— No te he dejado de pensar, pero dime ¿Me has extrañado?— preguntó él con voz melancólica. — Sólo diré que en las noches, al dormir, te cuelas en mis pensamientos.— le respondió ella. — ¿Aparezco en tus sueños?— cuestionó él esperanzado. —No. — dijo serena — Más bien en mis pesadillas.

Desperté el domingo temprano y como era costumbre la casa entera estaba en silencio. Me vestí, tomé mi bastón y salí para ir a la iglesia. Al llegar me sorprendí de encontrar a mi hija hablando con el sacerdote, así que me acerqué para escuchar. — ¿Podría oficiar una misa de difunto?— preguntó ella. — Por supuesto ¿Quién es el finado?— preguntó él y entre lágrimas mi hija pronunció mi nombre.

Con pasos candados, el pequeño niño avanzaba por el profundo bosque. Estaba agotado, pero nada le impediría demostrar que su abuela había dicho la verdad. De pronto escuchó el ruido de algo enorme moviéndose lentamente y corrió hacia el sonido hasta llegar al acantilado, dónde lo vió: un gigantesco venado, tan grande que en su lomo crecían árboles. Con cuidado el niño tomó su cámara y lo fotografió. —Esto servirá para que dejen a la abuela salir del manicomio.

Cuando vi que faltaba poco para que mamá llegara de trabajar me puse los guantes para lavar los platos. Esto lo hice tan rápido que los rompí, sin embargo no tenía opción y comencé a lavar sin ellos. Llevaba la mitad cuando metí la mano en la espuma y mi dedo tocó algo duro y tibio. Con asco retiré la mano y después miré lo era: un tentáculo. —¿Qué hace esto aquí? Papá es alérgico a los mariscos. De pronto el tentáculo se movió y atrapó mi mano.

Era mi turno de hacer guardia durante el receso para evitar que los adolescentes de secundaria se metieran en los salones a hacer cosas indebidas. De pronto la vi caminar hacía mí, una niña cabizbaja que casi no hablaba en clase ni tenía amigos. —Regresa al patio con los demás— le ordené. —No, odio a las personas— dijo. —¿Y tú qué eres?—pregunté sarcásticamente. Ella mi miró fijamente y dijo sin titubear: ¿En verdad quiere que le responda?

Caminaba tranquilamente por la calle cuando sentí una intensa mirada sobre mí y levanté la vista sólo para encontrarla. Cuando nuestros ojos se cruzaron me pareció que era la chica del sueño que había tenido a noche. Mi pulso se aceleró cuando dio un paso hacía mí, y entonces ya no tuve duda ¡Era Ella! Jamás podría olvidar el rostro de aquella mujer que, en mi sueño, me había arrojado desde un edificio.

Me asomé por la mirilla y la vi. Se me fueron los ánimos del susto. Siempre supe que vendría, era simplemente inevitable, pero ¿Porqué tan pronto? Aún había mucho por hacer, no estaba listo para esto. Pero allí estaba ella al otro lado de mi puerta, con sus negras y largas ropas y esa mirada despiadada. —¿Quién es?—preguntó mi esposa, aún con su delantal de cocina puesto. Tragué saliva antes de responder. — Tu madre.

Tres niños giraban y brincoteaban alrededor de ella durante el recreo, gritándole burlas por tener un perro imaginario a los diez años. Algunos minutos más tarde una ambulancia llegó a la escuela para atender a los mismos tres niños, pues habían sufrido severas mordeduras de un perro.

Estaba de pie frente a dos puertas idénticas, en la recepción de una mansión abandonada. —Escoge sabiamente, una puerta te lleva a la muerte segura y otra es la salida de este lugar.— dijo una misteriosa voz incorporea. Di un paso al frente, tomé el oxidado picaporte, lo giré, abrí la puerta y la crucé... ...de pronto, desperté en mi cama.

El ciclo escolar comenzó lleno de bullying para un pequeño alumno mío por usar una mochila de La sirenita. —¿Porqué no usas otra mochila? De carros tal vez.—le sugerí al escuchar a otro niño molestarlo. —No, ésta me recuerda a mi hermana, ella es una sirena. Yo vi como se volvió una en vacaciones. Dejé el tema por la paz con el niño, pero decidí investigar por mi cuenta. Al final supe que el verano anterior la hermana del pequeño se había ahogado al ser arrastrada por el mar.

—Nunca has tenido novio, pero ¿Ni en tus sueños has conectado con un chico?— la anfitriona de la pijamada preguntó maliciosa a la más tranquila de las presentes. —En realidad la otra noche soñé con un joven y una voz que decía estábamos conectados.—ante la declaración todas soltaron un grito de alegría. —¿Era tu verdadero amor? —Para nada. La voz dijo que si nos llegamos a encontrar en la realidad, quien toque al otro primero lo matará y absorberá sus años de vida.

Paseábamos en coche por nuestra nueva ciudad, cuando escuché a mi hijo hablar desde el asiento trasero. —¿Qué dijiste?— pregunté. — Nada, sólo hablo con James. Me acaba de decir que su casa está doblando la esquina a la izquierda. Mi esposo giró el auto a la izquierda y para nuestra sorpresa nos topamos con el cementerio.