diegociegoviejo Diego F.

Mi invalido tío me ha pedido que buscara en su cabina abandonada los recuerdos de su vida pasada, el acordeón que usaba para tocarle a sus hijos en el porche, un cuadro de su primer perro y una foto de mi difunta tía.


Short Story Not for children under 13.

#locura #terror
Short tale
2
2.2k VIEWS
Completed
reading time
AA Share

Memorias de un hombre enfermo

Esta llave se siente extraña, rasposa, fría, me la entregó mi tío Jorge, era la llave de su cabina a las afueras del pueblo.


Él sabía que se le haría difícil volver, se le había gangrenado el pie derecho debido a una infección, no había más opciones que cortar el pie.


Ahora que anda en silla de ruedas ir colina arriba a su cabina era una tarea imposible, había vivido treinta y tres años allí y le causaba impotencia y tristeza que solo podía verla en la lejanía, me hubiera gustado poder cargarlo y llevarlo pero él es un señor gordo no podría cargarlo, pensé en llevarlo a caballo pero igualmente, iba a ser difícil montarlo, él prefirió que fuera solo y que buscase unas pocas cosas que echaba de menos; Un cuadro de un perro que tenía colgado en la pared de su habitación, una foto de mi difunta tía y su viejo acordeón, me entregó la llave de plata con su mano diestra y la siniestra la tenía en su corazón.


Ya con solo ver la cabina desde la lejanía me pongo nostálgico, jugando al pie de la colina, mi tía llamándonos a comer, puedo escuchar muy de lejos la música que hace el acordeón en mis memorias, el dulce olor a tarta de limón, las risas.


Siento que mientras más camino a la colina más lejos la tengo, este terreno es increíblemente enorme, todo es de mi tío y aún así la pequeña cabina fue lo único que se construyó, es increíble como todo esto cambió hace cinco años con la muerte de mi tía Alejandra.


Ella se había enfermado de la mente, perdió todo tacto con la realidad, se volvió una completa psicótica, deliraba todo el tiempo, decía que las ratas le susurraban secretos y acertijos tras las paredes, se despertaba en mitad de la noche gritando nombres al azar con temblores y fiebres increíbles, se le olvidaba el nombre de sus hijos y muchas veces se olvidaba que tenía.


su muerte fue completamente aparatosa.


Fue una tarde de septiembre del 1964, el sol ya se estaba ocultando tras la montaña, un viento violento venía desde ella, la cabina allá arriba estaba en paz, esa chimenea de piedra que ahora está apagada tiraba humo gris al cielo, aquel silencio, aquella tranquilidad se marchó para no volver más con una estruendosa bala, la chimenea y las luces se apagaron, Alejandra perdió la vida y la casa también la perdió.


Se disparó en la cabeza con la automática calibre 45. de mi tío, la que había usado en la guerra.


Recuerdo su bello pelo rubio que se tiñó de rojo, una vida entera, un aparente sinfín de días y noches murieron en una décima de segundo.


Aún la chimenea está apagada, las luces no van a volver a encenderse.


Recordando esto, ya no escucho risas, oigo gritos.


Una nube oscura se acerca, tendré que agilizar el paso ya que algunas gotas frías han caído en mi nuca.


Llego al porche, los tablones de madera crujen, cada paso dado es anunciado, la puerta de madera se ha descolorado, está gris y con telarañas, algunos arañazos sospechosos abajo, parece como si un hurón trataba de agujerearla con sus garras.


Siento en mi bolsillo la rasposa llave, la coloco en la cerradura, la puerta se abre lentamente crepitando, dejando ver la penosa sala principal, hay algunos muebles que faltan, no veo ni la mesa para el café ni la mecedora de madera, hay cristales en el suelo, han roto la ventana, las fotos familiares han sido puestas boca abajo, los cuadros se los han robado y el tapizado se despelleja, cierro la puerta tras de mi, le pongo seguro, pero ni siquiera pude sacarla bien la llave cuando escuché un crujido, se ha roto, solo pude sacar la mitad.


La nube tapó por completo al sol y me he quedado a oscuras, chorros caen del techo agujereado y el viento entra por la ventana rota, me dirijo a la cocina a buscar una vela y con mi mechero hago la luz, tenue y cálida ilumina la casa, la primera luz encendida en esta casa desde hace cinco años, al menos que yo sepa.


Me he fijado que el tapizado ha sido roído también abajo, lo he alumbrado bien para ver si es de ratas, no puedo parar de pensar en los delirios de mi tía, estoy empezando a dudar de que si lo de las ratas era falso ya que también puedo percibir cierto olor nauseabundo que proviene dentro de las paredes.


Mis pasos crujen y con lentitud voy a la habitación de mi tío, dónde puedo ver que la cama está volteada, la ventana también está rota y las lamparas no están, no sé porqué mi tío esperó tanto para entregarme la llave, todo se ha echado a perder, como manzana en tierra.


El sabueso en el cuadro encima de la cómoda me mira fijamente, me sorprende que aún no se lo han llevado, el único cuadro que ha quedado y es el que me ha pedido, lo descuelgo y lo pongo al lado de la puerta principal.


Pude sentir que algo me pasó por los pies, es una rata que corre hasta la pared, voy tras ella intentando pisarla, miedo no me dan, pero se me escapa burlona y escurridiza.


La lluvia ha parado, pero el sol se rehúsa a salir.


El silencio vuelve salvo el sutil viento de las montañas, el acordeón de mi tío si aún no se lo han llevado debe estar en su armario.


El armario estaba cerrado con llave, en parte es conveniente, me asegura que el acordeón sigue dentro de este, pero lo que no sé es dónde se encuentra la llave.


Tengo unos diez minutos buscando la llave, no está en las gavetas de la cómoda ni debajo de la alfombra tampoco entre los libros de historia, pero en un agujero en el suelo vi algo brillar, pero para mi sorpresa no fue ni una llave ni un espejo, es la pistola.


Arriba mío escucho una especie de tamboreo y chillidos, acerco mi mano para tomar el arma entrando esta en el agujero, pero unos colmillos afilados muerden mis dedos, la saco rápidamente y veo dos puntos de sangre en mi dedo indice.


No puedo durar mucho más en esta casa, abriré el armario a patadas y me voy de aquí.

Mientras corría hacia la habitación juré haber escuchado algo extraño.


Era el acordeón, ojalá fuera mi imaginación, pero no lo controlo.

Se escucha dentro del armario.



Encima del armario habían 3 ratas vigilando a la puerta, como si esperaran mi llegada, las tres saltaron hacia mi así que corrí a la cocina, nunca había visto ese comportamiento en esas alimañas.


Tomé el cuadro e intenté irme por la ventana que estaba rota, pero cuando me acerqué a ella estaba tapada con planchas de madera, la sangre se me heló ya que no había escuchado a nadie martillar.

Volteé rápidamente y aquella sensación de que algo estaba detrás mio...

Era real, sentía un calor humano en mi espalda


Pensaba que estaba solo con las ratas, pero al parecer hay algo más tras las paredes, ya que la sala, la cocina, el baño y las habitaciones están completamente vacías.


Tenía que tirar la puerta abajo, no había de otra forma, con la ventana de la sala tapada no veo otra salida que no sea haciéndola.


Me preparé para dar la primera patada, esta hizo temblar toda la casa y a mi pierna, tomé un pequeño descanso para luego dar la segunda patada, hice retumbar la casa nuevamente, escuchaba como las ratas se alborotaban tras las paredes con cada golpe, algunas salían del agujero que escondía el arma, me ponía más nervioso y empecé a golpear con más fuerza.


Ya empezaba a romperse la puerta en la décima patada, antes de dar la undécima patada un grito tritonal estalló desde la habitación —¡Cállate!— empecé a temblar y la fiebre vino de sorpresa.


El acordeón paró de sonar espantado.


Con rapidez me dispuse a dar la undécima patada, la que destrozaría la puerta de una vez por todas, podía escuchar como pasos pesados venían por el pasillo, alguien se acercaba a gran velocidad.


Las ratas se me subían por el pantalón y di mi ultima patada con mi pierna derecha, estaba en muy mala posición, logré tirar la puerta abajo pero al impactar un dolor increíble invadió todo mi cuerpo, caí al suelo y Jorge puso la pistola en mi frente gritando —¡Estoy harto de ti Alejandra! ¡De ti y de tus malditas ratas!—


Disparó y mi pelo rubio se volvió rojo.

Las ratas cubrieron mi cuerpo.

las luces se apagaron para nunca más encenderse.

Sept. 14, 2019, 1:12 a.m. 3 Report Embed Follow story
1
The End

Meet the author

Diego F. Detrás del espejo espero.

Comment something

Post!
Cuenta Borrrada Cuenta Borrrada
Un relato interesante, pero se vuelve algo confuso llegando al final, entendí lo que sucede, pero debí releer la escena; quizás revisando los tiempos verbales y describir lo que sucede con mayor detalle ayude a sea más fácil de asimilar. La idea es muy original, eso sí, saludos.
September 15, 2019, 23:06

  • Diego F. Diego F.
    Gracias por tu tiempo Baltazar, esta noche me sentaré a ver que puedo hacer para arreglar eso, tienes razón September 15, 2019, 23:08
~