Observó su imagen en el espejo. En él, se reflejaba su rostro, destemplado, casi enfermo. Como si no se percatara de su aspecto, centró su atención en la belleza de su marco dorado. Por primera vez, Mariel sintió que aquella antigüedad, entre todas las otras, poseía de un gran valor. Curiosa, acercó su rostro a él hasta casi rozar su mejilla contra el cristal y contemplar con minuciosidad cada fragmento. Deslizó su dedo índice sobre los finos detalles ornamentales que lo decoraban, y en ellos, brillantes diamantes encandilaban sus ojos. Por un momento, sintió el tiempo detenerse. Entonces, el aire comenzó a pesar. Su corazón comenzó a acelerarse como queriendo escapar de su pecho. De su boca, solo salía vapor. Y un frío gélido impregnó en sus huesos. La fuerza que se cernía sobre ella, la mantenía pegada al espejo, como si ella fuese una parte de él, como si fuese un componente más de si mismo.
Su cabeza se aprisionaba contra el cristal, más y más. El dolor se tornaba insoportable. En un intento desesperado la sujetó con sus manos. Cuando se percató que esas manos no eran las suyas, fue demasiado tarde.
En un instante, sintió su cabeza estallar contra el cristal. Sintió los pedazos de vidrio incrustarse en la sien.
Y cuando volvió en sí, oyó que una voz pronunciaba su nombre.
Mariel...¿Qué te ha pasado? —.preguntó Anna, su voz sonaba preocupada.
—Anna... —dijo aturdida.
—Te has hecho un corte en la cabeza —Anna miró en derredor. Ningún elemento cortante cerca. Ningún espejo roto. Luego, mientras cubría su herida con unas gasas contemplaba su rostro exhausto.
— Ve y descansa —le dijo con voz afectuosa.
—El espejo...debes cubrir...el espejo... —dijo agitada. Sentía como martillaba su cabeza.
Anna sonrió. En la tienda lo que sobraban eran espejos, de todos los tamaños, colores y fecha de antigüedad. ¿A cuál de ellos se refería?. Entonces, le prometió que los taparía todos.
Tomó el teléfono y llamó a la señora Olsen para que viniera por su hija. En unos minutos, ella estaba ahí.
— No te preocupes.Yo me haré cargo esta noche—su mirada delataba el cariño que sentía por su amiga. La mujer apretó su hombro con gratitud. Luego, las dos salieron de la tienda.
A la mañana siguiente...
Mariel cayó de rodillas y sus ojos se cubrieron de espanto. A los pies rígidos de Anna, la esplendorosa antigüedad de marco dorado se erguía ante ella. Una voz susurró su nombre. La imagen siniestra de Anna la observaba a través del espejo.
Thank you for reading!
We can keep Inkspired for free by displaying Ads to our visitors. Please, support us by whitelisting or deactivating the AdBlocker.
After doing it, please reload the website to continue using Inkspired normally.