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NO TODO ES TAN MALO

Las rodillas del pequeño no soportaron más y cesaron. Los fuertes golpes y patadas que su pequeña complexión recibía, aún no pasaban desapercibidas al dolor, al cual, de manera lenta y tortuosa se debía acostumbrar. El patio trasero era su desgracia, al igual que los miércoles, día y lugar en donde su pesadilla comenzaba.

Con su delgado brazo cubrió su estómago, tratando de captar, aunque sea un poco de aire. Sin embargo, incluso en su atolondrada situación, a sus oídos llegó la campana de su salvación. El claxon del auto que reconocía muy bien.

—Creo que es todo por hoy —dijo uno de ellos.

Aquellos malandros eran cuatro. Un cuarteto del mal.

—Vamos. —El líder de la manada, Patrick, ordenó. Y gran sorpresa hubiera sido, si no hubieran pateado la ya destrozada mochila que se encontraba a escasos metros del infante. Los cuadernos de Steven estaban regados por doquier.

Con toda la fuerza que un niño puede tener, levantó su anatomía del suelo, tratando de despegar de la blancura de su uniforme, el amarilloso color de la tierra. Acomodó sus gafas y visualizó, a lo lejos, a los primos más odiosos que ha conocido embarcados en el vehículo de uno de sus familiares, como si nada hubiese ocurrido.

Con delicadeza guardó sus pertenencias, llorando, temiendo por el qué le diría a su mamá. Sus ojos estaban apagados, mientras que su cuerpo temblaba. Llegó al punto en el que simplemente dejó de pensar en si era por nervios, miedo o sufrimiento. Necesitaba desahogarse, distraerse.

Instintivamente sus piernas lo dirigieron hacia el jardín. El cerramiento eran arbustos que desde su punto de vista alcanzaban el cielo. Las bancas estaban ubicadas en lugares estratégicos bajo las grandes y gruesas ramas de los árboles. Sus hojas verdes purificaban el aire, tranquilizando de manera leve, el desconsuelo que abundaba el corazón del menor.

La idea fugaz de escribir invadió sus pensamientos, logrando convencerlo segundos después.

Con lápiz en mano, trazó el inicio de su historia.

Érase una vez…

Una pequeña aldea situada al norte de Branqueira. Todas las noches, desde su fundación, agradecían a la señora Luna por la vida, por la paz y por los alimentos que mantenían la estabilidad en donde habitaban. El paraíso era hermoso incluso de noche. Las antorchas iluminaban las chozas, mientras que, a una distancia prudente, una cueva aguardaba contenedores colmados de alegría.

Los recipientes estaban repletos de Branquiones, sustancia que, a través de un cristal emanaba felicidad a los hogares de los aldeanos. El castillo, gobernado por el rey Francisco III, obsequiaba suministros, mantas y demás objetos de calor para sobrevivir a la estación invernal.

María al norte, Steven al sur, Blanca al este y Clementina al oeste, desde las torres de seguridad, vigilaban mientras la celebración seguía.

—¡Gracias, Diosa Luna, por darnos tu sabiduría! —comenzó Clementina.

—¡Alabada seas, con majestuoso amor! —continuó María.

—¡Cuídanos y guíanos con tu luz!

—¡Protégenos a plenitud! —Terminó Steven.

La entonación de cánticos y alabanzas resonaban. En círculos familias enteras bailaban.

No obstante, el aullido de los lobos alertó al pueblo de algo catastrófico.

—¡Invasión!, ¡invasión! —gritaban. La trompeta del rey, y el sonar de las pisadas de varios soldados norbranquiences no se hicieron esperar. Los vigilantes de las torres bajaron. Los aldeanos corrieron por protección a las guaridas en la oscuridad del bosque.

Las tropas estaban divididas en grupo A y grupo B. Perteneciendo al primero el cuarteto de amigos.

—¡Atención! —llamó el mandatario real—. ¡Las bandas del sur nos declararon la guerra! —Los cuchicheos de los presentes irritaban el oído de cualquiera, en especial el tímpano delicado del rey—. ¡Silencio!

—Mi señor, estamos preparados para todo.

—Entregaremos nuestra vida, recuperaremos la paz, y nos alimentaremos de felicidad.

—Así me gusta, muchacho —expresó con orgullo Francisco III.

Y empezó. La magia oscura del sur incendió varias de las casas de los recién evacuados. Algunos con tridentes, otros con varitas, muchos con pociones.

Individualmente hacían su trabajo.

Los norbranquiences del segundo grupo sigilosamente protegieron la cueva.

—Esta es la estrategia. —En la parte posterior de un tronco viejo y vacío, iniciaron la conversación—. María, rodearás la roca que está allá, prepara un látigo de viento.

—Entendido —respondió la nombrada.

—Clementina, sé que has estado practicando con fuego, es momento de ponerlo en acción. —Ella sólo asintió.

—Blanca, serás la primera en atacar. La tierra se te da muy bien, necesito que los encierres y los atraigas hacia nosotros.

—Bien, ¿qué tienes planeado hacer? —El estruendo de bombas de magia provenían de la fogata, distrayendo a la de elemento tierra. Estaban destruyendo el altar de la Luna.

—Invocaré al ángel de la luz, debemos vengar el insulto que le dirigen a nuestra señora. ¿Estamos listos?

—¡Lo estamos! —gritaron los cuatro al unísono.

Dicho y hecho pusieron en práctica el plan. Blanca cubrió al enemigo con muros compactos de tierra, a la vez que María y Clementina juntaban el poder necesario para derrotar al enemigo con fuego avivado de viento. El ser angelical estaba por formarse.

—¡Debe ser una broma! —gritó uno de los del bando contrario, quien estaba situado cerca de la cueva— ¿Creen que con esos trucos baratos nos vencerán?

—No lo creo, lo afirmo —alzó la voz Steven.

—Perdedores como ustedes que aún creen en la luna no llegarán a ningún lado. —Patrick, el capitán, intervino fríamente.

—Idiotas que pierden la fe son los primeros en caer. —La cabeza del ángel de la luz estaba por terminar de formarse.

—Ya lo veremos. —Cada invasor tenía su propia fuerza, y no se incomodaban al mostrarla y presumir de ella—. Con un dedo te derroto, mientras que tú necesitas todo tu grupo.

—Es exactamente eso lo que ya veremos. —La invocación estaba completa, y los integrantes en posición—. ¡Ya!

El látigo rompió el aire, enviando ráfagas de fuego avivado a los invasores rodeados por el cerramiento, carbonizándolos inmediatamente.

Sus compañeros observaban con desprecio la escena.

—¡Pedazo de débiles! —El suelo comenzó a moverse ante el rugir de Patrick—. ¡Los mataré a todos, ahora!

—¡Deshonor! —gritaban los demás—. ¡Matadlos!

En el sur el orgullo era tal que, si cometías un error, eras brutalmente castigado. La guerra dio un giro, villanos entre villanos comenzaron a combatir. Las tropas del norte mantenían su atención en la escena, con la idea de que podría ser una distracción para acabarlos.

El ángel de la luz, molesto por su invocación, dio un paso adelante.

—¿Cómo osan a despertarme para contemplar semejante estupidez? —Sus dientes estaban apretados, y simularon con quebrarse cuando, al girar su cabeza, encuentra el altar de su señora destruido—. Los exterminaré —susurró. Los rayos que de un momento a otro su cuerpo emanó, quemaban a todo ser que no perteneciese a la aldea del norte.

Gritos, lamentos, súplicas salían de la boca del enemigo, mas no hubo piedad, cada uno fue radicalmente eliminado.

El rey Francisco III se dirigió a las tropas. —¡Declaro la victoria! —Posó su mirada en el cuarteto que ayudó en su mayoría en terminar la guerra—. Ustedes, acérquense —llamó. María, Blanca, Clementina y Steven se aproximaron lentamente. —Gracias a su heroísmo es que todos estamos aquí, vivos, llenos de paz y repletos de felicidad. Guardias de la zona norte, sur, este y oeste, los asciendo a Capibriences, nos vemos en el castillo.

El sol radiante hizo aparición, los aldeanos de igual manera. La música nunca había sido más alegre, y el altar de la señora Luna estaba impecable, perfecto gracias a la reparación del ángel de luz. Los recién ascendidos a Capibriences gozaban de armonía, ¿qué más se podía pedir para ser feliz?

Fin…

La fresca brisa el aire golpeaba su rostro, refrescándolo. Steven cerró gustoso su cuaderno, simplemente amaba escribir.

¡Hola! Sintió un cálido tacto sobre su hombro, volteó a ver a quién le había llamado.

Era una hermosa niña la que obtuvo toda su atención. Su cabello estaba recogido en una alta coleta, y vestía el mismo uniforme que él. ¡H-hola! —dijo tímido.

—¿Quieres jugar con nosotras?, desde hace minutos te veo muy solito —Sus labios se abultaron en forma de puchero, tal vez ella vio todo lo que había pasado.

—Tú… ¿lo sabes todo?

—Vi lo que tenía que ver. Esos niños son muy malos, no deberías juntarte con ellos —respondió.

—Ellos no son mis amigos. Empuñó sus manos, impotente.

—Yo puedo ser tu amiga. —Steve giró a verla, sorprendido.

—Y yo.

—También yo.

—¡Hey!, ¡no me dejen atrás! —El grupo de amigas de la pequeña, se unió, extendiéndole la mano. Tal vez no todo era tan malo…

July 1, 2023, 1:28 a.m. 1 Report Embed Follow story
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The End

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Ana Paula 🖋️ Explorando el romance, el misterio y el terror a través de las palabras. Descubre mundos oscuros y personajes inolvidables en mis cautivadoras historias. 🌑📚 Acompáñame en este viaje literario y comparte tus ideas y comentarios. 💬 ¡Sumérgete en el suspenso y despierta tus peores pesadillas! 😱✍️ #EscritoraDeTerror #HistoriasDeSuspenso

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Zaycko Joria Zaycko Joria
¿Continuará? Tuvo de todo este relato. Y sirve como primer capítulo de lo que tengas en mente. 👏
July 07, 2023, 06:09
~