El joven taxista asistió aquella noche al nuevo desfile de moda de su peculiar amada.
En el fondo reconocía que se sentía un tanto extraño estando allí, cuando la principal y más famosa atracción del evento le había hecho tanto daño al dejarle por el fotógrafo encargado de inmortalizar sus poses y conjuntos. Pero por otro lado, también era consciente de que la seguía queriendo pese al rencor y los celos que le hacían una fuerte competencia al amor y a las posibles ganas de perdonar.
Durante sus turnos de trabajo en el interior del taxi, la modelo seguía siendo la dueña constante de sus cavilaciones. Recordaba las veces que habían intercambiado besos, abrazos y caricias en la tenue habitación de él y hasta en el mismo taxi cuando era un compañero suyo el encargado de conducirlo en las noches que tenía libres. Ahora, las paredes ese cuarto donde habían compartido tanto cariño estaban repletas de las fotografías recortadas de revistas que el taxista coleccionaba como un fan adolescente cualquiera en el intento de encontrar una inútil sustituta que solo alimentaba su odio.
Mientras tanto, la modelo se reconcomía por las culpas. Intentó buscar en su fotógrafo un romance tranquilo y seguro contra el desenfrenado y apasionado que le ofrecía el taxista, pero ahora lo estaba pagando caro y no solo en la pérdida de concentración en su trabajo que su nueva pareja le recriminaba en las últimas sesiones. Los besos en el coche con el fotógrafo no la satisfacían con la misma intensidad, e incluso le parecía ver la figura del taxista aparecerse en todos los rincones como modo de recriminación y tormento. Ella también correspondía a su ex en un sentimiento que aún perduraba, pero el orgullo de ambos todavía les separaba.
En el otro lado, la rabia que cegaba al taxista le había hecho colgar el teléfono cada vez que marcaba el número de la modelo en una cabina pública y la muchacha le preguntaba quién se encontraba al otro lado de la línea.
Pero aquella velada en el pase de modelos era diferente porque el taxista se había atrevido a dar el primer paso para verla frente a frente. Aún se consideraba su carente figura paterna, la dispuesta a protegerla y enseñarle de nuevo y definitivamente el verdadero poder de los amantes.
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