No puedo hacer nada para que me notes. En la intemperie de tus ojos puedo ver indiferencia hacia alguien como yo.

La belleza es subjetiva, lo supe cuando te conocí. Mis ojos no pueden verte, pero mis manos pueden sentirte. ¿Por qué te fuiste de mi vida? No me refiero a alejarte por elección propia. Le temo a la muerte, nunca se sabe cuándo aparecerá. Me queda el recuerdo de tu fragancia a vainilla, la pulsera de corazones que me regalaste en nuestro primer aniversario como pareja y las miles de cartas escritas en braille.

Nunca sabrás cuáles historias son ciertas en mi vida. Soy el único que puede saberlo. El único que conoce sus propias verdades y mentiras. El único que ve claramente lo que pasa por su mente.

Todos los días paso cerca de tu casa con la esperanza de poder verte nuevamente, aunque sea una última vez. Quiero confesarte algo: aún siento amor por ti, como el primer día. Reconozco que nuestra relación terminó mal y asumo la responsabilidad por ello. Nunca debí haber escrito esa carta en la que mencionaba que ya no estaba enamorado de ti. Me odio por haber escrito semejante mentira y por haberte entregado ese estúpido pedazo de papel.

Y, ¿acaso quieres caminar de mi mano sin miedo a las miradas que la gente nos lanzará?

Te besé la mejilla bajo un cielo estrellado. Tu sonrojo notorio nunca pude sacar de mi mente. Te dije con una sonrisa divertida: Estás roja como un tomate, y solo provocó más nerviosismo de tu parte. Fuiste mi primer beso y mi primer amor sincero.

Te gustaban mis ojos dorados, que irradiaban brillo cada vez que venías a mí, chica celeste llena de pesares. Lamentablemente, escapaste sin dirección bajo la sombra de un árbol gris, dejándote caer desde la cima de un cielo sin estrellas, y no pude detenerte. Era demasiado tarde para volver a tenerte.

Estás sentado en el balcón. Alzas ligeramente la mirada hacia el cielo, observando con atención las luces naturales del universo: la luna y las estrellas. Te preguntas si estarán cuidándola como solías hacerlo, y una lágrima rueda por tus mejillas de algodón, danzando al son de la lluvia recién comenzada. Un sentimiento nostálgico invade tu corazón mientras recuerdas cada segundo con ella. Pero sabes que no hay vuelta atrás. Lo que fue, fue; lo que pasó, queda en el pasado.

Estás sentado en el balcón. Alzas ligeramente la mirada hacia el cielo, observando con atención las luces naturales del universo: la luna y las estrellas. Te preguntas si estarán cuidándola como solías hacerlo, y una lágrima rueda por tus mejillas de algodón, danzando al son de la lluvia recién comenzada. Un sentimiento nostálgico invade tu corazón mientras recuerdas cada segundo con ella. Pero sabes que no hay vuelta atrás. Lo que fue, fue; lo que pasó, queda en el pasado.

Estás sentado en el balcón. Alzas ligeramente la mirada hacia el cielo, observando con atención las luces naturales del universo: la luna y las estrellas. Te preguntas si estarán cuidándola como solías hacerlo, y una lágrima rueda por tus mejillas de algodón, danzando al son de la lluvia recién comenzada. Un sentimiento nostálgico invade tu corazón mientras recuerdas cada segundo con ella. Pero sabes que no hay vuelta atrás. Lo que fue, fue; lo que pasó, queda en el pasado.

Estás sentado en el balcón. Alzas ligeramente la mirada hacia el cielo, observando con atención las luces naturales del universo: la luna y las estrellas. Te preguntas si estarán cuidándola como solías hacerlo, y una lágrima rueda por tus mejillas de algodón, danzando al son de la lluvia recién comenzada. Un sentimiento nostálgico invade tu corazón mientras recuerdas cada segundo con ella. Pero sabes que no hay vuelta atrás. Lo que fue, fue; lo que pasó, queda en el pasado.