drackstor Drack Stor

Los niños de Warfag están desapareciendo y Spyro y los guardianes descubren que unos jóvenes ogros son los responsables. Durante la noche, ellos embrujan a los pequeños con una misteriosa neblina para que les sigan y luego llevárselos aún tren flotante, por ordenes del señor Belice. Sin embargo, una vez que cierto personaje es también secuestrado, uno de los ogros se arrepiente y decide oponerse a las ordenes de su señor. Ayudando a Spyro y a los suyos a rescatarlo, junto con los pequeños leopardos, que algunos llevaban 3 años desaparecidos.


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acto 1 : infinito. Viaje

“las estrellas de un camino”

—La luz ha desertado. Esta es la zona alfa, un lugar que será destruido por la fuerza de la luz —, dijo con el ceño fruncido, denotando las paredes de una antigua estructura de ladrillo; que según parecía, tener cristales color rojizo como la sangre—. Existen luces visibles en el cielo, es el brillo de las estrellas. Entre el resplandor de las gemas guardianas, más allá de la luna celestial, hay una luz que se filtra por el espacio infinito.

—¿El reino perdido? —preguntó con la mirada fija, detallando en los escalones; las gotas de agua que se filtraban por las grietas del lugar.

—El viejo mundo. La zona alfa tiene un poder muy parecido al vuestro, en esa enorme aura gravitan todos —respondió, poniendo los ojos sobre una pequeña laguna; que destellaba de color púrpura—. Que interesante, pero este santuario es solamente nuestro y de nadie más. Aremos de este mundo un nuevo lugar, destruyendo a los elementos foráneos que osen oponerse.

—¡Esas son sus órdenes! —aclaró con una sonrisa, mientras le hace una reverencia por respeto—. ¡Amo faraón Belice!

—La luz solo nos traerá destrucción. —Hizo una pausa larga, que dejó escuchar como sus dienten rechinaban—. No permitan que despierte.

En otro lugar…

La luz de la luna se filtra por la ventana, dejando contemplar una habitación, que poseía un pequeño escritorio de madera blanca. Donde se encuentra algunos papeles y pergaminos en las paredes, que según parecía son planos para hacer relojes.

Por otro lado, entre aquellas cosas, destellaba un misterioso resplandor azul, que dejaba escuchar una especie de melodía; que era precedido por el viento como una sinfonía.

“Despierta, ha llegado el momento”, se escuchó en el vacío del sonido, mientras la ventana del cuarto se abrió de golpe. “Los tres talismanes guían la luz, comenzando la época del silencio”.

Por consiguiente, un joven leopardo se despertó por el sonido sordo; que le dejó un sentimiento incómodo. Sin embargo, por la ventana se percibió como la luz de la luna, llegaba a iluminar sus ojos del mismo color que un lapislázuli, que estaban ojerosos por el cansancio.

A la par, levantó su mirada de preocupación, llegando a observar la explanada del valle con aquel cielo estrellado. Donde se podía detallar la estrella del norte, que aparentaba descasar por la eternidad.

«Se acerca una tormenta» le paso por la mente, poniendo una cara de preocupación, mientras cerraba el tragaluz y le ponía seguro.

Entonces, solo agarró del suelo un pequeño cristal de color celeste, que parecía destellar entre sus manos de diversos tonos de púrpura. Por consecuencia, el joven leopardo de pelaje blanco, decidió ponerlo encima del escritorio; junto con algunos papeles que seguramente se habían caído.

A los pocos minutos, regresó a su camastro de paja y comenzó a cerrar los ojos. Mirando el techo, hasta que se quedó dormido profundamente.

Entonces, con el pase de las horas el reloj sonó a la media noche, cuando una dragoncilla se despertó por encima de una tabla de roca; donde había inscripciones borradas por el tiempo.

El lugar parecía tener cristales que deslumbraba, como los candelabros de plata en las paredes; que aparentaban estar enganchados con cadenas de hierro forjado. Y por esa razón, colgaban sobre su cabeza, mientras se movían con fuerza por el viento.

Una vez que abrió sus ojos por completo, miró las columnas de aquel salón; que le dejaron confundida y asustada.

—¿Dónde estoy? —se preguntó con los ojos como platos.

Al levantarse le dolía la cabeza, donde tenía dos cuernos de color anaranjado oscuro—. Este lugar me asusta, ¿cómo terminé aquí?

“Despierta, ha llegado el momento”, se escuchó por el fondo, mientras el resplandor de los faroles dejaba contemplar las gárgolas.

La dragoncita caminó por aquellas estatuas, que parecían estar cuidando un gran reloj de pared.

—¿Quién lo dice? —dijo con la voz insegura, escuchando respiraciones profundas que le causaba escalofríos—. ¿Qué estoy haciendo aquí?

Repentinamente, se manifestó un pequeño resplandor en el reloj, que le sorprendió y por eso quería tocarlo.

A pesar de que tenía miedo, sus ojos se iluminaron de anaranjado; con forme acercaba su mano con sutileza.

Sin embargo, la luz comenzó a crecer, hasta cubrir la habitación por completo, donde la dragoncita desapareció como vino; sin explicación alguna.

“Aún no es tú momento”, se escuchó por el vacío del sonido. “Llegará más pronto de lo que piensas, dragoncita”.

Por consiguiente, el reloj volvió a sonar, cuando marcó las doce de la noche. Mientras se manifestaba aquella mariposa blanca, que salió volando de entre las grietas del lugar.

En otro momento...

Se podía apreciar una pequeña catedral de madera antigua, donde había una luz que se filtra por el cielo. Este parecía estar llena de flores de tonos rojizos, que llenan la zona con un sublime aroma a rosas.

—¡Que brillante es! ¿Acaso es una luz? —se preguntó con los ojos como platos, contemplando un camino de arcilla blancuzca; que estaba llena de pétalos rojos y blancos—. ¿El sonido de unas campanas? Este lugar es...

Repentinamente, cuando levantó la mirada de sobre salto, llegó a escuchar una voz que le decía:

—Despierta, que llegaremos tarde. —Entonces, sintió como palpaban su nariz—. No podremos llegar al valle antes del anochecer, Cynder.

—¡Spyro! —exclamó, denotando aquellos ojos de color amatista; que resplandecían por los primeros rayos de sol.

—Si, soy yo —agregó con sutileza, tocando su pata que estaba fría, mientras tenía la mirada puesta en la entrada de la caverna—. Estaba preocupado por ti.

—¿Por qué?

—Porque estabas gritando —respondió, escuchando el viento entre las estalactitas, donde las gotas llegaban a formar charcos de agua—. Si tienes algún problema, puedes decirme.

—No te preocupes. —Por consiguiente, Cynder solo llegó a mirar los árboles por la entrada; que tenían pétalos de color rosado—— . Este lugar solo juega con mi cabeza.

—Si que es lindo —dijo, viendo a las aves volar entre las nubes blancas—. Pero nunca será mi hogar.

—Cierto que el valle equinoccio —aclaró, fijando sus ojos verdes con interés; en aquellas ruinas abandonadas del fondo—. Fue un lugar destruido por la guerra, que ahora goza de vida.

—Yo diría aburrido, pero eso no arruina su belleza —comentó Spyro, enfocando la mirada en aquel rojizo amanecer.

—Verdad que los recuerdos de nuestra batalla contra el señor oscuro —aseguró, bajando la cara—. Ya es cosa del pasado.

—Ciertamente. —Spyro desplegó sus alas con firmeza, donde se denotaba su color amarillo por la misma luz; mientras caminaba hacía la salida de la caverna— —. Espérame aquí, que voy atraer algo para comer.

—De acuerdo, solo ten cuidado y no tardes mucho.

—¡Lo tendré en cuenta! —exclamó, saliendo como una ráfaga por la entrada, donde había pétalos de color rosado por el suelo.

Por otro lado, Cynder miró como se perdía entre las nubes, y eso le hizo pensar:

«En el momento que me siento feliz, siempre aparece una inquietud que recorre mi mente». A la par, se acostó en el suelo con incertidumbre; mientras cerraba los ojos. «Es como si este sentimiento fuese pasajero, pero tal vez sea parte de mi destino».

Sin embargo, ella comenzó a escuchar un extraño sonido, que parecía ser el resonar de las manecillas de un reloj. Por consecuencia, cuando abrió sus ojos; se percató de que ya no estaba en la caverna.

Ya que era un lugar donde había luces, que destellaban como cristales de color blanquecino. Entre la espesura de la oscuridad, pudo percibir un resplandor de color celeste; que le decía con voz susurrante:

“Despierta, comienza la era del silencio”.

De repente, todos los resplandores se desvanecieron de golpe; dejando una vacía oscuridad.

Y Cynder solo se despertó con la cara nerviosa, mientras miraba su reflejo en el charco de agua.

En aquel momento, el dragón púrpura entró a la caverna.

—¿Qué pasó? —le preguntó Spyro, observando su cara de preocupación por la charca de agua—. Parece que vistes un fantasma.

Pero no dijo nada y solo le abrazó entre lágrimas, sintiendo la calidez de su cuello; que le reconfortaba.

Entonces, Spyro hizo lo mismo con la cara enrojecida, al decirle——: No te preocupes que yo estoy aquí.

Pero con el paso del tiempo…

Comenzó a atardecer por el denso boscaje. Por esa razón, los últimos rayos del sol, dejaban contemplar la espesura del río que parecía tocar el bosque. Donde el musgo se apreciaba, mientras un leopardo recorría por el lecho rocoso; que estaba bajo las aguas.

«No puede ser, que se perdiera en un lugar así», le paso por la cabeza, al golpearse la cara contra una de las rocas. «¡Me lo merezco! Por actuar como un idiota».

Mientras le sangraba la nariz, sintiendo escalofríos por su pelaje mojado. Logró apenas llegar a la orilla, donde sentía la humedad de la arena; que aún seguía caliente por el sol.

En aquel momento, sólo se escuchaban los grillos y el viento entre los robres profundos, que aparentaban ser siniestros; con el musgo de color morado oscuro.

—Está oscureciendo, ¿dónde podrías estar? —se preguntó, mirando el relieve rojo carmesí del arco de montañas. A la par, comenzaba a levantarse del suelo arenoso; usando sus manos como apoyo.

Pero aquel leopardo traía un manto de color rojizo, como el atardecer que se desvanecía con los segundos, que pasaron para quitarse la arena de los pantalones.

Sin embargo, todo estaba muy tranquilo por los alrededores, mientras se detenía en la entrada del bosque. Las luciérnagas salían por la maleza; con cada movimiento que hacía.

Entonces, se sentó y decidió sacar un arco con algunas flechas, para limpiarles un poco la arena.

Pero con el paso de las horas, se percató de una mariposa blanca, que revoloteaba entre los robles más cercanos, donde las hojas resonaban por los vientos.

—Una monarca de luna —dijo con interés, observando como resplandecía entre las ramas—. Juro que te encontraré o mi nombre no es Hunter.

Por consiguiente, solo aquellas lunas dejaban contemplar sus orejas negras, al quitarse la capucha. Donde la mariposa parecía sumergirse por las profundidades del bosque, mientras le seguía el paso por un viejo sendero; que habían hecho las hormigas.

Pero en otro lugar...

Los yerbajos se teñían de colores más oscuros. A la par, se contemplaba aquella constelación olvidada por el cielo estrellado, donde unos ojos de color amatista resplandecían al detallarla.

Eran aquellos dragónes volaban por las nubes grisáceas, que apenas se distinguía entre los pocos resplandores de la noche.

Por otro lado, algo lucia diferente en sus ojos verdes; que le dejaba sentirse preocupado. Por consecuencia, estaba pensativo al denotar una pequeña estrella de color azul; que los guiaba por el manto de la oscuridad.

A los pocos minutos, se encontraban sobrevolando las copas de los árboles, mientras las ramas resonaban por los vientos. Entonces, tuvieron que detenerse encima de un gran monolito, por las serranías del río, que se escuchaba en el fondo del lugar.

Por otro lado, solo al posarse sentía la fuerte ventolera, que le hacía levantar sus alas amarillas. Y por aquella luz sublime, llegó a percibir las luciérnagas salir de la maleza, que resplandecían de forma sutil.

—¡Al fin regresamos! Después de tantos años —aseguró Spyro, sintiendo el musgo verde entre sus patas, que estaban frías como las suyas; al tocarlo del hombro—. ¿Cierto, Cynder?

—Si. Después de tanto tiempo fuera y después de tanto dolor, —aclaró con desánimo, mirando las flores blanquecinas del musgo—— . Te lo asegura alguien, que fue marcada por toda su vida.

—¿Sigues asustada por eso?

—Asustada no, solo confundida y triste —respondió, apretando su mano con la cara insegura, mientras miraba aquellos ojos de color púrpura.

Por consiguiente, Spyro agarró algunas flores y se las mostró con incertidumbre.

—Ya no tienes razones para sufrir —aclaró, levantando su cabeza un poco, donde parecía volar los pétalos por la ventisca; que relucían por la luz de la luna—. Ya todo está bien y dudo que haya algo peor.

—Pero, ¿cómo alguien como yo puede ser feliz? —se preguntó con la cara pálida, observando las estrellas del cielo—. ¿Me entiendes, Spyro?

—Sí, y estoy diciendo la verdad —respondió, poniendo la flor sobre sus patas mientras tenía los ojos como platos, al denotar el brillo de las estrellas fugases; que decoraban el oscuro cielo —. Eres libre de escoger tú camino.

—Es verdad que las cosas entre nosotros cambiaron, y estoy feliz por eso —aseguró, mirando la calma del rio entre lágrimas. Donde aquella mariposa, se manifestó entre la espesura de los robles más grandes; que en particular atrajo su atención—. ¡Que linda!

Ella contempló como revoloteaba entre las flores, que aparentaba estar danzando por el viento.

—Yo diría extraña —aseguró Spyro, viendo cómo se posó en la flor, que tenía Cynder entre las patas delanteras. A la par que le seguía con la mirada, denotó sus alas blancas; con chispas en sus puntas de color púrpura—. Tal vez sea por los gases tóxicos de los manantiales.

—Entonces, puede ser venenosa —dijo, observando como salió volando por el filo del rio—. Y ahora que lo pienso, ¿Por qué paramos en el bosque antiguo?

—La razón… fue… Eso no importa ahora…—Spyro tartamudeó con la cara nerviosa.

—¿De acuerdo? —dijo con voz preguntona, escuchando el resonar de las chicharras por la oscuridad; mientras le clavó la mirada con extrañeza—. ¿Qué nos espera el futuro? ¿Puede ser hermoso?

—Siempre que estemos juntos —aseguró, contemplando aquellos ojos de color esmeralda—. Será hermoso el futuro.

Sin embargo, cuando la abrazó de golpe, se dejó caer hasta la grama húmeda. Donde las luciérnagas resplandecían de tonos dorados, que adornaban los yerbajos.

Por consecuencia, aquella flor blanca como la luna, terminó cayendo suavemente y se perdió en la maleza.

Oct. 8, 2019, 6:55 p.m. 0 Report Embed Follow story
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To be continued...

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