Un día precioso.
El cielo raso sin una nube, con un sol radiante.
El mar mediterraneo, que mires por donde lo mires, te invita a intruducirte en él. Con un sólo tono de azúl que parece el espejo del cielo si no fuera por los brillos que el sol refleja en él. Tranquilo, en calma y con una temperatura perfecta. El relajante y seductor va y ven de sus lijeras olas chocando contra tu cuerpo desnudo tumbado en la orilla de una pequeña, escondida y salvage cala con piedras tan diminutas que pueden llegar a parecer arena. Y el calor del sol intentando secar esos pequeños riachuelos de agua que el mar ha dejado tras su paso por tu cuerpo.
Un cúmulo de sensaciones agradables: relajante, refrescante, sensual, paz, libertad...
Te sientes en total armonia con el entorno, formas parte de ese agua con su sal, sus olas... de esa orilla con sus piedras diminutas y de ese sol que lucha por calentar tu piel.
Necesitas más calor.
Decides tumbarte en el amplio pareo blanco con mezclas de figuras indefinidas de colores pastel que hay a escasos pasos de la orilla. Tumbada boca arriba empiezas a sentirlo. Es agrdable, lo sientes por todo tu cuerpo, tus pies, tus manos, tu vientre, tus pechos, tu entrepierna... el calor no para, te va a dar más, sabe que deseas más. Flexionas las rodillas y separas ligeramente las piernas, con tus manos acaricias lentamente tu torso, todavía húmedo, desde la línea de debajo tus pechos pasando cerca del ombligo y teminando en tus caderas. Te sientes bien, más que bien.
Te masajeas la nuca, notas tu cabello mojado pegado en el cuello y lo apartas hacía arriba, te quedas con los brazos estirados por encima de tu cabeza. Te estiras ligeramente formando un pequeño arco en tu espalda, es agradable, y decides abrir un poco más tus piernas, todavía flexionadas, y sientes un calor ascendiente en tu genitales. Cada segundo es más excitante. Sientes como a pesar del calor, te vas humedeciendo y como tu cuerpo pide más. Te masajeas los pechos, los acaricias, pellizcas y estiras ligeramente uno de tus pezones y el resto de tu cuerpo reacciona poniendote todo el bello de punta.
Exalas el aire de tus pulmones con un ligero gemido y una de tus manos toma la decisión de ir más allá y empieza a acariciar tu vagina semiabierta y mojada. Lo hace con cariño, despacio pero sin pausa. Tu otra mano sigue acariciando tus pechos, tu cintura, tus caderas y el sol sigue calentando tu piel. Tu mano traviesa se ha cansado de ser agradable e intruduce uno de sus dedos en ti, el gemido, esta vez es un poco más grabe. Al sacar el dedo éste chorrea y decide volverlo a meter una y otra vez, despacio al principio, dando ligeros golpecitos en el clitoris, el cual ya se está poniendo rojo e inflamado dispuesto a llegar hasta el final. La otra mano juega nerviosa con uno de tus pechos estrujandolo y tirando del pezón que está en punta desde el primer tirón. Juegan de diferente manera pero al unísino. Un ritmo placentero e imparable.
Levantas la cabeza para verte mejor, para excitarte todavía más viendo el placer que te estás haciendo a ti misma. La mano de tu vagina aumenta la rápidez de sus penetraciones y sus golpes... y es así porque tu quieres que sea así, lo necesitas. Más y más rápido, empizas a tener más calor pero no es por el calor del sol, él ya ha hecho su trabajo, es porque ya lo sientes, sientes que vas a llegar a eso que andabas buscando, vas a llegar al clímax, al deseado orgasmo.
Y en uno de esos golpes tu pulso se acelera y.........aaaaahhhhhhhh!!!!! mmmmmmmhhhh!!!! tu vagina se contrae y descontrae ritmicamente y tu cuerpo convulsiona de placer.
Por primera vez estiras las piernas, reposas tu cabeza. La mano de tu pecho cae al lateral de tu cuerpo y la otra masajea suavemente tu clítoris hinchado y mojado para poder seguir sintiendo esas pequeñas corrientes placenteras, se empieza a relentizar tu respiración aún que el corazón todavía golpea fuerte contra el pecho.
Ladeas la cabeza con los ojos cerrados y notas la brisa acariciar tu cuerpo. No la habias sentido hasta ese momento, no necesitabas sentirla. Esperas así de relajada unos minutos más y notas que el calor del sol ya empieza a ser abrasador. Te levantas y vas directa a la orilla, ahora es momento de que el agua salada de refresque mientras te sumerges en ella, el calor del sol ya... han tenido su momento.
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