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Gianluca Reale


Una desesperante situación lleva a un hombre común y corriente a volverse completamente loco en cuestión de minutos. Tómeselo con humor, lo escribí cagando...


Humor Black humor For over 18 only. © Gianluca Reale

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El día del juicio final

Las voces distantes de mis parientes, ese ruido de fondo aturdidor no se detenía ni por un solo segundo. Podía sentir cómo mis sesos eran taladrados de manera constante, mientras mi cabeza descansaba sobre mis brazos cruzados, apoyados sobre la mesa familiar. Cada visita daba lugar al mismo acontecimiento, que se repetía año tras año sin dejar explicaciones: Un sinfín de conversaciones acerca de temas superficiales que en el fondo, bien en el fondo, a ninguno le resulta realmente interesante. Una multitud de mentes en estado de semi-ebriedad intercambiando palabras sin sentido sobre la vida, el trabajo y de cómo todo lo que hacemos es básicamente una tarea que debe ser cumplida, puesto que así es la vida. -¿O no es así?

Pregúntale a cualquiera. Te dirán que la vida no es una fiesta, que se trata de cumplir responsabilidades, de usar todo el tiempo a nuestra merced para generar ingresos y ganarnos la vida. -¿La vida? ¿A eso le llaman "Vida"?

Todo esto pensaba mientras sentía cómo el sueño se me acercaba y se imponía, queriendo adueñarse de mi cuerpo y mente para luego hacerme sucumbir ante el inevitable deseo de dejar ir mi conciencia y abandonar esta realidad, al menos por unas horas. Pero claro, no sin antes ser castigado por la voluntad propia de mis órganos, y digo voluntad propia porque funcionan de manera independiente y se encuentran fuera de mi control. Ellos hacen lo que quieren, no les importa la situación, el momento, el contexto. Y así fue como sucedió, fue en un instante... Ahora necesitaba ir al baño y sentarme a contemplar mis pensamientos pasajeros vacíos de contenido relevante, y esperar a que la comida termine su último viaje y abandone mi sistema por completo. Le pregunté al cocinero <<Que probablemente era un pariente mío>> dónde estaba el baño. Fue entonces cuando me dijo que estaba apenas a unos metros del comedor, y al escuchar eso sentí un ardor en mi cara, una desesperación difícil de controlar. Tanta era la desesperación, que se transmitió casi de manera inmediata a los músculos de mi rostro provocando una mirada preocupada por parte del cocinero, que me preguntó si me encontraba bien. Claro que estoy bien, respondí de manera automática, inconsciente. Qué verguenza sería, si alguien pudiera oírme en el baño haciendo lo inminente. Si todos se callaran por un segundo y notaran mi ausencia, se darían cuenta de que fui víctima de la voluntad de mi cuerpo. La máquina perfecta del ser humano, que no titubea en cumplir sus funciones básicas cuando le es necesario. Todos en la sala sentirían una parte de mi incomodidad, que ya se hacía presente mientras caminaba hacia la puerta para entrar a la habitación del pánico y encontrarme cara a cara con el verdugo anal: El inodoro 'Ferrum'. Siempre me preguntaba por qué todos los inodoros eran de la misma marca, cuando iba a los baños públicos y observaba mi cascada urinaria rebotar contra las paredes de cerámica de marca Ferrum. Nunca llegué a encontrar una respuesta, pero muy poco importaba en este momento crítico de mi vida. No paraba de mirar hacia todas partes buscando algún aerosol cuyo perfume signifique la eliminación, o camuflaje del más mismísimo putrefacto olor a mierda que saliera de mi orto. Claro, habiendo comido hasta descomponerme, era obvio que esto sucedería y finalmente no habría escapatoria. Ni siquiera podía encontrar un desodorante, o cualquier cosa que pueda salvarme de sufrir semejante humillación. Era indudablemente, el día del juicio final. Me bajé los pantalones para sentarme lentamente sobre la máquina tragasoretes, dispuesta a amortiguar con su saliva la llegada violenta de mis hijos de barro.

Fui muy cuidadoso en dejar caer mi primer trozo de excremento, ya que tuve la brillante idea de colocar un gran puñado de papel higiénico que reposara despreocupado sobre el agua, y silenciara el aterrizaje de las heces. Dejé que mi organismo haga lo suyo, mientras me concentraba en mi sombra que se manifestaba sobre la pared a mi izquierda. -¿Y si las sombras tuvieran vida propia? Me pregunté en tono de alerta. -¿Y si en realidad el espejo muestra el mundo real y lo que vemos nosotros está invertido horizontalmente? La incertidumbre recorrió mi cuerpo en forma de escalofríos para atormentarme. Otra vez me encontraba en esa situación, esa situación que vivía todos los días. Estar obligado a escuchar esa voz interior y sus inútiles e inoportunas preguntas que solo lograban perturbar mi tranquilidad. Pero tomé aire e hice un gran esfuerzo para desviar mi atención de los pensamientos negativos hacia algo más placentero, cálido, dulce como las primeras palabras de un bebé que observa a su madre o padre desde su estado de desconocimiento. Porque para un bebé, todo es nuevo... ¡Todo se siente fresco y vivo! Hemos perdido esa cualidad; la de ver todo con detenimiento, disfrutando de cada segundo de vida sin cuestionar ni analizar nada y sorprendiéndonos por la misma belleza inmensurable, misteriosa y lúcida que nos ofrece este mundo que habitamos. Aunque sin embargo, no todo lo que existe es hermoso y perfecto. De ser así, no me encontraría en un momento tan difícil como este. Miles de historias sucedían en mi cabeza mientras mi cuerpo, casi inmóvil, se encargaba de vaciar su contenido recientemente digerido en aquella reunión mundana. El acto de cagar se había convertido en algo tenebroso, en una auténtica pesadilla. Sentí como si las paredes se cerraran poco a poco, achicando el espacio del baño y condensando el moribundo olor a bosta hasta convertirlo en un potencial peligro para mis pulmones. Esa sensación de ahogo se hacía cada vez más presente, presionándome desde adentro mis intestinos hasta el punto de generar una combustión espontánea que desgarró mi cólon en una catársis bestial de diarrea. Fue imposible soportar semejante dolor, así que morí en el acto. Mi alma salió desprendida de mi cuerpo haciendo que éste se desplome violentamente, para en consecuencia advertir a los invitados de mi triste, dramática y dolorosa muerte.

Sept. 2, 2019, 2:17 a.m. 0 Report Embed Follow story
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The End

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