andres_oscura Andrés Oscura

Despiertas en la oscuridad de tu habitación. Estás paralizado. Tras recuperar la calma, comienzas a escuchar ruidos en el cuarto contiguo: alguien más está despierto pero... tal vez no debería estar ahí. ¿Quién es esa persona? | Sígueme en Instagram: @risasenlaoscuridad | Consigue todos mis libros en el Link de mi perfil | © TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS, 2019 (No reclamo ningún derecho sobre la imagen original utilizada).


#35 in Horror Not for children under 13. © Todos los derechos reservados, 2019 ©

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Parálisis



Despiertas. Es de madrugada y no puedes ver nada. Contemplas el profundo y solitario abismo del departamento. Tampoco puedes moverte. Intentas alzar las manos para liberarte de las sábanas pero una fuerza te oprime como un peso ajeno… Apenas toma un momento para que lo sepas: es otra parálisis.

Los segundos pasan, escuchas los golpes de tu corazón apretándose cada vez más, aprisionado dentro de tu pecho, las piernas no te responden, tus brazos siguen inertes, miras hacia todas partes en busca de luz, alguna reminiscencia de la ciudad pero no ves nada, empiezas a angustiarte, a angustiarte, a angustiarte…

Luchas contra los nervios y tratas de respirar hondo, muy despacio.

Inhalas.

Exhalas.

Inhalas.

Exhalas.

Inhalas… y guardas el aire para soltarlo lentamente por la nariz.

Tu boca sigue cerrada.

El corazón comienza a dar tregua aunque percibes el sudor perlando tu rostro.

Hace calor aunque sientes que la oscuridad asfixia más que la falta de aire acondicionado en el viejo edificio. Todavía no puedes moverte. Buscas puntos de referencia en la penumbra pero no lo consigues. Parece como si todo estuviera vacío.

Pasan los segundos hasta completar otro minuto larguísimo. Sigues inmóvil, atrapado dentro de tu cuerpo. Las extremidades no responden. Para este punto, sabes que la parálisis se está prolongando muchísimo más de lo usual.

Intentas conservar la calma. Después de todo, lo único que te rodea es la noche, sus sombras… y nada más.

Entonces, escuchas algo. Son pasos. Tus pupilas se abren pero no consigues atisbar sino un par de tonos menos oscuros. Giras los ojos hacia la derecha. Esperas. No. Es del otro lado, vienen del departamento contiguo, el 15C, el de la izquierda: alguien está caminando en el cuarto de Ramón, tu vecino. “El viejito debió levantarse a mear, seguro es por la diabetes”, piensas para tus adentros, en la soledad de tu claustro corpóreo.

Pero… hay algo… Algo que parece... extraño.

Pones más atención. Y viene un escalofrío.

Lo oyes son pasos pesados. Pasos muy pesados. Y sabes que no puede ser aquel flacucho canoso que saludas todas las mañanas antes de ir a trabajar.

Ese no puede ser él.

La madera de la duela barata te da un detalle más que te vuelve a la angustia de cuando recién despertaste: los pasos producen un eco seco. Sabes que el viejo nunca usaría ese tipo de zapatos que ahora rondan su departamento.

Ese hombre vive solo, justo como tú.

Piensas aterrado “¿Quién está con él? ¿Un hijo? No, ha dicho que no tiene a nadie…”

Dudas. Tratas de hallar otra respuesta.

“Quizá estás errando la dirección del sonido. Viene de enfrente, en el 14C”.

Escuchas.

No. Definitivamente está ahí: en el 15C.

Quieres creer que te equivocas, tienes miedo a tener la razón. El dueño del 14C está de vacaciones. La vecina del 11C trabaja de noche en una tienda por la Alameda, y las habitaciones de arriba están casi todas desocupadas, excepto una, pero queda tan lejos como para escuchar con tanto detalle.

En la planta inferior, lo mismo: muchos vecinos trabajan de noche o doblan turno porque no alcanza el dinero. Además, ninguno de ellos podría pesar tanto como la persona que estás oyendo.

Suenan más pasos. “¿Serán un par de botas?”

Sea quien sea, debe ser muy grande. Un tipo enorme. Lo imaginas tan alto como la puerta. Un mastodonte.

Hay un chirrido. Una perilla. Después, solo queda el silencio, más profundo que la última vez. Y también más pesado.

Sigues congelado y el sudor te moja las axilas.

Oyes más pasos. Otra perilla gira despacio y los goznes de una puerta rechinan. Luego, más pasos. “Está explorando el lugar…” El miedo te posee y tus latidos empiezan a acelerarse. Otra perilla se abre.

Sigues el recorrido mentalmente. Tragas saliva y sientes la garganta hecha nudo.

La última puerta es la habitación del viejo.

Lo escuchas avanzar uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete pasos... Y se detiene.

El tiempo también se congela.

“¿Es-está en el cuarto con él?”

De pronto, ¡un golpe seco!

Un golpe de fuerza brutal…

Ramón gime por el terrible dolor, apenas lo percibes y entonces ¡suena otro golpe más! ¡Y otro! ¡Y luego otro! ¡Y otro más!...

Tiemblas en la oscuridad como si tuvieras fiebre.

Los golpes siguen y los resortes del colchón barato rechinan mientras la cama cruje con cada impacto. Quieres gritar “¡No! ¡No, no, no…! Por favor… ¡Déjalo!”, pero tu lengua sigue atrapada detrás de tus dientes. “¡Padre nuestro, que…! ¡No! ¡Dios! ¡Detente! ¡Para!”

Todo vuelve a quedar en silencio.

Un silencio gigante, inexorable.

Se te humedecen los ojos. Lágrimas de impotencia y un miedo descomunal comienzan a escurrirse por tu rostro hasta mojar tu almohada.

Aún no puedes moverte.

Escuchas una respiración agitada. La bestia debe estar exhausta. Oyes su resuello, los quejidos de una voz ronca y profunda, como si fuera un animal. Piensas en los bufidos de un oso y aprietas los ojos, con ganas de que se calle, que deje de respirar él también, que desaparezca en medio de la noche de donde ha salido.

Percibes el sonido de un cajón que se abre y cómo revuelven su contenido, arañando la madera del viejo buró junto a la vieja cama del viejo Ramón.

Más pasos. El asesino está caminando por la habitación otra vez.

“¡¿Quién eres?!, ¡¿Qué hiciste?! ¿Pero qué putas lo hiciste? ¡¿Qué le hiciste al viejo?!”

Otra ola de pánico te pone a temblar.

Los pasos se alejan algunos metros y luego vuelven a escucharse aproximándose.

“¡Ya salió! Ya salió de su departamento. Ahora… va por el pasillo”, piensas con un ligero alivio, esperando que se largue de una vez por todas. “Ahí está…”

En el pasillo principal.

(Los pasos siguen).

El pasillo principal que cruza por todos los cuartos.

(Los pasos se escuchan más fuerte).

El pasillo que cruza delante de...

(Los pasos se oyen mucho más fuerte).

Delante de tu departamento.

(Esas botas pesadas vienen en esta dirección).

Te invade un grito mental: “¡Viene por mí!”

Las manos te sudan, tu pecho se aprieta, tus pulmones no jalan suficiente aire...

Escuchas esas botas pesadas caminando hacia acá.

“¡No, vete! ¡Déjame en paz!”

Los pasos vienen.

“¡Déjame, déjame, vete!”

Ya debe estar a unos metros.

“¡Déjame en paz, hijo de puta!”

Los pasos cruzan frente a tu puerta.

“¡Despierta ya, levántate!”

Los pasos se detienen y tú sigues inerte.

“Es una pesadilla, ¡es una pesadilla…!”

El picaporte comienza a hacer ruido

“¡Es mi puerta, es mi puerta!”

La perilla no cede.

“¡Por favor, Dios! ¡Ayúdame!”

La perilla se sacude.

“¡No me mates! ¡No me mates! ¡Lárgate! ¡Lárgate y déjame en paz!”

La perilla está a punto de reventar...

Un débil gemido de horror surge desde el fondo de tu garganta, como el llanto de un bebé: un ser indefenso.

Ocurre una pausa.

Y ahora, más silencio. Escuchas que la puerta cruje bajo el peso de un cuerpo enorme que se recarga sobre ella. La imaginas cediendo y desplomándose encima de tus muebles.

Alguien da un golpe en la madera, un golpe seco, acertado con torpeza.

Empiezas a ver destellos en la oscuridad y luego, escuchas los pasos, esas botas pesadas que siguen con su camino por el largo pasillo del edificio, se van desvaneciendo hasta que, finalmente, el eco se pierde en la distancia, quizá al doblar por la esquina en el ángulo del corredor para luego bajar por las escaleras del segundo y el primer piso, hasta salir a la noche de la ciudad mientras te desmayas.


* * *


Amanece algunas horas más tarde. Despiertas de nuevo por la mañana ante la luz que entra por la ventana. Tus manos se aferran sobre la sábana. Recuerdas vagamente lo que sucedió anoche pero… una parte de ti cree que todo fue una pesadilla.

Poco a poco comienzas a percibir los ruidos de la calle, el paso de los camiones por un bulevar distante, las aves que chillan desde los árboles, los dedos de tus pies… Alzas las manos y te tallas los ojos. Al retirarlas, hay manchas blancas parpadeando por todas partes.

Lo último que percibes es el eco del ajetreo en algún lugar del edificio.

Hay voces que suenan entrecortadas y cantidad de pasos que vienen por las escaleras y por el pasillo dando golpes a todas las puertas.

Llaman a tu departamento, pasan de largo y enseguida hay una pausa.

Oyes a un vecino gritar del otro lado del muro.

Alguien le alcanza unos segundos después y una mujer comienza a llorar angustiada.

De tu boca surge un “No, no, no, Dios, por favor… No.”

Esta vez las piernas te responden aunque están acalambradas. Sales del departamento casi cojeando y ves a los vecinos asomados desde sus puertas al final del corredor, confundidos; algunos llaman por teléfono, otros lucen desesperados.

Al llegar hasta el 15C, hay toda una conmoción.

Es muy tarde.

Cuando te notan, los demás te impiden el paso, no quieren dejarte verlo. Sientes una punzada terrible en el pecho.

Tras unas horas, la policía examina la escena. Los otros inquilinos y tú preguntan con horror qué sucedió: les explican que anoche un tipo, aparentemente drogado, estranguló al portero del edificio y logró entrar a la habitación del viejo Ramón para matarlo (el vecino que lo encontró te explica más tarde que el hijo de puta le deshizo el cráneo a golpes) y robarle antes de marcharse.

Los oficiales hacen preguntas a los posibles testigos. Cuando llega tu turno, narras la pesadilla que viviste. Con cada palabra que dices sientes un hormigueo bajo la piel de tus brazos y piernas, como si estuvieras a punto de volver a quedar petrificado.

En los rostros de los policías notas consternación, uno de ellos te comenta que es una tragedia aunque es común en el área suburbana: robos a casa habitación que terminan mal. Intrusiones por adictos y locos. “Abundan en estas calles”, dicen.

Al llevarse a Ramón del edificio, te refugias en tu departamento para no presenciar a los forenses ni la bolsa en que lo transportan.


* * *


El tiempo pasa. Te mudas y rentas una casa pequeña en un barrio diferente, un poco más tranquilo aunque la ciudad cada vez está más hundida en la violencia y la decrepitud.

Ya hace varios meses desde que todo aquello pasó pero, por las noches, te causa horror pensar en esa madrugada.

No puedes dormir bien: ahora, además de las parálisis, también sufres de insomnio.

No ha pasado un solo día, ni una sola noche… sin que pienses en ello. Y tiemblas cada vez que escuchas los ecos de los pasos extraños y desconocidos que merodean en la oscuridad.




Oct. 23, 2023, 3:23 a.m. 15 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

Andrés Oscura ¡550,000 LECTURAS EN INKSPIRED! ¡GRACIAS! Sígueme en IG - Autor publicado en 10 antologías y diversas revistas literarias. Soy psicólogo, escritor y fan de Poe, Lovecraft, Cortázar, Mariana Enríquez, Amparo Dávila, entre otros. (LIBROS EN EL LINK DE ABAJO).

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HwaJi Sung HwaJi Sung
Las parálisis del sueño son horribles, por suerte las mías no duran mucho, aunque el sentimiento de impotencia es único, creo que al final no fue un drogadicto sino algún tipo de ente que persigue al protagonista para atormentarlo, como si le dijera que el próximo es él
January 08, 2024, 19:09
Marylú _1411 Marylú _1411
Genial !!!! He quedado con mi piel erizada . Tremendas sensaciones vertiginosas que producen un horror tan genuino y profundo. Terminé de leer este relato de terror. sin la conciencia de mi respiración por inercia. ✨👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏👏✨
December 28, 2022, 20:13
Leonardo Nin Leonardo Nin
Wuao. He leído esto hace 2 años atrás y volverlo a leer con esta presentación fue asombroso. Excelente 👏👏👏👏
December 28, 2022, 17:32
Emilia Emilia
se logro sentir el miedo, el pánico y el horror por completo en tu relato. Por desgracia también pase por algo así, y si, uno queda paranoico después de aquello. En verdad plasmaste bien todo ese sentimiento de impotencia y miedo, y del terror que te hagan algo. En verdad estuvo muy bueno.
October 12, 2020, 05:34

  • Andrés Oscura Andrés Oscura
    Muchísimas gracias por leer y por comentar en este cuento. Aprecio mucho tus palabras. Lamento que hayas pasado por algo así y espero nunca más se vuelva a repetir. Te envío un saludo inmenso desde México! Y nos seguimos leyendo! October 15, 2020, 23:59
Yerimil Perez Yerimil Perez
Rayos si que da miedo que te suceda algo así e imagínate que alguien se meta a tu casa y tu en ese estado.
July 13, 2020, 11:54

  • Andrés Oscura Andrés Oscura
    La noche que lo escribí te juro que me quedé muy paranoico por ese asunto. En el barrio donde vivo no es taaan inusual episodios de violencia y pues las cosas que se oyen de noche siempre nutren los miedos y las pesadillas. Un saludo inmenso desde México P. D. Ojalá nadie tenga que pasar por esto... July 13, 2020, 23:34
  • Yerimil Perez Yerimil Perez
    Que horror. Nunca he tenido esa sensación y no quiero experimentarla. July 14, 2020, 03:20
Cami Bengoa Cami Bengoa
Wow, excelente relato, realmente te mantiene al borde de la silla en lo poco que dura. Provoca angustia, desesperanza e impotencia, que terrible. Yo también pensé que sería un final diferente, esperaba que descubriera que fuera él quien asesinó al anciano o algo así jajaja
June 20, 2020, 21:27

  • Andrés Oscura Andrés Oscura
    ¡Muchas gracias por leer y comentar la historia, Cami! El final corresponde a la paranoia que sentí en ese momento jaja peeero el final que tú sugieres sería un maravilloso spin-off Nos seguimos leyendo, te mando un saludote! June 20, 2020, 21:57
María Ramìrez María Ramìrez
Debe ser terrible vivir algo como eso. Muy buena historia. Aunque esperaba un final diferente... no se,
May 19, 2020, 14:28

  • Andrés Oscura Andrés Oscura
    Gracias por leer la historia y por el comentario. Cómo te esperabas el final? Me dio curiosidad jeje Te mando un saludote! May 31, 2020, 17:51
Leonardo Nin Leonardo Nin
Considerando el horror que vivió el personaje es una buena historia para pensar en ese insomnio de lo que perturba a cualquiera por las noches en un apartamento.
May 07, 2020, 23:15

  • Andrés Oscura Andrés Oscura
    Te agradezco mucho la lectura y el comentario. La historia me vino casi súbitamente por una especie de terror nocturno una madrugada. Ojalá que se haya logrado transmitir. ¡Te mando un saludo enorme! May 08, 2020, 22:03
  • Leonardo Nin Leonardo Nin
    Gracias por responder, supongo que por tu trabajo como psicólogo, no tienes a veces tiempo en responder a tiempo los comentarios, pero, gracias por leerlo, me sorprende en lo que se baso, tu relato, en serio es genial, ¡Te mando un saludo enorme también, pana! May 09, 2020, 00:16
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