Estoy acostado en mi cama, dormitando, escucho el canto de los pájaros, el ulular del aire, y la tenue voz de un narrador en la radio. Es mi padre que está en la sala escuchando sus partidos de fútbol, como todos los días. Para él nada es más importante que eso, no es nada mas que un mezquino, y a lo único que le es fiel es a su equipo de fútbol. Estoy escuchando pisadas fuertes, es mi madre que sube por las escaleras, y patea mi puerta entreabierta la cual se abre de par en par, mi madre entra al cuarto y me arrebata las cobijas y me grita;
—¡LEVÁNTATE! TODOS TE ESTAMOS ESPERANDO.
—Ahora voy.— le respondo levantándome de la cama.
Ella sale del cuarto y azota la puerta detrás suya.
Hoy es 23 de Marzo de 1937 y es el undécimo cumpleaños de mi hermano menor, Dani.
Él es el único inocente de esta casa, ama a los animales, le gusta ayudar a las demás personas pero su suplicio fue ser parte de esta familia, aunque siempre está sonriendo y nunca le han afectado los problemas de nuestros padres, está creciendo y tarde o temprano se dará cuenta.
Nos reunimos en el comedor para festejar, en la mesa hay un mantel bordado a mano por mi abuela (quién murió hace un par de años) sobre él un pastelillo con una pequeña vela con forma del número 11, estaba encendida, sentado al frente al pastelillo está Dani, regocijándose de alegría, es el único que no oculta sus sentimientos y personalidad, todos los demás somos unos hipócritas, mamá odia a papá, papá odia a mamá, y yo simplemente odio mi vida a mis padres y a todos los que la rodean, con una gran excepción de mi hermano Dani, si no fuera por él no sé que sería de mi.
Dani cierra los ojos y sopla las velas, todos aplaudimos, se encienden las luces.
Hora de los regalos. Mi madre saca de su escondite incontrastable un libro amarillento y desgastado con portada de dinosaurios, al parecer era un libro para colorear y aunque estaba un poco usado a Dani parecía encantarle, se abrazan. Turno de mi padre, quien, le da un balón de fútbol, lo abraza y le susurra al oído;
—Sé que algún día te convertirás en un gran jugador.
—Gracias. — le contesta Dani.
Ahora es mi turno, saco de mi mochila un microscopio Spencer Bufalo que compré a un chico de la escuela por $500 pesos, que conseguí trabajando como ayudante de un herrero, no me pagaba muy bien, pero el yo decirme de mi situación económica y familiar accedió a darme empleo unas horas por semana.
Dani salta de su silla y corre a abrazarme.
El día transcurre normal, Dani juega con sus juguetes, mis padres discuten, y yo hago caso omiso de todo.
Los días pasaban, cada vez comíamos peor y menos, no alcanza con lo poco que me pagan y con lo poco que gana mi madre. A mi padre lo habían despedido de su trabajo porque siempre llegaba tarde a causa de estar todo el día en la radio y aveces se quedaba en casa alegando sentirse mal. Esto solo hizo más prematura su despedida.
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