Era un ciclo interminable. Personas que lastimaban sin cesar, dejando un rastro de dolor a su paso. Pero lo curioso era que su arrepentimiento siempre los perseguía, como una sombra incansable. Volvían una y otra vez, con el corazón en la mano, pidiendo perdón una vez más. Y así, se convertían en expertos en el arte de la disculpa, pero incapaces de romper el ciclo de heridas y lamentos. El perdón se convertía en su única esperanza, pero ¿hasta cuándo duraría este juego de daño y remordimiento?.

No te disculpes, por nada más. Solo eres tú. Me esforcé mucho, hice todo lo que pude, pero todo sigue igual. Cuando pienso en todo, creo que esta mal, ero no puedo rendirme. Así que... Déjame seguir teniendo, estos sentimientos hacia ti.

Querido yo, hoy quiero pedir disculpas por algunas cosas... Perdón por aceptar aquellos comentarios sobre tu físico. Perdón por hacer caso a las palabras de los hombres en la calle. Perdón por compararte con otras personas. Perdón por no saber decir "detente" cuando te lastimaban. Perdón por aceptar migajas de amor, cuando mereces lo mejor.