntura histórica de viraje sólo comparable a la del inicio de la República o la que tuvieron que enfrentar en 1959. Tienen que decidir un proyecto nacional que resulte viable en las actuales circunstancias nacionales e internacionales, lograr un consenso nacional sobre aquel y forjar las alianzas externas que le permitan su inserción en la nueva economía global al aportar mercados, tecnologías y capitales para su implementación.


Las dos historias de media duración anteriores –republicana y “socialista”– representaron proyectos alternativos de inserción en la historia de larga duración mundial: civilización industrial y modernidad. Las elites republicanas y comunistas contaron entonces con el aval de un apoyo popular masivo, que no existe en el presente. La que ahora se plantea ha de buscar el reacomodo de los elementos nacionales para ser parte de una civilización posmoderna, caracterizada por un mundo con procesos crecientemente globalizados en el que los países con ventaja tecnológica son los que logran transformarse en sociedades basadas en la información y el conocimiento.


En otras palabras, en un muy breve período (quizá poco más de uno o dos lustros) Cuba está llamada a inaugurar una nueva historia de mediana duración donde intentará resolver de manera armoniosa –en aras de alcanzar un consenso nacional– las demandas tradicionales que las dos historias de mediana duración previas no llegaron a resolver de forma satisfactoria. Una vez más, podrá fracasar o triunfar en ese empeño.


Esa es la verdadera magnitud histórica del momento que vive la sociedad cubana y que va mucho más allá de la simple recuperación de la democracia y mejorar el estándar de vida. Para la nación se trata de encontrar el mejor régimen de gobernanza para insertarse de manera competitiva en la nueva civilización tecnológica de la información y en el mercado mundial.

Ese reto, sin embargo, ha de asumirse teniendo presente los tópicos tradicionales que han guiado el devenir histórico cubano hasta hoy. Los líderes tienen que presentar e implementar en los próximos cinco años un proyecto de país que armonice la protección de la independencia nacional (que tendría que ser redefinida ahora en un mundo globalizado), la inclusividad, la justicia social (que supondría, entre otras cosas, no abandonar lo alcanzado en salud y educación en el pasado medio siglo y recuperar su calidad), la libertad (que tendría que ser acoplada con nuevas vías de participación democrática significativa por la sociedad civil además de las representativas) y el desarrollo económico del país. Se supone que el momento para que los dirigentes hagan público su programa sea el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, en principio previsto para finales de 2009. Pero no parece probable que un liderazgo envejecido, con mentalidades formadas en una historia muy diferente a la que hoy tiene lugar, sea capaz de entender la magnitud del momento ni siquiera en términos de sus propios intereses. Su visión es otra.


Lo que más interesa –y obsesiona– a la actual elite de poder cubana es como diseñar un proyecto que garantice sus propios intereses como grupo social lo cual incluye, como mínimo, garantías a su integridad física y su libertad, así como a sus actuales patrimonios, y la retención de algún papel destacado en la conducción de la nación.


Lo anterior supone que sus opciones de cambio y proyecto de nación deben despejar la incógnita de su seguridad como grupo hegemónico y eso sólo puede concebirse por las siguientes vías:

(a) Compartiendo el poder económico pero reteniendo el monopolio sobre el poder político (modelo chino).
(b) Transformarse de elite de poder burocrática en clase propietaria al tiempo que negocian un régimen constitucional que los proteja de represalias, procesos judiciales o administrativos y expropiaciones.


La segunda opción sólo es concebible si además de las garantías políticas y jurídicas que serían demandas en particular por los más interesados (amnistías, impunidades) la elite es capaz de negociar su control sobre las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior, al menos hasta que esa generación histórica haya salido de la escena. Eso supondría que un escenario de transición pactada tendría que negociar con una elite de poder que reclamaría un plazo no menor de una década para acceder a abandonar por completo sus monopolios sobre la economía y el sistema político.


El común denominador que hoy une a la población con sus dirigentes es la incertidumbre y el miedo a lo que pueda traer el provenir. Ambos miedos constituyen los principales soportes del inmovilismo.


El inmovilismo en Cuba

2.4 El régimen de gobernanza del socialismo de Estado cubano


Entendemos por “régimen” al conjunto de normativas (tanto legales como administrativas y pautas de comportamiento dictadas por la moral y tradiciones prevalecientes) que gobiernan las relaciones entre el Estado, el Mercado y la Sociedad Civil. Es esa normatividad regimentada la que condiciona no sólo el modo en que se producen y distribuyen mercancías y servicios, sino también las cuotas de poder político y participación económico-social en el país. Su uso sociológico dista de ser el empleado por medios de prensa o funcionarios de gobiernos extranjeros en un sentido peyorativo.


En el caso del Socialismo de Estado cubano, su régimen de gobernanza, instalado desde la década de los 60, tiene una naturaleza totalitaria porque su funcionamiento esta basado en los siguientes pilares:

(a) Monopolio del poder político y del Estado por un partido.
(b) Monopolio del poder económico por el Estado.
(c) Monopolio del Partido sobre la información.
(d) Control total sobre el movimiento de personas interno y externo mediante un sistema de permisos estatales facilitado por la insularidad del país.
(e) Ausencia de libertades individuales y derechos políticos y civiles.
(f) Maquinaria represiva eficaz integrada por sistemas de policía, vigilancia, controles administrativos, ausencia de autonomía política o económica de los ciudadanos y el sistema legal vigente.

A los rasgos generales de un régimen totalitario, el proceso cubano agregó otros específicos que contribuyeron a su estabilidad incluso después del terremoto político de 1989 en Europa del Este. Entre ellos hay que tener presente el origen del actual sistema (una revolución autóctona), la presencia de un líder carismático, la articulación (imposible en Europa del Este) del nacionalismo y tercermundismo con la defensa del Estado comunista, los errores de la oposición y de la política de EEUU hacia Cuba y la habilidad de los líderes para articular un discurso y una política que le permitiese acumular capital simbólico nacional e internacionalmente (con un sector amplio de la izquierda) a partir de sus servicios sociales de alcance universal y su solidaridad con movimientos antiimperialistas.


No es posible explicar la capacidad de supervivencia del régimen cubano atendiendo exclusivamente a factores aislados, tales como su eficiente represión o los subsidios externos soviéticos o venezolanos.


La gran paradoja del régimen vigente consiste en que las herramientas empleadas hasta ahora para sostener la sociedad cubana, han pasado a ser barreras para su reproducción y gobernabilidad cotidiana. No se puede continuar ofreciendo empleos, alimentos, productos y servicios indispensables, sin levantar el monopolio estatal sobre la economía. No es factible elevar la eficiencia económica sin abandonar el régimen centralizado de toma de decisiones. El Estado ya no puede dar satisfacción a tareas económicas y sociales sin abrir espacios de autonomía y participación, tanto a sus empresarios como a un sector privado emergente. Tampoco puede ser competitivo mientras el Partido Comunista insista en el monopolio sobre la información y el país muestre la más baja conexión con Internet de todo el Hemisferio. La imposición de la salida definitiva del país a aquellos inconformes que optan por migrar no debe continuar, porque con ellos se va el talento, instrucción y juventud que un país en proceso de envejecimiento necesita cada vez más.


La actual naturaleza centralizada, verticalista, estatizada y autoritaria del régimen cubano –nacido y diseñado en otro contexto histórico nacional e internacional– le impide hoy alcanzar la necesaria eficiencia para generar riquezas nacionales, aportar innovación, y proveer prosperidad y canales abiertos de movilidad vertical que contribuyan a sostener la legitimidad del sistema. Es por eso que la necesidad de producir un cambio de régimen –gradual pero radical– es medular para la gobernabilidad y seguridad nacional de la isla.


2.5 El conflicto endógeno actual y la violencia

Si el conflicto endógeno original –luego internacionalizado con la participación de EEUU– estuvo dado en torno al tema del socialismo como opción nacional, el núcleo duro de la conflictividad actual se expresa en un régimen de gobernanza cuya contradicción principal se deriva de que resulta socialmente inclusivo a la vez que política y económicamente excluyente.


Esa contradictoria naturaleza del régimen constituye un bloqueo al desarrollo de las capacidades de innovación y productivas del país, en mucha mayor medida que el embargo de EEUU, que hoy es el principal proveedor de alimentos a la isla y su séptimo socio comercial.


Los cubanos –que pudieron estudiar y gozar de expectativas de vida más prolongadas gracias al carácter inclusivo de los servicios educacionales y de salud– ahora demandan una participación significativa en los procesos de toma de decisiones para asegurar, entre otras cosas, que pueda reformarse la economía que pronto tendrá que sostenerlos en la vejez. En el último medio siglo “participar” ha sido sinónimo de movilizarse a materializar lo que los dirigentes habían decidido. Irónicamente en el país en el que se socializó hasta el último tendero, se privatizaron los sueños. Solo el caudillo tenía derecho a soñar y los demás el deber de esforzarse por hacer cumplir sus anhelos.


La imposibilidad de buscar la felicidad por sí mismos y la incredulidad ante la idea de que el mismo grupo de líderes que no satisfizo sus necesidades será ahora capaz de proveerlos de formulas de felicidad colectivas es el motor real detrás del éxodo callado de decenas de miles de personas, en especial los jóvenes, cada año.


Ese conflicto principal entre el régimen de gobernanza y el potencial de desarrollo nacional genera a su vez un arco de conflictividades de diverso tipo: (a) tensiones raciales y regionales que a menudo se superponen; (b) tensiones generacionales; (c) tensiones sociales entre los que tienen acceso al dólar y los que no lo alcanzan; y (d) tensiones políticas entre los que suponen que todo cambio de régimen los pondrá en situación de “perdedores” y los que apuestan por su transformación.


El conflicto endógeno originario –motivado por las discrepancias en torno al régimen de gobernanza que debería normar la sociedad cubana después del triunfo revolucionario de 1959– ha evolucionado en medio siglo. Hoy se expresa como conflicto interno entre el régimen de gobernanza instalado y los diversos sectores de población afectados por su obsolescencia e insostenibilidad.


La actual doctrina de seguridad y defensa padece de un error conceptual que la transforma de hecho en una doctrina generadora de ingobernabilidad. Partiendo de mitos ideológicos de la Guerra Fría, las amenazas sólo son concebidas como exógenas (EEUU y sus aliados). Los fenómenos de disidencia y oposición no son analizados como resultados de la lógica interna del país sino como marionetas de un enemigo exterior. Incluso las conductas e ideas no conformistas que no clasifican propiamente como políticas (como, por ejemplo, las preferencias musicales, de vestimenta y, hasta hace poco, de orientación sexual) son percibidas como “virus” contaminantes de procedencia foránea (capitalismo y sus gustos burgueses).


La doctrina cubana de seguridad y defensa no está preparada para enfrentarse al fenómeno del nuevo disenso nacional porque concibe las amenazas al actual régimen de gobernanza como externas y artificialmente inducidas.


Desde 1992 se viene produciendo un cambio de mentalidades que permea todos los sectores de la población y cohabita espacios al interior de las familias de la elite de poder y los funcionarios gubernamentales. Hay una nueva disidencia respecto al statu quo expresado por el régimen de gobernanza vigente. Esta disidencia no tiene una propuesta unánime en torno a un proyecto de cambio –como tampoco la tiene la disidencia y oposición tradicional– pero sí comparte su negatividad respecto al actual estado de cosas.


La prensa internacional concentra su atención en la disidencia política tradicional, oposicionista y organizada. Pero esta nueva disidencia es masiva, informal y plural y hace permeable la línea divisoria entre los que ocupan diversas funciones gubernamentales y los gobernados.


La sociedad cubana es proclive a la violencia, como demuestra su historia. El que hoy la mayor parte de los grupos organizados de la oposición y el exilio se manifiesten por una solución política del conflicto no es garantía alguna de que futuros acontecimientos no transformen los episodios de violencia estatal selectiva en una nueva situación de violencia generalizada. Sin embargo, hay otro problema adicional: la violencia social que puede, en ciertas circunstancias, politizarse. La doctrina cubana de seguridad y defensa y la sociedad en general carecen de mecanismos institucionales eficaces para prevenir y mediar en situaciones de conflicto.


Un régimen de gobernanza que no reconoce la conflictividad y el disenso como resultado de su propia lógica interna, y que carece de instituciones y espacios apropiados para mediar y rearticular consensos, es sumamente frágil.


En un país cuya historia es proclive a la intolerancia y la violencia, la lógica de externalizar el origen de los conflictos y las disensiones puede con relativa facilidad conducir a situaciones críticas de ingobernabilidad. El eventual empleo de la fuerza para afrontar situaciones de protesta o explosión social –incluida la posibilidad de una crisis migratoria– complicaría adicionalmente la seguridad en lugar de protegerla. La siempre latente posibilidad de una escalada de hechos violentos internos al enfrentarse la represión y la existencia del conflicto bilateral con EEUU son elementos a tener presente.


III. El ascenso de Raúl Castro a jefe de Estado

3.1 Sucesión y transición

Varios hechos indican los pasos que el régimen cubano comenzó a dar en relación con la sucesión a Fidel Castro, anteriores a su cesión temporal de poderes el 31 de julio.


En noviembre de 2005, el propio Castro abrió la posibilidad de expresarse públicamente en Cuba acerca del momento en que ya no estuviera al frente del país y de la posibilidad de reversibilidad del proceso. El ministro de Relaciones Exteriores, Felipe Pérez Roque, se hizo eco de este llamado y en diciembre de ese mismo año expuso sus ideas ante la Asamblea Nacional del Poder Popular sobre los retos que el país debería afrontar ante esa eventualidad, sobre todo con relación a las nuevas generaciones, su falta de compromiso con el sistema y su actitud, que Pérez Roque calificó como individualista. Otros sucesos y una entrevista de Castro a Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, dispararon rumores nacionales e internacionales sobre la sucesión a Castro. En los meses siguientes al 1 de julio de 2006, el aparato del Partido Comunista de Cuba fue reforzado en un Pleno de su Comité Central con el restablecimiento del Secretariado –entidad ejecutiva partidista creada en 1965 y abolida en 1991– y con la adopción de un discurso público de Raúl Castro donde había expresado que sólo el PCC era el legítimo heredero de Fidel Castro.


Los días posteriores al traspaso temporal de poderes del 31 de julio de 2006, cuando fue dada a conocer la Proclama al Pueblo de Cuba firmada por Fidel Castro, evidenciaron las características de la sucesión tutelada que tendrá lugar en la isla. Aun después del traspaso constitucional de los poderes correspondientes al cargo de jefe del Consejo de Estado (y, por tanto, jefe de Estado) el proceso de sucesión es aún inconcluso porque Fidel Castro retiene el cargo de primer secretario del PCC, organización a la que la quinta cláusula de la constitución vigente otorga el poder supremo del país. El proceso de sucesión solo podrá considerarse oficialmente cerrado cuando el VI Congreso del PCC elija al nuevo primer secretario, o cuando oficialmente se declare que Fidel Castro está mentalmente deshabilitado, o cuando muera. Sus actores verán continuamente saboteadas por el caudillo hasta entonces las posibilidades de abrir nuevos escenarios de largo aliento sin su consentimiento.


Una vez desaparecido Fidel Castro, la sucesión del actual régimen se completaría de manera definitiva y, dependiendo de cuáles sean las lecturas de la realidad que hagan sus principales actores, siempre a partir de sus propios intereses, existe la posibilidad de que se inicie una transición no violenta –podría ser también violenta en presencia de otros factores– en un complejo y zigzagueante proceso. Este período de transición pudiera tomar alrededor de cinco años y el resultado final estará siempre sujeto a variables internas y externas. Estas variables pueden configurar transiciones significativamente diferentes a los proyectos que sobre ella debaten hoy el gobierno de EEUU, el exilio y la oposición; entre ellas, el siempre posible escenario de que el país llegue a transformarse en un Estado fallido.


El sector más dogmático del exilio y la oposición en ocasiones muestra una incomprensión esencial acerca del alcance del traspaso de poderes que esta teniendo lugar. Sin embargo, existe una dinámica recíproca entre el proceso de sucesión y el de transición. No son necesariamente excluyentes, sino que pueden ser fases sucesivas y complementarias de un mismo proceso de cambios.


Una sucesión que abra espacio a la autonomía económica del ciudadano respecto al Estado –renunciando así a unos de los pilares del control totalitario– sería una adecuada transición a la transición siempre que los actores políticos interesados en la plena democratización del país tengan una adecuada estrategia para continuar empujando hacia esa meta.


3.3 Recientes cambios nacionales e internacionales

Desde octubre de 2007 y hasta el fin del mes de abril de 2008, importantes acontecimientos nacionales e internacionales han impactado significativamente la vida nacional.

En la arena internacional, tuvieron repercusión en la Habana:

  • La derrota del referendo constitucional en Venezuela.
  • El conflicto desatado por la incursión colombiana en territorio de Ecuador.
  • La visita a Cuba del presidente de Brasil –potencia regional y, en breve, gran productor de petróleo– dispuesto a participar con Cuba en esta fase de transición de poder.

Estos acontecimientos fueron un llamado de alerta para la dirigencia cubana acerca de los riesgos que implica sobredimensionar la relación política con el presidente Hugo Chávez, o poner todos los huevos en la canasta de la Revolución Bolivariana. Altos funcionarios cubanos viajaron a Brasil, China y África en lo que parecía un interés por explorar potenciales alianzas alternativas, en caso de que los acontecimientos en Caracas pudieran tener un impacto negativo en La Habana. En ese sentido, actuó también el conflicto desatado en Sudamérica, en el que si bien hubo declaraciones de Fidel Castro apoyando fervientemente a Chávez y al presidente de Ecuador, el gobierno recién nombrado cuidó la relación con Colombia, a donde envió posteriormente una delegación de alto nivel que fue recibida por el presidente Uribe. Una semana después de la derrota de Chávez, el canciller Felipe Pérez Roque anunció que Cuba estaba dispuesta a firmar dos tratados internacionales de derechos humanos que cubrían aspectos económicos y sociales, así como civiles y políticos.


También a raíz de los resultados del referendo venezolano, se concretó la visita del presidente Luiz Inácio Lula da Silva a Cuba; tuvo lugar en Madrid la segunda ronda de conversaciones sobre derechos humanos, tras la cual a un pequeño número de prisioneros políticos en precarias condiciones de salud les fue dada la opción de permanecer en prisión o viajar a España; un representante de la UE fue recibido por la cancillería cubana para sostener un intercambio preliminar acerca de la potencial normalización de relaciones con ese bloque; y Raúl Castro se reunió en La Habana con el secretario de Estado del Vaticano, la primera visita oficial recibida por Castro como presidente de Cuba.


El plano interno ha estado marcado también por varios eventos importantes:

  • El retiro formal de Fidel Castro de su cargo de jefe de Estado y el nombramiento oficial de su hermano Raúl como presidente.
  • La designación del nuevo Consejo de Estado en el que cuadros jóvenes, como Carlos Lage, fueron desplazados por colaboradores más viejos y cercanos a Raúl Castro, como José Ramón Machado Ventura.
  • Las discusiones que tuvieron lugar durante el examen a que fue sometido nacionalmente el discurso de Raúl Castro del 26 de julio de 2007, las cuales arrojaron un total de 1,300,000 planteamientos; sumadas a las sostenidas en el período previo al Congreso de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y durante los cuatro días del congreso, todo lo cual brinda amplias evidencias de que está teniendo lugar un cambio significativo en la mentalidad y actitudes de los cubanos.
  • La celebración del VI Pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba que convocó a la celebración del VI Congreso, tras 10 años de haberse celebrado el último, y donde se declaró “el fin de la provisionalidad” decretadaen 2006 con la enfermedad de Fidel Castro.
  • La adopción gradual de decisiones por parte del nuevo gobierno. Una parte de las resoluciones puestas en vigor se han orientadohacia la remoción de medidas administrativas irritantes e inconstitucionales, como la prohibición a ciudadanos de la isla al acceso y disfrute de hoteles, al acceso a la telefonía celular y a la adquisición de DVDs y computadoras, aunque sin conexión con Internet. Otras decisiones más prometedoras implican la desconcentración de los mecanismos de decisión, producción y administración en el sector agrícola. Se ha puesto énfasis en las recién creadas Delegaciones Municipales, como parte de una reestructuración del Ministerio de Agricultura que ha suprimido ya 106 empresas estatales. Se trata de un reajuste que reclama, no sólo un cambio de estructuras sino de mentalidades entre funcionarios yproductores, y requiere una importante inyección de capitales y el ajuste de las operaciones del nuevo mecanismo.

3.4 Desafíos que afronta el gobierno de Raúl Castro

La necesidad de reconocer la perentoriedad de generar una transformación del actual régimen de gobernanza cubano no tiene nada que ver con los llamados al “cambio de régimen” emanados de la política exterior de la Administración Bush. En la medida en que hay más de una forma especifica de entrelazar al Estado con el Mercado y la Sociedad Civil, en un contexto democrático y con una economía de mercado, es posible aseverar que hay más de una transición o cambio de régimen posibles en el caso de Cuba. Una de ellas, incluso, es la que podría caracterizarse como un cambio hacia otro régimen de socialismo democrático, como han propuesto en los últimos meses varios académicos de la isla comprometidos con una visión socialista de su sociedad.


La realidad cubana que hereda Raúl Castro le presenta numerosos desafíos, entre los que se destacan:


  1. Laresistencia al cambio que le presentan fuerzas conservadoras dentro del liderazgo cubano que aspiran solamente a reformas dentro del actual régimen.
  2. La crisis estructural del régimen vigente. El socialismo de Estado cubano surgió y pudo desarrollarse en el contexto del hábitat internacional bipolar de la Guerra Fría que fuera transformado radicalmente y del que supo derivar, de forma ilimitada, los recursos necesarios para su reproducción. El régimen cubano –en su actual diseño– no encuentra en el presente hábitat internacional los medios apropiados para su sostenimiento y reproducción ni es capaz de generarlos para su autosostenimiento.
  3. La ausencia de aliados estables que aporten financiamientos ilimitados. El sostenimiento del ineficiente régimen vigente depende de las posibilidades de créditos que le permitan mantener a flote la economía nacional. La inversión extranjera es escasa en comparación con la habitual en otros países de la región y con ella se comparten las utilidades. La cooperación internacional es igualmente baja en comparación con la que reciben países similares La isla no pertenece a ningún bloque de comercio que le aporte acceso privilegiado a grandes mercados como EEUU o el Pacto de Cotonou de la UE con países en vías de desarrollo. Los desmesurados impuestos estatales sobre las remesas no son equiparables, como recursos para el desarrollo, al potencial que tendrían para generar capital nacional y fomentar empleos si se permitiese su capitalización por parte de los receptores. El subsidio proveniente de Venezuela no se acerca en magnitud ni variedad de recursos al que antes llegaba a Cuba desde Moscú, ni el gobierno de Chávez demuestra suficiente estabilidad y permanencia como en su momento tuvo laURSS.
  4. La situación social y las tendencias demográficas. Cuba tiene una rápida tasa de envejecimiento, una tasa negativa de nacimientos. Adicionalmente hay una descapitalización humana de talentos y jóvenes que prefieren emigrar hacia cualquier país, aunque prefieren EEUU (al que sólo en el último semestre, unos 11,000 cubanos han intentado llegar por diversas vías). Con una economía que ostenta bajas tasas de productividad y un sistema de cobertura universal de servicios de salud, educación y pensiones hay un efecto de tijeras entre los recursos disponibles y los gastos sociales crecientes que esas tendencias demográficas determinan. Los bolsones de pobreza han ido expandiéndose y están presentes en casi todas las regiones urbanas y rurales. La pobreza y falta de perspectivas no sólo genera migración hacia fuera, sino también desplazamientos internos que presionan a los servicios locales de los lugares de arribo, y fomentan estilos de vida marginales entre los pobladores de esas improvisadas villas miserias que crecen alrededor de algunas ciudades. Los casos más conocidos son los de Ciudad de La Habana y Holguín, en zonas polares de laisla. La violencia social y actividades delictivas siguen en ascenso. El desempleo, en especial entre los jóvenes urbanos, y el mercado informal han comenzado a aparecer en cifras significativas en la prensa e informes de agencias gubernamentales.
  5. El estado subjetivo de la población. La capacidad de articulación de consensos a favor del poder sobre la base del régimen actual parece haber alcanzado un límite infranqueable. La única manera de rearticular consensos es mediante mejoras relativamente rápidas y visibles de la cotidianidad en aspectos tales como el rescate de los deteriorados servicios públicos (transporte, salud, educación), la oferta estable de alimentos de la canasta familiar básica a precios accesibles, construcción de viviendas, tolerancia hacia las criticas y el disenso, libertades económicas para emprender proyectos autónomos de felicidad y respetar el derecho a ejercer libremente movimientos migratorios externos e internos. Frente a esas demandas expresadas por la población, el actual gobierno ha comenzado a crear expectativas de mejora mediante la introducción de cambios muy graduales, concentrados principalmente en el levantamiento de restricciones absurdas que por años estuvieron en vigor, y en reformas en la agricultura.
  6. Laacumulación de situaciones críticas. La negligencia de pasadas décadas ha permitido el grave deterioro de la infraestructura de telecomunicaciones, portuarios, red vial, servicios públicos, alcantarillado, alumbrado y viviendas. Este último caso representa un problema social delicado ya que hay un déficit habitacional nacional de más de medio millón de viviendas y más de la mitad de las existentes se encuentra en mal estado o situación crítica próxima al derrumbe. Solamente en la capital hay unas 8,000 viviendas que albergan a unas 26,000 personas en esa situación extrema.

No se puede lograr el consenso sin darle participación efectiva a la sociedad civil en la toma de decisiones. El llamamiento de Raúl Castro a la discusión controlada de problemas que afectan a la población desata una dinámica propia que ya reclama espacios donde ejercer debates sistemáticos, y medios para divulgarlos. Se reclama también que se den a conocer los planes del gobierno, los cuales hasta el momento no han sido divulgados, ni la prensa oficial ha publicado algunas de las medidas administrativas adoptadas. En este sentido se han pronunciado individuos y organizaciones de la sociedad civil cubana en un amplio abanico que se abre, desde organizaciones de profesionales, hasta otras de origen religioso o de oposición.


El proceso de discusión en las bases de las tesis política y económica del VI Congreso del PCC, que deberán regir las acciones del Estado y la sociedad en Cuba para los próximos años, será una oportunidad para que los cubanos comprometidos con el socialismo expresen cómo y cuáles reformas el Estado cubano deberá emprender, y el PCC secundar, para que la sociedad sea verdaderamente sustentable.

CONTINUARA........


20 de Junio de 2020 a las 03:10 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Fin

Conoce al autor

REINALDO RODRIGUEZ HERNANDEZ Soy Reinaldo Rodriguez Hernandez, ciudadano cubano y vivo en chile, tengo 28 años. Hace algun tiempo decidí crear este espacio que sigo actualizando cada vez que se me presenta un buen motivo o una nueva oportunidad. Escribir me ayuda a concretar y a asimilar nuevos conceptos. TODAS MIS PLATAFORMAS: https://my.bio/reinaldo911115

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~