gonzalo-baleato1558951351 Gonzalo R Baleato

Ha llovido mucho desde aquel día en que mi familia y yo estuvimos a segundos de ser masacrados por los militares. Pero gracias a la ayuda de los que ahora son mis mejores amigos, seguimos vivos.


Ciencia ficción Todo público.

#laalianzamutante #superheroes #poderes #humanos #organizacion #federales
Cuento corto
0
3.9mil VISITAS
Completado
tiempo de lectura
AA Compartir

La Alianza Mutante

Ha llovido mucho desde aquel día en que mi familia y yo estuvimos a segundos de ser masacrados por los militares. Pero gracias a la ayuda de los que ahora son mis dos mejores amigos, seguimos vivos.

Mi nombre es Baoz, aunque todos me conocen como Volem, y mis compañeros de equipo son el Dr y la Dra Hyo y su hija, Kaug. Los tres tienen, al igual que yo, habilidades especiales. Según me contaron, las adquirieron tras un accidente en la fábrica hidroeléctrica en la que trabajaban. No hablan mucho del tema.

Por otra parte, estoy yo. No he nacido más diferente de lo que puede ser cualquier persona, pero no todo tiene una explicación sencilla, y el hecho de que no entendamos ciertas cosas, no implica que no sean posibles. Muchos han creído que soy lo que soy por un factor hereditario, cuando en realidad, mi transformación fue debida a una alteración sináptica que modificó todo mi sistema nervioso. No soy médico, y la terminología o el funcionamiento exacto se escapan a mi entendimiento, pero é leído que para que un organismo pueda sobrevivir a un determinado ambiente o una circunstancia constante, su cerebro a menudo inicia un proceso de transmutación y así adaptarse. El desarrollo tiende a originarse por causas emocionales y suele ser gradual, en mi caso fue la ira y la tristeza, aunque el tiempo fue casi instantáneo. Supongo que de no haber sido así, podía haber muerto. Me imagino que el desear justicia a los demás seres vivos y sentir un cierto vínculo hacia ellos, me hizo evolucionar a un estado mestizo entre hombre y animal. Sé que todo esto no son más que conjeturas, pero con todo lo que ha pasado y sigue pasándome, no lo veo tan descabellado. Todavía sigo desarrollando habilidades extraordinarias, la última, hace una semana. Puedo camuflarme a tal extremo que es prácticamente imposible que me vean, es genial.

Sin embargo, hay algo en mi cabeza que desearía que desapareciera; la culpa y el arrepentimiento. Aún veo el rostro horrorizado y los gritos del general precipitándose. Espero desarrollar la pérdida de memoria de algunos peces en este recuerdo, porque me hace sentir muy mal.

Me está llamando Kaug por el teléfono móvil.

—Dime.

— ¡Baoz! Te necesitamos. Atraco en el Banco Dalmah. Te mando ubicación.

Con rapidez salgo de casa y me dirijo al lugar del delito. Contemplo varios coches de patrulla enfrente del banco y a los policías apuntando con sus armas en dirección a él. Veo a mis compañeros y desciendo a hablar con ellos para conocer la gravedad del asunto.

—Hola. ¿Cómo es de peligroso la situación? —Les pregunto.

—Es complicada —responde la Dra—. Dentro están los seis atracadores armados con fusiles de asalto, granadas y provistos de trajes antibalas con nanotubos de carbono.

— ¿Pero acaso son soldados descontentos por la indeseable tesitura económica de la nación? —Comento jocoso.

— ¿Crees que eres gracioso? Calla y escucha. Tenemos dentro un informante que se encontraba en su interior en el momento de los hechos y que nos ha corroborado que los asaltantes lo han encerrado junto a los demás rehenes en el despacho del director con un artefacto explosivo activo.

— ¿Rehenes has dicho?

—Ahora no te parece tan divertido, ¿eh, jodido? —Exterioriza Kaug.

—Dejaos de tonterías, chicos —dice molesto el Dr—. Creo que no tenéis ni idea del peligro al que está expuesta esa gente.

—Lo siento, papá.

— ¿Han pedido rescate? —Le pregunto.

—Sí, ochenta millones y un helicóptero para irse.

— ¡¡Ochenta millones!! —Exclamo— ¿¡Pero quienes están dentro, los hijos de Julio Iglesias!?

—Si no actuamos rápido la bomba explotará —habla la Dra.

— ¿Cuánto tiempo queda para que explote?

—Pocos, Volem. Apenas doce minutos.

Segundos más tarde escucho el cortar el viento de las hélices de un helicóptero. Se acerca y aterriza en el tejado del banco. Unos minutos después somos testigos del despegue de la aeronave pilotada por uno de los criminales y con el resto de sus compañeros en el interior.

— ¡Se escapan! ¿Qué hacemos? —Digo intranquilo.

Justo en ese momento varias granadas se ven caer del interior del helicóptero. Como toquen contacto con el suelo, todos volaremos por los aires.

Al instante despliego las alas y echo a volar en dirección a esos proyectiles. Con el ala izquierda los golpeo enviándolos a una gran altura y estallando posteriormente. La onda expansiva no llega abajo, pero si me alcanza a mí, mandándome con fuerza a la fachada del banco. No me ha ocurrido nada grave, pero duele un poco.

Me incorporo y voy de nuevo hacia mis compañeros.

—Bien hecho, Volem —me felicita Kaug.

—Te lo agradezco, ¡ah! —Pronuncio quejándome al mismo tiempo­­­—. ¿Y ahora qué hacemos?

—Cariño, tú y Kaug perseguid a esos hombres —Ordena el Dr mirando a su pareja y a su hija—. Volem, tú y yo entraremos con los agentes en el banco a rescatar a las personas.

Al llegar al despacho del director, no solo vemos a los rehenes atados, sino que también contemplamos el artefacto al que le falta menos de un minuto y medio para que estalle. Rápidamente, mientras sacan a esas personas, los artificieros intentan desactivar la bomba, pero cometen un error al descubrir que tiene los engranajes invertidos, y la cuenta atrás se acelera.

—¡¡Todo el mundo fuera, largo!! —Grito.

El tiempo corre en nuestra contra, y solo quedamos el Dr y yo. Con apenas diez segundos, empujo a mi compañero fuera del lugar, y con el artefacto en mis manos, lo abrazo contra mi pecho y me enrosco como una bola. Todo mi cuerpo es cubierto por una poderosa coraza, y al momento la bomba explota. Parte de la energía no puede ser contenida y se libera, destrozando el despacho. Sigo consciente e inexplicablemente vivo, pero me siento muy débil, y creo que…

Me acabo de despertar en la camilla de un hospital, no recuerdo mucho de lo sucedido, aunque si me siento físicamente bien; con algunas quemaduras leves y un poco confuso.

— ¿Cómo estás, Baoz? —Escucho la voz de Kaug.

La veo a ella más a sus padres.

—Bien, creo. ¿Habéis detenido a los criminales?

—Sí, tranquilo —responde la Dra—. Ya están encerrados, y por una buena temporada.

— ¿Y el dinero?

—Recuperado. Estaba todo en el helicóptero dentro de dos maletines.

—Estupendo, me alegra oír eso.

— ¿Recuerdas alguna cosa antes o después de que la bomba explotara? —Me pregunta el Dr.

—Lo último que recuerdo es rodear con mis brazos el explosivo y envolverme en mi mismo. Luego algo semejante a una armadura me revistió, viéndolo todo oscuro, al instante advertí un fogonazo y ya no me acuerdo de nada más.

—Puede que hayas desarrollado otra habilidad. —Teoriza Kaug— se sabe que algunas especies como los armadillos se enroscan para protegerse de los depredadores.

Es posible que tenga razón, pero eso ocurre cuando el peligro viene de fuera, no de dentro. Sujetaba la bomba pegada a mi cuerpo, y aunque esté cubierto por un exoesqueleto, la capa es demasiado fina para soportar tal potencia, me tenía que haber pulverizado al momento. No entiendo nada.

Durante meses voy desarrollando nuevos mecanismos de defensa. Puedo con todos ellos, ¿pero se detendrán en algún momento?

Mientras estoy en el salón desayunando y viendo la tele, una noticia de última hora corta la programación; más de quince mil incendios se han originado de madrugada en todo el continente. Todos han sido sincronizados al mismo tiempo. No hay duda alguna de que han sido intencionados.

Salgo al exterior y oteo el horizonte, no puedo creerlo. Veo humo por todas partes. El cielo está cubierto por un humazo que apenas deja penetrar los rayos del sol, y el olor es inconfundible.

Vuelo hacia la casa de mis amigos, pero ya están fuera observando el horror.

— ¿Lo estáis viendo? —Les pregunto— ¿Qué hacemos?

—Pues lo que nos corresponde, —contesta el Dr— proteger todo lo que podamos.

Los cuatro partimos hacia el incendio más cercano, y con la energía hídrica del Dr, la Dra y Kaug, y yo con el aire producido por mis aletazos, intentamos apagar el fuego.

Miles de bomberos con sus vehículos son movilizados para combatir las llamas que azotan los bosques y ciudades de gran parte del hemisferio. El calor asfixiante, el ambiente irrespirable y el crepitar de la madera hacen de este entorno un autentico infierno.

Nos situamos estratégicamente para una mejor efectividad. Rodeamos las llamas y utilizamos nuestras habilidades; los doctores y su hija comienzan a despedir de sus manos una enorme cantidad de agua mientras yo origino vientos tan fuertes y rápidos que en vez de avivar la lumbre, la voy apagando. Estoy tan ocupado en terminar con todo este tormento que apenas puedo pensar en todas las vidas que se están desvaneciendo. Pero ahora nada me puede distraer. El fuego se extiende muy deprisa, y cuanto más tardemos peores serán las consecuencias.

Trabajamos durante horas y horas para sofocar las llamas cooperando con los bomberos y un gran número de civiles, hasta vienen de otros países para echar una mano. Toda ayuda es poca.

Después de dos semanas sin apenas dormir, al fin hemos extinguido el fuego, pero la gran desolación que se percibe en el paisaje nos hace ver la gran pérdida que el mundo ha sufrido. Las víctimas humanas a causa de las temperaturas, las quemaduras, el hollín y el humo en los pulmones por la inhalación del mismo ascienden a más de cuatro millones, y el número se cuadriplica en las demás especies. Nunca volveremos a recuperar todo lo que ha desaparecido.

Ya hace diez años de la catástrofe, y los efectos siguen permanentes. La buena noticia es que la actividad de recuperación y restauración está dando sus resultados, pero el terreno es todavía muy árido. A día de hoy aún no se han encontrado a los culpables de la desgracia, y por su bien espero no verlos jamás, o sufrirán lo mismo que ellos hicieron sufrir al mundo; lentamente y con saña.

En todo este tiempo han sucedido demasiadas cosas; la Dra falleció hace cuatro años por una grave infección que se le desarrolló en el pulmón izquierdo. El Dr no pudo soportar la pérdida de su pareja y padeció una enfermedad mental que le obligó a permanecer en un centro especializado. Kaug y yo todavía continuamos combatiendo el mal, pero se nota la ausencia de los doctores, ellos eran nuestros mentores, aunque de vez en cuando visitamos a su padre. Sin embargo, he notado algo extraño en mí. En estos años no he envejecido nada, y ya no recuerdo la última vez que pillé un resfriado.

526 años después…

Han pasado trescientos años desde la desaparición del último asentamiento humano, o eso es lo que creo. Hace años que no veo a nadie de mi especie. Pero no estoy solo, gracias a mi capacidad de comunicarme con los animales. Soy parte de una jerarquía en la que he sido aceptado como el alfa rey, sin descatalogar a los alfas que van detrás de mí ni a los betas que van seguidos de ellos. Yo decido a que presas cazar, los alfas, la estrategia a seguir, y los betas, fuertes y con gran comportamiento de dominio, se encargan de defender al resto y suplir el lugar de algún miembro alfa en el caso de que muera.

Todo el tiempo estoy ocupado; entre estar con la manada, hablar con otras especies y proteger a los más vulnerables sin alterar el equilibrio natural, me mantengo entretenido y bien acompañado. Muchos de estos animalillos son muy sociables y la mar de divertidos, aunque también hay algunos que si tienen la oportunidad de atacarme, lo hacen sin pensarlo.

Descubrí años atrás que mi inmortalidad es debida a otra de mis habilidades, en concreto, la transdiferenciación celular, algo parecido a lo que posee la medusa Turritopsis Nutricula. Esto hace que mis células cuando llegan a un punto de madurez, regresan a un estado juvenil. Generalmente, cada siete años vuelvo a tener veintiocho. Puede que algún día me acabe aburriendo de todo, pero entretanto, las aventuras que paso con mis amigos me hacen la existencia más amena.

He pensado poner al límite mis poderes. Es posible que un día de estos pruebe a salir al espacio exterior, ¿quién sabe? Si todo sale bien podré viajar a otros planetas. Tiempo es todo lo que tengo.

10 de Mayo de 2020 a las 13:14 0 Reporte Insertar Seguir historia
0
Fin

Conoce al autor

Gonzalo R Baleato Hace años que escribo. Supongo que prefiero vivir historias en donde todo es posible, a no ver otra cosa más que una realidad corrompida por cuentistas que solo insisten en manipular la verdad. Y estoy orgulloso de cada palabra que un día plasmé en papel.

Comenta algo

Publica!
No hay comentarios aún. ¡Conviértete en el primero en decir algo!
~