Soy Arlene, y seguramente en estos instantes te estás preguntando por qué te escribo esta carta. Sé que eres impaciente, pero necesito que cuentes hasta diez para que esa idea de romper, quemar o lanzar este cúmulo de palabras a la papelera desaparezca. Entiendo tu enfado, yo también habría reaccionado de la misma manera, o incluso mucho peor. Vengo a pedirte un favor, y es que me des la oportunidad de explicarme. Eres demasiado curioso como para dejar que el rencor te impida leerme, por eso, no hagas nada de lo que puedas arrepentirte.
No fue premeditado, el día que te conocí surgió con naturalidad, mis impulsos ambiciosos me obligaron a dirigirme hacia tu persona, hacia aquella sonrisa. Nunca pensé en hacerte daño, aquel no era mi objetivo inicial, y créeme, no tengo la mente tan retorcida como los murmullos de la ciudad sentencian con maldad. Tampoco estuve acertada con mi comportamiento, porque nunca nadie me enseñó a querer bien. No quiero excusarme: fui una malnacida. Me gustaría que abrieras la ventana y gritaras todos esos insultos que consideras que me definen como persona. Desahógate, lo necesitas. Me gustaría poder ofrecerte mi hombro, pero sé que ya no lo necesitas.
Thank you for reading!
We can keep Inkspired for free by displaying Ads to our visitors. Please, support us by whitelisting or deactivating the AdBlocker.
After doing it, please reload the website to continue using Inkspired normally.