Encendió la chimenea y se reconfortó junto al calor, mientras contemplaba el fuego chispeante. Dentro de la calidez de su hogar, Mike se sintió seguro. Se preparó una taza de chocolate caliente y encendió las noticias para seguir informado. El temporal de nieve había llegado justo después que la última luz del día se rinda ante una larga y desapacible oscuridad. Aquel tenía la misma intensidad que el de los últimos cien años y se recomendaba a la población no salir de sus casas bajo ninguna circunstancia. Mike bajó el volumen de inmediato, cuando oyó tres golpes en la puerta.
—Te he traído comida. Supuse que estabas en apuros—dijo mientras dejaba su abrigo húmedo sobre el sofá y se acercaba a la fogata apresurada.
—Lucia. ¿Estás loca? ¿cómo llegaste con este temporal? —miró a su hermana, incrédulo.
—Gracias hermano. Yo también me alegro de verte—dijo irónica.
Mike en silencio, hizo un gesto de resignación e invitó a Lucia a sentarse, pero ella se le había adelantado. Mike aún no congeniaba con su carácter desfachatado, pero después de perder a sus padres en un accidente de esquí, Lucia era su única familia.
—Está bien. Prepararé la cena, tú busca alguna película.
—¡De terror!—gritó con entusiasmo.
Al rato, Mike regresaba de la cocina con el menú listo y su hermana esperaba impaciente en la sala.
—Spaguetti con queso, los favoritos de mamá. Lo has recordado.
—Nunca lo he olvidado. Desde el accidente que no compartíamos una comida juntos—Las lágrimas comenzaron a escurrirse de sus mejillas.
Un sentimiento de culpa invadió a Mike que la miraba afligido. Y sintió un fuerte deseo de recuperar el tiempo con ella, después de meses de estar distanciados.
—Se que he estado ausente, luego de lo que ocurrió. La muerte de papá y mamá...ha sido difícil para mí, pero... también lo ha sido para ti...
—Olvidemos el pasado —dijo y sonrió. Mike sonrió también.
Ambos continuaron charlando animadamente. Pero, en un momento, algo llamó la atención de Lucia y su rostro empalideció.
—¿Qué sucede? —preguntó curioso.
—He creído ver a alguien junto a la ventana... —dijo exaltada.
—No es posible—Se rió—Sólo un loco podría atreverse a salir con esta ventisca.—Con un gesto con la mano le indicó a Lucia que observara a través de ella el exterior.
—Si, es posible —afirmó—De hecho, hace cien años ocurrió. ¿No lo has oído?.
—He escuchado en las noticias que la helada sería similar a la de los últimos cien años. ¿A eso te refieres?.
—¡No!—exclamó—...sino a lo que le ocurrió a un grupo de turistas que pasaban por el pueblo y los sorprendió un feroz temporal de nieve. Dicen que tocaban las puertas de las casas pero jamás recibieron ayuda ...y murieron congelados.
De pronto, un apagón general dejó a los hermanos en la penumbra, interrumpiendo la historia de Lucia.
—Espérame, iré por algunas velas —dijo, y ella asintió con la cabeza.
Al rato, regresó e iluminó cada rincón de la sala. La silueta de su hermana se dibujaba tenue en el sofá. Mike se acercó hasta ella y se sentó a su lado.
—Están aquí —Señaló en dirección a la puerta.
—¿Quienes? —le preguntó confuso.
—Los congelados. Llegaron. -—dijo ahogando su voz en cada palabra, como si un nudo aprisionado en su garganta no le permitiese hablar. Sus ojos húmedos y abiertos, delataban el horror que sentía.
Mike, preocupado, tomó del hombro a su hermana con intención de darle tranquilidad. Ella seguía expectante contemplando la puerta.
—Hermana. No comprendo. Debes explicarme que sucede, por favor...¡Lucia! —gritó al no obtener respuesta.
Ella respiró profundo para calmar la agitación. Volteó la vista hacia su hermano y le dijo: Todo lo que sucedió en el pasado está sucediendo ahora...La helada los trajo de vuelta, respondió con temor.
Mike sin salir de su asombro, se preguntaba si acaso su hermana había enloquecido.
De pronto, sintió un fuerte golpe tras la puerta. Dos golpes. Tres golpes.
—¡No hagas caso! ¡Ellos quieren entrar! —gritó Lucia.
Los golpes continuaron cada vez más fuertes. Un golpe. Dos golpes. Tres golpes, hasta hacer temblar la puerta. A oscuras y solo guiados por la luz de las velas, los hermanos corrieron y se ocultaron bajo el recoveco de la escalera.
—Intentarán confundirnos para ingresar —murmuró.
—¿Qué es lo que quieren? —contestó por lo bajo.
—Venganza.
Los golpes eran continuados. Y las voces que provenían desde el exterior eran una combinación siniestra de gritos y lamentos.
En un instante, los ruidos cesaron.
—Se fueron. Estamos a salvo—dijo aliviado. En cuanto un frío extremo erizó su espalda y recorrió cada centímetro de su cuerpo, hasta entumecer por completo sus músculos.
—¡No puedo moverme! ¡Ayúdame, Lucía!—gritó con desesperación , pero, luego se percató de que quien se encontraba a su lado no era su hermana.
Una mujer de piel gris azulada, de aspecto ceroso y rígido, tomó su brazo, y el frío se tornó inaguantable. Rápidamente su sangre dejó de circular por sus venas, congelando así todos sus órganos vitales.
...Jamás debiste abrirme la puerta...susurró, después.
FIN
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