Iniciaré diciendo que al comenzar a escribir esto soy una mujer joven de 25 años, con una vida repleta de aprendizajes, con momentos tristes y momentos de felicidad, momentos de victoria y momentos de derrota.
Lo siguiente es el relato de una chica que murió, se sacrifico para que otra naciera y viviera de manera justa. Todo esto se lo dedico a todas las que hemos nacido, vivido y partido de este mundo erigidas sobre el estereotipo de la mujer perfecta, sufrida, sumisa y sobre todo: sin poder.
Capitulo 1
Mariana fue la sexta de 9 hijos, sin contar los que no vivieron lo suficiente como para tener una historia considerada en su momento con valor, pero que sin embargo merecen todo el respeto que un niño amerita. Mariana nació en medio de un caluroso día de verano, a las 10:00 de la noche, lo cual molestó enormemente a su madre pues se decía que quienes nacen por la tarde o por la noche están destinados a ser perezosos y desdichados. La envolvieron en una manta y antes de salir del hospital la vistieron con el humilde vestido que la vecina le regaló a su madre para que lo utilizara la recién nacida.
Calixta, la madre de Mariana, era una matriarca pasada de los 35, proveniente de una familia empobrecida, con 2 hermanos exitosos, y ella siendo la única en conservar su estatus de madre sin recursos económicos. Se junto a los 15 años con un obrero de la construcción 16 años mayor que ella, quien se la llevó a vivir a la capital para vivir con muchas penas y sin gloria. Cada parto era un desafío el cual sobrellevaba por el simple hecho de que no era nuevo para ella, era lo esperado y estaba cumpliendo con la ley de la vida: tener tantos hijos según la voluntad del marido. Nunca se atrevió a desobedecer y se empecinaba en cumplir con las tareas del hogar además de lograr que las hijas se instruyeran en los oficios y quehaceres, después de todo, las mujeres siempre han nacido para eso.
-ya te dije que no les pongas trapos regalados a los niños cuando nacen- mencionó Juan en cuanto vio entrar a su mujer con la niña en brazos- se les va a pasar la mala suerte del que los uso antes, la hubieras dejado solo con la cobija.
-se me va a enfermar con el bendito polvo- le dijo Calixta, después de todo su marido siempre le decía eso cada vez que veía ropa usada en sus hijos- además doña Francisca me la dio de buena voluntad y no podía hacerle el desplante.
Juan simplemente hizo una mueca y emitió un leve sonido de enojo y resignación, aunque le emocionaba que hubiera nacido su hija no se podía dar el lujo de verse embargado por la emoción, después de todo era un hombre y esas debilidades no le estaban permitidas. “Estoy cumpliendo, una hija mas en la familia” pensaba para si mismo.
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