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LOS TRABAJADORES EN LA HISTORIA

Alfonso Ortiz Sánchez


El profesor Elpidio Botache, historiador, quiso compartir con sus alumnos algunas inquietudes relacionadas con las guerras, construcciones de grandes obras llamadas, después, maravillas del mundo y patrimonio material de la humanidad; también quiso compartir sus puntos de vista sobre la democracia. Y aprovechó que en el mundo entero se celebra, en el mes de mayo, el día del trabajo olvidándose de los trabajadores, y, sobre todo, olvidándose del papel de los trabajadores en la historia, especialmente de su papel protagónico en las grandes hazañas bélicas, en la construcción de importantes obras y ciudades maravillosas, y en el ejercicio de la democracia. -Soy profesor de historia- pensaba el profesor un poco preocupado-, y mis cursos están dirigidos a estudiantes de ingeniería quienes, con razón, consideran mi asignatura un relleno, una costura. -Creo firmemente que este curso le interesa a mis estudiantes de ingeniería por novedoso- esa convicción lo hizo pensar en abarcar de forma amplia el tema a desarrollar. Cuando entró al salón de clase detectó que unos alumnos se ocupaban del estudio de un tema de ecuaciones diferenciales, pues al día siguiente tenían un examen con uno de los profesores más cuchillas de ingeniería; otros “chateaban” y, algunos, comentaban los incidentes del partido del Real Madrid y el Barza; discutían sobre cuál era mejor jugador si Cristiano o Messi; y hacían conjeturas sobre el papel de éstas estrellas en el mundial de Rusia. -Bien muchachos- empezó el profesor-, hoy desarrollaré un tema que, espero, sea de su interés: Mi planteamiento central se basa en la tesis de que las guerras, las grandes obras de ingeniería, las inmensas construcciones, y la democracia, son el resultado del sacrificio, de la esclavitud, y de la explotación inhumana de campesinos pobres, trabajadores de la ciudad, y de los esclavos que, en la antigüedad, fueron la inmensa mayoría de los pueblos conquistados por los más fuertes. Los historiadores, cuando escriben sobre las guerras, mencionan a los cartagineses Aníbal y Amílcar como si ellos, solos, hubieran peleado en los campos de batalla, y se olvidan de quienes pusieron los muertos en el combate. Se olvidan de los campesinos pobres, de los trabajadores de las ciudades, y de los esclavos quienes, en últimas, fueron carne de cañón en esas locuras bélicas. Lo mismo sucede cuando se habla de las “gestas heroicas” de los romanos: Julio Cesar, Marco Antonio, Adriano, etc. Tal parece que Napoleón, solo, pensando en su Josefina, hubiera invadido, sin ayuda de nadie, toda Europa; y Kutúzov, solo, sin ayuda de los pobres de Rusia, hubiera derrotado a Napoleón en Borodinó, en las goteras de Moscú. Hasta el genial Tolstoi se tragó ese cuento. No es así, mis queridos alumnos. Para desarrollar mi tesis acudo a los apuntes de historia universal, y para ello empezaré con lo que los historiadores llaman la primera civilización: los sumerios. Este pueblo vivió en la Mesopotamia, o sea entre los ríos Tigris y Eufrates (actual Irak). Desarrolló una intensa actividad comercial y se convirtió en una potencia militar y económica; inventó la rueda, la escritura cuneiforme, y, como imperio, construyó las ciudades de Uruk, Ur, Eridu, Nipur y Lagash. Creó la medicina, y las leyes escritas. Como todo imperio, tenía un jefe poderoso y mandamás, sostenido por un ejército. Se hacía lo que el gran jefe quería, obligando con cruel represión a los campesinos pobres a trabajar, sin remuneración alguna, en la construcción de sus grandes ciudades. Como la avaricia de los jerarcas no tiene límite, a algunos no les basta con poseer grandes cantidades de tierra, y su gula los impulsa a hacerle la guerra a los vecinos; eso fue lo que sucedió con los sumerios quienes hicieron la guerra a los pueblos del norte y del sur, acciones que provocaron la contraofensiva de los acadios quienes los derrotaron y conquistaron una extensión de tierra que iba desde el golfo Pérsico hasta el Mediterráneo. El rey acadio, Sargón el Grande, con su inmenso poder, obligó a su explotado pueblo a hacer la guerra a otros pueblos vecinos. Sus esclavos, por órdenes imperiales, destruyeron las ciudades de los sumerios y construyeron otras, como la ciudad de Agadé, su capital. Por su parte los amorreos, también con hambre de tierras y de poder, con el sacrificio de los pobres, doblegaron a los acadios y saquearon la hermosa ciudad de Babilonia, que, a su vez, se había construido sobre la base de cadáveres de los esclavos, propios y extranjeros. Pero, en últimas, el imperio babilónico tan poderoso, fue conquistado por los persas dirigidos por Ciro el Grande. Nubucodonosor, rey de Babilonia, fue derrotado por el ejército de Ciro quien reinaba en lo que hoy es Irán. Los babilonios, mucho antes habían derrocado a los asirios que se ubicaban al norte de la Mesopotamia. De toda esta tragedia de derrotas y de victorias, de destrucción y construcción de otras, de conquista de tierras, de despojo, de esclavitud y explotación inmisericorde de seres humanos, de trabajo forzado, quedaron para deleite de futuras generaciones las maravillosas obras de Babilonia, de Palmira, de Damasco, de Alepo, de Tiro, de Sidón, de Trípoli, y de muchos otros sitios que muestran la belleza de las construcciones, pero no muestran los huesos de los trabajadores sobre los que levantaron las bases de las hoy llamadas maravillas del mundo. Desde las costas del Mediterráneo, en lo que hoy es Líbano, surgieron los fenicios que, los obreros, construyeron las ciudades de Trípoli, Tiro, Sidón, entre otras. Los fenicios fueron hábiles comerciantes marinos y en sus andanzas de mercaderes, adelantándose muchos siglos a la globalización, invadieron a los egipcios, y avanzaron por la costa oeste del Mediterráneo fundando ciudades en el sur de Grecia, en Sicilia, en el norte de Africa (Cartago por ejemplo) hasta llegar al sur de España. Por todas estas regiones desarrollaron un activo comercio después de imponer por la fuerza militar su poder y su cultura. El antiguo Egipto no se quedó por fuera de la macabra fiesta de esclavitud de los trabajadores. Para lograr el poderío de su imperio faraónico, Egipto invadió y masacró poblaciones enteras de cercanos y lejanos pueblos del Africa.

Esclavizó de tal manera al pueblo hebreo que, con el liderazgo de Moisés, logró huir a su tierra prometida. Lástima que hoy la casta gobernante de Israel imponga parecidas condiciones de esclavitud al pueblo palestino. El faraón egipcio, y su élite gobernante, para perpetuar su ego explotó y humilló a los trabajadores construyendo las pirámides Kefrén, esfinge de Guiza, entre otras, construcciones que se levantaron sobre los cadáveres del pueblo que las construyó. Y ahora, mis queridos estudiantes, hablemos de la antigua Grecia. Recuerdo que para mis profesores era motivo de orgullo hablar de la antigua Grecia. Con autosuficiencia se hablaba del Atico cuya capital era Atenas. En el mapa nos señalaban la ubicación del Epiro, en la costa del mar Jónico. Pretendían conocer Tesalia, en la costa del Egeo, y no sabían de la existencia de Tesalia, en el Huila. Pretendían conocer las extensas llanuras del Peloponeso; y casi con arrogancia nos hablaban de la batalla de Corinto, pero no Corinto Cauca, cuando Grecia fue derrotada definitivamente por los romanos. Hacían gala de su sabiduría hablándonos de la Polis, de Delfos, de Olimpia, de Pilos, de Efeso, de Mileto, de la Termópilas, mencionadas en el himno nacional de Colombia sin saber que aquí, Termópilas, pocon ... pocon; nuestros profesores nos descrestaban hablándonos del Olimpo, la moradas de Zeus, Hera, Poseidón, Afrodita, Atenea, Apolo, Artemisa, y demás dioses griegos. Pero, mis estimados alumnos, continuemos con la Antigua Grecia gobernada por la oligarquía, poseedora de grandes propiedades de tierra y de esclavos; también sus mujeres eran unas esclavas; allí, en el paradigma de la democracia, los pensadores, y los filósofos podían dedicarse a especular porque sus esclavos y sus mujeres se encargaban de lo material. Los discursos de los sabios, en el centro político de la Polis, especialmente en la Acrópolis de Atenas, fueron posible gracias al agotador trabajo de los campesinos sin tierra, de sus esclavos y de sus mujeres. Ahora, ustedes dirán que Grecia fue solo discursos, teatro, filosofía, y poesía. Pues no, esa Grecia paradigmática constituyó un poderoso ejército en cuyas filas marchaban, como cosa rara, los esclavos y los campesinos pobres. Sus idiomas, el jonio, el dorio, y, sobre todo, el ático hablado en Atenas, no solo sirvieron para que la oligarquía se enorgulleciera de su democracia perfecta, de la representación de sus grandes tragedias en el teatro; no, esos idiomas sirvieron, además, para subyugar cruelmente a toda la gama de trabajadores, y a los pueblos conquistados. Su poderoso ejército llevó a cabo las llamadas guerras Médicas, dentro de las cuales la batalla de Maratón, y, después, la batalla de las Termópilas. Con la guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta, Atenas impuso su dominio a su hermana Esparta, y, con ello, demostró que la democracia, en parte, era eso: guerra, esclavitud, discursos, y poder. Atenas, le declaró la guerra a Corinto y logró dominarlo, pero todas esas acciones bélicas, ese desorden, posibilitaron la victoria del macedonio Alejandro Magno quien, con su ejército de esclavos y campesinos pobres, venció y unificó todo Grecia, y en su marcha hacia el oriente conquistó el imperio persa y Egipto. Cuando se habla de las hazañas de Alejandro Magno, los historiadores olvidan quienes conformaban el ejército, quienes ponían los muertos, quienes suministraban el avituallamiento de la tropa. Lo mismo sucede cuando los historiadores mencionan las hazañas de Pericles; se dice de él que reformó y modernizó la Acrópolis, en Atenas, y que construyó dentro de ella el Partenón y el Odeón; pero,... él lo hizo? O fueron los esclavos; al fin qué,... en qué quedamos. Con la derrota en la batalla de Corinto se inició el declive de Grecia y comenzó el dominio de los romanos quienes destruyeron Atenas. Así, la envalentonada Roma invadió Egipto, Grecia, Oriente Medio, Cartago, las Galias (Bélgica, Francia, oeste de Suiza, norte

de Italia, y los países bajos). Y, de esa forma, se habla de las hazañas del jefe máximo, el cónsul, del emperador Octaviano, del emperador Adriano, de Julio Cesar, de Octavio, de Marco Antonio; pero nunca se menciona a los campesinos pobres y a los esclavos, trabajadores todos, quienes iban al combate a conquistar la muerte para gloria de los emperadores. Cuando se escribe sobre Cartago, cerca de Túnez y de Libia, en la costa norte de África, se resaltan las hazañas de Aníbal, y de Amílcar, como si ellos solos hubieran llevado a cabo las guerras Púnicas donde combatieron contra el poderío romano. Basta leer la novela Salambó de Flaubert, para darse cuenta quienes pusieron los muertos quienes padecieron las torturas, y las hambrunas derivadas del bloqueo a que fueron expuestos los cartagineses. Los historiadores describen, también, las hazañas de Genghis Khan y dicen él que fundó el imperio mongol. Con su poderoso ejército de caballería conquistó Europa Oriental y, por el otro costado avanzó hasta el litoral del Pacífico. Su imperio se extendió desde Siberia hasta la Mesopotamia; Invadió India e Indochina (Vietnam, Laos, Birmania, Tailandia, Singapur); conquistó el norte de China, y saqueó la ciudad de Pekín. Este señor era un gran feudal, y sus lugartenientes poseían, también, inmensas extensiones de tierra. Pero la tropa estaba conformada por los campesinos sin tierra y por los esclavos de los pueblos invadidos. La China de hoy muestra con orgullo su Gran Muralla construida entre los siglos V a.c y XVI d.c. Tiene una extensión de 21.000.000 km de largo, 7 m de largo y 5 m de ancho. ¿Quién cargó los materiales? ¿Quien trabajó en la construcción? ¿Cuántos trabajadores murieron? En todo caso no fueron los mandarines; ellos nacieron para dar órdenes y vivir bien. Otra obra, Maravilla del Mundo, es el Taj Mahal, el cual es un mausoleo construido entre 1632 y 1653 en la ciudad de Agra, en la India, a orillas del rio Yamuna. Su construcción fue ordenada por el emperador musulmán Shah Jahan, perteneciente a la dinastía Mogol. Se calcula que en la obra trabajaron más de 20.000 obreros quienes excavaron y llenaron con escombros una superficie aproximada de 12.000 m para reducir la filtración del rio. Los materiales de construcción fueron traídos de una distancia de 300 km. En esta obra murieron la mayoría de los trabajadores. Por otra parte, Pedro el Grande de Rusia ordenó (1703) la construcción de San Petersburgo levantada sobre los cadáveres de los campesinos rusos. Con los campesinos pobres, Pedro organizó una poderosa Flota Marina con la que invadió Letonia, Estonia, parte de Finlandia, para lograr el dominio del mar Báltico. En la construcción de San Petersburgo, y en las guerras de invasión, murieron más de 20.000 siervos. Nuestros vecinos, nuestros ancestros, los Incas, construyeron un imperio, con su capital el Cuzco, con base en el sacrificio de muchos, pero muchos indígenas. En esas obras sus líderes, Pachacutec, Cápac Yupanqui, Huayna Cápac dieron ordenes pero los que se rompieron el alma y el corazón fueron los súbditos, indígenas pobres y explotados. Estos amigos, los Incas, no fueron ajenos a las guerras de invasión, pues invadieron lo que hoy es parte de Colombia, Ecuador, Perú, Chile, y Argentina. Otra vez,... ¿quiénes pusieron los muertos? No fue Manco Cápac, ni ninguno de los grandes jefes posteriores. Lo mismo sucedió con los Mexicas quienes construyeron el imperio Azteca, el imperio Tenochca, y en su afán de grandeza sacri- ficaron muchas vidas de trabajadores en la construcción de las pirámides de Choluba, ubicada en Puebla; la Gran pirámide, en Tenochtitlan, el Tajín en Veracruz; Monte Albán, cerca de la ciudad de Oaxaca; la Mitla, en Oaxaca; y en Teotihuacán construyeron las más grandes pirámides del mundo: la pirámide del Sol, y la Pirámide de la Luna. La construcción de estas obras, y el sometimiento de pueblos vecinos fueron posibles, como en todas partes, con el sacrificio de seres humanos pobres y en condiciones de esclavitud. Hoy, cuando se habla de democracia se invoca la antigua Grecia como modelo perfecto. Este modelo fue copiado literalmente: democracia con base en el trabajo de esclavos y, en general, de trabajadores. Su prototipo de democracia se expande con guerras, si es el caso, y, como sucede, con Estados Unidos apoyando y sosteniendo dictaduras criminales como Somoza, en Nicaragua; Batista, en Cuba; Trujillo, en República Dominicana; Pinochet, en Chile; Stroesner, en Paraguay; Bordaberry en Uruguay; Banzer, en Bolivia; y la dictadura militar torturadora de Argentina. Para defender la democracia, ese prototipo de democracia, se apoya regímenes que asesinan a su pueblo. Y, como en Colombia, cuando se bombardeó el palacio de justicia donde murieron Magistrados y empleados inocentes, un coronel el ejército colombiano justificó la acción bélica: “aquí defendiendo la democracia, maestro”. Así, mis queridos estudiantes, creo haber demostrado la tesis formulada al comienzo de esta clase: las guerras; las grandes construcciones consideradas, hoy, Maravillas del Mundo; y la democracia, son vistosos edificios que se levantan sobre el sacrificio, e incluso, sobre los cadáveres de los trabajadores, llámense esclavos, campesinos pobres u obreros.... ¡Ah! y con el inmenso sacrificio de las mujeres. Terminada su clase el profesor, satisfecho, creyó oír un aplauso ensordecedor.... pero.... de pronto se sintió inmerso en un absoluto silencio.... y... con angustia..., y decepcionado observó que la mitad de sus alumnos dormía; una tercera parte “chateaba” y la otra tercera parte estudiaba ecuaciones diferenciales, pues al día siguiente tenía un examen, ese si, importante para ellos. - Esto sucede por ser profesor de costuras- pensó el profesor; y cabizbajo se fue a su oficina a preparar otra costura; al fin y al cabo, en muchos casos, el profesor es un Quijote, y continúa su marcha “con la adarga al brazo”.

May 5, 2020, 12:03 a.m. 1 Report Embed Follow story
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Marcela A. R. Marcela A. R.
¡Hola! Este cuento que escribiste mientras lo leía me recordó a mis años de estudiante; cuando estuve en preparatoria tenía un profesor que nos entregaba inmensidad de hojas en cada clase y la hora que duraba esta el se dedicaba a estar explicando bastante y tal y como en tú cuento la mayoría de mis compañeros se distraían en otras cosas. En lo personal la Historia siempre fue de mis materias favoritas por lo que era de esas pocas personas que le ponían atención al profesor. Debo decir que hay mucha verdad dentro de este cuento, empezando por el hecho de que la materia de historia es considerada aburrida por muchos e innecesaria para otros, la hacen de menos bastante; por otra parte esta el aspecto de que los profesores tienen mucha verborrea, lo que la hace mas tediosa y menos dinámica para los estudiantes, tal vez y ahí radica el que no sea del agrado; y por último y no menos importante esta el hecho que gran parte de la historia no se llega a conocer realmente como es, inclusive los profesores llegan a ocultar algo de ello (una profesora, cuando estuve en universidad, nos comento datos históricos que nunca se han dicho y dijo que no se tenía permitido revelarlos), desde primaria se nos dice una cosa, nos dan nombres de ciertos héroes ¿pero qué pasa con el resto? lo esconden y se van quedando en el olvido; inclusive hoy en día la clase obrera-trabajadora sigue siendo relegada a la nada, son explotados por los de mayor poder, no se les reconoce sus méritos y arduo trabajo. Dicen que las empresas crecen gracias a sus trabajadores, pero cuando uno de esos empleados deja su puesto, lo reemplazan en un abrir y cerrar de ojos, se van sin obtener reconocimiento y los que se benefician son los superiores. Desde tiempos inmemoriales siempre ha sido así, desgraciadamente. Muy interesante tú cuento, tocas temas de los cuales no se suelen hablar mucho, redactándolo de una forma no muy común, tal como si estuviera uno en una clase. Y con esto termino todo lo que tenía que decir, creo que me excedí demasiado, una disculpa si resulta muy largo. ¡Saludos!
November 06, 2021, 03:10
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