aoshin-kuzunoha Aoshin Kuzunoha

Lena Luzhin recibe una terrible profecía a través de sus sueños. Se le permitió observar como su hija es asesinada por un monje que desconoce, y además le muestran la única alternativa para salvar a la pequeña. Esta es una historia sobrenatural de fantasía oscura, terror y misterio que se enfoca en el origen de "Devil Hollow". El relato contiene la vida y muerte de varios personajes unidos por el ritual de los trece rostros. La trama trasciende desde Rusia en 1896, a Inglaterra en 1953, y concluye en Golden Coast durante el 2016. Todo un viaje para cumplir el deseo del ser maligno que planea escapar de su prisión.


Horror Gothic horror For over 18 only. © Todos los derechos reservados.

#terror #bruja #devil #pacto #ritual #demonio #hollow #Miroslava
13
6.5k VIEWS
Completed
reading time
AA Share

Capítulo I: La profecía de la madre.

"Las tristes almas [...] están mezcladas con el coro infame de ángeles que no se rebelaron, no por lealtad a Dios, sino a ellos mismos. Los rechaza el cielo y el infierno" . Dante Alighieri (1265-1321).


Los seres del abismo, los demonios, posan sus garras sobre los afligidos. Todo es parte de un largo ciclo en el que llevan ventaja. Los planes se prolongan durante siglos, con un solo objetivo en mente. Nosotros los humanos, tal como somos, seres absurdos, contradictorios y maleables les brindamos una vía de escape. No es una labor ardua el apropiarse de nuestra valiosa alma.

Aquello que nos da forma, es lo que buscan. Nuestra vida, nuestro espíritu. Como si de una manzana se tratase, del árbol, a punto de caer se encuentra. Es el fruto bendito, el regalo de Dios, y es de donde nace el pecado. Nuestros deseos los guían, y nuestros temores los escoltan a las puertas del umbral.

—Protege a tus hijos de las maquinaciones impuras en esta noche perversa. Líbranos de todo el mal que aguarda en las tinieblas del abismo sin retorno. Salva a los puros de corazón y desvanece a quienes buscan tentarnos hoy. Padre celestial, escucha mi plegaria, haz tu voluntad en mí, tu siervo. —Rezaba con miedo un sacerdote, en el interior de la iglesia de Tobolsk.

Las suplicas no fueron escuchadas ante la supuesta imparcialidad de un símbolo falso. El mal se abrió paso por el abismo, lo atravesó, con tal de alcanzar un corazón puro. Aquel sacerdote fue capaz de presentir la llegada del príncipe y sus sirvientes, cuando se dispuso a cruzar la puerta del recinto sagrado que alberga al redentor.

—No lo dejes entrar. ¡Sácalo! ¡Líbranos, señor! Por favor. —Al cura le trastorna lo suficiente su llegada, como para adueñarse de todo lo que le rodea; y sin embargo, no hará nada al respecto.

—¿A quién busca por ayuda, sacerdote? —Dijo una voz en medio de las sombras.

—¡Dios! Protégeme. No... Si es que yo... —El cura lloraba desconsolado, sus palabras no eran claras, mientras suplica a la cruz.

—¿La santa cruz es su estandarte en la guerra que da inicio? ¡Qué patéticos son!

—Jesucristo es mi única guía. Mi salvación.

—Tan solo pisar el mundo me resulta gratificante, aún así, los detesto, a cada uno de ustedes. ¿En verdad, sin mencionar lo evidente, usted cree en ese cadáver? —Preguntó el ser siniestro, señalando al hijo del hombre que murió en la cruz.

—Dios padre, protégenos de todo mal. —Dijo el hombre santo, recobrando la compostura. Mantuvo su mirada fija en el rostro del redentor, sin mirar lo que tenía tras su espalda.

—Nos veremos de nuevo. Es cosa del destino o de la mano de Dios. Buscaré un alma para el sacrificio y un cuerpo para mi obra. El mismo día en el que se cierre el trato nos veremos, sacerdote.

—¡Largo de la casa de Dios! —Exclamó tras darse vuelta. Pero ningún alma se encontraba dentro de la iglesia.

El enviado de Belial continuó su camino hacia otro lugar. Tan solo dispone de algunas horas antes de regresar a la prisión donde fue encarcelado su señor. De su astucia depende el futuro, y a su favor corren los acontecimientos que desencadenan la desgracia. Eligió una cabaña al lado del bosque, donde un leñador y su esposa descansan sin saber sobre la tormenta de lamentos que se aproxima.

En la noche del diez de abril del año 1896, según el calendario gregoriano, Lena Luzhin predijo la muerte del monje Grigori Yefímovich Rasputín sin siquiera conocerlo. Un evento místico le permitió conocer el destino nefasto de aquel esclavo del vicio, la lujuria y el engaño. No se trató de una casualidad. A ella se le otorgó lo necesario y pudo observar el hecho. Con sus propios ojos lo vio clavado en una cruz de sangre, con clavos de hierro ardiente sobre su frente. Una fuerza incomprensible se lo permitió. Ella fue testigo del futuro, a través de un sueño repleto de señales y símbolos.

Aquella noche, la joven Lena se acostó al lado de su esposo Maxim, tal como acostumbran en su rutina diaria, luego de un arduo día de trabajo en el aserradero. Bajo el techo de la cabaña cubierta de nieve sus ojos se cerraron de forma abrupta, y se sumió en un sueño profundo. Este fue el inicio del evento sobrenatural que acarrea terribles consecuencias.

El hogar de los recién casados, a orillas del río Tobol, se llenó de tinieblas. Los animales escaparon de la vista ante una presencia espantosa. Una bruma espesa se filtró por la rendija de la puerta. El silbido del viento y el crujir de la madera dejaron de escucharse, como si el sonido fuera devorado por las sombras.

Con la oscuridad llego silencio. Una voz misteriosa resonó con fuerza dentro de la cabeza de la joven que dormía junto a su esposo. Al lado de su cama se encontraba aquel ser maligno que atormentó al sacerdote en la iglesia, y le acompañaban cuatro flamas infernales que se movían libres en todas direcciones. Lanzó un hechizo sobre la mujer.

—Animam meam. Malum inficit. Ostendit futurum. Sanguis filium. —Recitó la figura incorpórea que surgió de la bruma.

Lena experimentó una profecía, en la cual se anunciaba la muerte del hombre con espíritu perverso. No es el final, aún con el fallecimiento del desconocido el mundo no se salvará de su alma vengativa que nacerá de la sangre que derramaran con su cuerpo. Su asesinato es la llave que abrirá la añorada oportunidad que busca dueño del abismo. Rasputín regresará a la vida tras cien años de sufrimiento y melancolía. Resurgirá del mundo los muertos, como si nada hubiese sucedido.

Aquella joven mujer es el único ser humano que lo sabe, y por esto le encomendaron sellar el alma del monje en lo profundo del infierno. Deberá enviarla a la fosa, para luego buscar el modo en el que jamás escape de su prisión. El precio será pagado con sangre, con un viaje sin retorno, del que buscará librarse aún cuando sea imposible.

—No, yo no puedo hacer eso. Tengo miedo. ¿Por qué debo ser yo? —Dijo Lena, sin saber sobre los planes del invitado.

—Malum inficit. Sanguis filium. ¡Lo harás, por lo que llevas en tu vientre! —Exclamó con fuerza la figura horripilante, que mostró su rostro en ese momento para conjurar una maldición sobre el alma de la mujer.

La oscuridad se marchó del lugar y la luz de una lámpara de aceite iluminó la recamara para revelar lo sucedido. Maxim, el fornido leñador, se alertó con los gritos de su esposa, sin saber lo que sucedió unos segundos antes. Ella se empapó en lágrimas con el llanto de su tormento. Soltó golpes y patadas al aire, con gritos desesperados.

—Despierta, Lena. ¡Solo es un sueño! ¡Abre los ojos!

La mujer no despertó en toda la noche, por más que su esposo trató de hacerla volver del viaje onírico. La pesadilla continuó ante sus ojos. Como último recurso le levantó los parpados, con la esperanza de que lo mirara, pero al igual que todo lo demás, su intento fue inútil. Ella no reaccionaba. Pudo ver sus ojos celestes moverse en forma acelerada sin que lo reconociera. La joven continuó el viaje dentro del futuro siniestro.

Aquello era insólito para Maxim, y sin una mejor explicación, dedujo que la mujer que amaba estaba poseída por un demonio. Algo más sucedió con Lena, no solo se trató de su incapacidad para despertar de la pesadilla. En su mano apareció una marca ardiente. Sobre su muñeca izquierda quedó grabado un número cuatro. Era una cicatriz de fuego, con el símbolo distintivo que proviene del latín. Brillaba en la oscuridad y el flujo de sangre se movía dentro de la marca.

—¡Lena! ¿Qué es lo que te sucede? ¿Por qué tienes esto en la mano? ¡Oh, por Dios! Esto es obra del demonio. —Dijo Maxim, dando voz a su pensamiento, para luego abrazar a su esposa.

Dentro del sueño, Lena se encontró con alguien más. Un ser vestido de noble le propuso un trato para liberarla de la terrible carga que le fue impuesta. Un príncipe del averno llamado Belial le habló sobre la hija que pronto tendrá. Le mostró a la recién nacida de piel blanca, ojos celestes y cabello negro. La pobre infante será sacrificada por el monje flagelante, sin que nadie se compadeciera. Ese era el triste destino que Dios decidió para la hija de Lena. Morir como un sacrificio.

A su madre solo le quedaba una solución, la cual salvaría a su hija y liberaría al mundo de la maldad del monje que aparece en sus visiones. Aún cuando no conoce a la niña, supo que era suya. Sin importar que su vida se desvanezca, es su propio deseo, sacrificar la existencia para rescatarla del destino injusto. Nadie debería morir sin un motivo, y el mejor motivo para morir es por la vida de alguien más.

El truco dio resultado. La treta convenció a la mujer, quien quiso realizar su papel de madre, y aceptó la propuesta de aquel extraño. El príncipe le prometió salvar a su hija, entregarla a una familia acaudalada y protegerla de la lujuria del monje. Todo se resolverá si le ayuda a salir de la prisión en la que permanece encerrado por la voluntad del guardián del abismo.

Le explicó con un largo argumento que su juicio fue el resultado de la tiranía. Un encierro injusto le fue impuesto. No era culpable de las acusaciones del señor del inframundo, por lo que ayudarlo será un acto bondadoso. Nadie debería ser encarcelado siendo inocente, y si es así, bendito sea aquel que lo libere.

Belial le aseguró que no saldrá perjudicada con la simple asociación, o eso le hizo creer a Lena. Ella creyó cada palabra, como si fuese escrita por la mano de Dios sobre una tablilla de piedra. De nuevo el demonio logró adueñarse de su alma, al manipular su pensamiento. No le dio oportunidad para meditarlo. Su hija corre peligro.

—Pequeña niña. Miroslava, mi niña. Debo protegerte a como dé lugar, mi pequeña. Soy todo lo que tienes en el mundo. ¿Qué más puedo hacer? Debo aceptarlo. ¿Belial, qué mantendrá a salvo a mi niña? ¡Dímelo, lo haré de inmediato! —Dijo Lena sin abrir los ojos, cuando aún soñaba sobre el horrible futuro que le fue mostrado.

—¿De qué hablas, Lena? ¡Abre los ojos! ¡Por favor! —Dijo Maxim a su esposa, tras escuchar cada palabra.

—¿Él? Eso es... ¡Lo haré! No importa. ¿La protegerá, verdad? Sin que nada se sobreponga. Nada vale más que su vida. Miroslava, mi niña. —Terminó por decir la mujer, para luego permanecer en completa calma, y conversar en voz baja consigo misma.

Pasaron tres días hasta que la mujer logró despertar de su extraño sueño. En todo ese tiempo no dejó de murmurar sobre una niña, sobre santos, almas, demonios y el guardián del abismo. Cuando abrió los ojos y recobró la conciencia, estaba sola en aquella cabaña. Su esposo Maxim viajó a Tobolsk, la ciudad más cercana, en busca de un sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Autocéfala de Rusia.

La fe hizo al hombre buscar auxilio a los pies de Dios. Fue el último recurso disponible para ayudar a su mujer, nada es más fuerte que el poder de Jesucristo y su infinita misericordia. Sin embargo descuidó a Lena en el momento crucial para su recuperación, algo impensable, pero cierto. Más tarde se arrepentirá de su decisión, al confiar el futuro de su familia a un representante del ser superior.

Al despertar, ella se sintió confundida y asustada. Las imágenes en su cabeza le perturbaban el pensamiento. Llegó a la conclusión de que todo se trató de un mal sueño. Una pesadilla absurda. Pero era como si sus recuerdos fluyeran contra la corriente del tiempo. Era capaz de predecir los sonidos que llegarían con el viento. Incluso le era familiar la ubicación exacta de cada animal en el bosque, y cada pez en el río.

Obtuvo un don extraordinario, uno que le permitió saber el futuro con anticipación. Se levantó de la cama y se calzó los pies. Caminó hasta una ventana a la izquierda y miró a través de ella. Imaginó como en un momento la nieve caería sobre la ventana. Corrió hacia la puerta que conduce al exterior de la cabaña, salió y observó la nieve caer desde el techo; tal como lo presintió tras de salir de la cama. No tuvo más dudas, el trato con el demonio quedó sellado con fuego en su mano. Ahora deberá cumplir su parte del trato.

—Debo ir al río. Buscaré la roca afilada que necesito. Salvaré a mi niña de ese maligno monje flagelante. —Dijo Lena, cuando el sol se ocultaba en el oeste.

En ese mismo momento, Maxim entregó todos sus ahorros al sacerdote de la iglesia de Tobolsk. Pagó por los servicios del clérigo, quien se comprometió a sanar a la mujer enferma de la que le habló. Aún con el progreso de la ciencia y la medicina, a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, muchas personas invertían grandes cantidades de dinero en los rezos y las habilidades curativas de los religiosos. Los resultados de este tipo de milagros dependen únicamente de la voluntad de Dios, por lo que el dinero no era rembolsado, incluso si el enfermo fallece.

Los dos hombres salieron de la ciudad al atardecer, en su carreta y con una leve nevada como compañía indiferente. Nadie más se percató del camino que tomaron, el último día que fueron vistos con vida o sin ella. Tomaron el camino principal y se dirigieron al hogar de la pareja, siguiendo el flujo del agua que proviene del sur.

—¿Es usted fiel creyente, señor Luzhin? —Preguntó el sacerdote, cuando se acercaban a la cabaña al lado del bosque, tras un día de viaje.

—Desde luego que si, su santidad.

—¿Y su esposa, cómo se llama?

—Su nombre es Lena. Ella también es fiel creyente de nuestra fe.

—Los demonios suelen adueñarse de quienes son más vulnerables. Pero nuestro Dios es benevolente, y con su gracia liberará a su esposa de la presencia perversa. Crea en mis palabras. Si acudió a mí, debe ser por una razón que Dios conoce.

—Le agradezco que haya venido hasta aquí. Los demás se negaron cuando les dije sobre su condición.

—Para ser sincero con usted, algo me preocupa. Hace unos días cuando estaba en la iglesia... —Dijo el sacerdote, sin que le prestaran atención. La carreta se detuvo de golpe.

—¡Lena! —Gritó el agobiado esposo al soltar las riendas.

Para el asombro de Maxim, la única puerta de su hogar estaba abierta. Temió por la vida de Lena, y se apresuró hacia el interior sin saber lo que encontraría. El sacerdote se acercó a la cabaña, se quedó de pie mirando el lugar. Notó marcas en los troncos del bosque. Una especie de rasguños.

—¡No es obra de un oso, claro está! Si duda este es el lugar. —Dijo el sacerdote a sí mismo, sin enterarse de lo que se acercaba a él.

—Nos volvemos a encontrar, sacerdote. —Dijo Lena, con una voz maligna resonando de sus cuerdas vocales.

Dentro del hogar de la pareja, todo era un desorden. Un torbellino revolvió cada rincón. La comida, los muebles y la ropa se encontraron dispersos sobre el piso. Un charco de agua denotaba un punto de vital importancia, justo al lado de la cama. Resulta tan llamativo que es difícil pasarlo por alto.

—Esto es nieve, y se derritió por completo. ¿Pero, y esto que hace aquí? —Dijo Maxim al tomar el mango de un cuchillo escondido bajo la cama. Luego notó que goteaba sangre.

Tras el hallazgo del cuchillo ensangrentado, se dirigió al exterior para contarle al sacerdote lo sucedido y la presunta desaparición de su esposa. No estaba seguro sobre los eventos que acontecieron en su ausencia, pero sin duda, la vida de su Lena corría peligro. Maxim no imaginó que su esposa le esperaba fuera de la cabaña, con una sonrisa, al lado del sacerdote o lo que quedó de él.

En el exterior, con el bosque como testigo, Maxim se encontró con su amada esposa y el agonizante sacerdote de Tobolsk. Con un cuchillo en la espalda y la mitad del rostro, aquel hombre trató de advertir al único testigo de su muerte. No se trató de un simple asesinato a sangre fría. El cura supo desde antes de salir de la iglesia que se encontraba en los dominios de un ser diabólico. Presintió la llegada del mal, se mantuvo expectante y confió su protección a Dios. Pero de nuevo, su fe le falló. Un demonio le arrancó la mitad de la cabeza de un solo mordisco.

—La sangre derramada por esta mujer traerá el mal al mundo. ¡Señor Luzhin, mátela ahora mismo! Un demonio la posee. Ella no es su esposa. —Dijo el agónico sacerdote, con solo la mitad de su boca y con su último aliento, para luego caer de frente contra el suelo.

Maxim sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Temió por su vida al mirar el rostro enloquecido de su amada. Lena Luzhin ya no era un ser humano. Algo terrible le sucedió, no era ningún secreto, sus ojos lo demostraban. Ningún hombre santo era capaz de salvarla, mucho menos lo era él, como un simple leñador.

El esposo no tuvo otra salida, caminó hacia atrás. Retrocedió un paso a la vez, como si una bestia se encontrara delante. Sin perderla de vista, se acercó la cabaña. Pensó tomar aquel cuchillo ensangrentado que dejó al lado de la cama, y con él matar a su esposa. Pensó clavarlo en el pecho de Lena, aún cuando la amaba tanto. Su respiración se volvió acelerada y sudó a pesar del frío.

—No es más que un farsante, querido. Todo nuestro dinero lo utilizaría en la bebida, las apuestas y las mujeres que frecuenta. ¡Es de lo peor! Toma la apariencia de un obrero para ocultarse en el bar de los criminales, y así logra entrar al prostíbulo desde la puerta trasera. —Dijo la mujer con los ojos enrojecidos.

—¿Qué es lo que te sucede, Lena? No quiero verte así. Yo te amo. —Su esposo no la perdía de vista, al temer por un ataque despiadado. Trató de que tomara conciencia sobre la situación, puede que quede esperanza. Lo intentó sin lograrlo.

—Los necesito a ambos. Esta noche será el momento adecuado.

—¿Qué vas a hacer con nosotros?

—Una puerta, con la carne y la piel. Un sello con las almas. Una herramienta para el futuro.

—Lena... perdón por no estar aquí. No pude salvarte. —Dijo el leñador, arrepentido por su falla.

—Salvaré a nuestra hija, Maxim. —Dijo la mujer, acariciando su vientre con ternura.

En su intento por entrar a la cabaña y tomar el cuchillo, Maxim tropezó al pisar dentro de un pequeño hoyo de cuatro centímetros de hondo. Su zapato encajó a la perfección en el agujero, incluso la posición en la que dio el paso en falso fue previsto por Lena. El miedo lo volvió torpe y descuidado, tal como el demonio esperaba.

Al perder el equilibrio se precipitó contra el suelo, justo donde una roca afilada le esperaba. Su cabeza golpeó la piedra y le dejó inconsciente en el impacto. Todo era parte de las visiones de aquella mujer poseída por la influencia de Belial. No tuvieron oportunidad contra el demonio. El plan fue puesto en marcha varios siglos antes.

Tras acabar con la amenaza latente, arrastró el cuerpo sin vida del sacerdote hasta el interior de la vivienda. Hizo lo mismo con su esposo, para luego atarlo con una cuerda trenzada. Todo lo necesario estaba listo, solo faltaba la llegada de las tinieblas. Lena esperó por el anochecer, antes de proseguir con lo planificado. En este tiempo, antes de la hora propuesta, repitió un rezo tenebroso hasta el cansancio. Su mente se perdió en la locura.

—Es la hora, mi señor y maestro. Liberaré el espíritu del abismo con la puerta y así brotará un nuevo ser de mis entrañas.

Con la guía de Belial, dibujó un círculo de sangre en el suelo. En su interior trazó un pentagrama invertido. En los bordes anotó un conjuro antiguo, previo a la era de bronce. Colocó cuatro velas que luego fueron encendidas por las llamas. Su objetivo no fue otro que realizar un ritual diabólico, para unir el abismo del inframundo con el mundo en el que habitamos. Sus esfuerzos conectaran los lugares distantes por un miserable segundo, del que su huésped tomará el máximo provecho.

—Noctis capier sernae. Brige animrum. Quamdi is vivit. Acipeme. —Dijo la mujer al estar en trance, hablando en una lengua antigua que se asemeja al latín.

Maxim recuperó la conciencia en el momento justo. Las tinieblas se adueñaron del lugar cuando el cuerpo del sacerdote, descuartizado con paciencia, fue puesto dentro del círculo. La cabeza sin ojos decoró la parte baja del pentagrama, sus brazos se podían ver a los lados y sus piernas en lo más alto. Un ser etéreo les acompañó durante el evento, con cuatro flamas infernales que se posaron sobre las velas.

La mujer tomó el cuchillo ensangrentado que esperó por su momento al lado de la cama, y con la mirada atenta de su esposo sacó el corazón del pecho del hombre santo. La sangre se esparció entre las tablas de madera que forman el piso. La escena era grotesca y desagradable, pero este es solo el inicio del siniestro ritual.

—El corazón de un santo. El corazón de mi esposo. Mi alma y mi cuerpo. Por la salvación de mi hija. —Dijo en voz baja Lena. Sus ojos se notaron perdidos, ausentes, ante su mente nublada por la locura.

—Saca su corazón, y yo tomaré el alma. —Dijo el ser escalofriante, al apuntar con su dedo índice hacia Maxim.

La mujer no lo dudó, lo hizo de inmediato. Tal como con el cura, usó el cuchillo para arrancar el corazón de su esposo. Él gritó cuando el cuchillo fue clavado en su pecho, y lloró hasta morir a manos de su amada. Las cuatro flamas saltaron sobre él, dirigidas por su último aliento. Lo envolvieron y reclamaron su alma antes de que partiera al más allá. Tanto el corazón como su espíritu lo abandonaron aquella noche.

La mujer tomó el corazón de su esposo con la mano derecha y el del santo con la mano izquierda. Se despojó de su ropa con ayuda de las flamas, quienes la quemaron sin más. Dispuesta a cumplir su papel mostró su intima belleza, y caminó hacia el interior del pentagrama. Su cuerpo ardió en llamas tras cruzar las marcas en el suelo. Bañó su cuerpo con el rocío de la sangre del sacerdote, la cual se levantó del suelo en una nube carmesí; todo esto mientras recitaba la parte final del conjuro. Su marca en la muñeca brilló hasta desaparecer en el fuego. La mujer empezó a comerse el corazón del sacerdote. Lo saboreó con placer, y luego hizo lo mismo con el de su esposo.

Tras completar el ritual, Belial trató de surgir desde el interior de la boca de la mujer, mientras ella lloraba sangre. Se deformó su boca. Su quijada se desprendió por la fuerza del demonio. Los músculos del cuello se rasgaron y el portal se abrió dentro de su pecho. Un ser ajeno a nuestro mundo apareció en su garganta. El ritual convirtió las entrañas de Lena en una ruta de escape que inicia en el abismo.

Primero mostró su cabeza y luego sus brazos, para salir al mundo como un conquistador. El demonio se posó al lado de la mujer y la sostuvo entre sus brazos como sostendría a su fiel amante. Le colocó las manos sobre el rostro, para mirarla directo a los ojos, aún cuando su mandíbula fue desprendida. Lena murió en poco tiempo, en los brazos de un ser indescriptiblemente hermoso. Tras traerlo desde su encierro en el abismo, cumplió con la parte de su trato.

—Has cumplido, Lena. Por lo que yo cumpliré mi papel. —Dijo Belial, justo antes que el cuerpo ardiera hasta convertirse en cenizas.

Las acciones de la mujer y la voluntad del demonio le permitieron abrir el portal hacia el lugar más recóndito del averno. Algo imposible en apariencia, que solo Belial fue capaz de lograr con su clarividencia. Las almas cruzaron por la grieta del ritual. Maxim viajó al inframundo, donde conoció a los príncipes infernales antes de ser consumido por la decadencia. El alma de Lena ingresó al interior del abismo, donde intercambió de lugar con Belial y así fue liberado. El príncipe logró escapar sin ser visto por los guardianes.

Dentro del cuerpo de la mujer sin alma, una criatura luchó por sobrevivir. Tras ser consumida por el fuego, su hija se mantuvo con vida, gracias a las acciones del ser etéreo y las cuatro flamas que sirvieron de escudo. Aquella niña fue nombrada Miroslava, tal como su madre le llamó en sus sueños. Belial se convirtió en su protector aún cuando carece de un cuerpo propio y se materializa de forma errática.

Feb. 17, 2020, 7:53 p.m. 8 Report Embed Follow story
8
Read next chapter Capítulo II: La muerte del monje flagelante.

Comment something

Post!
Cris Torrez Cris Torrez
interesante quiero saber que sucede mas adelante.
August 15, 2020, 14:46
Sebastian Silvestri Sebastian Silvestri
Sin duda es un gran comienzo para una historia ¡Felicitaciones! Muy bien narrado y con muchos detalles que hacen que el lector quiera saber que va a ocurrir luego. Sin duda seguiré leyendo.
April 23, 2020, 14:02

  • Aoshin Kuzunoha Aoshin Kuzunoha
    ¡Muchas gracias por leerlo, Sebastian! Este es mi relato favorito, puede que sea un poco extraño por momentos, pero me divertí mucho creando los personajes y la trama. Espero que puedas leer algunos capítulos más. April 23, 2020, 14:38
Ignacio Medina Ignacio Medina
Narrativa interesante y muy detallada, debes de tener una investigación de frases en latín y rituales exorcistas, supongo.
March 30, 2020, 17:29

  • Aoshin Kuzunoha Aoshin Kuzunoha
    ¡Muchas gracias! La verdad es que si, un poco. Me gusta investigar antes de empezar a escribir cualquier historia. En este caso el lugar es real, y el ritual sigue cada uno de los pasos que se supone debería tener, pero las frases en latín no son verdaderas. March 30, 2020, 19:47
Prince Gómez Prince Gómez
Hasta ahora, el escrito me parece espectacular, entretenido y sobre todo extrovertido. Has echo muy bien trabajo la verdad. Me maravilla como hay talento en Inkspired. ¡Felicitaciones!
March 22, 2020, 18:44

Cuenta Borrrada Cuenta Borrrada
Interesante, me ha convencido a seguir leyendo.
March 03, 2020, 17:40
~

Are you enjoying the reading?

Hey! There are still 10 chapters left on this story.
To continue reading, please sign up or log in. For free!