—Yo solo le invité a subir, nunca imaginé que se volvería en mi contra…
—¿Puede explicarnos paso a paso lo que pasó? —preguntó el agente.
Melanie asintió mientras bajaba la mirada para tomar un poco de aire.
—Nick y yo nunca nos llevamos demasiado bien, él sale o… bueno, salía con mi hermana, y yo siempre pensé que ella merecía a alguien mejor —hizo una pausa para tomar aire—. Anoche mi hermana tuvo que irse a trabajar y me pidió que fuera a su casa. La vecina la había llamado porque su perro no dejaba de ladrar y cuando llegué, encontré a Nick en la puerta del edificio.
—¿Fue entonces cuando le invitó a subir?
Melanie asintió de nuevo y ahogó un sollozo.
—Estaba lloviendo y pensé que sería mejor que se resguardara de la lluvia… —un nuevo suspiro interrumpió el testimonio de la joven—. Mi hermana vive en el cuarto piso, yo iba primero porque llevaba la copia de las llaves en la mano, pero al llegar al segundo piso, Nick me empujó sin motivo. Dijo que mi hermana le engañaba, que no estaba trabajando y que yo sabía algo.
El agente que estaba con ella en la sala de interrogatorio, apuntaba cada palabra que ella decía, a pesar de que había una grabadora registrando todas y cada una de sus palabras.
—Cuando le miré, llevaba la capucha de la chaqueta puesta y me miraba muy serio, al principio pensé que quería asustarme, pero después se abalanzó sobre mí con esa cuerda… No era una broma, intentaba estrangularme. Le di una patada con todas mis fuerzas y salí corriendo para refugiarme en el piso de mi hermana, pero me puse nerviosa, se me cayeron las llaves y no llegué a tiempo…
Melanie se llevó la mano al cuello, donde un moratón corroboraba sus palabras. Su pausa se alargó un poco más, para que pudiera secarse las lágrimas que se escurrían entre sus pestañas.
—Cuando conseguí entrar, él ya había llegado. Intenté cerrar la puerta pero Nick empujaba con tanta fuerza que acabó por tirarme y entrar.
—Entonces cogió el cuchillo —el agente alzó la mirada del cuaderno en el que escribía y le ofreció otro pañuelo de papel a la mujer.
—No —dijo, negando al mismo tiempo con la cabeza—. Yo era consciente de que mi hermana tenía cámaras de seguridad. Hace unos meses comenzó a tener sospechas de que le robaban. Le dije que nadie podía robarle porque ella vive sola, que la única persona que andaba por allí sin supervisión era Nick y que él jamás le haría una cosa así. Aún así, le dije que si quería quedarse más tranquila, siempre podía poner cámaras de seguridad. Cuando Nick entró, yo comencé a hacerle señas a la cámara, pero tras varios intentos me di cuenta de que si la alarma no saltaba, las cámaras no estarían vinculadas en directo con la empresa de seguridad.
—¿Por qué no estaba la alarma conectada? —se cuestionó el agente.
—Mi hermana suele dejar a su perro en la terraza, pero como estaba lloviendo, lo dejó suelto en su habitación. Las cámaras y los sensores de movimiento se encuentran en todas las habitaciones, si hubiera conectado la alarma, habría saltado en cuanto el perro se moviera.
—¿Qué pasó entonces? —preguntó el agente, volviendo a centrarse de nuevo en el cuaderno.
—Yo estaba al final del pasillo, tenía a Nick en frente y debía pasar por donde él estaba para salir de la casa. Cogí lo primero que vi para defenderme y poder pasar, en el pasillo había un cuadro así que… se lo tiré encima y entonces aproveché para pasar corriendo por su lado, pero me cogió de la pierna y… —un sollozo emergió de su garganta.
—Entonces se golpeó en la cabeza con el marco de la puerta.
—Así es… —Melanie se llevó la mano a la frente, donde un apósito cubría los puntos que le habían dado a altas horas de la madrugada—. Me caí, así que gateé hasta la cocina y cogí un cuchillo. Estaba muy asustada y no quería hacerle daño, lo juro, yo solo quería defenderme… —la voz, al igual que las manos y el labio superior, le temblaba.
—Respire hondo, señorita Brown.
—No puedo… He matado a un hombre, eso va a perseguirme durante toda mi vida… —Con cada palabra que salía de sus labios, su voz sonaba mucho más alterada.
—Relájese señorita, no va a pasarle nada. Actuó en defensa propia y el código penal la exime de responsabilidad ante el acto.
—¿Cree que eso me consuela? La imagen de su sangre… —contuvo un nuevo sollozo al mismo tiempo que bajaba la mirada—. Las cámaras de seguridad corroboran lo que ya les he contado, ¿puedo irme ya? No me encuentro demasiado bien.
El agente puso punto y final a la declaración, apretó el botón que detenía la grabación y después asintió, poniéndose en pie para acompañarla fuera de aquella pequeña habitación, pero antes de salir de allí, detuvo a Melanie para una última pregunta.
—Disculpe, ¿sabe por qué el señor Lodge fue a ver esa noche a su hermana?
—No lo sé… Discutían mucho, quizá fue a pedirle disculpas. Él funcionaba así.
Cuando salieron de aquel cubículo, Melanie clavó su mirada en el suelo, ni siquiera se atrevía a mirar a su hermana, que lloraba desconsoladamente en la sala de espera de la comisaría.
Arrastró sus pasos hasta salir de allí, no podía soportar verla de ese modo por su culpa porque, por mucho que intentara convencerse de que había sido en defensa propia, tenía las manos manchadas de sangre.
Llamó a un taxi que la llevó directamente hasta el hospital donde iban a hacerle la autopsia al hombre al que hacía poco le había arrebatado la vida.
En sus manos sostenía un papel firmado en el que se autorizaba a la señorita Melanie Brown a ver el cadáver de Nick Lodge. Un último deseo de una mujer que tan solo necesitaba pedirle disculpas a aquel hombre que ya no podía escucharla.
Melanie pidió intimidad, bastante dura era ya aquella escena como para hacer todo aquello bajo la atenta mirada de una persona que, sin duda, la juzgaría con la mirada al saber que ella había sido la responsable de la muerte.
En la plancha metálica reposaba el hombre pálido al que le habían limpiado todo rastro de sangre del cuerpo. Una única herida abierta a la altura del estómago dejaba constancia de los hechos.
Cuando Melanie escuchó el sonido de las puertas cerrándose, dejándola sola en su arrepentimiento, ella esbozó una pequeña sonrisa que poco a poco fue ampliándose.
—Te confesaré algo… Lo más difícil no fue administrarte las drogas, sino convencer a mi hermana para que pusiera las cámaras de seguridad.
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