El sudor se vertía por mi rostro y brazos. El entrenamiento de campo que había soportado pateó mi hermoso trasero una vez más. Me apoyé contra la pared del vestuario, los fríos ladrillos y el agua congelada en mis manos no me ayudaba en nada para bajar mi temperatura. Estaba caliente y sudoroso, y fui golpeado y tirado al suelo tantas veces que probablemente he tragado la mitad de tierra del campo de juego.
Estaba tan agotado, y no estaba de ánimo para la jodida fiesta de esta noche. Lo que realmente quería hacer era tomar una ducha, irme a casa, y pedir una pizza.
Pero en su lugar, tenía que ponerme un maldito esmoquin y sonreír, y pasar el rato en un salón de baile con el resto del equipo, el New York Giants. Habría fotógrafos, cámaras de televisión, y, probablemente, una horda de mujeres que estarían acorralandome. Mujeres que no me interesaban.
Años atrás había sido el alma de la fiesta. Pero ya no era así. ¿Cuándo me cansé de todo eso? Infiernos, estoy envejeciendo.
Evitando ver a mis compañeros paseándose desnudos por el vestuario, me doy la vuelta. Siempre trataba de no mirar demasiado o directamente no mirarlos, no quería que sospechen. Aunque ninguno de estos monos me parecía atractivo. Los ví tantas veces hacer cosas asquerosas, que sí, eso les quitó todo el atractivo.
Una vez de espaldas, me quité la camiseta de entrenar y la arrojé al suelo, me quité los protectores y exhalé en un suspiro de puro alivio, después tomé una toalla y me sequé el sudor del rostro. Me quité mis pantalones, bebí el agua de mi botella y fui a la fuente para volver a llenarla.
Fue entonces cuando oí la voz fuera de la habitación. Una voz ronca y rasposa que hizo erizar mi piel. La voz de un hombre.
Con curiosidad de saber si el hombre era tan caliente como su voz me lo decía, abrí la puerta y ví a un pequeño y hermoso moreno de pie a unos metros del pasillo, girando en círculos mientras pasaba su mano por su cabello y murmuraba para sí mismo.
Maldición, era toda una visión con su traje de negocios. Su chaqueta amoldaba los músculos de sus brazos, su camisa se aferraba a su delgado cuerpo, y esos pantalones de vestir negros marcaban su bonito trasero. Ver a este hombre todo correcto y formal, causaron que surgieran en mi mente pensamientos sucios sobre como quitarle ese maldito traje e imágenes de mi saboreando ese pequeño cuerpo.
- Maldición, debí haber ido a la izquierda. Idiota, ahora estás perdido en esta caverna llena de pasillos para siempre y serás despedido.
Me apoyé contra la puerta mientras el hombre miraba por el largo pasillo, golpeando su zapato mientras seguía murmurando.
- ¿Donde mierda estará la oficina, de todos modos? No puede estar en el maldito sótano que es este lugar.
- No, no está aquí abajo. - Dije con una sonrisa divertida.
El hombre se volvió, aparentemente avergonzado de ser atrapado hablando consigo mismo. Sus ojos se abrieron por una fracción de segundos, después se dirigió hacía mí.
- Gracias a Dios. Un ser humano. ¿Me puedes ayudar? Estoy, cómo, muy perdido.
- Claro, ¿Necesitas llegar a la oficina?
- Sí.
Él se detuvo frente a mí, y olía tan malditamente delicioso, como a galletas recién horneadas y algodón de azúcar o algo así, eso me estaba avergonzando porque estaba seguro de que yo no olía a nada atractivo.
- Ve por ese pasillo y gira a la izquierda, luego en el primer pasillo a la derecha. Encontrarás los ascensores. Aprieta el botón al cuarto piso. Al bajar, gira a la izquierda y ve hasta el final del pasillo. La oficina principal está allí. Te acompañaría pero estoy en ropa interior.
El hombre me estudió, recién dándose cuenta que solo estaba en unos ajustados bóxers. Pestañeó un par de veces mientras miraba mi cuerpo y luego, me dedicó una amplia sonrisa cuando sus ojos oscuros volvieron a encontrarse con los míos.
- Hombre, eres mi héroe. Tuve miedo de perderme aquí para siempre y nunca tener firmados estos contratos. - Dijo levantando su maletín. - ¡Gracias!
Él se volvió y prácticamente corrió por el corredor.
El hombre si que era hermoso, pero no en la forma en la que estaba acostumbrado. No era alto ni músculoso, así que toda su belleza era natural. No era la clase de hombre que por lo general conocía en los clubs o en otros lugares. Tal vez eso era lo que me había atraído de él.
Hice un puchero al darme cuenta que no me había presentado. O conseguido su nombre. Era una pena, el hombre en serio me había gustado.
Negué con mi cabeza, sólo necesitaba un bofetón de agua fría para bajar mi temperatura corporal. Hoy hacía demasiado calor. Y eso estaba afectandome. No tenía posibilidad de estar con un hombre así.
Volví a entrar al vestuario, agarré la toalla, y me dirigí a la ducha.
Pero mientras me bañaba, rogué para poder volver a ver al hermoso hombre de nuevo.
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