mariacosta85 María Acosta

Iván y Javier se conocieron en un hotel y decidieron romper las reglas... algo que les traerá consecuencias.


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Primera Parte: Iván

—Buenas noches, señor. Mi nombre es Javier, voy a ser su camarero.

Levanto la vista y lo observo: joven, delgado... Su cabello es negro y lustroso y sus ojos de un color chocolate que provoca que se me haga la boca agua. No es guapo, propiamente hablando. Pero tiene un rostro agradable, una sonrisa sincera y un acento que es mi talón de Aquiles.

—Buenas noches, Javier. Un Whisky con hielo, por favor —le digo en su lengua materna y me mira sorprendido.

—¡Habla usted español!

—Desde niño —sonrío—: lo aprendí de mi abuela, que era de Málaga.

—¿¡De veras!?

—¿Tú también eres de allí? —pregunto, aunque ya sé la respuesta: no me cabe duda, por la emoción reflejada en su voz.

—Si, señor. Vine a UK hace algunos años.

—¿Y cómo has terminado en un hotel de campo? —inquiero con curiosidad y él me responde encogiéndose de hombros:

—Hay que ir donde esté el trabajo, señor.

Estoy de acuerdo. Voy a añadir algo más, pero entonces Javier se percata de que su jefe nos mira desde la barra. Se despide educadamente y vuelve enseguida al trabajo. Es una pena que se marche, pero ya volverá... me encargaré personalmente de ello.

El bar del hotel cierra a las dos de la mañana. Conforme pasan las horas, la noche se va cerrando cada vez más y el local se vacía de huéspedes, al tiempo que las copas de whisky desfilan una tras otra por mi mesa. Con cada una de ellas, le doy a Javier un poco de conversación... discretamente, para que no tenga problemas con su jefe. Espero hasta que se acerca para indicarme que es la hora del cierre y entonces deslizo sobre la bandeja dos tarjetas: la de crédito y una de las de visita, en cuyo reverso le he apuntado el número de mi suite.

Al verlas Javier me mira, mira a su jefe (es una suerte que esté entretenido detrás de la barra) y vuelve a mirarme a mí. Se ha sonrojado, aunque el brillo en sus ojos me dice que no es por vergüenza. Clavo mi mirada en él, esperando una respuesta y notó como su respiración se acelera. Vaya, lo he puesto nervioso... Dios, es un auténtico encanto.

Me mira con tono de disculpa:

—Lo lamento, señor, pero el hotel nos prohíbe alternar con los huéspedes. Podría perder mi trabajo.

—Lo comprendo. —Al verme asentir, la decepción se refleja en sus ojos. ¿De verdad cree que voy a rendirme tan fácilmente?— Vamos a hacer una cosa —le propongo, sin quitarle los ojos de encima mientras me cobra—: Voy a subir a mi habitación y esperaré un par de horas. Si te apetece, estoy seguro de que terminarás pronto tus tareas y te reunirás conmigo sin que nadie te vea. Ninguno de los dos quiere que tengas problemas y, si no subes, lo entenderé perfectamente.

Se lame los labios en un gesto inconsciente. Finalmente asiente y se marcha, tras devolverme la tarjeta de crédito y ocultar la de visita en su bolsillo sin que lo vea su jefe. Mientras me levanto para abandonar el bar, noto su andar apresurado hacia la barra. Cualquiera diría que tiene prisa por acabar su jornada.

Yo también tengo prisa y no puedo evitar acelerar el paso de camino a mi habitación. El instinto me dice que volveré a ver a Javier muy pronto y nada me excita más que eso. Las fantasías comienzan a agolparse en mi mente y no puedo esperar para verlo cruzar mi umbral.

Solo dos horas más.

March 11, 2020, 4:05 p.m. 0 Report Embed Follow story
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