(Islandia ,1980)
Una vez más, el sonido vibrante del choque de la macana contra las rejas irrumpió el silencio de la noche. Rápidamente, los prisioneros en sus celdas formaron una hilera de espaldas a la pared. Sin siquiera respirar, aguardaban en silencio. Aún llevaban grabadas en sus retinas la imagen del cuerpo del viejo Rich. Todavía sus gritos de clemencia y horror resonaban con fuerza en sus oídos. Cuando los pasos firmes del carcelero se detuvieron frente a la celda contemplaron en su rostro la maldad. Con la mirada esquiva deseaban ocultar su pavor, pero el temblor incontrolable de sus cuerpos y sus corazones palpitando a un ritmo veloz, delataban un pánico profundo. Sus ojos eran fríos, carentes de alma. Con su mirada recorrió los dos extremos de la celda y posó su atención en uno de los reos. Tenía unos setenta años y era uno de los presos más antiguos de la prisión. No hubo palabras. Con un movimiento casi imperceptible desenfundó su arma, la subió a la altura de la cabeza de Smith y disparó. Parte de su cráneo y sus sesos fueron desperdigados en las paredes de la reducida celda ante la mirada horrorizada de los presentes. Más disparos se oyeron en las celdas continuas después.
—Los internos más débiles y ancianos han sido eliminados— dijo con crudeza —Por lo tanto, el proceso de selección ha concluido —manifestó luego, a la vez que autorizaba con un gesto en su mano al guardia ayudante a retirar el cuerpo aún tibio del anciano, mientras éste dejaba a su paso una repugnante línea de sangre.
—¡Prepárense! Nuestro líder los espera en las profundidades de Hell 's Bells... — exclamó con una perversa sonrisa en su rostro casi inhumano. Nombre y número —preguntó al último recluso de la fila.
—Fredd Coleman. 12504-985—respondió con un leve titubeo fingiendo seguridad. Después, alzó la vista para enfrentar la fría mirada del carcelero.
—Si se atreve a mirarme una vez más lo lamentará...—esbozó una sonrisa retorcida que hizo estremecer al joven—Aunque debo admitir su valentía—.manifestó entre risas. Luego, lanzó un gesto de complicidad a su compañero, que éste comprendió de inmediato. Un oficial de menor rango, pero no menos perverso, se acercó al muchacho.
—Comenzaremos por usted, Coleman—dijo, mientras colocaba una capucha negra sobre su cabeza.
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