dave_strings Alejandro Prieto

La vida puede verse desde muchos ángulos, y apreciarse con muchísimos colores. A veces con tonos más claros; otras veces con tonos más oscuros, pero, estos siempre terminan apareciendo frente a nosotros de mil y una formas, aunque no siempre de la manera que esperamos.


Cuento Todo público.

#amarillo #Tonos #reencarnación #fruta #Banana #español
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Tonos de Amarillo.

Todos alguna vez hemos pasado por momentos tristes en nuestras vidas. Hemos perdido a un ser querido, o nos han hecho sentir como si no valiéramos nada en absoluto, y lo sé, es horrible. Pero, todo esto no quiere decir que sólo a ti te puedan pasar cosas malas, o, que solamente los seres humanos puedan pasar por cosas que dan ganas de abandonar todo. Puede ser un animal... Puede ser un objeto... O bueno, si queremos dar un ejemplo claro justo ahora podemos tomar a… Un cambur.


Lo más probable es que te hayas reído al haber leído esto, pero, piénsalo un poco...


¿Qué? ¿No puedes imaginártelo? Bueno, en ese caso te lo explicaré de forma detallada para que puedas entenderlo más fácilmente. Tendremos a un cambur, una banana, un plátano, lo tendremos de protagonista, y le pondremos un nombre para que la cosa sea más personal, ¿Me entiendes?... ¿Qué tal... Alicia? Me gusta, y le queda bien a un cambur. Pero ahora en serio, ya que tenemos a nuestra pequeña protagonista, procederé a narrar la triste historia sobre la vida que puede llevar un cambur como cualquier otro...


Muy bien, entremos en contexto, Alicia es nuestra pequeña amiga amarilla, pero, ¿De dónde vino Alicia? Para saber eso necesitamos volver al principio de todo. Todo empieza con lo que ya todos deberíamos de conocer: Un tallo de una antigua planta de cambures está en sus últimos momentos de vida, y para poder darle mejor uso en lugar de dejarlo morir, se corta la parte de arriba y se vuelve a sembrar en otra tierra fértil, con el objetivo de crear otra en base a la primera (sí, acaban de ver cómo se siembran los cambures, de nada). Saltándonos la clase de botánica, pasa el tiempo, y se comienzan a divisar los primeros hijos de esta nueva planta; pequeños tallos verdes que comienzan a curvarse hacia arriba buscando esa delicia que conocen como la luz del sol, y nutrirse de ella, todos iguales y simétricos, pero espera, algo no anda del todo bien. Todos los días, viene el campesino que les riega, las vigila y se asegura de que todo esté en orden, pero él de inmediato se dio cuenta de que algo no lo estaba con uno de los racimos, y es que uno de los pequeños cambures no creció hacia arriba, y no puede girarlo ya que lo rompería, ¿Qué haría con él? Por un momento pensó en cortarlo, ya que no podría sobrevivir sin la luz que sus hermanos le acaparaban, pero él no se rindió tan fácilmente.


Fue corriendo a su casa que quedaba cerca de la siembra y en alrededor de 10 minutos volvió casi sin aliento con un conjunto de espejos en sus manos y un rollo de cuerda un tanto desgastada de color verde, ¿Tendría algún plan? Empezó a cortar varios trozos de cuerda y a amarrarlas al tallo de la planta y a las hojas de manera cuidadosa, para que poco después de montar estos "arneses" improvisados, empezara a colocar delicadamente encima de ellos los espejos de forma que a cierta hora del día, le llegara todavía más luz a ese cambur en específico y pudiera sobrevivir de manera natural, era algo bastante ingenioso, y muy amable de parte de ese joven campesino al preocuparse de lo que muchos pensarían que es un objeto sin vida, y gracias a ello, tenemos una linda historia para contar.


Podía escuchar varias voces a la lejanía, hacían eco dentro de mi mente... "¡Mírenla!"... "¡Es pequeña!... ¿A quién se referían? Ya dejen de hablar... ¡Ya basta!

Entonces desperté.

—Pero miren nada más, al fin despertó pulgarcita—dijo uno de los cambures de más arriba. Los que estaban junto a él se rieron de su comentario, aunque yo no le vi demasiada gracia a ese chiste.

—Eh... Disculpa, no entiendo bien lo que está ocurriendo, ¿Quién es pulgarcita?—les pregunté demasiado perdida.

—Oh miren, está aún confundida... Yo responderé tu pregunta pequeñita, solamente échate un ojo por un momento—. Era uno de los cambures más grandes del grupo, ¿A qué se refería? Miré hacia abajo por un momento y ahí me di cuenta.

—¿Ahora todo está claro, pulgarcita?—. Rompieron a carcajadas de nuevo en vista de mi desconcierto, no podía dejar de verme... Era, pequeña, tal vez demasiado pero, ¿Por qué ellos no lo eran?, ¿Habrán cuidado más de ellos?

—Oigan, ¿Podrían parar un momento de reír?—les dije. Todos dejaron de reírse al unísono y me miraron. —Sé que es una tonta pregunta pero... ¿Por qué son más grandes que yo?—. No pude ocultar mi vergüenza al hacer semejante pregunta, pero en verdad no tenía ni idea de cómo había llegado allí. Ellos simplemente se reían ante todo lo que se refería a mí... Por favor, hey, escúchenme.


—Ya dejen de reírse, grupo de inmaduros, ojalá ustedes hubieran crecido hacia abajo—. Una voz gruesa calló a todos los cambures que reían en un parpadeo y se abrió paso entre ellos hasta llegar a donde pudiera verme.

—Ignóralos, no les dio suficiente luz como para que fuesen muy listos, ¿Cómo te llamas?—me preguntó. Ahora que lo pienso, ¿Cómo me llamo? Realmente no tenía idea de cuál era mi nombre.

—Mi nombre… Mi nombre es…—. Volteé los ojos hacia los lados en busca de alguna respuesta, pero lo único que podía alcanza a ver eran más racimos de cambur y… Espera, ¡Eso es! Logré ver un poco más allá de un racimo un enorme cuadro con una persona en él, y al lado de ella decía “Habichuelas Alicia”, pero ya soy un cambur, así que habichuela no sería un buen nombre… ¿Qué tal Alicia?… Ese si está mejor.

—Mi nombre es Alicia—dije bastante determinada.

—Oh, Alicia, entonces te doy oficialmente la bienvenida al huerto—.

—¿El huerto?—.

—Tranquila, despertaste justo a tiempo, pronto lo verás—. Me quedé bastante confundida en ese momento, pero eso no importó cuando lo vi llegar. Era un humano que se me hacía bastante familiar, pero no me venía a la mente el quién sería. Vino con un cuchillo y una cesta, pero antes de que me diera cuenta estaba cortando los tallos de los cambures que se burlaban de mí hace un rato, se veía doloroso pero ellos simplemente se alegraban porque al fin irían al “cuarto”, ¿A qué se referían?

—Oye… Eh…—. No sabía su nombre, ¿Cómo llamaba su atención?

—Ah sí, qué descortés de mi parte. Mi nombre es Bruno—.

—Bruno, ¿Qué es eso del cuarto?—.

—Oh, el cuarto, es básicamente el sitio a donde van las cosechas como nosotros una vez somos retirados de las plantas, y allí es donde descubrimos en realidad quiénes somos y para qué estamos aquí—. Sonaba como algo increíble, ya quería ir allá.


—Bueno Alicia, es mi turno, nos vemos en el cuarto—. El humano empezó a cortar el tallo de Bruno y lo colocó en la cesta, pero ahora me tocaba a mí, aunque antes de cortar mi tallo me miró un poco y dijo:

—Oh vaya, pero si eres tú, has sobrevivido; en verdad me has sorprendido. Esperaba que fueras más grande, pero no me quejo—. ¿Él me conocía? Siento que yo si le conozco, pero… Aún no me viene nada a la mente… Él cortó mi tallo y en el momento en el que me desprendí de esa planta todo se volvió repentinamente… Diferente, más colorido, más… Vivo.

—Bruno… ¿Por qué ahora pareciera que todo tuviese más color?—.

—Bueno, es algo bastante simple. Cuando estamos unido al tallo necesitamos energía que proviene de éste, y estamos en un modo que no necesitamos tanto color o nitidez, pero cuando somos cortados, el tallo nos da una carga más alta para poder seguir viviendo más tiempo sin estar junto a él—. Woah, Bruno era bastante listo, me pregunto cómo es que sabía tanto al respecto de nosotros y de lo que nos rodeaba. Yo apenas sí sabía cosas básicas como que soy un cambur, pero, creo que tendré que esperar por mi respuesta, al menos hasta que lleguemos al “cuarto”.


El humano se pasó por varios racimos más realizando el mismo procedimiento que con nosotros, cada vez llenando más la cesta con otros cambures hasta que ya no pudo meter ningún otro, y observé cómo se daba la vuelta y regresaba al lugar de donde vino, ya que no volteó a ver ni siquiera un racimo más. Caminamos un rato hasta que el cielo azul que nos cubría pasó a ser una cubierta hecha de madera sobre nosotros, a nuestros lados, y quién sabía si también estaría bajo nosotros, era lo que los demás habían llamado “el cuarto” hace un rato, no se veía como la gran cosa, varias cajas alrededor, llenas con otras frutas y verduras como naranjas, fresas, guayabas, y varias otras, pero a pesar de todo se veía como un sitio agradable, o eso creí. Nos bajaron junto a otro lote de cambures que había en una de las cajas, y ellos procedieron a darnos la linda bienvenida.

—Pero mira nada más, acaban de llegar los nuevos, qué lindos se ven—dijo uno de los cambures con color más oscuro, parecía ser el más viejo allí.

—Al menos yo no me veo como una berenjena, zopenco—se burló uno de los que llegó junto a mí. Al parecer, por la expresión de éste, no le había hecho ninguna gracia esta broma.

—Rayos, este chico hirió mis sentimientos hermanos, eres cruel—. El tono sarcástico no podía ser más notorio en su forma de hablar. —Me gusta tu estilo chico, pero, si piensas llegar a alguna tienda con ese lindo color amarillo pintón, mejor cierra la boca de una buena vez y ve con tus tontos amigos, porque quién sabe, quizás hasta termines como tu linda amiga la deforme—. Se volteó y rió con fuerza junto a sus colegas que estaban detrás de él. Bruno se abrió paso entre nosotros mientras los demás lo miraban confundidos y empezó a moverse hacia él poniéndose justo detrás, y con la misma voz con la que habló en mi despertar le dijo:

—Oye amigo, eres bastante gracioso, ¿Sabes? Creyéndote muy malo y tratando de asustar a mis amigos, en verdad adoro a los de tu tipo, son muy… Entretenidos—. El cambur negro volteó con no muchas ganas de hacer amigos por haber escuchado esto, pero apenas se dio la vuelta su boca no fue capaz ni siquiera de abrirse por el asombro. Bruno era al menos 3 cm más grande que él, y esto era una gran diferencia ante los ojos de esa berenjena, y Bruno lo único que hacía era reírse.

—¿Sabes? Ni siquiera vale la pena molestarlos, no son lo suficientemente maduros, chicos, vayamos a la caja de las lechugas a divertirnos un rato—. Sus palabras no dejaban ver lo que en verdad este sentía, pero si hubiera hecho lo que tenía en mente, él simplemente hubiera salido llorando en busca de su racimo, fue bastante gracioso ver eso, pero me mantuve seria para que no me miraran mal y me metiera en algún otro problema. Aunque todo eso fue en vano ya que en el momento en el que esos cambures se fueron, todos los de nuestro racimo empezaron a gritar y a vitorear a Bruno, en verdad había sido increíble lo que había hecho.

—¡Bruno, eres lo máximo!—.

—Esa estúpida berenjena tenía miedo en lugar de cáscara, no puedo creer que haya salido asustado de tal manera—. Todos se encontraban alrededor de Bruno mientras que él solamente les sonreía sin saber qué hacer, pero entre todos esos cambures empujándolo para felicitarlo, el por un momento miró hacia donde estaba y me dirigió una sonrisa, una sensación cálida en comparación a todo lo que había tenido desde que desperté, era alguien bastante genial.


Pasó poco tiempo cuando todos los demás de mi racimo se fueron a las cajas de otras frutas para conocerlas o visitar a sus “conocidos”, pero eso era bastante raro porque acabábamos de despertar hace nada, realmente no le hallé el mínimo sentido, al menos no en ese momento. Yo también quise salir, pero no alcanzaba el borde de la caja así que fingí no tener interés en conocer a las demás frutas, y me di cuenta de que Bruno también se había quedado, lo cual me pareció bastante extraño conociéndolo, entonces me acerqué a él y le pregunté.

—Oye, ¿Por qué tú no saliste con los demás?—. Volteó a mirarme luego de lo que pareció una mirada perdida.

—A decir verdad, no tengo a nadie a quién saludar, y aparte, no podía dejarte aquí sola sabiendo que no podías salir—. Oh por Dios, se dio cuenta de que no puedo salir. Bueno, quizás esto no sea tan malo, tengo la oportunidad de preguntarle de una vez por todas.

—Hey, quería preguntarte algo desde que desperté—dije colocándome a su lado. —¿Cómo es que sabes tanto sobre nosotros y el mundo?—. En verdad esa pregunta me atormentaría por siempre si no la llenaba con algo, pero Bruno sin pensarlo mucho me dijo lo siguiente:

—Bueno, eso es algo un tanto complicado de explicar, ¿Tienes tiempo?—dijo mirándome de forma sarcástica.

—Muy gracioso—. Odio ser tan pequeña.

—Lo siento, tenía que decirlo—se rió un poco. —Bueno, ahora en serio, lo que ocurre con nuestras memorias es bastante interesante—.


—Nosotros al estar unidos a nuestro racimo estamos siendo alimentados por una clase de energía como te lo expliqué antes, ¿Verdad?—. Asentí con la cabeza. —Bueno, al mismo tiempo que nosotros recibimos energía también la devolvemos creando un ciclo entre el racimo y nosotros, pero, cuando nosotros somos separados del racimo, ¿Qué ocurre con ese ciclo? La respuesta es, nada—.

—¿Nada?—. No estaba entendiendo.

—Exactamente, el ciclo entre nosotros se mantiene, pero de una manera menos directa, nosotros ya no recibimos más energía del racimo por la que se nos otorga al ser cortados, pero, nosotros seguimos devolviendo energía a este, y a medida que vamos perdiendo energía, la devolvemos al racimo para crear a los nuevos retoños—. ¿Exactamente qué tenía que ver todo eso con la memoria?—La cuestión es que, cuando esa energía vuelve y se utiliza para generar a los nuevos, ellos nacen con la misma energía que nosotros, es decir, las mismas cosas que nosotros recordábamos, como si fuese una copia—. Woah, ¿Copia? ¡Eso es increíble! Pero… ¿Entonces por qué yo no tengo mi memoria?


—Ok, ahora tengo una nueva pregunta… ¿Por qué es que yo no tengo mi memoria?—le dije con la mirada confundida.

—Ese proceso de ciclo también depende de nosotros, ya que, si no pasamos nuestra energía residual periódicamente, este nunca llega al racimo y se pierde al irnos. Quizás tu antepasado fue un haragán—. Vaya, eso tenía bastante sentido… Por desgracia. La tristeza se notó un poco en mi rostro en ese momento, y Bruno no tardó en percatarse de eso.

—Hey, vamos, arriba esos ánimos, al menos el no saber nada te da algo bastante bueno a mi parecer—me dijo sonriendo.

—¿Ah sí?… ¿Qué cosa?—.

—Un guía de turismo personal—. En ese momento volteé a verlo, pero él estaba mirando de nuevo al límite de la caja. Quizás todo esto no es tan malo como pensaba.


Pero de pronto, la puerta que estaba del otro lado del cuarto se abrió de golpe, todas las cajas se quedaron en silencio absoluto, era un grupo de 3 humanos con otras cajas como las nuestras entre sus brazos.

—Bueno, llegó el momento—dijo Bruno susurrando tirado en la caja.

—¿Momento de qué?—le dije yo preocupada.

—Tranquila, ahora viene la segunda fase, la distribución. Nos llevarán a varios sitios para que cumplamos nuestro objetivo—. ¿Objetivo? ¿A qué se refería? No me dio ni tiempo a preguntar cuando uno de los humanos alzó a Bruno y lo metió en su caja, solamente para luego tomarme a mí, aunque me echó un ojo antes de ponerme en la caja.

—Hey, Tom, ven a ver esto, es un cambur bebé—. Vino otro de los humanos a verme y me miraron con ternura, eso fue raro. —Me da pena tener que venderlo, pero, trabajo es trabajo—. En ese momento me lanzó hacia la cesta haciéndome caer junto a Bruno. Ellos siguieron recogiendo las demás frutas y verduras para poder salir lo más rápido posible, pero algo se los dificultó de una manera al parecer ya esperada.

—No puede ser, ¿Qué acaso Jhonny no sabe lo que es acomodar las cosas? No puedo creer que estén todas las frutas regadas entre las cajas—. Si tan solo supiera que fuimos nosotros mismos… En fin, ellos acabaron de recoger las piezas que llevarían para distribuir y salieron del cuarto de nuevo a la plantación, pero, espera un minuto, esta no era la plantación, era una clase de camino, ¿Qué habría al final? Caminamos un rato y vimos un par de casas parecidas al cuarto desde afuera, uno que otro animal que nos ladraba desde detrás de una verja metálica, hasta que en poco más de 3 minutos llegamos hacia una especie cuarto pero este era… Plateado, ¿Era de acero?


Había de todo tipo de gente, mujeres, hombres, uno que otro señor de edad avanzada, y habían unas cosas grandes y cuadradas con círculos debajo, no tenía idea de lo que podría ser eso, pero parecía aterrador por alguna razón…

—Oye, ¿Todo bien?—. Di un brinco saliendo del trance en el que estaba sólo para darme de que era Bruno a mi lado.

—Ah, s-sí, todo bien, sólo que… Bueno…—, Me daba un poco de pena preguntarle, era algo tonto.

—Oh, los camiones. Tranquila, también me asustaron a mí la primera vez, pero son sólo el lugar en donde nos llevarán a nuestros objetivos—aclaró Bruno.

—¿Camiones?—.

—¡Sí, descuida, no tienes porqué temer!—. No entiendo porqué, pero, al estar con Bruno, no me sentía tan indefensa después de todo, era agradable tener un amigo con todo esto que me pasaba. Los humanos se detuvieron a hablar un par de veces con un señor con bigote que parecía malhumorado todo el tiempo, Bruno me dijo que era el jefe de los humanos; vaya, ¿Qué cosas increíbles debió hacer para controlarlos a todos? Éste los había llamado para gritarles por haber dejado caer un cargamento el otro día, diciendo algo sobre “Mantener el producto fresco para el consumo”, aunque en verdad no le di mucha importancia, ya tampoco quería parecer una bebé preguntándole a Bruno todo el rato, así que lo dejé de lado.


Ellos una vez terminaron de oír los gritos de este señor bigotón nos llevaron a la parte de atrás de uno de los camiones para subirnos a él, se veía bastante divertido la verdad. Se subió uno de ellos y empezó a tomarnos uno por uno de las manos del otro para ponernos en otras cajas que había dentro del camión, estás eran de un plástico más nuevo a diferencia de las otras, era bastante cómodo la verdad, y justo en ese momento, cerraron el camión y la oscuridad llenó completamente el espacio.


—¡Bruno, Bruno!, ¿¡Dónde estás!?—. No podía ver nada, sólo gritar en la penumbra esperando una respuesta de Bruno, pero en el fondo de toda esa oscuridad se podían escuchar varios murmullos… “Anda, ve por más papel”, “Trae el encendedor”, ¿Qué se supone que estaban haciendo? ¿Y por qué Bruno no me respondía? Seguí caminando de un lado a otro hasta que un destello se pudo ver no muy lejos de mí, pero antes de que pudiera acercarme una gota roja apareció en el aire e iluminó los rostros de varios cambures y mandarinas, lo único que pude hacer fue gritar y correr antes de que me hicieran algo pero al voltearme choqué con algo y me caí.

—¡¿Quién eres?!—pregunté asustada. Y entonces, una luz intensa iluminó a mi obstáculo dejando ver que era Bruno. —¡Bruno!, ¿Dónde estabas? ¿Y qué es esa gota roja?—.

—Oh miren, pulgarcita no puede estar sin su amigote—bufó una de las mandarinas que estaban cerca de la luz.

—¡Cállate, limón mal formado!—exclamó Bruno hacia él—Tranquila Alicia, es sólo fuego, es lo que se usa para iluminar los camiones mientras vamos de camino. Esos humanos fuman demasiado y siempre dejan uno de esos encendedores aquí, aparte de toda la basura que nunca limpian—.

—¿Fumar?—dije confundida.

—Olvídalo, mejor ve al fuego antes de que te congeles aquí—. Estaban todos reunidos junto al papel que estaban quemando, unos conversando con otros, había una pelea a la que no presté mucha atención, y estaban en su mayoría cantando, era bastante agradable el ambiente, parecía como si nadie se hubiera burlado de mí en algún momento, todos eran excelentes detrás de todo eso.


Ya luego de que todos estuvieron un rato divirtiéndose se fueron a descansar un rato, pero yo no estaba cansada todavía así que fui a conversar un rato con Bruno que estaba junto al papel.

—Hola Bruno—.

—Hey, ¿Qué tal Alicia? ¿Por qué no descansas?—.

—Realmente no estoy cansada—dije sentándome junto a él.

—Bueno, no podemos hacer nada contra eso—. Él en verdad sabía muchas cosas, de verdad me habría gustado que mi antepasado no hubiera sido tan haragán y me hubiera dejado recuerdos más importantes, y en ese momento me vino a la mente la frase que dijo el señor del bigote en el cuarto de acero sobre el consumo del producto, eso hacía ruido en mi cabeza, sentía que lo había escuchado antes, pero, ¿De dónde?…

—Hey Bruno, quería preguntarte algo desde hace rato pero, nunca tuve la oportunidad…—aclaré mi voz antes de hablar—Cuando estábamos en aquel cuarto con los camiones y el señor del bigote, escuché que dijo algo sobre “Cuidar el producto para su consumo” o algo así, ¿Tú sabes a lo que se refería?—. Bruno no pudo evitar mirarme de una forma rara al escuchar esa pregunta, ¿Sabría algo?

—Bueno, la verdad es que sí sé algo al respecto, aunque no es tan bueno del todo… Pero de todas formas no te lo podría seguir ocultando más tiempo, no a ti—. Se le veía un poco pálido después de esto pero, espera, ¿A mí?

—¿A qué te refieres con “A ti” Bruno? Apenas me conoces y no soy tan curiosa para que…—me cortó en media oración.

—No es por eso Alicia… Bueno, tendré que empezar por allí. Yo te conozco Alicia, siempre lo he hecho, desde que despertaste y tomaste tu nombre de la misma valla, supe de inmediato que eras tú, pero no quise decírtelo—.

—… ¿Qué?—. No entendía nada de lo que estaba diciendo. Soltó un pequeño suspiro y miró al fuego.

—Bueno, déjame explicarte todo desde el principio—.


—Supongo que recuerdas lo que te expliqué sobre el ciclo de nosotros y el racimo cuando nos separamos, ¿Verdad?—asentí para no interrumpirlo—Bien, todo se remonta a cuando yo empecé en todo este mundo y apenas sabía algo sobre él, todo normal, el mismo procedimiento todo el tiempo, pero había algo detrás, y es que a donde nos dirigimos no tiene nada que ver con “Saber quiénes somos o por qué nacimos”, o bueno, sí que descubrimos para qué nacimos. Yo iba en uno de estos camiones y nos llevaban hacia unas tiendas para entregarnos a otros humanos que nos venderían, que esto es intercambiar cosas por algo llamado dinero; cuando nosotros llegamos el humano empezó a vaciarnos en una caja y todos estábamos felices, íbamos a descubrir cómo era el mundo, y cómo eran los humanos en verdad, pero había que dormir—.

—¿Dormir?—.

—Sí, dormir. Resulta que para que nosotros pasemos nuestras energías al racimo debemos descansar, y así se enviarán los recuerdos de cada uno para las nuevas generaciones, entonces por eso todos acordaron dormir para enviar los recuerdos, pero el curioso Bruno quiso ver un poco más antes de dormir, así que me quedé despierto y bajé de la caja mientras nadie veía para indagar un poco más, estuve un rato fuera pero para cuando volví algo estaba mal… Faltaba la mitad de los cambures del racimo que estaban conmigo, y pensé que ya se los habrían llevado y no pude despedirme, así que me volví a acomodar en mi sitio y me dispuse a dormir. Justo antes de poder intentarlo, sentí como alguien junto a mí se movía, abrí los ojos y me di cuenta de que alguien estaba siendo escogido para irse, me emocioné bastante al ver a los humanos intercambiar el dinero, pero cuando el otro humano lo tomó, lo primero que hizo fue quitarle la piel y darle un mordisco…—. Quedé estupefacta, ¿Qué demonios estaba contándome?


—Yo me asusté mucho, y me desmayé, para que al despertar estuviera de nuevo en el racimo. Desde ese día, supe que fui el único que lo había visto y me prometí nunca olvidarlo, aunque sólo me trajo sufrimiento cada vez. El saber lo que les pasaba a mis amigos una y otra vez, y que cada vez que intentara decirles la verdad me vieran como un loco, repitiéndose el ciclo una y otra vez sin poder lograr nada, pero un día algo cambió las cosas. Ese algo fuiste tú Alicia—.

—¿Qué?… ¿Yo?…—. Bueno, creía que ya no podía romperme más la mente, pero lo hizo.

—Tú historia es técnicamente la misma que la mía, tuviste curiosidad, y te desmayaste, pero tú no pasaste recuerdos, o eso creía. Me acerqué a ti en el cuarto y te expliqué lo que yo sabía, pero al parecer tú lo recordabas, y allí comprendí que al desmayarnos se pueden pasar recuerdos también, aunque un poco desordenados, y así te pedí ayuda para explicarles a los demás, pero como siempre, no funcionó. Estuvimos juntos alrededor de 8 veces, y las 8 veces fallamos… Pero algo andaba mal contigo, y era que cada vez que renacíamos, tú te deformabas más y más, pero no entendía el porqué, hasta que lo supe la novena vez—. Me dio una mirada sería, estaba al borde del colapso, pero no pude evitar preguntar.


—¿Qué descubriste Bruno?—casi podría romperme de lo inclinada que estaba por la curiosidad.

—Pues, ese día cuando íbamos en el camión yo te dije que deberíamos dormir para enviar las energías y estar seguros al renacer, pero me dijiste que durmiera yo mientras que tú hacías guardia para luego cambiar, así que me dormí, pero cuando desperté ya no estabas, sólo estaba… Tú cáscara. No sabía lo que había pasado pero, cuando quise pensar un poco me vino a la mente lo que dijiste de que durmiera yo para luego hacerlo tú, y ahí lo comprendí, tú nunca dormías, y nunca enviabas energía suficiente al racimo, por eso siempre que renacías te deformabas, y algo me decía que esta vez… No habría suficiente energía para que volvieras… Pero cuando despertaste y viste a la misma valla, algo me dijo que eras tú, y… Me gusta creer que así es…—. Él me dirigió una mirada y se dio cuenta inmediatamente, pudo ver grandes gotas cayendo desde mis ojos hacia el suelo casi rozando el fuego junto a nosotros. —¡Hey! ¿Estás bien?—.


—Bruno… Quizás no pueda recordar nada de lo que pasó, ni nada sobre ti pero… Me alegra haber despertado junto a ti de nuevo—. Sonreí como pude tratando de contener las lágrimas, pero antes de seguir en nuestro momento emotivo de reencuentro, el camión se detuvo y todos empezaron a correr hacia sus cajas, había llegado el momento de la verdad.


Uno de los humanos levantó la puerta trasera del camión y volvió a entrar la luz dentro, pero esta vez era un poco más tenue, y entonces se subió dentro del camión para pasarle las cajas a su compañero, aunque se fijó primero en la mancha que había dejado el fuego en el suelo del camión.

—¡Demonios!, ¿Qué acaso esos desgraciados no pueden apagar sus cigarrillos antes de salir del camión?—. Pateó el polvo gris que quedaba y tomó la primera caja que vio, la cual fue la nuestra. Éste se la pasó como pudo al otro humano que había debajo y él nos dejó caer por estar distraído.

—Jerry, sólo tienes que hacer una cosa, ¡Y la haces mal!, Anda a llevar esa caja antes de los maltrates más—.

—Está bien… Lo siento Hank—dijo mientras nos levantaba de nuevo, parecía molesto. Una vez nos levantó se dio media vuelta y caminó hacia una especie cuarto con líneas rojas encima, ¿Qué era eso? Entramos y había un montón de repisas de metal con bolsas con cosas dentro, tenían varias palabras encima como arroz y algunas otras que no tenía idea de lo que podrían ser, pero no me daría tiempo a leerlo tampoco ya que nos llevó a través de una puerta al fondo de todo, el ambiente cambió en un momento, se volvió frío y con un color más oscuro en todo lo que alcanzaba a ver, pero se podían ver una que otra caja con verduras dentro, creo que aquí nos guardaban.

—Hey, Alicia, si queremos que todo vaya bien debemos descansar un poco antes de que ocurra lo que te dije, ya los demás están en eso—me dijo Bruno llamando mi atención.

—Está bien, nos vemos luego—. Cerré los ojos para empezar a descansar, pero no pasó mucho cuando escuché algo que me despertó casi de inmediato, era un humano.


—Wow, qué lindos los cambures que trajeron esta vez, tan solo mira a este—estiró su mano hacia la caja y tomó a Bruno que estaba un poco cerca del otro lado de la caja. Hey, no ¿Qué haces con él?— Bueno, como no me pagan lo suficiente creo que puedo… Tomar una comisión—. Empezó a quitarle la cáscara a Bruno, él ni se inmutaba, parecía que ya estaba dormido pero… ¿Los demás tampoco se dieron cuenta? Miré hacia un lado pero todos estaban también duros como piedras en sus sitios, yo era la única que seguía aquí, despierta. Él abrió su boca y le dio unos dos mordiscos a Bruno hasta que su boca se llenó y empezó a masticar, yo no podía gritar, él me descubriría, sólo cerré los ojos e intenté quedarme dormida para guardar mis recuerdos, pero entre mi extremo miedo, algo bastante familiar sonó dentro de mi cabeza.

—Gracias por despertar junto a mí, Alicia—. Espera… Era la voz de Bruno, pero, ¿De dónde venía? Fui abriendo poco a poco mis ojos para ver qué estaba pasando y fui inmediatamente cegada por los brillantes rayos del sol que caían sobre mí, y lo volví a escuchar.

—Buenos días Alicia, ¿Ya estás lista para despertar?—. Adapté poco a poco mi visión hasta que pude distinguir a Bruno frente a mí, aparte de… ¿Todo el racimo? Espera… ¿Dónde estábamos?


Miré desesperadamente a los lados y no podía creer lo que veía, estaba… En la plantación de nuevo…

—¿Sorprendida? Bueno, puedo comprenderlo, pero espero que no te hayas olvidado de quién soy, ¿O sí?—dijo Bruno con tono burlón.

—Hola de nuevo, Bruno—le dije con una sonrisa. Y en ese momento sólo pude pensar una cosa…


Gracias por despertar a mi lado, Bruno.

2 de Junio de 2020 a las 04:23 3 Reporte Insertar Seguir historia
2
Fin

Conoce al autor

Alejandro Prieto Sólo escribo por anhelo a la literatura. Ese escape hacia otra realidad, esa oleada de sentimientos y pensamientos con solo leer un párrafo, esa increíble sensación de gozo compartida con cualquier personaje. Ese conjunto de sensaciones, y el deseo de que otros lo experimenten, eso, es lo que me lleva a escribir.

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Jancev Jancev
¡Hola! bueno sin duda tienes una historia muy peculiar, está bien estructurada y no noté mayores errores de ortografía, transmites un buen mensaje y es entretenida. Creo que lo único que te podría mencionar es el uso de los narradores, comienzas con una tercera persona y luego todo se desarrolla en primera persona,podrías intentar manejar un solo narrador y le daría un toque más profesional al relato. ¡Saludos!
June 06, 2020, 00:21

  • Alejandro Prieto Alejandro Prieto
    ¡Saludos! Me alegra bastante que te haya gustado y haya causado esa impresión en ti. Y muchas gracias por el consejo, en verdad lo aprecio y me ayudará bastante en futuras ocasiones, sin contar que trataré de corregir esta obra. ¡Espero leerte de nuevo en alguna de mis futuras obras! June 06, 2020, 02:19
CC Cerdi Cariñosito
Shidori :33
June 03, 2020, 01:05
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