evel-sytrani1556817120 Evel Sytrani

Un peligro está creciendo, cada día nacen nuevos pacientes Enfi quienes han perdido su capacidad de empatía. Sus cerebros no son capaces de distinguir el bien del mal y la sociedad busca soluciones a las aterradoras matanzas que estos infantes están ocasionando. Un grupo de científicos revivió el Proyecto Alteria para lograr evitar que este daño genético se siga propagando, pero durante su desarrollo consiguieron despertar una amenaza aún mayor. Ahora pretenden que el fallido experimento tenga una solución que llevará a los Terres al borde de la guerra.


Adventure Not for children under 13.

#recuerdos #Historias-Breves #relatos #conspiración #Experimentos-fallidos #psicópatas #guerra
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Evocación 01 – Sedición

—Papá, papá. Despierta. Tenemos que irnos.

—¿Qué ocurre?

—Están muy cerca, los puedo sentir. Debemos irnos.

Se aproximan, son muchos de ellos, nunca había sentido tantos Enfi moverse juntos. Los persiguen dos almas que temo no tienen piedad. El barco asciende para el desconcierto del contramaestre y muchos tripulantes que tuvieron que despertarse al sonar de las campanadas. Pido a uno de ellos que apunte su luz al suelo raso que dejamos para que puedan apreciar lo que yo veo.

Los Enfi huyen, corren alejándose de un temor más grande. Presas de un pánico inexistente en sus mentes, pero el instinto de supervivencia de algunos los convierte en criaturas sedientas de velocidad. A su par, cientos de Ivinth se aglomeran en los bosques, con erráticos movimientos azolando todo a su paso en la oscuridad. La pintura caótica se aproxima al poblado, pobres aquellos que no sugieren el cruel destino que les espera. Los tripulantes observan asombrados por el encuentro que han evitado. La muerte les susurra al oído permitiéndoles ver el amanecer nuevamente.

Giro hacia mi padre, encuentro su rostro lleno de luces inexistentes a su percepción. Hago un gesto y él responde, aunque tragando saliva, que lo permite. Dicho esto, prosigo, subo al pretil de proa y salto dejando la toldilla atrás. El agua es lo siguiente que veo, apunto mis dedos y abro camino en el río para mi entrada controlada. El agua alterada me recibe con gusto y gracia, abrigando mi caída que de lo contrario sería fatal.

Al final me sitúa en la orilla donde debo buscar a las dos figuras cazadoras que diviso con mis lustrosos ojos.

El conjunto de Ivinth pasan de mí, golpean sus torsos al perfil de cada árbol en el bosque. Laceran sus cuerpos con una demencia descomunal e incontrolable. Aparentan ser obligados por una fuerza sobrenatural que los guía a una misión que no da piedad a su integridad, donde no le preocupa si ninguno de ellos vuelve. Las criaturas asemejan animales rabiosos, expidiendo cólera en sus toscos movimientos. Se mimetizan entre el follaje y la noche. Sólo sus bramidos como trompetas de guerra anuncian su llegada.

Aumento mi velocidad, cruzo entre las masas vehementes evitando toda colisión posible, giro para evitar el cuerpo armado con púas y estridentes navajas. El suelo vibra, los sonidos fonéticos envician el aire. La tierra se levanta y la arbolada libera desperdicios naturales. Finalmente llego hasta la última línea de esclavos. El caos se pierde y queda el silencio. He visto varios Enfi huir entre ellos, algunos menos afortunados entre sus zancadas. Las criaturas no tienen compasión en aquellos poco ágiles que quedan a la derriba en ese mar ácido. El cuerpo de uno de ellos yace sobre el suelo, desgarrado por las embestidas salvajes de los dementes.

Vive, si se le puede llamar así, en agonía y suplicio. Su ojo se mueve buscando, indagando el encuentro conmigo.

Iyectenig. —Dice, casi moribundo.

—No entiendo tu idioma —respondo arrodillándome a su lado mientras contemplo su cuerpo devastado—. No sé qué quieres decir.

Iyectenig —repite—, Iyectenig.

Insiste. Su voz se sofoca, su cuerpo se estremece, hay dolor al pronunciar las palabras, gemidos ígneos de un ser desesperado por no compadecer en esa agonía.

Su parpado se abre, con asombro y terror. Ve algo que yo no —imposible de creerlo—, su mano se desliza a mi rodilla, palpando con ansiedad desmedida, manchando la tela de mi ropa simple con marcas de sangre.

—¡Iyectenig! —repite— ¡Iyectenig!

El bastón blanco como la nieve cae sobre su rostro, particularmente en la boca. Me sorprende y no logro reaccionar. El ser que controla tal instrumento se posa frente a mí con esa trayectoria desde el cielo. Se flexiona y mira con burlesca sonrisa al decapitado Enfi.

—¡Cierra la boca! —murmura con risa maliciosa— Nadie te pidió hablar.

Se levanta, erguido y atrevido, soberbio como quien da caza al animal más grande de las praderas. Agita su báculo para desprender la carne adherida al extremo, luego juega apoyándolo a su espalda con los brazos entrelazados para sostenerlo.

Me mira sonriendo, esa expresión maldita que se intenta disfrazar de una cortés mueca agradable.

—¡Qué fascinante acontecimiento, querida Sydhéni! Encontrarnos en esta noche de luna próxima, tan cálida y exquisita. ¿No te parece fascinante?

Pronuncia con singular alegría. Más como un demente que como un caritativo ser. Camina alrededor mío, paciente, estratégico, con miles de intenciones o sólo una

—¿Has venido a ver al espectáculo? El pueblo se convertirá en cenizas hirientes de las falsas personas que lo habitan. Los fantasmas se levantarán y la poesía será vomitada por las siguientes generaciones que narren el desastre de este día.

—No sé de qué hablas —realmente no lo sé—. Caminaba sin rumbo fijo en esta noche perfecta. Comía dulces, ¿apeteces alguno?

Intento aparentar normalidad, confianza y ningún temor; salvo mi interior que se acuchilla por las puntas filosas de los nervios y las punzadas de horror. Levanto la mano y ofrezco los chocolates que guardaba en el bolsillo de la sudadera. Haorrel se aproxima, agacha la mirada sin quitar las manos de su bastón atravesado a la espalda y mira el dulce.

—¡Qué amable! —Exclama.

Toma uno al momento de girar el báculo que entierra en el pecho del Enfi.

—¡Delicioso!

Expresa con esa maldita exageración digna de un demente como él.

—Son importados, muy escasos, sólo una fábrica en el mundo los hace. ¿Gustas más?

Sigo el juego.

—No, gracias linda niña. Quizá mi hermana desee probar de los manjares que ofreces, ¿no es así?

Mira detrás de mi persona.

Silenciosa como el suspiro de un muerto, se desliza Adannehiza a mi costado. Su perfume a hiervas penetra mi olfato, sus listones obedientes a sus deseos envuelven mi mano y la petrifican al sitio; extiende sus dedos pálidos igualmente adornados por la seda negra hasta la muestra gustativa y alza un bloque de chocolate que destina a su boca. Tan próxima a mí, que puedo oír como su lengua juega con el bocadillo y sus dientes penetran el cubo con delicadeza y buen modo.

El listón se aparta de mi brazo acariciando mi piel, creando una sensación incómoda, perturbadora que instituye escalofríos en mis huesos y alforza hasta el más pequeño bello de mi cuerpo. Yo sonrío, mantengo esbozado ese pliego mozo en mis labios sin demostrar el terror que me invade.

—¿Te ha gustado? —pregunto sin alterar mi voz— ¡Nada los iguala!

Adannehiza se aparta, silenciosa que el viento no se inmuta a sus movimientos.

—Le ha gustado, puedo verlo en su sonrisa carmesí —responde Haorrel quien no deja de vigilarme—. Ya que entramos en confianza. Quiero preguntarse sobre nuestro buen amigo: Líthen. ¿Lo has visto? Hay tanto que necesitamos conversar y sería fascinante que nos ayudaras a encontrarlo.

—No lo he visto.

—¿Segura?

Se aproxima más, en ese rango del espacio personal.

—¿No has hablado con él, estado en contacto, ofrecido muestras de golosinas?

—Nada de eso. Líthen no es de los que escriban.

Se aleja por fin de mí.

—Líthen. Líthen. Líthen —vuelve a caminar en círculos, sosteniendo el báculo del mismo modo que antes—. Nuestro querido amigo Líthen. No llama, no escribe, no nos visita. Siempre ha sido apartado y ajeno a nosotros. Lo motivan muchas causas, pero mantener los lazos amistosos no es una de ellas. Nunca me ha importado, más hoy tengo muchas preguntas qué hacerle. ¿Puedes ayudarme en este problema?

—Si quieres, puedo hacerle las preguntas cuando lo vea.

—Sé que lo harías, pero no tengo tiempo para reunirnos otra vez, necesito las respuestas en este preciso momento.

Se coloca a mi lado apoyado en su bastón recto sobre el suelo hasta encontrarse a mi altura.

—Verás, hay rumores de que nuestro querido Líthen busca una persona especial. Ha llevado a las tropas de nuestros aliados en esa empresa repentina. Promete ofrecer Enfi de épocas más puras y ha cumplido. Sólo que… —el báculo se queda estático pese a que él lo suelta y nada lo apoya. Juega con sus manos para hacer énfasis en su siguiente diálogo— Él persiste en seguir buscando pese a que ya encontraron suficientes Enfi para el proyecto —¿cuál proyecto? —. Y eso es una singularidad en su forma de ser. Un pequeño decimal que desvía la gráfica. Algunos creen que busca a esa persona especial en todos los contenedores de bio-conservación de cada protervo laboratorio que visita. ¿Sabes lo que creo yo?

—No. —Respondo de inmediato.

Su voz aumenta la intensidad de sus palabras, como una olla en ebullición a punto de explotar.

—Que está haciendo su segunda jugada.

Revela clavando su mirada en la mía.

—¿Sabes cuál fue la primera? Debes de saber, estoy seguro de que sí.

—No, no lo sé.

Me pongo nerviosa, estoy perdiendo el control de esta conversación si alguna vez lo tuve. Agita su dedo apuntando a mi rostro, ríe con malicia. Le da gracia que lo niegue.

—Siempre tan agradable Sydénhi. Intentando hacer amenas estos encuentros

Es como hablar con un explosivo inestable que se ríe, pero desconoces si detonará ahora

—Pero algo que no me agrada.

Demente, demente, demente.

—Es que intenten engañarme.

Mueve su mano hasta mi cuello, en un instante que nadie pudo prever. Me alza hasta encontrar la corteza del árbol más próximo y justo ahí, entierra mi cuerpo en el tronco.

—¡Dónde está Líthen! —alza la voz, su ferocidad y locura se expresa en sus facciones—¡Dónde!

—¡No lo sé! —respondo en un grito ahogado— Él no me frecuenta y yo no tengo… manera de encontrarlo.

Apenas si me permite respirar. Aunque no moriré por eso, la sensación de asfixia no desaparece. Su mano oprime mi cuello, la intento quitar, pero su fuerza es superior a la mía. Agito los pies, arrebato con desesperación, intento liberarme sin lograrlo.

—¡Líthen no te frecuentará, pero está atento a ti! ¡Sé cómo llamar su atención!

Grita para después arrojarme sin impedimentos al suelo. Azoto sobre la tierra y desperdicios naturales. Sin permitir incorporarme, su pie profana mi estómago donde expulsa mi cuerpo sin problemas. Recoge el báculo en su camino hasta nuestro encuentro.

Puedo levantarme rasguñando la tierra hasta lograr estar de pie. Él lo permite, ofrece ventaja, se ríe a mí espalda mientras yo huyo sin destino alguno en el oscuro bosque con el temor pulsando mi estómago. Su plan es usarme para atraer la atención de Líthen. Eso no ocurrirá, él no vigila cada paso y peligro que enfrento —aunque lo hiciera, no está aquí ni en la cercanía—.

La arbolada se agita, como animales soltando rabia en la corteza, saltando de una a otra. Adannehiza desciende, silenciosa como siempre. Está al frente mío, de perfil con sus listones negros envolviendo la escena flotando al igual que lo haría un fantasma. Su caída es lenta, pausada a la manera de un video recorriendo fotograma por fotograma. El primer listón se proyecta a mí, cobra velocidad y busca herirme; corta mi hombro de manera fina digna de una cuchilla de cirugía. La segunda y tercera tiene igual efecto, rebanan la piel después de la tela. Erijo un muro de tierra que se interpone, grueso y alto, para impedir su paso. Necesito de todas mis habilidades si deseo sobrevivir.

No sirve lo suficiente, los látigos tajan la masa hasta devorarla en esa tragedia. Debo correr, cambiar de dirección. Haorrel se presenta, surgiendo de la oscuridad, extiende su báculo para decapitar en un corte horizontal. Me protejo con más muros de tierra, sin embargo; éste lo destroza. Caigo al suelo, restregando mi brazo en la maleza. Debo levantarme. Lo hago con rapidez, pero Haorrel es imparable. Me enfrenta en un combate cuerpo a cuerpo donde sólo puedo evitar que me golpee, entierre su báculo o haga algo peor conmigo. Sin esperanza de estar a su nivel.

Desaparece de mi frente, golpea mi espalda. Cuando giro ya no se encuentra ahí. Ahora me atormenta desde otro ángulo. Ágil, rápido. Rodeado de ese efluvio oscuro que lo precede.

Juega conmigo, se burla de mí en este cruel ensayo de lo que sería mi muerte segura. Dirige su bastón a la mejilla, la lacera y con ello me perturba. Salta para pasar sobre mi espalda cómodamente hasta el otro lado. Estando ahí, imputa su báculo al costado fracturando una costilla —así me pareció—, después giró su cuerpo aprovechando la inercia y acierta el largo del bastón en la coyuntura de la rodilla para llevarme al suelo.

Teniéndome a su merced, coloca el costado de su báculo atrapando mi cuello y empuja hacia atrás hasta el punto en el que es imposible seguir flexionándome sin caer. Dejándome en una posición incómoda.

—Te faltan muchos años de experiencia para pretender que puedes huir de mí —dictó—. Preguntaré una vez más. ¿Dónde está Líthen?

Ladeó el rostro presumiendo de su posición ventajosa.

—¡Dónde!

—¡No lo sé!

Percibo como los listones envuelven mi figura, se entrelazan y comprimen hasta anular toda resistencia mía. Asemejan cadenas que el verdugo usa para inculcar temor en su víctima. Eleva mi cuerpo con la cera negra estrangulando mi cuello. Sofocando la respiración y liberando angustia. Me estoy desesperando, no tengo manera de ganarle a él y su gemela. Seré prisionera hasta que logre encontrar a Líthen o deje de ser útil. Es posible que lo último suceda hoy mismo.

—¡No lo sé! Él no me dice a dónde se dirige.

Grito rasgando las cuerdas vocales.

—¡Intentas mentirme! ¡Engañarme con tu vómito infecto!

—¡Él no me dice!

Sigo gritando, sollozando, la impotencia me envuelve, no tengo planes, mi mente está saturada de temor. Mi corazón palpita acompañado de una constante punzada en el estómago. Dolorosa sin precedentes. Estoy a punto de morir, de ser víctima de la mente retorcida de Haorrel.

Oprime más, ella podría destrozar mi cuello sin ningún remordimiento.

La luz que mis ojos recogen se desvanece, la luna no es suficiente para ofrecerme el panorama claro de siempre. Estoy perdiendo el conocimiento, podrán hacer conmigo lo que quieran. Asesinarme sin impedimentos. Estoy a un último suspiro de vida cuando lo veo en el cielo.

El ave gris surcando la negrura, obstruyendo el resplandor de la luna creciente. Deambulando en círculos como un halcón acechando a su presa.

No puedo creer que esté ahí, que haya venido a rescatarme. Él no es así, no es un héroe, no es un salvador. No cabe en mi cabeza que haya aparecido para confrontar a los gemelos a causa mía. El quejido de su ave de piedra resuena en el bosque. Cualquiera en kilómetros lo escucharía. Haorrel es uno de ellos. Detiene el asesinato.

Lo noto mirar al cielo, con su sonrisa maldita esbozada en ese rostro fino de un demente y su bastón apoyado a la espalda. El listón cede presión, me permite respirar y la seda se desliza por mi cuerpo para descenderme a tierra, sin otorgarme la libertad por completo, termino de rodillas, luego mis manos detienen el brusco aterrizaje.

Sigo observando al ave, mis ojos precisos perciben la luz que obstruye, sin emitir luz propia. Los cuerpos la reflejan, rebotan los espectros de colores en diferentes niveles que el ojo normal percibe. Este cuerpo que observo está creando colores falsos que la luna no provee. Es un engaño, una mentira cruzando en aleteos constantes la noche.

—No es Líthen. —Me digo al descubrir la ilusión.

Haorrel debió pensar lo mismo por el gestó iracundo que expresó.

No tuvo oportunidad de reaccionar. El ruido de vidrios romperse, cientos de ellos, nos rodearon en total acoso. Se cristalizan a diferente distancia y altura de mí. Destellan luces, reflejos y el olor cambia repentinamente.

Al poco tiempo percibo que alguien me jala, tomándome de la cintura y tirando en esa dirección contraria a mi frente. El oscuro bosque se convierte en una clara pradera. La luz de la luna es fuerte al no ser obstruida por el abundante follaje de las arboladas; abruma mis sentidos y debo acostumbrarme como cualquiera lo haría. El ruido de cristales se pierde con el tiempo. El olor a humedad alcanza mi olfato, la brisa del viento y el pasto crecido recibe mi cuerpo sentado en este nuevo sitio.

—Ha estado cerca —dice la voz familiar—. ¿Qué querían ellos dos con Líthen?

Pregunta a la vez que lanza un bocado de chocolate a la boca. Debió quitarlo de mi bolsillo mientras me traía aquí.

—Lo buscan con mucho empeño —no necesito fingir con él—. Decididos en hallarlo.

—¿A Líthen? ¿Qué hizo ahora tu noviecito?

Dice soltando una risa burlona.

—¡No es mi novio! —Le reclamo.

—Ha-ja. Entonces por qué te trae estos chocolates —presume otro y lo lleva a la boca—. Están frescos, el mejor chocolate que puedas robar.

—Yo los compré. Él me regala sombreros. No chocolates.

—Lo que sea. ¿Qué quería el dúo alegría con Líthen?

Come el tercer bloque de chocolate. Mantiene su rostro oculto bajo la capucha, sólo me permite ver su quijada y esa sonrisa amistosa lejos de la demente de Haorrel.

—Ellos dijeron… —corregí—. Él dijo, que Líthen busca a alguien. Quieren encontrarlo para preguntarle a quién. Haorrel insistía en que era su segundo movimiento.

—¿El segundo?

—Sí. Eso dijo.

—¿Cuál es el primero?

—No lo sé.

—¿Segura?

—¡Qué no lo sé!

—Bien. Deja ya. ¿Qué más?

Me levanto de encima del pasto, acaricio mi costilla al sentir el fuerte dolor y retiro parte de los listones que aún penden de mi cuerpo.

—Líthen les ofreció un tipo Enfi más puro para un proyecto que están realizando —le explico y notó su intención de interrumpir—. ¡Antes de que preguntes, no sé qué proyecto!

—Continúa…

—Él mencionó algo sobre contenedores de bio…

—Bio-conservación.

Su voz se vuelve sería.

—Sí. Busca alguien especial en ellos. Son personas congeladas, ¿no?

—No. Están dormidos en un estado de hibernación asistido —su expresión cambia—. ¿Algo más?

—No, es todo. ¡Ah sí! Dijo que han visitado varios laboratorios y trabajan para un aliado, con ejército y grupos armados.

Adrieth se levanta, mira la lejanía en dirección al pueblo donde las fumarolas expiden su columna al cielo. Ya no tiene el humor de antes. Nunca lo había visto serio.

—¿Qué ocurre? —pregunto tímidamente— ¿A quién busca Líthen?

—A su excompañera.

—¿Necesita de alguien para vencer a los gemelos?

—Es posible, aunque… —calla un momento, absorto en sus ideas— Ella podría ser la respuesta.

—¿Qué clase de respuesta?

Me aproximo a su lado, contemplo el panorama al igual que él.

—Hace muchos años, antes de lo sucedido en Tronos, la nación de Lutronía buscaba una solución para el problema de los Enfi.

—No hicieron buen trabajo…

—No. Lo empeoraron, dieron luz a las criaturas que conoces ahora.

—¿Ella es uno de esos Enfi?

—Es distinta, era la respuesta a ese problema, pero nunca sucedió así.

Gira y camina por la pradera, lo miro alejarse.

—Ve a Lutronía, ahí encontrarás a Líthen, cerca de Querintong.

—¿Querintong? ¿Ahí está su compañera?

Grito al estar distante de él.

Cuando trato de alcanzarlo me interrumpe un estruendo fuerte, como el tronido de un relámpago en el manto de la noche. Hace temblar el suelo y agita el viento. Volteo en dirección al poblado y noto una extraña columna de luz que nace desde el cielo hasta el suelo. Nadie más podría verla, la luminiscencia es energía Alteria pura dirigida a un punto específico. Proviene desde más allá en el exterior del planeta e impacta sobre terres. Envuelve la comunidad y todo a su alrededor. También existe un rastro menos denso y vertical que se origina desde otro punto, en una saliente al costado de la alta montaña más lejana. Parece que algo o alguien apunta la energía desde ahí.

Hay centenares de Ivinth apresurados en llegar a la gran columna de energía. Corren con desesperación. Sin titubeos o precaución en ellos mismos. Se aglomeran en inmensas masas que agitan la arbolada. Vi algo similar antes, sin embargo; esta vez el número ha ascendido. Ahora ya conozco la razón de su comportamiento errático. La energía ahí los alimenta, siempre lo ha hecho, la diferencia es que alguien intencionalmente los provoca e induce hasta ese punto.

No necesito girar para saber que Adrieth ya no está ahí, su presencia se ha esfumado y la luz que emana ya no llega a mis ojos.

Debo viajar a Lutronia, encontrar a Líthen y descubrir cuál es su plan, qué está sucediendo y en qué modo afectará al mundo conocido. Esa gigantesca columna no se disipa. Ha contaminado el lugar y ya nada será igual.

Algo está a punto de suceder, muchas personas han comenzado los preparativos. Si Haorrel está seriamente interesado en lo que hace Líthen, es porque teme que él pueda adelantarlo. No imagino qué clase de ventaja pueda crear difidencia en un Decano como él.

La luz disminuye su intensidad, pero mis ojos pueden ver el panorama desolador que ha dejado atrás. La contaminación es tal, que los Ivinth no pueden sobrevivir a eso. Los pobladores fueron sentenciados a morir en el momento que esa fuente más pequeña apuntó sus intenciones sobre ellos.

Es tiempo de volver al barco. ¿Quién es la respuesta?

Nov. 6, 2019, 8:09 a.m. 0 Report Embed Follow story
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