arcdiaz A. R. C. Diaz

Daniel Rausseo, un muchacho de destacada inteligencia y un tanto peculiar, quien recibe en su cumpleaños número dieciocho una misteriosa carta. En dicha carta le comunican que es hijo de un importante amo y debe volver a su hogar de origen para tomar posesión del trono como nuevo amo de Acalúria. Un día huyendo de la paliza de sus compañeros, sin imaginárselo, atravesaría el portal al mundo de Acalúria. Reino Acalúria, una tierra formidable, repleta de sabiduría, conocimientos y lealtad, donde cada persona tiene un poder diferente. Un fantástico reino envuelto entre curiosidades y misterios, en donde entablará amistad con distintas personas que lo ayudarán a emprender su aventura. Durante su majestuoso recorrido por saber sobre su reino, conocerá al próximo amo del reino Narkef, quien está en búsqueda del poder, la esclavitud, eliminación y la vida eterna. Web: https://arcdautora.wordpress.com/autora/ Twitter: https://twitter.com/oficialarcdiaz Facebook: https://www.facebook.com/arcdiazoficial/ Instagram: https://www.instagram.com/oficialarcdiaz/ Goodreads: https://www.goodreads.com/arcdiaz Obra y álbum musical registrados en el Servicio Autónomo de la Propiedad Intelectual (SAPI) Caracas, Venezuela.


Fantasía Viaje en el tiempo Todo público.

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1- Un sueño extraño

Las gotas golpeaban las ventanas de un vehículo mientras el barro abrazaba las llantas, los lobos aullaban y los truenos estremecían, haciendo que ese momento no fuera del todo agradable. La carretera medianamente deslumbrada por escasos focos y las hojas de los árboles sonaban por la brisa.

Nuestra historia comienza con un muchacho que estaba manejando el coche. Los neumáticos se encontraban empapados. En la carretera había enormes rejas de color plomo en ambas direcciones, aquellos barrotes se extienden a medida que el auto se encontraba rodando; el camino se hacía largo, pareciera que no hubiera un fin. El chico estaba intentando agarrar un frasco de pastillas para calmar sus nervios, hasta que de repente un relámpago encandiló su mirada; el suelo marrón había cambiado a césped y aparecieron incontables árboles de diferentes tamaños.

El muchacho movió el volante con desesperación, las ramas de los árboles golpeaban el parabrisas mientras los frenos no funcionaban. No lograba visualizar, y de pronto se había cruzado con una piedra gigantesca, giró el volante para esquivarla pero su reacción había sido lenta, haciendo que chocara y perdiera el equilibrio; el coche cayó al suelo con gran estruendo, deslizándose por la grama combinada con la desagradable textura del barro hasta detenerse.

El sujeto abrió la guantera buscando una lámpara seguido de un tubo metálico, él estaba intentando salir con cierta dificultad, sin comprender cómo la superficie que había sido de tierra se había transformado en pasto. La oscuridad no le permitía distinguir y la lluvia era persistente. A continuación, escuchó un sonido proveniente a sus espaldas, encendió la lamparilla y se volteó inmediatamente; eran solo más árboles; los truenos ensordecían. El muchacho se había escondido detrás del primer árbol que había encontrado, observaba desde el rabillo de su ojo el larguísimo enrejado de color plomo y entrada de dos puertas que estaba allí adelante. Al percatarse que no había nadie se dirigió en esa dirección, llegando a los barrotes y empujándolas con sigilo. Nuevamente un rayo había cegado su mirada, mostrando en sus ojos el reflejo de una formidable arquitectura.

Frente a él estaba aquel palacio que le había mencionado su hermano. Era gigantesco, imponente, ancho y hermoso, de color blanco platino, muchísimos balcones y de tres niveles. En el primer nivel se observaba el estrecho balcón y encima se hallaba un enorme reloj que apuntaba en su manecilla el número tres. En el centro del considerable patio estaba una fuente luminosa. En el tejado del palacio estaba ondeándose una bandera de color azul cobalto. Su emblema eran dos espadas cruzadas; sus puntas estaban apuntando hacia arriba, y en el fondo de esos dos floretes estaba la figura de un bestial águila. A la izquierda del garrafal patio estaba un pequeño árbol, en ese árbol se encontraban dos serpientes enroscadas de color negro y amarillo, se hallaban dormidas junto a algunos pescados muertos colgados de los troncos.

En la parte trasera del palacio y a una distancia larga se observaban unas cordilleras cubiertas por la espesa neblina; los relámpagos iluminaban sobre ellas haciendo que luciera escalofriante. Giró su mirada hacia el lado derecho y su expresión se volvió confusa. Allí, muy alejado, estaba un enorme círculo, su forma era como la del caparazón de un caracol de color esmeralda; ese fenómeno no tenía descripción. El muchacho continuó su camino en dirección a la entrada el palacio, los truenos seguían rugiendo. Las serpientes habían despertador y lo estaban siguiendo con sus miradas. El chico se detuvo frente a las puertas y, en el lado izquierdo estaba un cartel de madera incrustado en la grama, empapado por el agua, hasta que apareció un rayo y lo iluminó mostrando el nombre de “Acalúria”. Sus manos estaban temblándole, su mente insistía en que no dejara que el miedo le ganara y salvara a su hermano. Avanzó y empujó las puertas, saliendo entre las rendijas una luz dorada hasta ingresar.

Estaba boquiabierto y petrificado, mirando de arriba abajo como era internamente ese palacio, sintiéndose en un distinguido paraíso, enamorado por el color dorado que irradiaba cada rincón, el sonido de la lluvia disminuyó allí dentro. La sala donde se encontraba era asombrosamente enorme, a pocos metros del lado izquierdo estaba una escalera de cerámica imperial color crema. La escalinata tenía una alfombra larga de color vino tinto pulcramente limpia, como si la lavaran a diario. Las ventanas eran de dos aberturas verticales en forma arco, en ellas se observaba la lluvia correr, se acercó para observar a través de ellas y solo había oscuridad. El sujeto había colocado su mano abierta en la ventana helada y empañada, percatándose que no estaba soñando, se alejó dejando su mano marcada en el espejo y continuó con la búsqueda para hallar a su hermano.

Había muchos cuadros y de distintos tamaños colgados en esa sala, dos gigantescos muebles color vino tinto en el lado izquierdo junto a la mesa repleta de incontables libros. Chequeó aquellos libros, ninguno de esos autores los conocía o habían escuchado de ellos, tenían nombres extraños. Las lámparas de techos eran en forma de araña y estaban bañadas en oro, esas lámpara lo transportaban a un cuento de hadas.

En el lado derecho estaba la entrada de un pasillo delgado y largo. Él caminaba con sigilo y observaba precavido, las gotas del agua le bajaban por el cuello, en ese pasillo se sentía el silencio y el frío hacia que su piel se erizara. Llegó a otro gigantesco salón, era mucho más grande que el anterior, allí podrían entrar muchísima personas y aun así habría quedado espacio. Le echó un vistazo al tejado puntiagudo y de cristal, mirando los rayos iluminar el cielo tétrico. Enfrente estaba una garrafal escalera imperial de dos alas. Ambas direcciones conducían a un corredor. Subió en puntillas mientras su corazón latía con intensidad.

Investigó el pasillo derecho. Estaban muchas puertas en ambos lados, observaba cada puerta con números distintos, sin sentir la curiosidad de averiguar que habría adentro; sus botas sonaban sobre la formidable y delgada alfombra morada. Al final de ese corredor encontró más puertas y, allí adelante, estaban tres pasillos divididos; estaba exhausto y pensó inmediatamente que en ese piso no hallaría a su hermano. Decidió encaminarse por el pasillo izquierdo, pero solo se encontró con más numerosas puertas. Al final y al extremo de ese corredor observaba otra escalera imperial que lo conduciría al segundo piso.

Se adentró entre la escalinata hasta llegar arriba y deteniéndose a unos cortos centímetros, mostrándose frustrado. Ese corredor estaba también repleto de numerosas puertas. Al girarse estaba otra escalera imperial que lo conduciría al tercer y último nivel. El sujeto colocó su pie en el tramo del tercer piso y de pronto surgió el sonido de una melodía, deduciendo que provenía del segundo piso. Corrió atravesando el corredor y llegando al segundo piso, pero el ruido venía del primer piso, y nuevamente volvió a correr.

Llegó buscando desesperado en cada puerta y girando la cabeza en ambas direcciones. El sonido cesó en medio del corredor y de repente se había encontrado con una puerta que marcaba el número cuarenta y cinco. En la rendija inferior de aquella puerta estaba saliendo una luz, él sacó el tubo, tomándolo con ambas manos y se colocó en posición de defensa, caminando con pasos cortos, estiró su mano a la manija, tomándola y comenzó a girarla lentamente. A continuación, estaba sonando un piano, una melodía placentera, se volteó con violencia y corrió en dirección por donde había ingresado. Bajaba las escaleras y encontró unas puertas de lado derecho, de ahí provenía el sonido. La puerta estaba cerrada por el aldaba y la pateó.

Ingresó observando la tremenda sala de reuniones, las largas y gigantescas ventanas de vidrios y los relámpagos encandilaban el lugar. El instrumento de teclado seguía sonando, un Steinway & Sons, desde ahí no lograba distinguir a la persona que estaba tocando debido a la oscuridad. Se acercó y rápidamente comenzó a retroceder, ahogándose con su propia saliva; nadie estaba tocando el piano. Miraba aterrorizada la sala donde se encontraba, allí adelante y al fondo estaba otra puerta, la examinó y estaba con seguro. Volvió su mirada hacia el lado derecho y se encontró con tres portas retratos colgados. En el primero estaba un señor de bigotes denso y espeso, cubriendo todo el labio, nariz recta y redonda. Llevaba puesto un sombrero de cazador, cabello negro como la tinta y canoso, aquel señor era mayor, su expresión reflejaba la de un hombre malhumorado. La siguiente fotografía era de una mujer joven, de semblante hermoso; sus ojos eran de color verde como el pasto. Tez blanca como la nieve, cabello rubio radiante, encrespado y brillante; sus cachetes son colorados. La última fotografía era la de un bebé, probablemente de un año de edad, su piel era como la de esa mujer e igual el color de sus ojos, su cabello negro es como la del hombre de la fotografía y también la forma de la nariz. Un trueno retumbó sus oídos y las lámparas de arañas se encendieron, así como de nuevo comenzó a sonar el instrumento de teclado. Él se fue girando, su semblante reflejaba pavor y contuvo las ganas de gritar. El piano estaba tocándose pero no había nadie manipulándolo, y cada vez su melodía aumentaba, el chico corrió hacia la puerta pero una inesperada brisa la cerró, la trató de abrir y no podía. El muchacho se volteó y se quedó petrificado.

Ahí estaba sentado un hombre, con ropa ajustada de vestir color castaño, sus manos eran más grandes de lo normal y sus uñas muy largas; el cabello le llegaba a la altura del cuello y era de un tono platino, aquel anciano estaba concentrado tocando. El chico intentó de nuevo abrir la puerta, sin apartar su vista de aquel longevo, el sujeto del piano alzó su mirada hacia él y dejando de tocar. El muchacho se había quedado inmóvil, sintiendo su mirada acosadora. Ambos seguían viéndose, sin bajar sus miradas. Ese viejo tenía los ojos negros y brillantes junto a sus enormes y pobladas cejas, no era el de la fotografía y se percibía inofensivo.

—¡Disculpe, señor!..., no era mi intención entrar—Proclamó con voz temblorosa y mirando al viejo, pero el anciano no apartaba su mirada, ni tampoco parpadeaba—.Busco… a mi hermano; estoy seguro que está aquí.

—Nadie entra a Acalúria, si el amo, no lo desea—Dijo con voz serenada y un tanto ronca.

—¿Amo?, ¿Cuál amo? —Preguntó confundido, soltando una risa nerviosa—¿Ésta porquería de palacio tiene dueño?

— !Nadie entra a Acalúria si el amo no lo desea!, ¡Nadie entra a Acalúria si el amo no lo desea!, ¡Nadie entra a Acalúria si el amo no lo desea!—Expresó furioso y mirándolo, sonando las teclas con todos los dedos de sus manos, subiéndolas y bajándolas, haciendo que el teclado aturdiera y sin dejar de repetir aquella frase. El muchacho soltó el tubo, echándose hacia atrás y temblando— ¡Nadie entra a Acalúria si el amo no lo desea!

El chico se volteó hacia la puerta mientras el anciano no dejaba de repetir. Logró forzar la cerradura y huyó, inopinadamente chocó con una criatura pequeña; era un enano y lo observaba desconcertado. Su ropa era de un color verde prásino y llevaba un cinturón de color rubí, enormes y largas orejas.

Las lámparas del palacio comenzaron a encenderse, escuchaba voces en diferentes direcciones pero hablaban en idioma extraño. Las puertas de donde había salido se abrieron, era aquel anciano, señalándolo y gritó "!INTRUSO!". Corrió por el pasillo delgado en dirección a las puertas del palacio, escuchaba numerosos zapatos provenir de las escaleras imperiales, pero él no quería mirar hacia atrás. Se resbaló con las trenzas de sus zapatos cayendo al suelo; su curiosidad le ganó y giró su mirada por encima del hombro. En medio de las escaleras estaba el viejo la fotografía, cargaba puesto un traje de cazador y una escopeta en la mano.

—¡NADIE ENTRA A ACALÚRIA! —Bufó con voz escandalosa, cargando su escopeta y apuntando al chico— ¡SIN MÍ PERMISO!

El muchacho se levantó rápido, abrió las puertas y salió mientras la bala rebotó de la puerta.

Las rejas estaban cerrándose y se lanzó logrando escapar. Se levantó adolorido y continuó. La neblina cubría sus pies, sin mirar hacia atrás y sin saber hacia qué dirección se estaba dirigiendo, tampoco lograba visualizar su vehículo. Se detuvo agotado y con poca respiración, todo era un mar de silencio, solo se escuchaba la serena lluvia, de pronto volvió a escuchar esas voces en ambos lados y se sobresaltó girándose. Estaba ese hombre apuntándolo con la escopeta, él se echó hacia atrás atemorizado y suplicando que no le hiciera daño, se tropezó con una piedra y cayó sobre un charco de agua; el hombre de la escopeta había desparecido. Se levantó mirando en distintas direcciones, asustado, temblando y confundido, estaba en aquel lugar donde había cambiado drásticamente su recorrido, pisando de nuevo la mojada tierra.

Observaba los barrotes, sin entender que era lo que sucedía o qué había pasado. Seguidamente escuchó que cargaban la escopeta a sus espaldas, su respiración se fue acelerando y volteándose. El anciano estaba apuntándolo de nuevo, el muchacho soltó un grito desesperante y se escuchó un agudo disparo.


Unos ojos verdes se estaban abriendo, observando confundido la pequeña habitación corriente. Muchos afiches de diferentes vídeo juegos, juguetes de superhéroe, legos y trenes, libros de física y matemática. Esos ojos dirigieron su mirada hacia la puerta que estaba entre abierta y escuchando la voz de una mujer que gritaba "!Daniel! ¡El desayuno está listo!". La persona acostaba sobre la cama y de ojos verdosos se llamaba Daniel Rausseo.

Era un muchacho peculiar, sin amigos, solitario e ingenuo, no sale con chicas, extremadamente sincero y destacada inteligencia. Su aspecto físico es delgado, cabello negro como la tinta en forma de tupe, nariz recta redonda, pestaña largas y de semblante aniñado. Daniel vivía con su madre adoptiva, Margaret Mendoza. Sus padres lo abandonaron de pequeño, ella le ha dicho muchas veces que habían dejado en un basurero, pero lo que no sabían muchas personas que lo conocían era que Margaret era una prostituta. Él asistía al Instituto de Claure, tiene diecisiete años y pronto se graduará para ingresar a la universidad de Claure,

Mientras se levantaba de la cama su mente estaba preguntándose de dónde había salido ese sueño. Todas las mañanas como de costumbre acomodaba su cama, era un chico estricto con su rutina y deberes, si algo se alteraba le generaba mucha ansiedad por días o hasta meses. Al terminar de bañarse se colocó su uniforme, camisa blanca manga larga, pantalón negro; corbata y su chaqueta azul cielo; correa elástica negra y zapatos patentes. Margaret estaba limpiando los cuadros mientras con su otra mano aspiraba un cigarro. Es una mujer de treinta y cuatro años, de apariencia física esbelta, cabello enroscado color castaño oscuro, de baja estatura y enormes senos; siempre estaba maquillada, así no sea día para trabajar. Su teléfono sonaba cuatro horas seguidas, frecuentemente traía a un hombre diferente a la casa o se iba durante semanas, incluso meses, mientras le dejaba bastante dinero y comida a Daniel.

Viven en el vecindario de Claure, la zona de las personas adineradas. Su ex esposo fue dueño de una fábrica de electrodomésticos, dejándole una enorme fortuna. Daniel estaba sentado comiendo en silencio, mientras ella apagaba el cigarrillo y se sentaba a leer el periódico. El teléfono comenzó a sonar, su voz siempre era seductora cuando se trataba de un cliente nuevo. Al terminar de comer buscó su bolso cerca de la puerta, se dio media vuelta y Margaret gritó su nombre, ella caminó hacia él sacando de su bolsillo un paquete de dinero grueso.

—Ten esto, Daniel—Dijo, tomándole la mano y entregándole el dinero—, esta noche no vendré.

—Hoy es viernes, todos los viernes te vas, regresas solamente los domingos—Respondió con voz serena. Daniel tenía una extraordinaria memoria—, algunas veces se te olvidan y regresas los lunes a las dos de la tarde.

— ¡Exactamente! —Le afirmó mostrándose contenta de que él supiera su rutina de trabajo—.Sabes dónde está la comida y dónde está el dinero. Sabes dónde llamar y hacia dónde ir.

—Lo sé, Margaret.

—Nos vemos el domingo—Expresó haciendo una mueca de dudas en su cara—.Tal vez el lunes, puede ser que no vengan ninguno de esos dos días, no lo sé. Todo depende del trabajo.

Daniel no comentó nada, solo sonrío.

—Tranquila. Sé cuidarme solo.

— Está bien— Dijo abrazándolo, él no respondió al abrazo, no le gustaba el contacto físico, tan solo la tocó por unos segundos con su mano derecha. Luego ella le clavó un beso y en la frente—¡Qué Dios y la virgen te protejan!

El instituto de Claure es una escuela grande de ladrillos y de dos pisos, dentro del instituto está un patio con una cancha al otro extremo, donde mayormente se reúnen en el descanso, la parte trasera donde hacen educación física tiene una piscina. Él no tiene amigos, lo rechazan por ser adoptado, inteligente o por tener una personalidad poco frecuente. Su único compañero de clases es Joel, está a menudo jugando fútbol al final de la cancha con sus otros compinches. Al voltear su mirada y ver a Daniel gesticuló saludándolo, él le devolvió el saludo con una leve sonrisa.

En el salón de clases había una profesora que siempre se preocupaba por él, se llama Mariyen Fernández, sabe quién es Margaret porque su esposo es policía, así que le comentó que la madre de él es prostituta. Una vez la detuvieron en un bar, donde ella iba a buscar maleantes repletos de dinero. La profesora Fernández es especialista en psicología, ese día la escuela pidió su solicitud para hacer unos exámenes de egreso. Tuvieron que hacer dos dibujos, uno de lo que más les gustara y el otro sobre lo que querían, tenían una hora para hacerlo antes de que sonara la campana. Él se dibujó sentado con muchos aviones a su alrededor, añadiendo ecuaciones, mientras que en la otra hoja no sabía que dibujar; en ese momento le llegó la idea de dibujar el palacio y todo lo que soñó, aquello trastornaba su mente. Sonó la campana, entregaron y salieron a esperar la siguiente clase.

Daniel generalmente se sienta a leer en los descansos, sus compañeros se burlan y lo molestan a menudo, así que prefería irse a la biblioteca, pero ese día sus compañeros estaban molestando a los cursos más pequeños. La profesora Fernández salió del aula, buscado con la mirada a alguien, hasta encontrar a Daniel sentado a lo lejos. Ella lo llamó con la mano, solicitándole que entrara.

—Siéntate Daniel, por favor—Ofreció la silla que estaba frente al escritorio—Cierra la puerta también.

Él cerró la puerta y se sentó nervioso.

—Te llamé porque que me quedé preocupada por el dibujo que hiciste—Explicó, buscando su dibujo en la carpeta y señalándolo— ¿Qué es esto?

Él no respondió, solo estaba viendo la hoja.

—Daniel, soy tu profesora y quiero ayudarte—Le calmó, sin apartar la mirada de él—Necesito que respondas a mi pregunta.

—Un dibujo que usted mando a hacer sobre que queremos para nuestro futuro, pero yo solo vivo el hoy, el presente; no estoy pensando en el mañana, solo lo espero—Contestó con tranquilidad—Eso es un dibujo de un sueño que tuve..., solamente eso se me ocurrió dibujar.

—¿Ese sueño molesta tu mente?

—No; no me la perturba, es que..., usted mando a hacer un dibujo sobre que queremos para nuestro futuro—Repitió—Pero yo solo vivo el hoy, el presente; no estoy pensando en el mañana.

—Daniel, ¿Te molesta?

—Ya le he dicho que no, profesora. Solo que usted mando a hacer un dibujo sobre que queremos....

—Está bien; solo es un sueño, no piensas en el futuro—Opinó, mostrándose agotada, suspiró y desvió su mirada hacia él—.Te puedes retirar.

Llegó caminando a su casa, odiaba el trasporte público y siempre tomaba un atajo por la calle de Krinpon. Al llegar a las cinco en punto lo primero que hacía era bañarse, colocarse su ropa adecuada para los viernes y jugar a los vídeos juegos. Quería comer pizza, todos los viernes cenaba pizza porque era parte de su rutina establecida, al levantarse para tomar el teléfono comenzaron a gritar afuera, se acercó preocupado a la ventana y observó entre las rendijas de la cortina.

Era una mujer corriendo detrás de un hombre, a quien le gritaba "!Ladrón!,¡Llamen a la policía!", él corrió hacia la puerta y colocó el seguro, a su izquierda sobre una mesa está un teléfono titilando en rojo; era un mensaje. Lo presiono para escuchar y era la voz de Margaret.

Hola Daniel. Dejé una caja de helado sabor a chocolate y te compré unos zapatos nuevos, los deportivos los tenías deteriorados, ¿Tanto querías esos zapatos qué te los colocabas con huecos? los dejé en mí habitación. ¡Cuídate mucho!

Destapó la caja y observó con detenimiento los zapatos, eran de buena marca, se los colocó para admirarlos, pero en ese momento sintió un aire frío rozar por su oreja, giró su mirada hacia la ventana, observando su reflejo en el cristal, hasta que de repente comenzaron a surgir imágenes de su sueño. Daniel veía a aquel anciano de la escopeta, caminando de un lado a otro.

—¿Cómo puede ser posible que entrará un Pona a Acalúria? ¿Qué la puerta no estaba asegurada? ¡Babén!, ¿Dónde estás?—Bramó, cerrando con enorme fuerza la puerta palacio, Daniel se tapó los oídos por el estruendo—¡BABÉN! ¡EXIJO QUÉ BAJES EN ESTOS MOMENTOS!

—Amo—Habló el anciano del piano, mostrándose de pronto como un hombre sereno—Babén está descansando.

—¡EXIJO QUÉ BAJE!— Refunfuñó, las venas brotaban de su rostro y sus orejas estaban coloridas.

Las personas que estaban a una distancia prudente se echaron hacia atrás, asustados por la actitud de ese señor.

—Está bien, amo—Dijo el señor, subiendo con dificultad las escaleras—!Babén! !Tienes que bajar enseguida!

—¡Si alguien vuelve a entrar a Acalúria, pagaran las consecuencias!—Advirtió, mirando a los duendes, en sus rostros reflejaban mucho miedo y bajaron sus miradas, demostrando vergüenza—¡LÁRGUENSE DE AQUÍ!

Todos corrieron, el cazador subió por la escalera imperial, sonando sus botas pesadas, había una puerta a su derecha, donde entró y cerró con potencia. El señor del piano indicó que se apresurarán y volvieran a sus hogares. Las personas tropezaban entre sí; aquella imagen se fue borrando de los ojos de Daniel, sus ojos estaba cerrándose. Todo se volvió oscuro; no había más nada que ver u oír.

16 de Junio de 2020 a las 21:21 0 Reporte Insertar Seguir historia
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