Entré en el Café “Le Rock” con la mirada fija en la barra, tenía miedo de encontrarla sentada en alguna mesa cuando aún yo no estaba preparado. Entré despacio, demasiado despacio, reteniendo con mi mano izquierda mi brazo derecho, impulsivo y veloz como siempre. Esta vez iba precavido, consciente de que podría suceder en cualquier momento, así que una de las medidas que tomé para prevenir fue contar tres segundos entre cada una de mis acciones. Seguro que si iba despacio me podría controlarlo, pensé horas antes de salir de casa.
Así pues, de tres en tres iba contando, entre pasos, miradas y acciones. Parecía que funcionaba, lo que me procuró gran seguridad en mí mismo. Me senté y esperé, eran la una y media del mediodía, momento perfecto para tomar unas tapas y una cerveza, aunque hacía tiempo que dejé de tomar alcohol, producían malos efectos con mis medicamentos. Mientras pensaba y divagaba mirando fijamente al reloj, aquel horrible reloj rojo y negro pegado en la pared, ella se sentó frente a mí y me saludó.
-¿Juan? Cuanto tiempo sin vernos, qué alegría verte, no estaba segura de que fueras tú, has cambiado bastante desde la última vez que nos vimos pero sin duda tu foto de perfil sigue siendo antigua- y rió felizmente. <<Que risa más bonita>>, pensé, me quedé embobado escuchando su fina voz hablar, con tanta naturalidad que se me olvidó todo lo demás.
Cuando conseguí despertar de mi estado de tránsito exclamé;
-¡Carolina!- demasiado exaltado y demasiado nervioso -Si...mi foto...no suelo…¿Qué quieres para beber?¿Llevo tiempo pensando en qué pedir?...¿Unas cervezas?...-Y cuando dije eso me arrepentí.
<<Pero si no puedo beber alcohol>>pensé<<¡Qué estoy haciendo!, se me está olvidando contar hasta tres, me estoy precipitando, se va a dar cuenta, me va a preguntar, ¿cómo arreglo esto?-Y un sin fin de preguntas sin respuesta empezaron a inundar mi mente>>. Empecé a agobiarme.
A la vez que pensaba y discutía conmigo mismo, de mi boca salían un cúmulo de palabras estúpidas y sin sentido. Ella me miraba desconcertada, o eso me pareció y entre tanta divagación, Carolina pidió dos cervezas al camarero, con sus dos tapas.
-Juan, ¿estás nervioso? ¡Aunque llevemos años sin vernos, nosotros nos conocemos desde pequeños!-dijo con un tono divertido y coqueto, a lo que yo me reí. <<Tenía razón>>pensé, y ahora, a mis 32 años por fin me veía capaz de declararme, y por ello, no podía estropearlo, así que me refugié en los consejos de mi psicóloga.
Intentando solucionar mis metidas de pata proseguí con la conversación.
-¿Cómo te ha ido estos años?-le pregunté, y ella comenzó a hablar de sus estudios, de su gata y de sus relaciones pasadas. A medida que hablaba me sentía más cómodo y relajado, y cómo no, cuando me sentía relajado era cuando aquello aparecía.
Empecé a fijarme en sus gafas color marrón canela, en su pelo desordenado, en los surcos asimétricos que formaban su jersey azul sobre su cuerpo, en su San Miguel apoyada en la mesa de madera, la cual cogí y la puse sobre el posa vasos, en su tapa a medio terminar, con su tenedor rozando el borde del plato, el cual cogí y lo puse bien puesto sobre la mesa. En las pulseras de su brazo, unas sobre otras, entrelazadas, daban la sensación de tener un nudo fuertemente echo entre ellas, así que las toqué queriendo deshacerlo, y cuando toqué su brazo, tan suave, ella paró de hablar.
-Lo siento-dije levemente, a la vez que bajaba la mirada-otra vez lo he hecho-pensé, pero ella siguió hablando. Tímidamente la miré a los ojos, hasta entonces no lo había hecho y pude reconocer el marrón oscuro de sus ojos que hacían juego con sus gafas. Tenía los ojos pintados y en el lado derecho una pestaña rozaba el lateral de su nariz. <<¿Qué hago?>>, pensé, sentí un deseo innato y nervioso de mover mi mano derecha nuevamente, me contuve.
-Tienes una pestaña en la parte derecha-le dije, interrumpiéndola y con mis indicaciones se la quitó. Siguió hablando y yo, mientras contestaba con monosílabos, seguía intensamente con mi mirada el recorrido de esa pestaña.
Ahora estaba en el plato vacío de su tapa, junto a su servilleta mal colocada y doblada, <<Contrólate>>pensé a la vez que me agarraba con la mano izquierda mi brazo derecho.
Conté hasta tres entre inspiración y exhalación, conté hasta tres entre mis pensamientos, conté hasta tres para mis adentros, intentando controlar la situación, pero no pude, finalmente mi brazo derecho, impulsivo y veloz, perfeccionista y controlador salió disparado hacia su plato, invadiendo su espacio nuevamente, invadiéndola a ella e invadiendo mi vida, como siempre, este trastorno obsesivo compulsivo estaba arruinando mis días.
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