MIA, ERES MÍA Seguir blog

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-Puedes tener una vida normal o no, un trabajo normal o no, haber cometido errores normales o no tan normales. El caso es que en tu vida puedes hacer lo que quieras. Todo cuanto quieras. -¿Y tú que es lo que quieres? -A ti. +18 PROHIBIDA CUALQUIER COPIA O ADAPTACIÓN SIN EL PERMISO DE LA UTORA 0 reseñas
Historia No Verificada

#love #erotico
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3


Mark se echa a un lado en mi cama con la respiración acelerada. Mi pecho sube y baja con fuerza. Nos miramos, sonreímos y soltamos una risa. 

—Joder —se pone el brazo en la frente— ha sido increíble, mejor que nunca —y juro que al principio he pensado en Erik, pero luego no, juro que luego no. 

—Gracias. 

—¿Qué has hecho con…? ¿Y cómo…? cuando… —niega— da igual, no me lo digas —rio divertida y me inclino para darle un beso en los labios. Me levanto y voy a la ducha. Mientras me enjabono el pelo escucho el agua de la pica correr. 

—Así que mañana cerráis el trato con el alemán —dice. Miro la cortina y veo su silueta al final de mi baño con paredes echas por tres biombos. 

—Sí —pero no me hagas pensar demasiado en eso… aún sigo sin saber como narices Erik sabe eso— tendremos que ir a Alemania a cerrar el trato con otra alemana y…

—Espera espera… ¿Tendremos? 

—Toalla —saco una mano por al lado de la cortina de ducha y mi mano atrapa una— sí, me voy con él a Alemania —me envuelvo en ella y salgo fuera. Tiene el ceño fruncido— ¿Qué pasa? 

—¿Porqué te vas con él?

—Porque soy su ayudante —tendría que haber empezado esta conversación de otro modo…

—Mia ¿Tú me quieres?

—¿Qué tonterías son esas? eres mi marido. 

—Respóndeme. 

—Claro que te quiero —al decirlo en voz alta me doy cuenta de la falsedad de mis palabras. 

Mierda. 

—¿Entonces estamos bien?

—Sí. Cariño. Estamos bien. 

No te lo crees ni tú.




Kate vuelve a venir por la mañana e insisto en darle aunque sean treinta dólares. 

—¿Tú eres tonta? adoro a mis sobrinos —se sienta en el suelo y le besan la cara— ya te he dicho que no tengo trabajo, esto me encanta, es como volver a estar en el instituto y trabajar de adiestradora… ¿Te acuerdas de aquel labrador? 

—Claro. 

—¿Qué harás con tu jefe macizo? 

—No me lo voy a tirar. Te recuerdo que estoy casada. 

—Está bueno. 

—Estoy casada… espera ¿Cómo sabes que está macizo y que está bueno?

—Sale en google —me echo a reír— ¿Te parece si voy con estas tres preciosidades al parque?

—Max no puede… 

—Ya lo he pensado —se levanta y va hacia la puerta, coge algo que ha traído que en ese momento no me he dado ni cuenta. No sé como, pero al desplegarlo, se transforma en una carretilla con un cesto— puede darle el aire en el parque y moverse un poco. 

—Eres la mejor. 

—Ya, ya. Pero ahora dime que harás con él ¡Desafíalo otra vez y fóllatelo! —tiene la teoría que le pone que le desafíe, tiene cierta lógica, pero es ridículo— o mejor, flirtea con el alemán, se pondrá que trina. 

—No, Kate, no es profesional... ¡Y estoy casada!

—¡Que mas da! Como decimos siempre, Mia; fuma, folla y bebe que la vida es breve —vuelvo a reír. 

—Eso lo dices tú, Kate. Estoy casada. 

—Ya te he dicho que tienes que divorciarte. 

Alejo esa idea de mi cabeza que cada vez aparece en mi cabeza con más frecuencia. 

El interfono suena una vez, sin prisa y firme. Me acerco a la ventana para asegurarme de lo que ya sé. 

—Ay dios... 

Kate se acerca a la ventana. 

—Lo sabía. Te la quiere meter. 

—Que ordenaría eres... 

—¿Lo dice la chica que asegura que su jefe “tiene un rabo enorme”?  —cojo las llaves de mi coche, no pienso ir con él. Mantendré las distancias con él una temporada. 

—Dadle guerra a vuestra tía —le doy un beso a Sombra y a Max— mantenlos a ralla, pequeña —le doy un beso a Maya en la cabeza. Y voy a Kate— gracias por cuidarlos.

—No me tienes que dar las gracias, espero que me quieran más que a ti —me saca la lengua— nos vemos esta noche —le doy un beso en la mejilla y subo al ascensor. 

Salgo a la calle y lo veo apoyado en un coche diferente, un Lamborghini negro que joder… es precioso. Vuelvo la mirada a Erik que me sonríe. 

—Ah, hola —digo con indiferencia. 

Voy hacia la puerta del parking que tengo a la derecha, me agacho con mi falda de tubo estipulada con cuidado de que no se me vea nada. Meto la llave y corro la cortina de metal hacia arriba. Mi precioso escarabajo blanco me recibe. 

—He venido para llevarte al trabajo, señorita Clark. 

—Iré con Herbie, gracias señor Dagger. 

—No —lo tengo a mi lado. 

—Sí —me giro y está demasiado cerca. No pretendo retarlo, no pretendo desobedecerlo, pero quiero hacer lo que me de la gana, es él que no me hace caso. 

—No vas a ir en esa maquina mortal.

—No es una máquina mortal —replico.

—He dicho que no vas a subir ahí —corre la persiana hacia abajo y me quita las llaves del garaje y del coche. Se agacha y vuelve a cerrar la puerta metálica. 

—Respira Mia… —me repito una y otra vez ¡Paciencia! 

—¿Decías algo?

—Devuélveme las llaves, por favor. 

—No. Ahora sube al coche. 

—Eso intento. 

—Sube a mi coche, Mia —se acerca a mi y no es amenazador. Joder, como me pone— obedece —esa palabra. Son las siete y ya estoy a cien. 

Es como si le pusiera los cuernos a Mark pero sin disfrutar de verdad. 

—¿Y si no quiero? —le reto ansiosa por saber que hará.

Su mano va lentamente a mi cadera y se acerca más.  

—Obedece… —vuelve a decir con esa voz ronca, autoritaria y sexi. Su teléfono suena y se separa de mi para responder, acompaño su mano con su mirada al bolsillo y de nuevo esa tremenda erección... Carraspea y contesta— Dagger —va hacia su coche y me veo obligada a seguirlo, no tengo mis llaves— sí, enseguida llegamos Leila. Hemos tenido un pequeño contratiempo —me mira mientras arranca a esta preciosidad— adiós —guarda el teléfono y me mira intensamente— el cinturón —me lo pongo antes de que sea él quien lo haga. 

—¿Me devuelves ya mis llaves? —me las da con una sonrisa triunfal— si he accedido es por esta preciosidad —miro a mi alrededor. 

—Me vale —gira a la derecha— ¿Me dejas tu teléfono de empresa? —lo saco de bolso y se lo doy. Consulto el mío y veo dos llamadas de papá. Tengo que llamarlo a la hora de la comida— así que has aceptado la propuesta de Dominik.

—¿Qué? —le quito el teléfono de las manos. 

Iré encantada a su casa para modificar algunas cláusulas, el sábado, de momento, espero verle el viernes y poder consultar algo antes. 

—Si firma hoy el contrato, es ridículo que vayas —creo que está molesto. 

—Voy a matar a Kate… 

Voy a matar a Kate, una cosa es que esté deseando que deje a Mark, otra que me organice citas con hombres que me follan con la mirada con todo el descaro del mundo. 

Entramos al edificio y subimos al ascensor. Estoy nerviosa, estoy atacada de los nervios ¡Voy a matar a esa zorra que tengo como mejor amiga! Al entrar en la oficina los veo en la sala de reuniones, él y su ayudante Leila. Esperando pacientemente. 

—Coge el contrato, señorita Clark —dice Erik entrando a su despacho a por los últimos papeles. Los cojo pensando todavía como narices voy ha deshacer este mal entendido… puede que Erik me haya mentido y que Dominik sea un tipo amable ¿No? sí, puede ser. Que Dominik sea un aficionado al sado sería muy peliculero, se lo ha inventado. Sí— ¿Todo listo? —dice a mi lado. 

—Por supuesto, señor Dagger. 

Nos dirigimos a la sala de reuniones. Le doy al botón que hay al lado de la puerta y unas finas cortinas nos dan intimidad de toda la oficina. Me siento al lado de Erik bajo la atenta mirada del alemán, me ha pegado un repaso de mucho cuidado, creo que ha visto de que color tengo las bragas. Lo miro y me sonríe sin tapujos. 

Erik encauza la reunión y yo abro la libreta, igual que Leila, para tomar notas de todo lo que dicen y después redactar un informe. Erik es serio, cuadriculado y formal, demasiado formal, no se parece nada al chico que ha tenido una erección esta mañana porque no he subido al coche o al chico que tuvo otra erección por que yo encendiera la pantalla del ordenador. Me sorprende lo distinto que es dentro y fuera de la empresa. 

Le acerco a Dominik el contrato de la carpeta negra que tenía entre mis manos y lo coge, lo mira con detenimiento y finalmente lo firma sin darle más importancia. Erik se levanta, se abrocha los botones de la americana con una elegancia propia de un dios griego y le estrecha la mano a Dominik. 

—Es un placer hacer negocios con usted, Dominik Müller. 

—Lo mismo digo —la mirada del alemán se pone directamente encima de mi— ¿Le importa si le robo a su ayudante durante el almuerzo? —me sonríe y vuelve la mirada a Erik. 

—Lo siento, Dominik. Pero tenemos más reuniones —¿Me está ayudando?— y tenemos que organizar un viaje de negocios para esta misma noche —me mira— no te lo había comentado. 

—No se preocupe, señor Dagger —sonrío amablemente, como si esos planes fueran nuevos y de verdad.

—Aplazaremos nuestra cita —coge mi mano y la besa— adiós señorita Clark. 

Sale del despacho y en cuanto la puerta se cierra me apoyo en la mesa acompañada por un suspiro. 

—Me debe una —murmura.

—¿Cómo sabes lo de Dominik?

—Por que lo sé. 

—Eso no es una respuesta —se acerca a mi. 

—No tengo porque dársela, señorita Clark. 

—Conocías a Dominik ya ¿De qué? —está demasiado cerca otra vez, pero esta vez no me importa. Me levanto para ponerme a su altura, o al menos intentarlo y lo miro directamente a los ojos. Su boca va hacia mi mejilla y llega a mi oído. Su aliento contra mi piel me provoca un tremendo un escalofrío que lucho por ocultar y su colonia... joder su colonia. 

—Deje de preguntar… —dice. Se separa de mi con una terrible sonrisa y se dirige a la puerta— tenemos más reuniones, ve a buscarles, por favor. 

—Sí —carraspeo para aclararme y salgo directa a buscar a los chinos. 

Les saludo con amabilidad y les digo que me acompañen a la sala de reuniones donde el señor Dagger les espera. Traduzco ambos saludos y nos sentamos en la mesa. Sigo trabajando en la traducción, es algo que me encanta, pero me agota por completo. Cuando la reunión acaba después de dos horas me duele mucho la cabeza. La reunión tendría que haber durado media hora, por eso no se le pidió al señor Wang que trajera un traductor… 

—Eres inteligente —dice Erik al entrar a su despacho— en tu ficha dice que sabes ocho idiomas —saco una aspirina de mi bolso y me da un baso de agua de la máquina que hay al final de su despacho. 

—Sí —me encantan los idiomas; inglés, español, alemán, italiano, chino, francés, ruso y portugués. 

—¿Cómo puedes hacerlo?

—Siempre se me han dado bien. 

—¿Qué mas se le da bien?

—No hacerle caso, señor Dagger —sonríe de esa manera tan sexi. 

—Tendremos que corregir eso… —de nuevo, se acerca a mi. Mi yo más rebelde le exige que le bese de una vez y le folle sobre la mesa. La otra me grita que no puedo serle infiel a Mark— ¿No cree? —niego— ¿Le gusta desobedecerme? —ni siquiera está tan cerca... esto es horrible. Es mi jefe. Y mi marido está en casa esperando a que llegue. 

—Será mejor que vuelva al trabajo —lo rodeo antes de que se ponga tan cerca que no pueda librarme, tanto por mi como por él. 

—Señorita Clark, no salga de mi despacho, por favor —me quedo quieta y de espaldas a él, lo escucho acercarse. Está disfrutando, para mi es una tortura, una tortura que también disfruto— si no he dejado que Dominik tenga esa cita con usted es porque no me parece bien. Lo que quiere hacer Dominik contigo no lo voy a tolerar. 

—¿Cómo sabe lo de Dominik? Señor Dagger —que formal que soy ¿Eh...? 

—Si lo supieras saldrías corriendo —su pulgar va a mi labio inferior y lo libera de mis dientes— vas ha hacerte daño —murmura mirándome los labios. 

Joder. Joder. Joder. 

Sí, Kate. Tengo un jefe macizo, guapo, sexi y sensual que me pone a cien y me provoca. No para de provocarme. 

—¿Qué piensas? —dice delante de mi. Miro su pecho y me quedo mirando fijamente su corbata negra. Intento aclararme un poco pero es imposible. Su colonia me embriaga— responde —niego— responde las preguntas que te hago, señorita Clark —lo miro a los ojos. 

—Quiero volver a mi mesa —mi voz es demasiado aguda. Mierda. 

¡Contrólate Mia! 

—Mentira. La verdad, Clark. Quiero la verdad. Odio las mentiras. 

—Tú me mientes constantemente —sonríe ante mi respuesta. 

—No te he mentido —se acerca un poquito más— te pregunto de nuevo ¿Qué piensas? 

—Que eres mi jefe y quiero volver a mi mesa —le suplico que me deje ir y que no lo haga es algo como: «Bésame de una vez y haz conmigo lo que quieras» y «Vete de esta empresa y déjame trabajar»— ¿Tú que piensas? —un plan genial para dejar de sentir este calor. Bravo Mia. 

—Puedes adivinarlo —niego. 

—Responde la pregunta —le reto. 

—Pero tú tendrás que contestar la mía con sinceridad. Después podrás irte —asiento. 

—¿Qué piensas? —vuelvo a preguntar. 

—Quiero hacértelo encima de mi mesa des del momento en que te vi. 

Mis bragas se queman. Es todo. Solo puedo decir eso. 

—¿Qué pregunta quieres hacerme? 

—¿Quieres lo mismo? 

—No es apropiado. Soy una mujer casada. 

—Soy consciente de ello, Clark... —advierte y se acerca más— responde. 

—No —doy un paso atrás y recupero mi espacio personal con toda la fuerza de voluntad del mundo— si necesita cualquier cosa estaré en mi mesa, señor Dagger. 

Me siento en mi mesa y cierro los ojos un momento para intentar recuperarme ¿Es real lo que me ha dicho? No puede ser. Seguro que lo he imaginado. 

Me llega un mensaje al móvil de la empresa. Evidentemente de Erik. 

Erik: mentirosa. 

Alzo la mirada y lo veo en su despacho mirándome directamente y con una sonrisa ladeada. 

Dios dame fuerzas...

Al medio día llamo a Mark para acordarme de que le quiero, de que es mi marido, mi pareja y que es al que de verdad tengo que desear. Pero no me sirve, o al menos, no del todo. Por suerte el remordimiento me quita el calentón. 

Cojo el teléfono de mi mesa, son las ocho, esperaba que me dejara tranquila todo el día. 

—A mi despacho. 

Voy a su despacho pero antes bajo mi falda disimuladamente y me ato todos los botones de la camisa. 

Mira su ordenador con el ceño fruncido. Vuelve a ser el mismo amargado. 

—¿Que vas ha hacer esta noche? —eres mi jefe... 

—Iré a casa —mentira. Iré a casa, estaré un rato con mis pequeños y Mark y luego saldré a tomar una copa con la zorra de Kate. Mark y yo establecimos que los viernes era nuestra noche libre.

—No tienes pinta de quedarte en tu casa un viernes por la noche. Te repito de nuevo la pregunta, y espero que respondas con sinceridad. Ya me has mentido una vez. 

—Eres un mandón —le suelto— eres mi jefe, pero no tienes por qué saber mi vida privada. 

—Tu vida privada me la pones en bandeja. 

—¿Perdona? 

—Está casada, pero es una relación tan inestable, que ahora mismo está deseando que yo… —las palabras se quedan en el aire. 

No soy tan transparente, que se lo ha creído.

—Creo que esta conversación está fuera de lugar. 

—Lo sé. Ahora te pones a la defensiva por que tengo razón y te pone de mal humor que te excitara lo que te he dicho. 

—Es mentira. 

—No lo es. Además, has ido a comer con Parker, quizás tiene una aventura con él. 

—Señor Dagger, si vuelve a decir algo fuera de lugar le demandaré por acoso —sonríe. No era la reacción que esperaba. No me lo creo ni yo. 

—Usted está sacando las cosas de lugar, usted está pensando demasiado, señorita Clark. Pero esta bien. Lo nuestro vuelve a lo estrictamente profesional ¿Le parece bien? —sonríe— sabe que quiero sinceridad. 

—Vete a la mierda. 

¡Claro que no me parece bien! ¡Nada de esto me parece bien! 

—¿Puede decirle a Parker que venga a mi despacho? Por favor. 

—¿Porque? 

—Por qué eres mi ayudante y mi secretaria. Es tu trabajo. 

—No. Que por qué quieres que venga. 

—No es asunto suyo. 

Que no es... que no es... ¡Imbécil!

Cojo el teléfono de mesa y marco los tres números que me llevan hasta su teléfono. 

—Hola preciosa. 

—El jefe quiere verte.

—Joder —me cuelga y en cuestión de segundos aparece delante de mi mesa— ¿Va a despedirme? 

—No. Claro que no. 

—¿Entonces? Es el jefazo. No es el jefe de esta sede. Es el jefe de toda la empresa, dueño de todo. 

—Lo sé Liam. Trabajo para él. Entra antes de que se mosquee.

Se ajusta la corbata y entra con el rabo entre las piernas. No quito ojo de encima a la expresión de Erik, pero es inexpresivo y no puedo ver a Liam. Sé que algo va mal cuando Liam se lleva las manos a la cabeza. Erik alza un dedo y le pide un minuto. Coge su teléfono. 

—No serás capaz... 

Erik: con sinceridad, señorita Clark ¿Quiere lo mismo? 

Me mira y no digo nada. 

Erik: sigo recordando que es una mujer casada. Es una respuesta sencilla. 

Ni hablar pero vuelve la mirada a Liam y antes de que abra la boca escribo la dichosa respuesta. 

Mia: Sí. 

Erik sonríe mirando de nuevo el teléfono y le dice algo a Liam que hace que sus hombros se relajen. Al salir Liam me dice que solo le ha subido el sueldo, que pensaba que iba a despedirlo. Te he salvado el culo. 

Erik me llama para decirme todo el trabajo que tengo que dejar hecho para el lunes poder salir hacia Alemania y tenerlo todo preparado. 

Vuelvo a quedarme sola con él en la planta. Todos se van, Liam que no entiende como de repente puedo tener tanto trabajo, se despide de mi y me pide que lo llame. 

Sigo tecleando y trabajando para poder irme cuanto antes. 

—Señorita Clark —está frente a mi mesa. 

—Señor Dagger.

—¿Le queda mucho? 

—No —le doy al botón de imprimir y le doy la espalda mirando como la impresora se traga las hojas y luego las escupe. 

Contrólate… solo está jugando contigo, tómatelo así, hazlo con humor. Antes ha dicho que es consciente de que estás casada, así que no hará nada. 

—Señorita Clark, mírame. 

—No.  

—Mírame —insiste. Me giro resignada y lo miro. Joder. Que sexi es y como lo sabe— ¿No se siente mejor después de decir la verdad? 

—No. 

—Mentira —me giro de nuevo y cojo aire mientras cojo los papeles que ha dejado la impresora. 

Meto el portátil en mi maletín y los papeles necesarios. El pendrive con las copias de seguridad y mi agenda. 

—La llevo a casa. 

—Cogeré un taxi. 

—No.

Me cabrea. Que me manden de esta manera me cabrea ¡Pero si nunca he hecho caso a mis padres! ¿¡Porque narices tengo que hacerle caso a mi jefe!? 

—Mia.

—He dicho que no. Si tienes un problema de autoridad no es asunto mío. Pero deja de mandarme de una puñetera vez. 

—Vámonos.

—Necesito ir al baño. Perdona —voy al baño de señoras y me meto en uno. Me subo la dichosa falda y me bajo las bragas— joder. Menuda mierda…

Cuando termino de asearme salgo fuera y me limpio las manos. Espero que se haya largado y me deje coger un puñetero taxi. Solo quiero llegar a casa y estar con mis chicos. No quiero salir hoy. No quiero llamar a Liam ni hacer nada. Mi jefe me agota. Cuando salgo lo veo al teléfono apoyado en mi mesa. 

—...muy bien —sonríe— sí. Claro. Adiós, Elizabeth —vuelve la mirada a mi. 

—Si quiere llevarme lléveme, pero déjame en paz. 

—Muy bien. Vamos —se encamina al ascensor y entro con él. 

Estoy agotada. Me duelen los pies por los tacones. La espalda por el estrés y el estómago. El estómago lleva matándome todo el día. Lo nota y no me da guerra. En el coche, con un dolor de cabeza terrible rompe el silencio. 

—¿Te encuentras bien? 

—No —no le gusta que le mientan y paso de que insista con esa sensualidad innata— Para el coche. 

—¿Que? 

—Para el coche, Erik. 

Me obedece él a mi. En cuanto el coche para abro la puerta y corro hacia una papelera cercana y vomito el sushi que he comido con Liam al medio día. 

Mierda. 

Me incorporo pero es una falsa alarma, vuelvo a vomitar y Erik me sujeta el pelo. Vaya escena. Me quito los tacones y me quedo descalza. Me siento en el suelo algo aturdida y mareada, se pone de cuclillas frente a mi. 

—¿Qué has comido? 

—Déjalo... 

—Responde —está más enfadado que nunca. 

—Sushi —hemos ido al restaurante de al lado de Coby’s.

—Te llevo al hospital. 

—No. Tengo que  volver a casa —me levanto de un salto y vomito de nuevo. 

—¿No te has encontrado mal antes? 

—Sí. 

—¿Y porque no lo has dicho? 

—Señor Dagger, deje de regañarme —estoy tan cansada...— llévame a mi casa.

—Eres imposible, joder. 

Me subo en su coche y me aseguro de que me lleva a casa. Me ayuda a salir del coche y me pide las llaves. Las saco de mi bolso y abre la puerta. Se queja por el estado del ascensor y asegura que es otro máquina mortal. 

Cuando abro la puerta mis chicos me reciben y a Erik lo idolatran. Encuentro una nota pegada en la nevera. 

Me voy con los chicos a tomar unas cervezas, dormiré en casa de Logan para dejaros una noche de chicas a ti y a Kate, espero que lo pases bien con Kate. Te quiero —M. 

—Genial —los chicos me reclaman— hoy no —les pido y lo respetan—puedes irte —le digo a Erik. 

—Claro que no —me sienta en mi cama y coge su teléfono. Habla con alguien y ni siquiera escucho que dice, me duele tanto el estómago... 

—Mierda —murmuro. Corro hacia el baño y tiro el biombo al suelo cuando me agacho para vomitar. Menudo morbo le estoy dando a mi jefe… ¿Pero que digo? ¡No quiero darle morbo!— Maya... —viene de inmediato— tráele a mamá una botella de agua. Botella —le repito. Maya se va obediente y vuelve con una botella de plástico en la boca. 

—Increíble —dice Erik. 

—El que. 

—Que esté aquí y no me la pidas a mi —hace una pausa— y que te haya traído la botella —le doy un trago y me ayuda a levantarme. 

Me lleva a la cama y le pido de nuevo que se vaya. 

—No —vuelve a decir— ahora viene un amigo. 

—¿El alemán? —sonríe.

—Todavía tienes sentido del humor. No, no es el alemán. Es un amigo mío que es médico. 

—Se me pasará durmiendo. 

—Ya. Y con una revisión médica. Deberías cambiarte. 

—Sí. El nuevo código de vestimenta es muy incomodo. 

—¿Te molesta? 

—Por dios, señor Dagger. A parte de que es retrógrado y chapado a la antigua, aprieta. Quien sabe, quizás tener todo el día el estómago en presión me ha hecho enfermar. 

—Buen intento. Pero el uniforme se queda —se levanta— ¿Necesitas ayuda? 

—No. Date la vuelta —obedece y me gusta que sea él quien lo haga. 

Me quito la falda y me pongo el culotte, no tengo nada más que ponerme, es mi único pijama de verano. En cuanto me quito la camisa la bilis se me sube a la garganta. 

—¡Joder! —corro de nuevo hacia el baño en sujetador, medio desnuda y Erik vuelve a cogerme el pelo— puedes irte Erik. 

—No hasta que te vea el médico. 

—Por el amor de Dios. Vete de una vez. Estoy horrible —se echa a reír y mi Mia orgullosa y coqueta se retuerce de rabia. 

—¿Crees que nunca me ha pasado? Soy humano. 

—A veces no lo pareces. Maya... 

—Estoy aquí y no soy un inútil —replica. 

—Eres mi jefe. 

—Ya ¿Qué quieres?

—Una toalla, por favor —me la acerca. Me seco el sudor frío y cuando vuelvo un poco en mi, lo veo leyendo la nota que Mark me ha dejado. 

—Noche de chicas —dice Erik— ¿Cada viernes?

—Sí. 

Llaman al timbre. Me ayuda a levantarme y mis piernas son pura gelatina. 

Dios, gelatina. Comida. El estómago se me revuelve, pero me controlo y llego a la cama. 

Un chico de la edad de Erik entra, quizás más mayor, pero sexy a más no poder. 

¿Van a verme todos los tíos buenos de la ciudad echa una porquería? 

Erik le pone en situación, yo apenas puedo hablar. 

—Soy el doctor O’Neil —asiento. Me examina. Temperatura. Reflejos...— ¿Tomas la píldora? 

—Sí —digo avergonzada por la mirada fija de Erik. 

—¿Cuando fue la última vez que tuviste relaciones? 

—No estoy embarazada —y espero que eso le sirva. 

—Responde —dice Erik. Capullo... 

—Hoy. 

—¿El período? 

Que más da. No puedo humillarme más. 

—Hace una semana. 

—Es una intoxicación alimentaria por el pescado —coge del maletín una jeringuilla— esto es un probiótico ¿Eres alérgica a algún medicamento? —niego— esto ayudará a estabilizar las bacterias de tu intestino y estómago —me limpia la zona con un algodón y alcohol y me pincha en el brazo, hago una mueca mientras vacía el interior de la jeringuilla— es solo eso —me sonríe y me guiña un ojo— en dos días estarás totalmente recuperada. Bebe muchos líquidos y come ligero —me da una tarjeta— cualquier cosa puedes llamarme, y a cualquier hora. Enserio, cualquier hora… —me sonríe y le devuelvo la sonrisa. 

—Gracias —le agradece Erik— si te necesita te llamo yo —y eso ha sonado totalmente a la defensiva y posesivo.  

Lo despido des de mi cama y los chicos se unen a mi. Me giro hacia Max. 

—Hola pequeño... —le beso la cabeza. Está triste, lo veo en sus ojos— lo sé cielo, lo sé. 

—¿Tú marido siempre va a casa de Logan? —pregunta Erik. 

—No. Ahora puedes irte. Ya me ha visto un médico. 

—Ya —pero no se va. 

—¿Qué esperas? 

—¿Así que tomas la píldora? ¿Por tu marido? 

—Eso es privado. 

—Responde. 

—Si sigues con ese juego le digo a Sombra y Maya que te echen. 

Lo veo sonreír y hago lo mismo. La situación me hace gracia, es mi jefe y es alguien que me pone mucho y estoy aquí tumbada medio desnuda, oliendo mal porque acabo de vomitar toda la comida que podía tener en mi estómago por una intoxicación alimentaria y mi marido está por ahí con sus amigos. Tengo que empezar a cambiar. 

Me levanto y voy al baño para limpiarme los dientes muy consciente de que me mira. Erik me va a mirar y no va a quitarme el ojo de encima. Vuelvo y me siento otra vez en la cama. 

—Señor Dagger, puede marcharse. 

—Quiero quedarme por si aparece el alemán. 

—¿Y si aparece mi marido? 

—Le diré que estoy aquí por desatender de esta manera a su mujer. 

—Em... no —y creo que me está dando a entender que... 

—Sí. No cuida de su esposa, cualquiera podría venir y… seducirla. 

Trago saliva. 

—No vas a seducirme, no puedes.

—¿Que no puedo? —sonríe e intento no responderle igual. Joder. Es muy sexi...— señorita Clark, deberías saber tres cosas de mi; odio que no me obedezcan, que no respondan lo que pregunto y que me digan que no puedo hacer algo. 

Lo que voy a decir está fuera de lugar… pero no voy ha hacer nada con él ¿Qué mas da jugar un poco…?

—¿Y qué pasa si se incumplen las tres cosas? —su mano más directa a mi pierna desnuda. Inofensiva, pero en el fondo espero que no lo sea… 

¿Estoy engañando a Mark?

—¿Quiere averiguarlo? —me encojo de hombros y sonrío de manera inconsciente, es una de esas sonrisas que salen solas— responde —niego y me sonríe— ¿Quiere averiguarlo?

—No —miento. 

Su mano sube por mi muslo derecho con una lentitud tan deliciosa que me muero. Mi piel reacciona a su tacto y noto cosquilleos por todas partes… 

No puede hacerme esto… Mark y yo no… no nos podemos permitir que alguno de los dos se sienta tentado. También nos conozco y esto es malo. 

Pero soy incapaz de apartarlo…

—No puede hacer esto —intento sonar convincente. Es mi jefe, llevo solo unos días trabajando con él. No puede ponerme así ¿Cómo es posible que me ponga más que mi marido? dios mío ¿Pero que me pasa?— estoy casada. 

Y cada vez que lo dices estás menos casada. 

Sonríe ampliamente, detiene su mano antes de llegar al punto deseado y antes de que me dé cuenta, se levanta y se pone entre mis piernas. Es alto, sensual, guapo y sigue poniéndome a cien. Me apoyo en la cama con mis manos y lo miro. Sigue con esa sonrisa. Se inclina lentamente hacia mi. 

—Sé que está casada… —murmura— pero su marido no le presta la atención que se merece…

—¿Y qué atención merezco?

—Si fuera mía, estaría haciéndoselo a todas horas como se merece. Le haría disfrutar tanto, que llegaría a la oficina con una tremenda sonrisa y no con ese ánimo… si fuera mía… ahora mismo no hablaríamos —y está tan cerca de mi que podría besarlo, podría acostarme con él.  

Mi dichoso teléfono fijo suena. Erik se recompone y quiero decirle que siga, que me importa una mierda el teléfono, mi matrimonio y toda mi vida.

—¿No va a contestar? Señorita Clark. 

—Sí —la respuesta era NO y él lo sabe. Voy a la cocina y cojo el teléfono— Mia al teléfono. 

—Hola Amelia. 

—Padre —sonrío y me apoyo en la encimera de la cocina. 

—¿Cuando vas a venir a vernos? 

—Oh papá… iré el… la semana que viene me voy a Alemania. 

—¿Alemania? —dice entusiasmado— que bien Amelia, no te preocupes —escucho los murmullos del televisor— hija, te dejo te llamo mañana. 

—¿Todo bien por allí?

—Están jugando los Yankies —dice en tono de culpabilidad. 

—Disfruta. 

—Adiós —cuelgo y miro a Erik— debería irse, señor Dagger. 

—Dígale a su marido que está enferma —coge su americana que ha dejado encima del sofá. Se la pone— y dígale de mi parte que ir a casa de Logan no está bien. 

—¿Qué…?

—Buenas noches, Mia. 

Sale de mi apartamento y yo me quedo dándole vueltas a todo lo que ha pasado. 

25 de Octubre de 2018 a las 18:30 0 Reporte Insertar 0
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2

De camino a casa ya a las ocho y media Liam me llama al teléfono, le cuelgo y guardo mi teléfono. Esta mañana he tenido una discusión con Mark por teléfono y no tengo ganas de explicarla, mentir a Liam no es una opción, me conoce.
Abro la puerta de casa y los chicos me saludan eufóricos, saltan, corretean y se tiran al suelo. Mark está sentado en el sofá viendo el partido de fútbol. Me pongo una camiseta de tirantes y un culotte negro de estar por casa, me recojo el pelo en un moño y me siento a su lado.
—Hola cielo —se lleva el botellín de cerveza a sus labios sin decirme nada— ¿Qué pasa? —veo cuatro botellines vacíos.
—Hoy he echado a perder un cuadro sin querer.
—No pasa nada.
—Sí que pasa, Alex quería los cuadros para mañana.
Alex es su mecenas, nunca le mete prisa, no entiendo el problema.
—Cielo, lo solucionarás pronto… pero necesitamos el dinero cuanto antes...
—Lo sé.
—Bueno, ahora trabajando más podremos llegar a final de mes más tranquilos.
—¿Puedes parar? —dice con tono agresivo.
—Cielo, lo digo sin...
—¡Sin que! Claro, soy un mantenido y ya tienes derecho ha hablarme así.
—Lo que me dices no tiene sentido. No he dicho eso.
—¿Qué no has dicho eso? Llevas toda la semana recordándomelo ¡Y encima te vas con tu “jefe” por ahí!
—¿Crees que te pongo los cuernos?
—¡Soy el cuernudo del año!
La discusión evoluciona a gritos, malas palabras, reproches y molestias anteriores no solucionadas. Maldigo que nuestro hogar no sea mas grande para mandarlo a dormir al sofá y castigarlo como se merece.
He aguantado mucho, siempre he aguantado. Es mi marido pero su tono de voz es horrible. Siempre le he apoyado en su carrera como artista ¡Pero si es un mantenido! sus cuadros dan dinero, pero dan dinero durante un periodo de tiempo.
A las dos de la madrugada me despierto por un terrible estruendo y un grito. Mark enciende la luz y vemos tanto a Sombra como a Maya asomados a la ventana que va a la escalera de incendios.
—¿Dónde está Max? —digo al borde de un ataque de pánico.
—Creo que ha salido.
—¡Te he dicho que cerraras la ventana! —salgo a la escaleras de incendio y lo veo en el ultimo tramo de escaleras llorando, gritando— ¡No, no, no! —llego a él, empiezo a llorar cuando veo su sufrimiento— vamos, cielo, levántate —lo hace, no apoya la pata derecha. Y llora, llora, llora y llora. Lo cojo en brazos y subo arriba— tengo que llevarlo al veterinario.
—No nos lo podemos permitir.
—Dejaremos de comer si es necesario —mascullo— mira, no quiero ni que vengas. Egoísta de mierda.
—Vete a la mierda.
Maya y Sombra se pegan a mi como diciendo: ni de broma nos dejas aquí.
Dejo que me acompañen y vamos hasta el parking, dejo a Max en el asiento del copiloto que se queja con el mínimo movimiento y Maya y Sombra se quedan detrás obedientes.
Conduzco hasta la clínica veterinaria de urgencias más cercana. Mientras espero en un semáforo el movil de la empresa suena.
—¿Qué coño quieres ahora? —lo cojo— ¿Sí, señor Dagger? —giro a la derecha.
—Necesito que mañana vengas antes a la oficina.
—¿A qué hora? —giro a la izquierda y un capullo se salta un stop, freno de golpe y Max chilla dolorido— ¡Capullo! —le enseño el dedo corazón y me contesta con un ¡Zorra!
—¿Se puede saber que haces?
—Max se ha roto una pata, estoy yendo a urgencias —caigo en la cuenta de que es mi jefe y eso le importará una mierda— lo siento, señor Dagger ¿A qué hora me necesita mañana en la oficina?
—A las siete —dos horas antes— ¿Como se ha roto una pata?
—Lo siento, señor Dagger, tengo que dejarle.
—Dime donde estás.
Cuelgo y vuelvo a coger a Max en brazos. Maya y Sombra andan a mi lado obedientes. Están muy bien educados, no necesita correa, a veces se la pongo porque hay gente que le incomoda.
—Buenas noches —dice la secretaria.
—Creo que se ha roto una pata —una mujer vestida de rosa aparece.
—¿Cómo se lo ha hecho?
—Se ha caído por unas escaleras… no sé des de que tramo ni… no lo sé.
—¿Cómo se llama? —Max grita cuando le dejo en brazos de la enfermera, los ojos se me llenan de lagrimas.
—Max, tiene un año y medio. Nada de alergias ni ninguna operación anterior.
—Muy bien —quiero pasar con él pero la secretaria no me deja.
—Tiene que esperar en la sala de espera. Haremos todo lo posible —dice la secretaria.
Mierda. Mierda. Mierda. Maya y Sombra inquietos lloran delante de la puerta por no poder ir con él. Es increíble como se cuidan entre ellos…
—Chicos, venid aquí —obedecen con la cabeza gacha y con una expresión de tristeza.
Me siento en una de las sillas y ellos se ponen a mi lado. Menudo día de mierda. Mark y yo no paramos de discutir, mi jefe me saca de mis casillas todo el tiempo, pero tengo que callar y hoy me he comportado como una idiota con Liam.
Llamo a Liam llorando a moco tendido.
—¿Qué pasa? —dice de inmediato.
—Max se ha roto una pata —gimoteo.
—¿Cómo?
—Mark, se ha dejado la ventana abierta.
—¿Está contigo?
—Hemos discutido.
—¿Dónde estás?
—Estoy en un veterinario de urgencias…
—Voy ahora mismo, mándame la dirección —le digo la dirección y me cuelga antes de que pueda decir nada más.
Liam tarda en llegar cinco minutos, eso es que ha corrido mucho.
—¿Qué ha pasado con Mark? —Me echo a llorar como una cría. Nunca me ha gustado llorar delante de nadie. Liam me abraza y no dice nada, deja que llore. Cuando me tranquilizo un poco me veo capaz de hablar.
—Hemos empezado a discutir. Llevamos toda la semana discutiendo y algún tiempo con una tensión en casa… El muy gilipollas cree que le engaño con Erik.
—¿Quién es Erik?
—Nuestro jefe.
—¿Y porque...?
Le explico que anoche cené con él, pero que fue estrictamente profesional y que esta mañana he desayunado con él. Omito nuestro tema de conversación.
—… así que hoy cuando he llegado a casa estaba borracho otra vez, y hemos empezado a discutir.
—¿Había estado borracho alguna otra vez?
—Sí, pero eso no importa.
—Claro que importa. Me prometiste que Mark no se ha portado mal contigo nunca.
—No es lo mismo.
—No lo es ¿Alguna vez te ha pegado? ¿Faltado el respeto?
—Liam...
—Responde.
—Esto es lo último que necesito.
—Ya… Max se pondrá bien.
Todo lo que me dice el veterinario de guardia es que Max se ha hecho una pequeña fisura algo grave. Por eso el dolor que siente.
La factura es estratosférica, me dejan pagarla a plazos, lo agradezco. La amenaza de que no comeríamos si hace falta va a cumplirse. Coge a Max en brazos y me acompaña para dejarlo en el coche.
—¿El jefe ha intentado algo? —su pregunta me pilla desprevenida.
—No, Liam —me apresuro a decir— solo ha sido amable. La oficina se la quita por completo, es todo —asiente.
—¿Te acompaño?
—Estaré bien sola —y si vuelvo con Liam a casa si que me llamará infiel. Está celoso de Liam, es un hecho.
—Nos vemos mañana, preciosa —me da un beso en la mejilla y sube a su coche.
Conduzco hasta casa y cuando llego pongo a Max en el lugar de Mark. Me lame la mano como agradecimiento y Sombra y Maya se ponen a su lado. Mark me mira des del sofá.
—Cariño…
—Ni me hables.


Me preparo lo último comestible que tengo en la nevera. El alquiler es demasiado alto, tenemos la nevera vacía, y ahora hay que pagar esas pastillas de Max y el veterinario. Mark va a la ducha y me dan ganas de decirle que vaya a ducharse a casa de su madre.
—Nos tendremos que ajustar el cinturón, chicos —Maya ladea su cabeza— eso significa que los premios se han acabado, os queda esa media bolsa —vuelve a apoyar su cabeza en la espalda de Max.
Mientras cocino los miro de reojo y veo como Sombra le lame la cabeza a Max y este está dormido.
Tuve que adoptarlos a los tres, eran los tres de la camada que siempre estaban juntos. El cuidador me dijo que Max había nacido el último y que Sombra y Maya siempre estaban encima de Max. Se me hizo imposible separarlos.
Meto la mano en mi bolso y mientras como los últimos filetes de pollo consulto mi teléfono. No tengo más llamadas que la de Liam hace horas y de Kate.
Son las once, no es hora de llamarlos. Cojo el teléfono de la empresa y veo nada menos que trece llamadas perdidas y quince mensajes de mi jefe.
—Ostia puta —suelto el tenedor y los miro todos. Todos son tipo: «Llámame ahora mismo» algo como «Cógeme el teléfono» o «Soy tu jefe» y el mejor de todos «¿Quieres que te despida?»
No sé si llamarlo o no. Son las once. Seguro que está durmiendo… solo me faltaría despertarlo. Dejo el teléfono con sonido encima de la mesa y voy al baño agotada. Mark se ha ido por ahí con unos amigos, lo prefiero a tenerlo en casa intentando pedirme disculpas por todo lo de anoche. Me lavo los dientes y pienso en la escénita que me montará mañana ese imbécil, como me despida, tendré que irme a vivir bajo un puente.
Me meto en la cama y los tres me miran soñolientos.
—Buenas noches, chicos.
Apago la luz e intento dormir algo. Escucho entrar a Mark, entrar en la cama, darme un beso en la mejilla y dormir.
Por la mañana llamo a Kate y le cuento todo lo que ha pasado, de momento no le cuento lo de Mark, está arreglándose para salir, no es bueno meterle mas leña al fuego.
—…solo hoy, no quiero dejarlo solo así y Mark tiene que salir.
—No te preocupes, tampoco tengo nada que hacer en todo el día, no me llaman de ningún lado para trabajar. Puedes irte tú, tengo llaves, te llamo cuando esté con ellos.
—Te debo una.
—No. Me debes explicaciones, esta noche me las das.
—Sí, nos vemos. Te quiero.
—Y yo.
Me planto delante de mis tres chicos.
—Darle guerra a vuestra tía, Kate —les doy un beso a Sombra y Max— mantenlos a raya, pequeña —le digo a Maya.
—Cariño —dice esperanzado Mark.
—¿Qué quieres? —digo con aspereza.
—Sé como solucionar lo del cuadro —me sonríe pidiendo disculpas.
—Muy bien, cielo —digo en un suspiro. Le doy un beso rápido en los labios salgo de casa y conduzco mi viejo coche hacia la oficina, tengo que empezar a ahorra y un taxi sale más caro que conducir mi coche. Liam me espera en la puerta con su sonrisa juvenil e irresistible.
—Hola preciosa ¿Cómo está el pequeño Max?
—Le duele, pero bien.
Mientras entramos analizo mi situación; mi relación con mi marido está muy tensa, sus palabras fueron duras y me prometí a mi misma que jamás nadie me hablaría como lo hizo él anoche. Andamos mal de dinero y esto no irá a mejor, quizás hoy Mark tenga posibilidades en esa entrevista… creo que me comentó que era en el Times. Pero por supuesto, no dejará su carrera de artista, así que es una excusa para tenerme contenta.
Y una situación más de mi terrible vida en estos momentos, ayer no le contesté al teléfono a mi jefe prepotente que se cree el dueño del mundo.
—Estás ausente —dice Liam.
—Tengo muchas cosas en la cabeza —las puertas del ascensor se abren.
—¿Necesitas que te deje dinero? —salgo y choco contra el pecho de alguien mientras rechazo amablemente esa opción.
Miro hacia arriba y veo que es Erik… Mierda.
—Lo siento, señor Dagger.
—A mi despacho. Ahora —está furioso.
Me despido discretamente de Liam y me suelta un buena suerte, si solo necesitara eso...
—Cierra la puerta —sí, en efecto, todo su encanto y amabilidad ha desaparecido— siéntate —lo hago y frunce el ceño des de su silla. Va a despedirme— ¿Crees que puedes ignorarme cuando te llamo?
—Lo siento, señor Dagger, mi perro…
—Ya, lo sé. Pero cuando te hago una pregunta espero que la respondas, no que me cuelgues el teléfono.
—No volverá a pasar, señor Dagger.
—¿Qué le ha pasado a su perro?
—¿De verdad le interesa?
—No hago preguntas por que sí. Responde.
—Mi marido se dejó la ventana abierta de las escaleras de incendio.
—¿Porqué Parker quería darte dinero?
—¿Puedo volver al trabajo?
—Clark, responde las preguntas.
¡Joder!
—Porque cree que lo necesito —frunce el ceño y sigo antes de que vuelva a preguntarme con esa cara de perro rabioso ¡Hasta Sombra es más amable!— la factura del veterinario es cara y no pasamos un buen momento —me levanto de la silla y pretendo irme.
—Siéntate —dice tajante. Vuelvo a sentarme malhumorada— ¿Cuánto necesitas?
—No voy ha aceptar su dinero. Tengo un sueldo que recibo por trabajar. No aceptaré más, señor Dagger.
Pedir o que me dejen dinero me molesta soberanamente, no necesito la caridad de nadie ni dar lástima. Todo lo que tengo lo he conseguido por mi, así que no pienso aceptar nada de él, se cree un Dios todo poderoso por tener dinero y ser mi jefe ¿A que viene este humor cuando ayer fue amable e incluso hizo bromas? que la oficina lo transforme no es mi problema.
—Si no me lo dices te ingresaré yo la cifra que considere en tu cuenta bancaria.
—Puedo hacer frente a los gastos sola, gracias señor Dagger —salgo de su despacho y sé que me está matando con la mirada.
Vuelvo a mi mesa y me sumerjo en el trabajo para no pensar en la desastrosa situación que tengo en mi vida ahora mismo. A la una Liam viene a mi mesa mientras la impresora trabaja sin descanso imprimiendo los informes que me pidió Erik.
—¿Vamos a comer?
—No puedo —ni económicamente ni fisicamente. Tengo que acabar esto.
—Tienes que comer.
—Tengo que apretarme el cinturón, Liam.
—Oh vamos… es Coby’s, te invito yo.
El teléfono interno suena.
—Dígame, señor Dagger.
—Pasa a mi despacho —cuelgo.
—Lo siento, Liam, ve sin mi.
—Cuando te pones así eres imposible, me desesperas —se larga hacia el ascensor con el ceño fruncido.
Que más da que se enfade conmigo. Una persona menos. Cojo los informes recién imprimidos y paso a su despacho. Los dejo encima de la mesa.
—Los informes que me pidió.
—Gracias —se levanta y se mete su móvil en el bolsillo y coge la americana de la percha— coge tus cosas, vamos a comer.
—No. Tengo trabajo, señor Dagger.
—Deja de desobedecer, soy tu jefe.
—¿Qué parte del contrato me obliga a comer con usted y contestar preguntas innecesarias?
Sonríe, pero su sonrisa no va nada relacionada con lo que dice.
—Cuidado con ese tono, señorita Clark. He dicho que vamos a comer juntos, y vamos a comer juntos.
—El contrato no me obliga.
—Modificaré el contrato, entonces.
—¿Porque te empeñas?
—No me tutees.
—¿Porqué se empeña? —digo cada vez más cabreada.
—Porque quiero. Coge tus cosas y vamos.
Salgo del despacho primera, enfadada a más no poder. Cojo las llaves de mi coche y mi bolso.
—No cojas las llaves, vamos con mi coche.
¿Cómo se puede ser tan mandón?
La gente de la oficina cuchichea al verme salir con el jefazo. Ahora todos empezarán a especular, siempre lo hacen cuando alguien tiene un puesto mayor y pretenden pagar su frustración con la persona, pues sumémosles el echo de que el jefe es nuevo, yo una “novata” y una mujer. A esto le llamo patriarcado, el jefazo triunfador y la secretaria calentona e infiel.
Vamos al parking y mira todos los coches.
—¿Y el tuyo?
—¿Qué más le da? no vamos a subirnos en él —creo que me estoy pasando con el tono. Pero es que todos los hombres me sacan de mis casillas últimamente.
—Responde las preguntas… —me advierte.
—El escarabajo blanco —mira mi coche y frunce el ceño— ¿Y ahora qué? —murmuro para mi.
—¿Conduces esa chatarra?
—No es chatarra —digo ofendida— se llama Herbie —en honor a la película Herbie a tope— y es un regalo.
—¿Regalo de alguien que quiere ver como tienes un accidente?
—¿También incluirás al contrato el poder comentar todo sobre mi vida? —subo a su coche y antes de cerrar lo escucho.
—Quizás sí.
Nos mantenemos en silencio mientras me lleva dios sabe donde. El trafico a estas horas es algo terrible, habría sido mejor ir andando.
—¿Has aceptado la reunión con Müller? —pregunta de repente.
—No es asunto tuyo.
—Mia —me echa una miradita…— contesta mis preguntas, no me gusta repetir tanto las cosas y esto es algo que no paro de decirte.
—No. Todavía no.
—¿Lo harás?
—No lo sé.
—¿Tienes que ir a casa a ver a Max?
—Mi mejor amiga cuida de ellos.
—¿Y tu marido? ¿De qué trabaja?
—Es artista.
—¿Qué pinta?
—Pues no me ha dejado ver su última colección.
—Tiene tiempo libre ¿Entonces por que no los cuida él? —no me gusta contestar tantas preguntas.
—En realidad no tiene tanto tiempo libre, pasa la mayor parte del tiempo en su estudio.
Entramos en un restaurante de lujo y eso me pone algo nerviosa ¿Va a invitarme? no quiero que lo haga y yo no puedo pagarlo. Me pone de los nervios. Como echo de menos a Grace. Erik pide por mi lo que voy a comer y eso me cabrea más. Erik solo me enfada. Joder.
—¿Tu marido puede cuidar de tus perros una semana?
—¿Porqué…?
—Responde. La. Pregunta —Resoplo frustrada
—Sí, podría.
—Tenemos que ir una semana a Alemania y necesito que vengas conmigo.
—¿Para qué?
—Eres mi ayudante, eres traductora ¿Hace falta que te lo aclare más?
—¿Sabes? no tienes que ser tan borde conmigo —sonríe y decido darle un trago al vino antes que darle un puñetazo en la cara— ¿Para que tenemos que ir? el trato con Müller está prácticamente cerrado.
—No es por Müller ¿Conoces a la empresa Dagmar?
—Claro que la conozco.
—Christa Dagmar me llamó ayer por la noche. Cuando tendría que haberte llamado a ti —me reprocha— y me dio la posibilidad de que nuestra empresa distribuyera sus productos por Europa —me quedo boquiabierta ¿Cómo puede ser? la mismísima Christa le dio carpetazo a la propuesta de Grace.
—¿Cómo consigues estos acuerdos?
—Consigo todo lo que quiero, Mia —ruedo los ojos molesta por su arrogancia— nos vamos a finales de mes, salimos el lunes veintitrés y volvemos el treinta por la mañana. Reserva el vuelo y una habitación.
—¿Una?
—Perdón, dos.
Me lo apunto en los recordatorios de mi teléfono y lo guardo de nuevo en el bolso. La comida está deliciosa, la saboreo consciente de que no volveré a probar algo así en una temporada. Bueno, puede que durante esa semana si. He ido un par de veces a Alemania con Grace, pero han sido como mucho dos días.
—¿Cuanto llevabas con tu marido?
—Me casé con veinte años… y lo conocí con dieciocho —asiente por que haya contestado a la primera— ¿Tú tienes novia? —yo también tengo derecho a hacerle preguntas.
—No —niega con la cabeza para darle más ímpetu— ¿Y tus padres? —me encojo de hombros y sonríe— ¿De que trabajan? —abro la boca para replicar— contesta, Mia —vuelve a advertirme.
—Mi padre es… Charlie Clark.
—Vaya —dice asintiendo serio—, es muy bueno ¿Y tu madre?
—Sarah Sparks.
—Tus padres son unos genios, Clark ¿Por qué no seguiste sus pasos?
—No lo sé —me encojo de hombros.
No quiero pensar sobre ello, nunca me ha gustado.
—¿Hermanos?
—Sí, un hermano, de dieciséis años.
—Tiene que estar encantado de tener una hermana como tú.
—¿Una hermana como yo?
—Eres divertida ¿Y Liam Parker?
—Es un amigo —digo sin mas.
—Ya —se acaba su copa.
—¿Cuantos años tiene? —pregunto antes de que me suelte otra pregunta.
—Treinta y dos.
—¿Hermanos? —ataco de nuevo. Sonríe, sabe que hago.
—Un hermano y una hermana.
—¿De que trabajan sus padres? —suelta una pequeña risa y sonrío.
—Mi padre es empresario, en Alemania y mi madre murió hace unos años, cuando tenía dieciocho —mi sonrisa se esfuma.
Se me han quitado las ganas de hacer más preguntas. Me acabo el plato en silencio.
—¿Qué te ha incomodado? —dice mirándome fijamente.
—Nada —resopla ¿Que me haría si no contestara las preguntas?— hablar de muerte no me gusta —digo rápido.
—¿Porqué? —ahora lo descubriremos porque esto si que soy incapaz de contestar.
—No voy a responder.
—Responde.
—No —frunce el ceño y me encojo de hombros para decirle “Enfádate todo lo que quieras”. Esa respuesta abre una caja de mi vida que está cerrada hace mucho tiempo.
—Vámonos —dice cabreado. Deja dinero encima de la mesa, creo que son cien dólares y me parece una barbaridad, no puede habernos costado eso.
—Que tengan una buena tarde —dice el portero.
Lo sigo con paso acelerado, como me deje aquí plantada tendré que ir andando con el calor que hace y encima con estos tacones.
—No puedes enfadarte —me subo al coche con la respiración acelerada.
—Ponte el cinturón, Mia.
—He dicho que no puedes enfadarte —digo de nuevo.
—Ponte el cinturón.
—No te puedes enfadar.
Se inclina hacia a mi y busca el cinturón, en ese pequeño tiempo que está tan cerca de mi siento mi cuerpo reaccionar como si todavía siguiera en el instituto y fuera la primera vez que Mark se acerca a mi. Me pone el cinturón y no puedo decir nada. Me mira enfadado, pero parece que mi cara lo consuela y relaja su expresión poco a poco.
—He dicho que te pusieras el cinturón —murmura.
—Sí —digo algo confusa por lo que acabo de sentir. Miro mis manos sobre mi regazo como si fuera lo más interesante del mundo y relajo mis piernas. Por el amor de dios, vuelvo a ser una adolescente.
Ninguno de los dos dice nada cuando subimos juntos al ascensor y luego cada uno se va a su mesa de trabajo. Eso ha sido muy raro. Muy pero que muy raro. Hago lo de siempre, de cabeza al trabajo para no pensar. Reservo el vuelo y las dos habitaciones en un buen hotel, no reparo en gastos, si no me preguntará porque. Mark va a ponerse furioso… Imprimo las reservas y llamo a su despacho.
—Pasa —me acerco a la mesa y le dejo las dos hojas.
—La información de las reservas.
—Cierra la puerta al salir.
¿Que mosca le ha picado? Es culpa suya. Él ha invadido mi espacio personal.
Redacto lo necesario para la reunión de mañana con Müller. Continuo con algunos otros informes de final de semana y vuelvo a llamar a su despacho.
—Pasa —sigue con el mismo tono.
—El contrato para mañana con Müller y le he pasado por correo electrónico los informes que me ha pedido —le echa un ojo al contrato y me espero hasta que me diga que puedo irme.
—Puedes irte.
Liam viene a mi mesa cuando son las ocho y media, le sonrío a su cara de niño bueno irresistible. Me propone que vayamos a cenar pero rechazo la oferta, tengo todavía mucho trabajo y no es justo que vaya a cenar por ahí si Mark y yo estamos casi en la ruina.
—Pues déjame pasar luego por tu casa a ver a Max —hace un puchero— te prometo no decirle nada a Mark…
—Liam… no quiero echarle más leña al fuego entre Mark y yo…
—Lo entiendo. Hasta mañana, preciosa —me guiña un ojo.
Vuelvo mi mirada al ordenador y todos los de la oficina van desapareciendo. Tengo que acabar de redactar tres correos más, cuadrar la agenda para mañana... tenemos una reunión con la empresa china... el contrato con Müller.
¿Cómo sabe que Dominik…? ay dios. Esto cada vez se vuelve mas turbio.
—Vete a casa —Erik está delante de mi mesa. Pego un brinco y lo miro de mala gana.
—Tengo que hacer un par de cosas y me voy —sus ojos azules me miran enfadado. Siempre lo está, que mas da.
—Es tarde. Son las diez.
No quiero llegar a casa. No quiero ir con Mark, necesito descansar de él, necesito descansar de nuestro matrimonio. Ale, ya lo he dicho.
—Cuadro la agenda y me voy —le sonrío pero no desaparece de delante de mi mesa. Lo miro y sonríe de lado. Apoya sus manos en mi mesa y se inclina hacia adelante.
—Hazme caso, Mia. Aprende a hacerme caso —lleva el dedo índice a la pantalla y apaga la pantalla de mi ordenador. Por lo menos no ha apagado el sistema central, lo habría perdido todo.
Llevo una mano a la pantalla vacilante y la enciendo de nuevo.
—He dicho que tengo que acabar esto —coge mi mano antes de que pueda separarla y me paralizo. Otra vez, tengo dieciocho años y Mark me está sonriendo, así que me quedo paralizada, totalmente paralizada. Un terrible cosquilleo me recorre todo el cuerpo por su tacto.
¿Que demonios me pasa?
—Obedece —su mano no aprieta ni es amenazadora, al revés es totalmente agradable y… sensual, sigue con esa sonrisa. Mis hormonas están a flor de piel, así que lo que siento no es ni la mitad de verdadero. Escurre sus dedos por mi mano y apaga de nuevo la pantalla.
Quiero volver a encenderla, saber que pasa si no le hago caso. Pero no conviene que vuelva a quedarme como una tonta delante de él, no conviene pensar esto estando casada. Sigue mirándome esperando a que actúe y las ganas me matan. Quiero desobedecerle. Humedezco mi labio inferior que se me ha secado por los nervios, la excitación, por todo y lo muerdo.
Estás casada, Mia. Estás casada…
Me repite esa Mia responsable
—Obedece… —dice con la voz ronca, me enciende al momento. Pero eso tampoco conviene que lo sepa.
Me levanto muy digna de la silla y cojo mi bolso y mis cosas. Se mete la mano en los pantalones y veo que en ese traje caro la tela está tirante en la zona de su entrepierna.
No Mia, no conviene que eso te ponga... es tu jefe. Estás casada. Muy casada. Casadísima, cuatro años.
Estar a dieta no impide ver el menú.
Callo a esa Mia irresponsable.
Me pongo por delante de él para ir al ascensor y entra conmigo. Miro hacia abajo disimuladamente y…
¡Pero no le mires el paquete!
¿Porqué se ha puesto así? joder. Que calor ¿Porque tarda tanto en bajar el puñetero ascensor? En cuanto las puertas se abren en el parking salgo corriendo hacia mi escarabajo y ignoro a Erik y su erección. Me subo al coche y miro hacia el suyo. Lo veo sonreír y mirarme fijamente. Sonrío inconscientemente y enciendo a Herbie. Paso por delante de su coche y me sigue con la mirada. Bajo las ventanillas de Herbie para que entre un poco de aire y voy directa a casa.
Necesito librarme pronto de mi mejor amiga y quedarme con Mark. 

21 de Octubre de 2018 a las 11:18 0 Reporte Insertar 0
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1

—El nuevo cambio de director no afectará vuestros puestos de trabajo —dice mí ahora ex-jefa.

—¡Pero si el salario! —replica la chica de contabilidad.

—Es todo, chicos —Grace se acerca a mi— voy a echarte de menos... —suspira.

—Nos seguiremos viendo —me da una lástima perder a mi jefa...

Después de quince años llevando a la compañía a lo más alto, un capullo ricachón la ha comprado a los jefazos. Así que ella tiene que marcharse de la empresa y de la sede aquí en Nueva York. Se llama Erik Dagger y como se atreva a despedirme le paso la factura de mi piso y le transmito todo lo que me dirá Mark.

—Llegará en cualquier momento —murmura— viene de Alemania —está destrozada, pero eso no lo va a admitir, estamos echas de la misma pasta. Nada de debilidades en la empresa.

—¿Qué vas ha hacer...?

—Mi marido necesita una secretaria.

—Puedo darte algún consejo —le guiño un ojo y sonríe.

—Dame un abrazo... —extiende sus brazos— voy a echarte de menos, pequeña.

—Señora Campbell ¿Sigue aquí? —esa voz es firme. Grace se separa de mi y me sonríe, coge su bolso de trescientos dólares y se larga con la cabeza bien alta.

—Tu debes de ser Mia Clark.

Alto, pelo rubio y ojos tremendamente azules, joven, me esperaba un viejo. Tiene unos treinta y pocos años. Un estirado de mucho cuidado con ese traje de cientos de dólares. Vale, admito que quizás es guapo, tiene las facciones marcadas y eso es algo que me ha gustado siempre en un hombre.

—Sí, seré su secretaria, señor Dagger —profesionalidad ante todo. Extiendo mi mano y la estrecha con una sonrisa.

—Secretaria y ayudante. Te subiré el sueldo —y eso es música para mis oídos. Necesitamos dinero.

—Como prefiera, señor Dagger.

—Pasa a mi despacho, tendré que explicarte cómo se hacen las cosas bien echas —pero esa prepotencia no será fácil de llevar.

Me da una terrible charla de una hora. Tendré que ayudarle en todo, en cada reunión estaré yo para tomar notas y redactar un informe, para ponerme en contacto con los clientes y organizar reuniones. Lo hacía ya, pero no de este modo. Es un capullo integral...

—...y la vestimenta.

—¿Qué le pasa a mi vestimenta? —no tenemos un código establecido, pero son vestidos elegantes o pantalones de traje. Soy consciente de que la compañía necesita una buena imagen de cara a los clientes, somos la empresa de comercio internacional más prestigiosa y damos una imagen.

—Aquí tienes lo que necesitas —me da un papel.

Una simple falda de tubo y una blusa blanca con zapatos de tacón negro. La típica vestimenta de secretaria porno. Pero estoy seguro que no ha visto unas tetas en su vida.

—¿Algo más señor Dagger?

—Tráeme un café solo con sacarina —genial. No es autosuficiente.

Voy a la cafetería y pido un café solo con sacarina.

—¿Qué tal el jefazo? —pregunta Liam curioso.

—Buenos días a ti también —le digo con una sonrisa.

—Sí, buenos días preciosa —me da un beso en la mejilla— el jefazo —insiste.

—Un capullo.

—Estás resentida porque Grace se ha ido.

—Ella se merece más el puesto —cojo el café y la sacarina.

—No lo tomas así.

—Es para él —asiente.

—¿Comemos juntos? —dudo en hacerlo.

—Te digo algo —me mira de mala gana— enserio, no te estoy dando largas, Liam.

—¿Voy a tener que ponerme celoso de nuestro jefe?

—Va a pagarme más —le sonrío y me mira con dulzura.

Vuelvo a su despacho y entro para darle el café.

—Tienes que llamar a la puerta —es cuadriculado, eso lo sé.

—Como quiera, señor Dagger.

—Al menos te sabes los códigos de referencia

¿¡Cómo que al menos!? Capullo.

—¿Puedo volver a mi puesto de trabajo?

—Sí, cierra la puerta al salir.

Me sumerjo en el trabajo que había dejado a medias para no pensar en cómo voy a soportar ese humor. Puede que sea sólo hoy, el primer día ¿No?

El teléfono interno suena en mi mesa, la llamada es del despacho.

—¿Si, señor Dagger?

—Pasa a mi despacho.

Ni por favor ni nada.

—Dígame, señor Dagger.

—Necesito una lista de todos los empleados de la planta, y los expedientes de cada uno, el seguimiento de cada uno; horas de trabajo, sueldo, trabajo factible.

Dios mío. Me va a llevar días, pero esto es malo. Va a despedir a alguien, va ha hacer limpieza.

—¿Necesita el mío?

—Por su puesto ¿O no eres de la plantilla? —dice de lo más borde.

Mierda. Mierda. Mierda. Me voy a quedar sin trabajo... o no, hace unas horas me ha dicho que tendré más trabajo, que me subirá el sueldo. Respira Mia. Todavía no te quedarás debajo de un puente.

—Sí, disculpa señor Dagger —le sonrío pero él sigue con su cara estirada— ¿Algo más, señor Dagger?

—No. Puedes irte.

—De dos a tres es mi hora de la comida, si necesita algo puede llamarme al teléfono de empresa —le señalo un papelito que he dejado esta mañana con el teléfono móvil que llevo encima las horas de trabajo.

—¿Dónde va a comer?

—¿Señor? —no entiendo.

—Me ha escuchado.

—Eh... en un restaurante que hay aquí delante de comida rápida.

—¿Sola?

—No... con un amigo...

—¿Compañero de trabajo?

Y mi mente vuela a todas las opciones posibles donde puede encontrar alguna pega; o le importará una mierda que vaya con Liam o me dirá que las relaciones están prohibidas en la empresa. Aunque Liam y yo solo nos llevamos bien.

—Sí, señor Dagger.

—¿Tienes novio? —bueno, más que eso.

—No ¿Necesita algo más, señor Dagger?

Deja de preguntarme sobre mi vida, gracias.

—¿Cuántos años tienes, Mia?

—Veinticuatro.

—¿Estudios? —es una entrevista de trabajo.

—Traducción e interpretación y un máster en marketing —asiente complacido.

—¿Tienes pensado tener hijos?

Oh... es uno de estos jefes. Cuando las mujeres decimos que sí, mágicamente, a la semana siguiente encuentra una pega por la que despedirte, coger la baja por maternidad sale muy caro.

Contesto con sinceridad.

—No.

—¿Por qué? —me encojo de hombros— responde.

—No lo sé. No me gustan los niños, señor.

—Puedes irte.

Cuando voy hacia la mesa de Liam este me recibe con una sonrisa de oreja a oreja. Es demasiado guapo... tiene a todas las chicas de la oficina locas… pero parece que solo tiene ojos para mi, a pesar de que no pasa de lo amistoso y algún comentario subido de tono. Siempre en broma, hemos tenido ese comportamiento siempre.

—Hola preciosa —se levanta de un brinco— ¿Vamos?

—Sí.

Se pone a mi lado y vamos juntos hacia el ascensor. Liam me sonríe, pero pone mala cara cuando uno de nuestros compañeros se acerca.

—¿Dónde vas a comer, Mia? —pregunta curioso Esteve.

—Con Liam en Coby’s.

—¿Me puedo apuntar?

Liam le dice que ni de broma con la mirada, pero bah, o Esteve está demasiado ciego o se hace el sueco.

—No —le dice Liam antes de que pase lo de siempre— tengo que hablar unas cosas con Mia.

—Otro día, Esteve.

—Claro ¿Tomamos una copa después del trabajo? —dice esperanzado.

—Su marido la espera en casa —dice Liam de inmediato.

Esteve se va cabreado por las escaleras.

—Gilipollas... —murmura Liam.

—Eres demasiado duro con él.

—No es suficiente para ti.

Liam actúa como el hermano mayor que nunca he tenido, es un mejor amigo muy protector. Me parece adorable. Estudiamos juntos y solicitamos la misma empresa para poder hacer las prácticas juntos, ambos somos brillantes, así que se quedaron con nosotros. No sé que haría sin él y sin Kate.

Volvemos a la oficina después de comer, me siento en mi silla, al lado del despacho del jefazo. Liam para delante de mi mesa.

—Vuelve al trabajo —digo divertida.

—Vamos al archivo un momento… —sonríe sugerente y con tono de broma.

Vale, no voy a decir que no me atrae y que hemos bromeado sobre eso un par de veces, pero si pudiera pasar algo entre nosotros eso fue antes de conocer a Mark, Liam y yo nos hemos criado juntos, así que es inevitable que haya este tipo de bromas entre nosotros y más con nuestra personalidad.

—Liam —Margaret se pone a su lado, le dice algo al oído y el sinvergüenza sonríe y asiente. Ella se va más que contenta.

—No quiero saber lo que te ha dicho —digo divertida.

—Mejor. Bueno preciosa, ya que no quieres venir conmigo al archivo, me tendré que poner a trabajar.

—¿Tú trabajar? ¿Sabes que eso? —me enseña el dedo corazón.

El teléfono interno suena.

—¿Sí, señor Dagger?

—A mi despacho —colgamos y me levanto.

—Señor Dagger —dice con burla— creo que me gustaría probar contigo un juego de roles.

—Estás enfermo —suelto una risa y me acerco a la puerta de mi jefe.

—Hasta luego, preciosa.

Entro y el señor Dagger mira la pantalla con el ceño fruncido sin hacerme caso. Me quedo ahí plantada hasta que decide mirarme.

—Esta noche cenarás conmigo.

—¿Qué?

—Tenemos una reunión importante con Müller.

—¿Has conseguido una reunión con Müller? —me siento en una de las sillas y sonríe orgulloso. Claro que está orgulloso, pienso hacerle un pedestal.

Müller es dueño de una empresa de tecnología alemana impresionante, una multinacional increíble que destaca por encabezar cada año la lista de empresas más cotizadas del mundo, si conseguimos un trato con la empresa Müller… se va ha hacer de oro.

—Sí, señorita Clark —está de mejor humor por lo que veo— soy Erik Dagger, nada se me resiste —se levanta de su silla y mira por el ventanal que tiene detrás suyo— a las diez iré a buscarla a su casa. Puede irse.

Me pongo a trabajar en los dichosos informes y preparo lo necesario para la entrevista. Tendremos que pactar el contrato así que redacto uno estándar con autoridad para modificarlo después. A las ocho y media me despido de Liam sin decirle apenas nada, cuando vuelvo a casa mi estado de humor cambia por completo, es como si me transformara, Liam me tiene contenta todo el día, pero en cuanto salgo del edificio y me subo al coche me pongo de mal humor.

Abro la puerta de casa y mis chicos vienen a saludarme.

—Hola princesita —le doy un beso a Maya en la cabeza— hola Max ¿Y a quién tenemos aquí? hola Sombra —los tres me saludan con entusiasmo— ¿Me habéis echado de menos? ¿Habéis echado de menos a mami? —digo con voz chillona.

—Son perros, no bebés —Mark me da un beso rápido en los labios— ¿Cómo ha ido el trabajo?

—Bien —respondo sin mas.

Mis pequeños siguen contentos por que haya vuelto, mueven sus colas y esperan sentados a mi lado a que les siga dando mimos.

—Mami tiene que irse —les digo a mis tres preciosos Huskies.

—¿Dónde? —pregunta Mark.

—Mi nuevo jefe ha preparado una reunión con los alemanes —voy hacia nuestra cama y empiezo a desnudarme.

Todo es muy frío, soy consciente de ello, pero nuestro matrimonio está pasando por un bache tremendo. Se vino a vivir conmigo cuando llevábamos solo tres meses casados… nos casamos con veinte años. Muy jóvenes, eso también lo se. Pero el amor te hace cometer estupideces.

Visto de esta manera es como si no quisiera a Mark, no es eso, le quiero, claro que le quiero…

Paso por al lado del diván y me meto en la ducha. El piso era perfecto para una chica sola. No hay paredes ni intimidad, es un estudio, un solo espacio, me encantaba estar sola aquí con mis tres preciosos hijos.

—¿De noche? —dice Mark detrás del diván.

Me ducho rápido e intento calmarlo a la vez.

—El alemán ha concertado la hora —me envuelvo en una toalla y me mira con los brazos cruzados— Maya, tráele a mamá los zapatos de tacón —Maya me mira con esos ojos azules cristalinos y meneando la cola va hacia el zapatero y coge primero uno, después el otro y me los deja delante— buena chica… —me pongo el vestido negro ceñido.

—¿Y porqué vas tan guapa?

—Por que es una reunión importante, cariño —me pongo en pie sobre mis tacones— ¿Me subes la cremallera? —me la sube y resopla— cielo, volveré después de la reunión ¿Vale?

Como si Max lo entendiera se planta a mi lado y con la patita toca mi pierna y hace un pequeño sollozo. Me agacho y le acaricio la cabeza.

—¿Sabes cuanto hace que no lo hacemos? —me pongo en pie y lo miro.

No pasamos por un buen momento, como artista es un genio, de verdad, pero está tardando demasiado en su última obra y el estrés de no llegar a final de mes me trae de cabeza, somos cinco. No quiero hablar de esto ahora, tiene pinta de ser una conversación muy larga.

El interfono suena y sé que es Erik.

—Te veo luego, cariño —le doy un beso en los labios y me despido de mis tres pequeños— portaos bien, chicos —cojo mi bolso de mano y meto las llaves, mi móvil y la cartera. Cojo también los informes y contratos que tengo en la carpeta negra impecable. La ultima mirada de Mark me deja un mal sabor en la boca. No quiero pelearme con él y es lo que pasará al volver a casa.

Erik espera impaciente delante de su BMW negro.

—Has tardado mucho —me regaña.

—Lo siento.

—¿Traes lo necesario? —me mira de arriba a abajo de forma disimulada, pero lo he pillado.

—Sí, todo aquí —hago que vuelva la mirada a la carpeta y deje mi vestido.

—¿Tienes perros?

—¿Cómo lo sabes…?

—Estás llena de pelos —me miro y veo el contraste de mi vestido negro con algunos pelos blancos.

—Mierda —me froto el vestido intentando librarme de algunos. Tardo demasiado, pero merece la pena la situación. Lo pillo mirando y no sé si me parece asqueroso o halagador.

—Se ha puesto muy elegante.

—Gracias, usted también —y es cierto. Será un capullo arrogante, pero es guapo y sus trajes no lo son menos, ahora lo sumas todo y…

Me llega un mensaje al móvil y veo que es Liam.

Liam: al salir te he visto algo apagada ¿Todo bien en casa?

¿Qué espera que le diga? sabe perfectamente como está la relación con Mark.

—¿Va todo bien? —¿Ha dejado su actitud de mierda en la oficina?

—Sí —mentira.

—Me dijo que no tenía pareja.

—Y no tengo pareja, señor —mira mi anillo de casada— es mi marido.

—Bueno, cuando preguntaba sobre pareja, preguntaba sobre su relación con alguien —parece molesto.

—Perdona, señor Dagger.

—Müller es algo… excéntrico —me advierte— tenga paciencia.

—¿En que sentido? —no me responde.

—Mantente a mi lado y ya está.

¿Qué les pasa a los hombres?

Cuando llegamos al restaurante Erik le da las llaves al aparca coches y entramos los dos dentro, nos llevan a un reservado donde el alemán nos espera con su jovencísima y guapa secretaria.

—Buenas noches, Dagger —le estrecha la mano a Erik.

—Buenas noches, Müller. Ella es mi ayudante, la señorita Clark —y menudo alemán… me coge la mano y la besa. Es moreno con los ojos azules, tendrá la misma edad que Erik, unos treinta y… dos. Es alto y tiene ese acento tan gracioso pero sexy.

—Es todo un placer, señorita Clark —me sonríe de una manera tan sexy...— ella es mi ayudante, Leila Wills —Erik solo le estrecha la mano y el alemán me mira con descaro, aparto mi mirada incómoda. Estoy casada, señor alemán.

Estar a dieta no impide ver el menú…

—¿Nos sentamos?

Tanto su secretaria como yo ponemos empeño en recordar todo lo que se dice mientras cenamos, aunque como era de esperar, aceleramos el ritmo y cogemos nuestras agendas para tomar anotaciones mientras ellos hablan. El alemán de vez en cuando me echa una miradita de esas que… joder. Pero es alemán, vuelve a la conversación.

Hacemos las rectificaciones del contrato y el acuerdo ¡El trato está cerrado! Nos estrechamos las manos y quedamos en que pasará a firmar el contrato el viernes a primera hora. Salimos fuera tarde, son las doce y media de la madrugada.

—¿Necesita que la lleve a casa? —pregunta Müller mientras su ayudante se aleja hacia su audi.

Sí. Sí. Sí.

La Mia irresponsable salta de alegría.

—No se moleste —se adelanta Erik— yo la llevaré.

—No es molestia —me acuerdo de lo que me ha dicho antes mi jefe y como me ha mirado en el restaurante. No tengo ganas de malentendidos… aunque una parte de mi se muera por los malentendidos.

—No se preocupe, señor Müller, el señor Dagger me llevará a casa, tengo unas cosas en su coche.

—Muy bien, espero verla pronto, señorita Clark.

Dagger pone una mano en mi espalda y me conduce sutilmente hacia el coche. Ha sido amable toda la noche, definitivamente, cuando entra a la oficina se transforma.

—No ha sido tan excéntrico como esperaba.

—Supongo que también me refería a la forma en como mira a las mujeres.

—¿Lo conocía de antes? ¿De qué?

—Lo conozco de antes, es todo lo que necesitas saber.

No me da más pistas y creo que yo tampoco tengo ganas de pedírselas. Vuelvo a casa, vuelvo con Mark y su estupendo cabreo… Erik para el coche y me mira.

—Has estado a la altura, tengo que felicitarte —me sonríe amablemente.

—Gracias.

—Nos vemos mañana en la oficina, buenas noches señorita Clark.

—Buenas noches, señor Dagger.

Bajo del coche y entro en mi edificio, llamo al viejo ascensor, subo la vieja vaya metálica y dentro la vuelvo a bajar y le doy al tercer botón. Es uno de esos ascensores viejos de fábrica, tiene su encanto.

Cuando llego mis pequeños me miran adormilados y Maya es la única que se levanta a saludarme, los demás no se mueven, solos sus colas levemente. Le sonrío y complacidos cierran los ojos de nuevo.

—Hola, pequeña —le doy un beso en la cabeza. Me lame la mano y luego mueve su cabeza para que la acaricie— ¿Has mantenido a raya a los chicos? —miro el piso ordenado— buena chica —Adopté a estos tres monstruos el año pasado. Tienen un año y medio— Venga cielo. A dormir —se sienta y deja que me aleje hacia la cama.

Me desnudo en silencio y enciendo la lamparilla, parece que Mark está durmiendo. Me meto en la cama y antes de apagar la luz Maya se sube a la cama y se tumba a los pies apoyando su cabeza en mis tobillos. Le sonrío, mueve la cola y cierra los ojos.



Las mañanas son algo caóticas, pero hoy Mark y yo estamos de buen humor, nos quedamos un poco más en la cama besándonos y nos ponemos mas tontos de lo normal. Dios, agradezco la tregua. Me gusta que Mark y yo estemos tan bien.

—¿Quieres hacerlo? —se pone encima de mi y noto su erección matutina. Le respondo un tremendo sí con un beso y sonríe contra mis labios. Me toca mis pechos y luego cuela una mano dentro de mis bragas— estás muy buena —jadea. Me las quita y entra dentro de mi.

El sexo con Mark siempre ha sido bueno, pero convencional. Él me pone y yo a él, eso es indudable y la confianza que tenemos lo acaba de hacer todo mejor, pero me aburro y acabo fingiendo el orgasmo para no frustrarlo. La primera vez que no tuve un orgasmo con él se deprimió tanto que tuve que decirle que mi abuela había muerto y era culpa mía.

Tan cariñosos después del sexo, nos metemos en la ducha y volvemos ha hacerlo, esta vez algo más calmados. Cuando salgo de la ducha cojo a mis chicos y los saco a pasear a Prospect Park. El haberme quedado más rato con Mark me quita de mi hora para correr, pero creo que no me importa. Ha sido un momento de pareja.

Max provoca a Sombra para que juegue con él y este al final accede, pero como de costumbre, los dos se pasan jugando y acaban peleándose de verdad y Maya interviene con cuatro ladridos que hace que se separen de inmediato.

—¡Mia! —se acerca corriendo a mi y mis chicos lo miran curiosos.

—¿Jacob? —me aseguro.

—Sí.

—Cuanto tiempo… —le abrazo y le doy un beso en la mejilla.

—Estás guapísima —Sombra le enseña su perfecta dentadura y Max le acompaña solo porque su hermano lo hace.

—¡Sombra! ¡Max! —los regaño. Al momento se tumban en el suelo con la cabeza agachada— lo siento.

—No te preocupes ¿Dónde vas?

—Vuelvo a casa, tengo que ir a trabajar.

—Te acompaño —reanudamos el camino— ¿Cómo te va?

—Muy bien, no puedo quejarme ¿Y tú?

—Muy bien —sonríe— ¿Sigues trabajando en ese taller?

—No. No. Estoy en una empresa de comercio —le pongo la correa a los tres.

—Oye ¿Te apetece salir a tomar algo algún día?

—Como amigos, claro.

Mira mi anillo.

—Vaya. Enhorabuena ¿Quién es el afortunado?

—Mark.

Jacob, Jacob, Jacob... fue el psicólogo que estuvo me trató cuando tuve esos problemas…

—¿Qué haces en la ciudad?

—Un cliente que se ha mudado, pero vuelvo al pueblo en unos días…

—Te llamo yo ¿Vale?

—Perfecto —me da un beso en la mejilla— me ha alegrado verte —Sombra y Max siguen en las mismas.

Me disculpo por ellos y se aleja. Me agacho delante de ellos.

—A ver chicos —se sientan de inmediato y me miran atentamente— no se gruñe a los amigos de mamá ¿Queda claro? —Max estira el morro y su lengua se ocupa de chupar el dedo amenazador que tenía delante de ellos. Sombra se une.

—Son listos —pego un brinco al escuchar a Erik.

—¿Qué hace aquí?

—Te dejaste esto en el coche —me da mi cartera. Soy un desastre...

—Podrías habérmela dado en la oficina.

—Lo sé —mira su coche luego a mi— ¿Quieres que te lleve?

—No es necesario, señor Dagger.

—Necesito hablar contigo de algunos asuntos, así que es necesario. Sí.

—Vale... subo un momento y vuelvo a bajar.

Ni siquiera he desayunado. Es muy temprano, todavía tenía tres cuartos de hora para empezar la jornada.

—Te espero aquí —su mirada viaja a mis chicos y como si los encantara, se acercan a él para saludarlo abiertamente.

—No puede ser —Erik me sonríe, tiene una sonrisa de escándalo.

—¿Qué pasa?

—Siempre son muy protectores...

—Son muy buenos —le acaricia la cabeza al gruñón de Sombra y este parece encantado— ¿El gris como se llama? Quiero decir, este.

—Sombra.

—¿La blanca? ¿Es una chica?

—Maya.

—¿Y el negro?

—Max.

Se levanta y sonríe abiertamente. Sabe que esa sonrisa puede conseguir muchas cosas, pero sonrisas bonitas he visto muchas.

—Cielo —Mark se pone a mi lado y me coge de la cintura— ¿Quién es?

—Mi jefe —me apresuro a aclarar.

—Erik Dagger, su jefe —extiende su mano.

—Mark, su marido —le da un apretón de manos.

—Esto... llegas tarde, cariño —Mark se mira el reloj que le regalé para su cumpleaños la semana pasada.

—Es verdad. Te veo luego cariño. Te quiero.

—Y yo.

—Un placer —se vuelven a estrechar las manos seriamente.

Dejo a Erik abajo y subo con los chicos. Les pongo la comida y antes de que se lancen a ella los miro seriamente.

—Portaos bien. Maya, mantenlos a raya.

Me dirijo a la puerta y atacan su comida. Erik me espera con el teléfono a la oreja, en cuanto me acerco cuelga y se mete directamente en el coche, lo imito y se incorpora al tráfico.

—¿Cuándo te casaste con tu marido?

—A los veinte, señor.

—Demasiado joven.

Quiero decirle que se meta en sus asuntos y no me juzgue. Pero sé que hablaría mi frustración por mi matrimonio temprano y me jugaría mi trabajo.

—¿Has desayunado?

—No —se desvía del camino principal hacia la oficina— ¿Dónde vamos?

—A desayunar.

—Señor Dagger. Llegamos tarde, tengo mucho trabajo y…

—Soy el jefe —dice tajante— puedo llegar tarde si quiero.

—Pero yo no… tengo trabajo.

—Señorita Clark, le doy permiso para llegar tarde.

No entiendo una mierda y supongo que será mejor no darle más vueltas. Tampoco sé que tema importante quiere tratar.

—Usted y Parker tenéis algo —no es una pregunta.

—No, señor. Estoy casada, y Liam es un amigo.

—He escuchado como habláis y su marido no parece el tipo de hombre que acepte que su mujer hable así con otros…

—¿Es una amenaza?

—No. Solo una pregunta.

—Liam y yo somos buenos amigos, nada más, señor Dagger.

—Ya…

Entramos a la cafetería y nos sentamos en la mesa más alejada y más tranquila. Me traen mi capuchino y a él su café solo con sacarina. Me mira a los ojos directamente, me presiona y realmente no sé que quiere. No sé que hago desayunando con mi jefe.

—Deberías comer algo —dice.

—No tengo hambre, señor Dagger.

—Fuera del trabajo puedes llamarme Erik —asiento más que confundida y pide un cruasán para mi que no tarda en llegar— come.

—No me apetece, señor Dagger —alza una ceja— perdón, Erik.

—Relájate.

Me llega un mensaje al teléfono de la empresa. No debería llegar nada, es el móvil personal de empresa solo para que Erik me diga lo que necesita. Lo miro y veo que él también siente curiosidad.

Desconocido: buenos días señorita Clark. Soy Dominik Müller.

Es un mensaje donde me regala los oídos diciendo lo mucho que le impresioné ayer y lo mucho que le gustaría revisar el contrato a solas.

—¿Puedo verlo? —me pide permiso aunque sabe muy bien que no lo necesita, técnicamente el teléfono es suyo. Mientras lee el extenso mensaje como algo del cruasán para no tener su mirada encima mientras lo hago y para que me deje no acabarlo— no puedes ir.

—¿Porqué? —puede que no sea muy profesional pero lo que quiere es aclarar algunas cláusulas del contrato.

—¿Hace falta que te explique porque, Mia? —suelta una risa ante mi indiferencia— le repito que no creo que a su marido le guste.

Y dale con mi marido…

—No sé que tiene que ver con el señor Müller.

—Dominik no pretende aclarar cláusulas, Mia. No vas a ir —y lo pillo tarde. Me siento avergonzada por su risa burlona hacia mi.

—Lo que haga después del trabajo y fuera de él no es de tu incumbencia.

—Mia Clark, ese hombre no le conviene. Estás casada.

Qué pesado con el que estoy casada…

—¿Y si quiero aunque no me convenga y esté casada? —me acabo el café todavía ofendida y avergonzada

¡No soy ninguna mojigata!

—¿Te va el sado? —y mi lado más mojigato hace que mis mejillas ardan y me sienta escandalizada porque mi jefe pregunte eso y de esa manera tan directa.

—¿Perdona? —sonríe— si va a seguir riéndose de mi, señor Dagger, será mejor que lo haga en la oficina, fuera de ella no tengo porque aguantar esto.

—Siento haberte ofendido —le da un trago a su café— Dominik solo quiere eso de ti.

No sé que me incomoda más, que un hombre quiera practicar ese tipo de sexo conmigo o que Erik lo sepa. Le doy un trago a mi café y me lo acabo.

—¿Cómo lo sabe?

—Por que lo sé.

—¿Y si a mi me gusta? —alza ambas cejas sorprendido y eso me ofende aún más.

—No pensé que… Mark no parece el típico chico que… —hace una pausa— la verdad es que tienes la actitud.

La conversación ha perdido demasiado el hilo y me está incomodando ¿Qué narices sabe él de eso? ¿Y qué coño le importa?

—Creo que deberíamos ir ya a la oficina —digo.

Paga la cuenta y volvemos a su coche en silencio.

—Así que aceptarás la oferta de Dominik, aunque estes casada.

—Es asunto mío.

—Por supuesto. 

20 de Octubre de 2018 a las 21:51 0 Reporte Insertar 1
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