Caminando bajo la hermosa luz azul que el cielo estrellado me daba, recordé la falta que me haces. Al mirar al cielo, solo podía observar la luna. Ella me recordaba mucho lo hermosa que eras, lo bien que me trataba, y que jamás me llegaste a juzgar aún apresar de todo. Te extraño tanto, cómo lo haría el cielo a las estrellas. Te añoro como un barco añora el sabor salado del mar. Te has ido, pero tú recuerdo está a salvo en la luna, mi única compañera.

Durante la noche, justo cuando la luna está sobre mi casa, un portal en mi cuarto es abierto, por fuerzas interdimensionales que, me dicen El Señor del Tejado. Durante más o menos cuatro horas, todos los que son llamados al Tejado, nos damos de golpes en una batalla campal hasta que solo uno quede de pie. He ganado al menos dos veces, todo por cautivar el corazón de La Reina de los Tejados. —Sigue así, y algún día, saldremos —decia cada vez que yo ganaba. —Por ti, haré lo que sea.

Las personas comenzaron a tomar medidas preventivas. Les asustaba que Los Ocultos decidieran dejar de serlo y convertirse en algo peligroso. Instalaron rejas en las ventanas, grandes cerraduras y candados internos en todas las puertas de todas las casas. Creyéndose así, a salvo de esas cosas nocturnas. Sin embargo, una noche, a un niño de diez años, le pareció curioso ver a alguien ocultándose entre los arbustos de su casa y decidió salir. Desde ese día, Los Ocultos, acechan de dos en dos.

Las noches se habían convertido en oportunidades de acechar. Las luces de las calles y de las casas, se apagaban cada noche, exactamente a las nueve, cuando el toque de queda se efectuaba. Las personas reportaban que veían sombras merodeando por las inmediaciones de sus hogares, sin embargo, no solo pasaba en una casa a la vez, no, pasaba en todas las casas de toda la ciudad al mismo tiempo. Nadie sabía que era, o quienes, pero los llamaron Los Ocultos, ya que se ocultaban detrás de los arbustos

Nunca nada importa, si ella no me mira a los ojos después de haber hecho ese algo. No importa, ella ya no está aquí, ya no me ve, no la veo y eso, me ha destrozado el corazón de tantas formas. que no puedo imaginar, lo que era antes, el tener un corazón completo. Te extrañaré hoy y siempre, mi princesa, mi más grande azaña.

Creo que así fue como paso que, casi muero a manos de una hermosa, deslumbrante y perfecta mujer, que pidió mi ayuda para algo, que sinceramente no entendí. Ella sonreía, mostrando sus blanco dientes, pero sus colmillos eran mucho más grandes. Voy a morir. Ese pensamiento se allegó a mi mente y cuando la vi demasiado cerca susurré: —Haré lo que me pidas. Ella me besó, con una ternura que jamás había imaginado. Sus colmillos rosaban mi lengua y su cuerpo se acercaba más a mí. —Sé mío —dijo.

La vi caer a la profunda sanja que había en la carretera. Me acerqué para intentar sacarla, pero ví del otro lado, vida, algo nuevo. El suelo donde ella está a de pie se esfumó y me dejé llevar por su peso. Caímos y un mundo nuevo nos recibió. — ¿Dónde estamos? —preguntó asustada. —En un mejor lugar —dije avanzando.

El caminar era algo lento, algo tranquilo mientras la lluvia golpeaba en mi cara. El calor se había disipado gracias a una lluvia torrencial que nubló los cielos dejándolos blancos, pero ahora camino, solo sin nadie detrás de mí o que me espere. ¿Que más podría salir mal? Un auto pasó a toda velocidad y levantó una ola que me mojó aún más de lo que ya estaba, pero cuando me di cuenta, mi cuerpo estaba en el suelo, con un disparo en la cabeza. Había muerto, pero aún seguía caminando.

Año 2079, en algún lugar perdido en la luna Titan. Estoy siendo perseguido por una raza humanoide, similar a la humanidad en la tierra, sus armas se disparan contra mi, pero gracias a el traje que su princesa me otorgó, los proyectiles y laceres, no logran hacerme ningún daño, sin embargo, no puedo continuar corriendo. Mi pecho arde, mis piernas ya no responden correctamente a las órdenes que les doy, parece que, moriré. —Levántate cariño, aún debes buscarme —escucho su voz que me llama.

La carretera se extiende bajo mis ruedas, puedo sentir como casa pequeña piedra es la casa por las ruedas de mi longboard. Me dirijo a una playa, dónde quedé de verme con unos amigos, sin embargo, no voy a llegar. Mi corazón se aceleró más rápido de lo que jamás lo había hecho. Algo sobrevoló por mi cabeza y mi longboard siguió su camino, sola, sin que yo pudiera ponerla a salvó. Alcance a ver, como tres años con esa longboard, se habían esfumado. Ahora estaba suspendido en una cápsula extraña

Mirando más allá de este mundo, de este universo, se encuentra un lugar al que viaje una vez y viví una vida placentera, sin embargo, mi tiempo allá terminó antes de haber disfrutado al cien por cierto. Ahora, ahora solo veo a las estrellas con el sueño de volver a verla algún día nuevamente. Una estrella se mueve, se hace más grande y una enorme luz blanca me ciega por completo, escucho su voz y mis sueños se esfuman, voy a morir, lo sé. Cumplir noventa y nueve años en la tierra es una azaña.

El miedo me consume, me lleva a mis límites más elevados, aquellos que jamás creí alcanzar, sin embargo, me persigue, me huele, me siente y por más que trato de escapar, esa cosa nuevamente me encuentra. Ya no se que hacer y tengo mucho miedo. Solo quiero salir de este maldito lugar y reunirme con mi familia, pero el juego es macabro, lleno de trampas y de dolor si fallas. Debo tener cuidado, parece que hallé la salida, parece que... —Ay mierda —mis ojos se cruzaron con esa criatura.

Vivir solo puede ser frustrante, sin embargo, la vida nos da golpes cada vez más fuertes, cuando hallamos a alguien, que dice estar a nuestro lado y sin más motivos, te la quitan. La vida me enseñó que, no todo es para siempre, ya que está se llevó a la mujer que amé y seguiré amando hasta que mi mente colapse o muera, lo que ocurra primero. Hoy, conocí a una chica, su nombre es: Verónica; es amable, cariñosa y parece que le agrado. No sé, quizás ella sea mi salvación.

— ¿Qué pasó? —un oficial preguntaba a una persona que lo presenció. —Ese es el problema, oficial —dijo la persona caminando hacia lo que había pasado—. No sé bien que pasó, simplemente, pasó. La incógnita hacia el problema era grande y nadie sabía cómo resolver este caso nadie, excepto...

No me gusta dormir solo, pero cuando mi madre falleció, yo tenía cinco años, y desde entonces, no estoy solo. Tengo diez, y mi madre se sienta en la cama todas las noches a esperar a que me duerma. Un día, ella no estaba sentada en la esquina de mi cama, pensé que si lo era, pero cuando miré a mi lado, ella estaba acostada debajo de las cobijas. Sentí su dedo tapar mi boca y una voz decir: —No hagas ruido, o te llevará también.

Un grupo de tres personas subían una montaña, dos espadachines y un arquero; este último era un tanto peculiar, ya que pesaba ciento treinta kilos. Él iba guiando al equipo, sin embargo, una piedra suelta, provocó su caída, haciendo que fuese imposible pararlo. Se llevó a sus compañeros montaña abajo muriendo en el proceso. Cincuenta días después, otro grupo de aventureros, los encontró.

Tomé mis cosas, sin decir nada a nadie, solo me fuí. Mi vida dio un paso atrás cuando la perdí, sin embargo, quince días después, me llegó un paquete con cartas que me escribió, con instrucciones. Al partir, tomé mi longboard y me fui por la carretera, sin mirar hacia atrás. Seis meses después, llegué a Londres, y en un callejón escuché su voz. —Has llegado.

Y sin embargo, continuar es lo que debo hacer. Los Magos Oscuros que tomaron tu alma, aún están siendo perseguidos por mi ira, por mi sed de venganza; cuando por fin logré detenerlo y recuperar tu alma, volverás a la vida y estaremos juntos por toda la eternidad. Es una promesa, ¡un juramento de vida!

Yo solía vivir tranquilamente, derrochando el dinero que gane con arduo trabajo, sin embargo, esto último, me costó la vida de muchos seres queridos, por actos de venganza hacia mí. Descubrí la forma de viajar al paso cinco años atrás, y he estado arreglando cosas, así que por eso escribo esta carta; Romeo, no mates a Frédéric, él te dará más dinero del que jamás pensaste tener.

La vida te hace recorrer largas distancias que, en su mayoría lo hacemos de manera solitaria. Nuestro deber es simple, buscamos a alguien quien nos comprenda, que no entienda, y así, invitar a esa persona a nuestro camino, en busca de aquel suelo dónde poder descansar y sin embargo, jamás se podrán detener. Habrán breves momentos de felicidad, acompañados de amargura, pero al final, el camino será uno solo, uno mismo hasta el final del tiempo. Más vale aprovechar y apreciar el poco tiempo.

Las vidas que quité con el pasar de los años, me atormentaban mientras bebía whisky tumbado en un sillón en mi casa, debía callar esas voces quejándose, de todas esas personas que sucumbieron ante mi navaja. Mi corazón se había secado alos atrás. Mis hijos, mi esposa, mi madre y padre, todos ellos se fueron con la marea, cuando aquel tsunami golpeó la costa. Después de eso caí en la locura y me dió por quitar vidas que yo jamás tendría de vuelva. Hoy, hoy me iré a ese lugar maldito.

Miraba con serenidad al cielo, en busca de aquellos puntos hermosos que pintaban todo lo alto, sin embargo note algo que me desconcertó: no estaban. Las estrellas se habían apagado cómo si de una fogata se tratase. La luna brillaba completamente solitaria, entonces noté algo; unas cuantas luces se acercaban de forma rápida y constante, hasta que un fuerte destello nublo mis ojos. Esa noche, el planeta recibió una enorme lluvia de meteoros, acabando con toda la vida en cuestión de segundos.

Él solía pasar gran parte de su vida frente a la pantalla de su computadora, jugando, analizando y deseando algún día, dejar el mundo real, dónde él era olvidado por aquellos que conoció alguna vez. Quería viajar al mundo de los videojuego, en aquel mundo donde era bastante experimentado. Un día, se fue a dormir, pero cuando despertó no estaba en su habitación. Él apareció en otra habitación distinta y al salir de esta, se topó con una mujer que le dijo: —Bienvenido al mundo digital.

Los pobladores de Rufus decían ver una criatura roja, merodeando, matando y deborado a aquellos que se cruzaban en su camino. El líder del pueblo lo apodó El Carmesí, ya que se alimentaba más que nada, de sangre humana y mujeres bellas y jóvenes. Un día, una chica caminaba de noche, mientras todos dormían, puesto que ella ya no deseaba vivir. —Ven por mi, te entrego mi vida. El Carmesí apareció y la deboró de un solo bocado. Muchos dijeron que ella firmó un pacto, con su cuerpo para algo malo.