Recostada junto al viejo ventanal blanco de mi habitación, observaba la lluvia caer lentamente sobre los majestuosos árboles de pino que adornaban el refrescante paisaje de octubre.
Las memorias de un año atrás invadieron mi mente y un suspiro de melancolía rompió el silencio de la habitación. Estaba sumida en mis pensamientos, viajando por los rincones más profundos de mi mente cuando de pronto, te miré.
Llevabas puesto el mismo atuendo que usaste cuando te conocí y al igual que ese día, me sonreíste. Tímidamente, me acerqué a ti y como antes, no medí los riegos de aquel impulso de valentía.
Nos quedamos así un rato, frente a frente, mirando el atardecer en silencio. Todo era muy tranquilo, hasta que tus ojos verdes hicieron contacto con los míos e inmediatamente me envolvieron en una confusión.
No entendía que hacías allí, de pie junto a mí. Había pasado ya, demasiado tiempo desde que nuestros caminos tomaron rumbos diferentes. Sin embargo, tú no dudaste ni un instante y con la calma característica de tu carácter, me tomaste la mano y me incitaste a caminar junto a ti.
El silencio reinaba en nuestro pequeño espacio. Ninguno estaba listo para emitir palabra alguna, no porque no hubiera nada que decir, sino porque el orgullo era muchísimo más grande que los sentimientos encontrados.
A pesar de todo, intuí que era mi turno de actuar y después de un largo suspiro, logré preguntar qué era lo que querías después de tanto tiempo. Inicialmente, no dijiste nada , pero después varios tormentosos e infinitos segundos de silencio, con un semblante serio, poco común en ti, respondiste y me confundiste más aún.
Tus palabras me tomaron por sorpresa, debido a que nunca había esperado la explicación que llegó en ese momento y mucho menos la frase siguiente.
No podía procesar lo que acababa de escuchar, todo se había vuelto borroso de repente y una corriente fría recorrió todo mi cuerpo. El pánico se instaló en mi ser, debido a que no sabía cómo actuar. No obstante, debo admitir que, con esa pequeña frase, que a pesar de tener solamente dos palabras y cinco letras, lograste conmover algo en mi interior y derrumbar las murallas que me protegían.
Bajé la mirada, pues sentí que no sería capaz de ver aquellos ojos expectantes, pero tú, con sutileza, tomaste mi mentón con tu mano, lo levantaste y volviste a decir “Te amo”. En eso, tuve que echar mi cabeza hacia atrás para observar tu rostro. Todo a nuestro alrededor había desaparecido, dejándonos solos en nuestro pequeño universo de miradas. Fue entonces, que comprendí que había llegado el momento que había estado esperando desde hace mucho.
En un arranque de romanticismo, decidí actuar. Al fin y al cabo no tenía nada que perder. Dejé todo mi orgullo de lado y me permití abrazarte, así como la primera vez. Tus brazos instantáneamente rodearon mi cintura con fuerza, correspondiendo a mi acción; en ese momento me sentí radiante, confiada y con nuevas esperanzas.
Pero de pronto, me soltaste y diste un paso atrás, rompiendo completamente el encanto de nuestro momento. Giraste y sin decir nada, te alejaste lentamente. Pensé en ir tras de ti, pero mi consciencia hizo que me quedara allí, de pie, profundamente afligida, comprendiendo que todo había llegado a su fin.
De repente, sentí que algo no estaba bien, que nada tenía sentido y como ocurre en los sueños, de un momento a otro, todo el paisaje se había desvanecido. Entonces, volví a la realidad de golpe, triste pero a la vez satisfecha porque sabía que te habías ido y que en mi vida no volverías a entrar como algo más que un delirio.
-Melina Delgado T.
Thank you for reading!
We can keep Inkspired for free by displaying Ads to our visitors. Please, support us by whitelisting or deactivating the AdBlocker.
After doing it, please reload the website to continue using Inkspired normally.