lucadomina Luca Domina

Un periodista investiga los hechos detrás del extraño suicidio de un adolescente de su comunidad.


#21 in Thriller/Mystery All public.

#asco #pesadillas #miedo #arañas #terror #historia-real #historiacorta #relato #horror #cuento
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Parálisis del sueño


Despierta… despierta. ¡Despierta! Oh dios, despierta.

Pero no despertó.

Estaba atrapado en una pesadilla, o eso creía…


—2—


Carlos Gómez suspiró cuando la lluvia comenzó a repiquetear contra el parabrisas del auto. Se refregó las manos y las calentó con el aliento. Echó un vistazo al reloj en su mano izquierda: doce de la noche. Y él, despierto y cagado de frío.

No odiaba su trabajo; de adolescente soñaba con ser periodista y largarse del pueblo donde había nacido. Consiguió lo primero, no así lo segundo. Moriré en éste pueblucho, pensó. No era fan de las grandes ciudades, pero vivir en un lugar tan pequeño —cinco mil habitantes— era deprimente. Y aunque amaba su profesión, estaba a punto de volverse loco. Ya era tarde para lamentaciones: tenía esposa y dos hijos, y una barriga de grandes dimensiones. Debía resignarse a una vida de noticias poco interesante, y aburridas.

Hasta ahora.

Carlos se apoyó sobre el volante para observar el alargado edificio más allá del estacionamiento; la lluvia caía cada vez más intensa, y lo único que se distinguía con claridad, era la titilante luz roja de una cruz sobre la puerta principal. El hospital no era su destino; en alguna ocasión se había hallado dentro para recopilar información sobre las vacunas que se dispondrían para los ancianos, o para averiguar el estado de los implicados en un accidente de tránsito. Pero no esa noche, esa noche iría a la pequeña edificación anexada a un lado; la morgue.

Se inclinó sobre el asiento del acompañante y abrió un maletín color café; de su interior sustrajo una pequeña libreta de notas. Ojeó la primera página. Luciano Fernández, 17 años, se leía escrito en bolígrafo. Y un reglón por debajo, en letras mayúsculas: SE SUICIDÓ.

—Mala decisión, pibe. Un año más y te hubieras ido a estudiar a la ciudad. Y seguro no habrías regresado —murmuró.

Antes de continuar repasando la pequeña investigación que había llevado a cabo horas antes, encendió un cigarrillo. Todavía dudaba sobre lo que iba a hacer a continuación.


—3—


Abrió los ojos sin una pizca de sueño y no pudo ver nada. Para su sorpresa seguía siendo de noche. Extendió el brazo para tomar el móvil sobre la mesa de noche a su derecha. Quería conocer la hora, y cuánto tiempo más podría dormir.

No pudo moverse.

Era como si algo le apretara el pecho y le obligara a quedarse en la cama. Sorprendido, se sacudió y luchó por liberarse. No lo logró (en realidad no se movió ni un centímetro). El ritmo de su corazón se aceleró y comenzó a sudar.

Cálmate…

Respiró profundo para evitar que el pánico lo controlara. Cerró los ojos y analizó la situación. Estaba acostado boca arriba, justo la posición que menos le gustaba; la odiaba, lo hacía sentir indefenso. Para colmo, esa noche había decidido acostarse sin ropa, solo con el calzón. Y como siempre, no podía sentir las cobijas. Ya era habitual; se acostaba tapado hasta el cuello, pero se revolvía mucho durante la noche y acababan en el suelo.

Genial.

Tenía la boca pastosa y abierta de par en par. Amanecer pegado a la almohada por culpa de cómo babeaba no era ninguna novedad. Pero en su posición actual, la saliva había recorrido un lado de su cara dejando un rastro reseco.

¿Qué mierda me sucede?

Todo era demasiado real y ordinario para ser sólo un sueño, pero tener el cuerpo paralizado tampoco parecía muy razonable.

Paralizado… eso es: parálisis del sueño.

Ya lo había escuchado antes; no poder hablar o moverte cuando te despiertas. Se calmó. Por lo que recordaba, duraría unos minutos. Nada grave o peligroso.

Alguien me está mirando.

Un escalofrió viajó por su cuerpo como una corriente eléctrica. Había recordado algo más. Era un adolescente, y, por lo tanto, pasaba parte de su tiempo navegando por internet. El recuerdo llegaba más precisamente desde YouTube. Y desde un canal en particular; que se dedicaba a crear contenido paranormal y de terror, casos verdaderos (y falsos). En uno de sus vídeos relataba historias de parálisis del sueño, y todos ellos poseían algo en común; quienes los sufrían eran observados por la espeluznante silueta de un hombre o demonio…

¿Me estará observando?

Son mentiras.

Tengo que mirar.

No mires.

Mira.

Mientras debatía consigo mismo el cuerpo se le perló de sudor. Antes de volverse loco, decidió hacerlo con la misma filosofía que utilizaba para sacarse las venditas adhesivas de las heridas; de un tirón. A la izquierda se hallaba la pared y una ventana, por lo que abrió los ojos y los obligó a girar a la derecha.

El corazón se le subió a la garganta.

Soy un tonto.

Sólo oscuridad. Nada de sombras y siluetas. Se relajó. En minutos sería libre para cubrirse hasta el cuello y volver a dormir boca abajo.

Cuando parecía que aquello llegaba a su fin, tuvo una extraña sensación. Primero fue un roce entre los dedos, que pronto se convirtió en una caricia en el empeine.


—4—


En resumen, el pibe, Luciano, se había suicidado. Y al parecer estaba loco; o eso pensaría cualquiera, teniendo en cuenta que se perforó el cráneo con un puto taladro eléctrico. El fatídico incidente había ocurrido a media mañana, pero el funeral se produciría en un par de horas; los padres del pobre muchacho se hallaban de viaje.

Carlos tuvo el día completo para entrevistar a varios vecinos y personas allegadas al adolescente. Y hacerse con una idea clara del contexto del suicidio. Al arribar a la vivienda del muchacho, ubicada en un barrio de clase media, la policía ya había procedido a retirar el cadáver. Pero él había descubierto varias personas interesadas (desesperadas, muy desesperadas) en contar lo que sabían.

Señora López. Sesenta años. Soltera. Vecina.

—Yo fui quien llamó a la policía —explicó y asintió con la cabeza—. Estaba barriendo las hojas de la vereda, y solté la escoba del susto cuando escuché los gritos. Gritaba como si lo estuvieran matando —Se cubrió la boca al escuchar sus propias palabras. Miró a ambos lados y se inclinó hacia Carlos—. No me sorprendió para nada. Dicen que andaba metido en cosas raras, ya sabe, drogas —le susurró.

Junto a la anotación de las palabras de la señora, en letra más pequeña, se leía: La vieja chusma del barrio, y también, ¿drogas?

Señor Gonzales. Setenta años. Soltero. Vecino.

Carlos lo había visto tomando mates en la vereda. Cuando se acercó, Gonzales le convidó un mate y se manifestó muy gustoso de cooperar (al parecer el cotilleo era un síntoma de la vejez).

—Es una pena, un chico tan joven —chasqueó la lengua— ¿Drogas? No, no lo creo. Si no salía de la casa —sorbió el mate—. A la madre le preocupaba que no tuviera amigos. Según me decía, se la pasaba todos los días en la computadora. Pobres… —Meneó la cabeza—. Se van a poner muy mal, su único hijo se mata cuando no están —volvió a beber —. La madre me contó que Luciano juraba que una araña se le había metido en la cabeza mientras dormía —Se llevó un dedo a los labios, pensativo— ¡Mire! Me parece que el chico iba al psicólogo. Debía estar bastante loco…

Y esa había sido la pista que había seguido Carlos; el psicólogo, que en realidad resultó ser un psiquiatra. Pero antes de hacerle una visita, había decidido manejar hasta la comisaría para indagar un poco más sobre el tema; el combustible no era un problema, todo el viaje no superaba las quince cuadras.

En el interior lo recibió el único agente disponible; los otros tres andaban patrullando. El hombre le sonrió y se aproximó a Carlos con los brazos abiertos. Las barrigas, de iguales proporciones, chocaron ante el abrazo; el policía era José Maidana. Carlos y Maidana habían sido compañeros de jardín, escuela y secundaria. Y compañeros de futbol (cuando lo único redondo era la pelota y no sus barrigas). En resumen; íntimos amigos.

José lo invitó a pasar a su despacho y se sentaron uno de cada lado del escritorio. Bajo la luz de un fluorescente, que se reflejaba en su calva cabeza, el policía encendió un cigarrillo y convidó otro a Carlos. Lo que no iba a convidarle era un informe policial; porque no eran policía y periodista, eran amigos (muy buenos amigos). Le diría la verdad y nada más que la verdad.

—La señora López fue quien nos llamó. Decía que el chico, Fernández, gritaba cosas como la escucho, la escucho y voy a sacarla, voy a sacarla. Y, por último, gritó de una forma que no era capaz de describir (gritaba como si lo estuvieran matando). Al llegar a la vivienda llamamos a la puerta un par de veces, y al final tuvimos que forzarla —dio una larga pitada al cigarrillo—. La oficial Delgado ingresó primero. Y fue la primera en salir a vomitar. No es que estemos muy acostumbrados a ver escenas parecidas, y Delgado es joven, apenas tiene veinticuatro —acomodó su gran trasero en la silla, buscando una posición que le resultara cómoda para narrar los hechos (no la había)—. Lo primero que descubrías al entrar en la habitación era un charco de sangre, y si seguías mirando, te topabas con el cuerpo de un chico muerto. Un chico que tenía un taladro eléctrico en la mano y un agujero en la cabeza —Encendió otro cigarro y se enjugó la frente—. Pobre Alberto, no es que hubiera dejado un arma en su casa y su hijo se hubiese suicidado con ella. Era un carpintero y tenía un taladro en su casa. Nadie puede culparlo, pero seguro él mismo lo hará.

Carlos suspiró y se rascó la barba de un par de días; también conocía a Alberto Fernández, no eran amigos, pero en un pueblo, y después de tantos años, uno alcanzaba a ser un poco amigo de todo el mundo.

—¿Drogas? No lo creo —contestó el oficial Maidana—. Nunca lo hemos hallado en nada raro, y no es que saliera mucho de su casa. Además, viste cómo es esto, porque use remeras de bandas de rock y tenga el pelo largo, los viejos ya lo tachan de drogadicto —volvió a enjugarse la frente—. El chico estaría loco, ya está, no hay que darle más vueltas al asunto.

Ambos encendieron un último cigarrillo y lo fumaron sin mediar palabra. Al terminar, Carlos continuó hacia el consultorio del psiquiatra.

Marcos Hidalgo; rezaba la placa en la puerta del consultorio. Dentro, Carlos Gómez fue recibido por un hombre de unos cuarenta años, rubio y peinado hacia atrás, y ojos celestes. Un metrosexual, juzgó al ver cómo se vestía. Pero en realidad no lo conocía. No era un pueblerino, se había mudado hace poco más de dos o tres años.

—Me apena saber que Fernández se suicidó —dijo Marcos Hidalgo, sin un ápice de tristeza en su voz—. Era un paciente un tanto peculiar; le diagnostiqué esquizofrenia —se le escapó una leve sonrisa—. No se cansaba de repetir que, en una parálisis del sueño, una araña se le metió en el cerebro. Y se imaginaba que el insecto se movía dentro de él todos los días. Lo mediqué, pero al parecer no fue suficiente; la semana pasada explicó que el bicho pronto pondría huevos, pero que él no lo permitiría —cruzó las piernas y arqueó una ceja ante la pregunta de Carlos— ¿Qué si puede suceder? La parálisis del sueño es una enfermedad real —sonrió adrede—. Pero la idea de que se te meta una araña por la oreja en ese momento, escarbe hasta el cerebro, y se quede ahí por semanas, es absurda. De locos, nunca mejor dicho…

En la hoja, unido al nombre de Marcos Hidalgo, había garabateado las palabras: Completo idiota.

Carlos cerró la libreta y la depositó en el maletín. Terminó de fumar el cigarrillo y se masajeó las sienes. Sólo le quedaba echar un vistazo al cuerpo antes de que fuera preparado para el velatorio. Todos habían dejado claro que aquello era una locura, pero él no lo veía tan claro. Había investigado sobre parálisis del sueño y resultó que era un trastorno bastante común. También buscó en google sobre arañas en la cabeza de una persona; no descubrió nada; pero si casos de cucarachas en el oído. Y un insecto es un insecto.

Terminemos con esto, se dijo. Por suerte el encargado de la morgue era amigo suyo. Se caló la capucha del impermeable negro que llevaba puesto, aferró el maletín y se apeó del auto lo más rápido que pudo. La morgue estaba a unos diez metros de distancia, pero la cortina de lluvia, sumada a la lentitud de sus cien kilogramos, resultó en una ducha de agua helada. Al alcanzar la entrada, sentía que la ropa le pesaba una tonelada.


—5—


Debo estar delirando por el susto.

Pero lo que sentía no se detuvo. Era como si alguien le acariciara con un dedo, pero de forma lenta. Cuando la caricia abandonó el pie y llegó a la pierna, lo supo.

Debe ser una broma…

El tamaño, pero, sobre todo, el cómo avanzaba y se abría paso entre los bellos, no dejaba lugar para la duda.

Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, y ocho.

Una puta araña. Intentó mantener la calma, pero la criatura trepaba y trepaba. Alcanzando la rodilla.

¡Despierta! ¡muévete! ¡ya pasaron tres minutos!

Se sacudía con violencia y gritaba una y otra vez, pero todo quedaba en su interior, su cuerpo era una tumba.

No me va a morder, estoy quieto.

Si mantenía la calma y no se movía, lo que no podía hacer de todas formas, la araña no tendría motivos para atacar. Igualmente, se le hizo un nudo en la garganta cuando ésta investigó sus calzoncillos.

Camina, camina, ¡camina!

Y caminó. Se deslizó por el vientre, donde se metió en el ombligo por un breve momento.

¡Oh Dios, que alguien me ayude!

La desesperación y el terror se apoderaron de su mente. La araña no lo mordería, pero si continuaba avanzando, descubriría una oscura y húmeda cueva donde establecer su nido…

¡Cierra la boca!

Los músculos de la mandíbula se le tensaron hasta el dolor, pero no pudo cerrarla. Su cuerpo se hallaba fuera de servicio. Cuando la sintió en el pecho, el terror ya era algo palpable. El corazón bombeaba pánico a cada célula de su ser. Escuchó un movimiento brusco a lo lejos; los resortes de la cama de sus padres.

¡Papá se va a levantar para mear! ¡y la va a ver cuando vuelva! Por favor, que la vea…

Siguió cada paso con esperanza. La puerta frente a la suya se abrió, y se encendió la luz. Pudo ver la figura de su padre, y como entraba al baño.

Rápido, rápido, ¡rápido!

En la posición en que se hallaba, por más que intentaba bajar la mirada, sólo podía verse una parte de la nariz, pero no a la araña. Por un momento creyó que no era real, pero cada diminuto y delicado paso le afirmaba lo contrario. El sonido de la orina cayendo al inodoro le resultaba una cascada interminable. El característico ruido del agua cuando alguien tira de la cadena, le alivió; ahora le miraría. Y vería a la maldita araña.

Su padre salió, se detuvo en el pasillo, mirándole por un momento; aunque casi tenía los parpados cerrados.

¡Gracias a Dios!

¡No, espera!; ¡mírame! ¡Hijo de puta, mírame!


—6—


Carlos se quitó el impermeable y se secó lo mejor que pudo con la toalla que le había entregado Mauro García. El señor García, un hombre alto y delgado, con nariz aguileña y ojos poco expresivos, era el encargado. La morgue no sólo se asemejaba a una casa desde fuera, sino que también lo parecía dentro. La diferencia era el intenso aroma a desinfectante y la baja temperatura. Carlos se estremecía de frío. Siguió a García a través del pasillo hasta una habitación, que en realidad funcionaba como depósito de cadáveres. Dentro los esperaba el hijo de García, Franco. El chico tenía veintiséis años y se había recibido poco tiempo atrás; era el tipo de persona que puedes pensar que es muy inteligente o muy tonto, dependiendo de la ocasión. Incrustadas en la pared había cuatro plateadas puertas, similares a pequeñas heladeras. Carlos supuso que era donde guardaban los cuerpos; y tuvo razón. García, con la ayuda de su hijo, abrió una y deslizó el cadáver sobre una mesa móvil de brillante acero inoxidable.

Luciano Fernández parecía un fantasma de largos cabellos negros, pero los ojos del periodista fueron atraídos como con un imán hacia el hueco de rojiza carne a un costado de la cabeza. Carlos no sintió náuseas, pero tuvo que tragar la pastosidad que se le había formado en la garganta.

—Pobre chico, era muy joven. ¿Qué lo llevó a esto? —preguntó Mauro García, y contempló a su propio hijo con cierto aire de tristeza.

—Problemas psicológicos —respondió Carlos y abrió la libreta— ¿Causa de la muerte? —preguntó después de aclararse la garganta.

Padre e hijo arquearon las cejas al unísono. —¿Es necesario? Creo que ese agujero en la cabeza del chico lo dice todo —expresó el padre.

—¿No encontraron nada extraño? —insistió Carlos con una sola cosa en mente.

—No lo hemos ni revisado, sólo el procedimiento de rutina. Y no, no estaba drogado —contestó García mientras se preparaba para devolver el cadáver a su caja personal.

La frente de Carlos se le perló de sudor antes de volver a hablar. Sabía que era una estupidez, pero algo le gritaba que debía indagar en el tema; un presentimiento. O tal vez necesitaba que su vida no fuera tan aburrida.

—El chico juraba que una araña se le había metido en la cabeza —terminó por decir.

—Ni de broma pensarás que de verdad tiene un bicho en la cabeza —García trató de disimular una sonrisa bromista.

—A las arañas les gustan los sitios oscuros —declaró Franco con los ojos como platos.

Ambos hombres lo miraron, preguntándose cómo había conseguido terminar una carrera universitaria en tiempo récord. Su padre aferró la mesa en la que se tendía el cadáver y se dispuso a guardar el cuerpo. Pero a último momento se detuvo.

—Debo estar loco —murmuró y meneó la cabeza. Miró a su hijo —. Trae las pinzas y la linterna —le ordenó.

El rostro de Franco se llenó de asombro, tanto como el de Carlos, y salió disparado a buscar las cosas. Mauro García tenía un extraño presentimiento.

Los tres rodearon el cuerpo sin vida de Luciano Fernández, cubierto por una sábana celeste. García se inclinó y acercó el rostro al orificio en la cabeza del cadáver. A continuación, iluminó el orificio con una pequeña linterna. Aparte del zumbido del foco que alumbraba la sala, sólo se escuchaban los latidos de los corazones de los hombres; todos compartían cierto nerviosismo. A Franco García le temblaba en las manos el plato de acero inoxidable que había traído por si hallaban algo. Su padre alargó la mano y rebuscó en el agujero con el bisturí durante unos segundos; que a Carlos se le hicieron eternos. Mauro se retiró un poco hacia atrás, se puso derecho y negó con la cabeza.

—Nada… —dijo, y hubo algo de alivio en su voz.

—Prueba en la oreja —pidió Carlos, mirando su libreta—. El pibe decía que la araña se le metió por la oreja.

Mauro García dudó por un momento, pero su propio hijo le insistía con una mirada suplicante, casi infantil; suspiró y volvió a utilizar la linterna en la oreja. Carlos se pasaba la mano por el rostro para quitarse el sudor, y Franco no paraba de morderse el labio; ambos se inclinaron junto a Mauro como unos niños en un mostrador. El viejo García se irguió de golpe, y los otros dos saltaron hacia atrás; Carlos casi dejó escapar un grito, pero Franco no pudo evitarlo.

—Suficiente… —dijo Mauro con un suspiro—. Ya hemos jugado demasiado. No hay nada, como todos sabíamos —Miró a Carlos. Éste afirmó con la cabeza. García dejó la linterna y el bisturí a un lado y procedió a guardar el cuerpo.

—¡Espera! —gritó Franco, y de inmediato se tapó la boca con ambas manos. Los hombres le miraron con cierta intriga, aunque la mirada de su padre era más de reproche —. Te faltó una oreja —señaló con un tímido hilo de voz.

Los hombres cruzaron miradas; seguros de que Franco era un genio. En completo silencio, cada uno hizo lo que tenía que hacer; Carlos alcanzó la linterna y unas pinzas a Mauro, y Franco se paró a su lado con el plato de acero inoxidable que no dejaba de resplandecer bajo la luz. La cavidad auditiva se iluminó como una cueva con el fuego de una antorcha, y Mauro García pudo vislumbrar una sombra un tanto extraña. Llevó la pequeña pinza hasta dentro del oído; lo más lejos que pudo.

Y sujetó algo.

No sabía qué, pero era algo, de eso estaba muy seguro. Antes de tirar, se enjugó el sudor de la frente; estaba más nervioso que cuando en el pasado operaba personas vivas y todo podía salir mal. Sus dos compañeros abrieron los ojos, brillantes de éxtasis. Las pinzas se retiraron lentamente, pero Carlos pudo comprender que arrastraban algo; él y Franco se inclinaron hasta quedar apoyados en Mauro; quien no les prestó atención; ahí había algo…


—7—


La luz desapareció, y escuchó como su padre arrastraba los pies como un zombi hasta tumbarse en la cama. Pero no fue el único que marchó. La araña caminó por el cuello, trepó por la barbilla, y le acarició los labios con las patas delanteras. En ese momento quería levantarse, escupirla, soplarla, incluso darle un golpe. No le importaba la mordedura, cualquier cosa era mejor a la desagradable sensación de ser profanado. En su mente gritaba como jamás lo había hecho. Y tiraba una y otra vez de su cuerpo. Pero no se movía, la parálisis no desparecía.

No… por favor, no. No…

Sus suplicas se quebraron. Y una lágrima solitaria brotó y le manchó la mejilla. La araña entró a la boca y se deslizó por la lengua. El pecho se le contorsionó con una arcada. Le inspeccionó el paladar con sus ocho patas. Se le encogió el estómago del asco. Entonces la araña continuó. Trepó de nuevo por sus labios. El corazón se le relajó de alegría. Caminó por su mejilla. Estaba seguro que seguiría hasta subir a la almohada y después abandonaría la cama.

Se le heló la sangre.

La araña tenía otros planes…


—8—


Cuando ese algo, de color marrón claro, asomó atrapado entre las puntas de la pinza, un escalofrío recorrió la espalda de Carlos. Y los tres hombres compartieron una misma expresión de asombro; la boca y los ojos abiertos de par en par. La diminuta y alargada cosa marrón; una pata, tiró de otra cosa, la cual asomó con cierta resistencia, pero que al final cedió con un leve tirón. Franco alcanzó la bandeja a su padre de forma automática, y éste dejó caer la cosa completa sobre el acero; el cuerpo extraño extraído de la oreja del cadáver de Luciano Fernández.

Una araña muerta de unos quince milímetros de diámetro…


—9—


Al despertar de un salto despegó el rostro de la almohada. Jadeaba y el corazón le retumbaba como un tambor. Tenía calor, mucho calor. Estaba empapado de sudor. Se quitó las cobijas y se paró junto a la cama.

Fue un sueño, una pesadilla.

Tenues rayos de luz atravesaban los postigos de la ventana e iluminaban la habitación. Estaba amaneciendo. Nada había sido real. Por las dudas, revisó cada centímetro de sábanas y colchón. Sin araña a la vista. Se enjugó el sudor de la frente y se encaminó al baño. Se observó en el espejo; estaba pálido como un cadáver.

La pesadilla casi me mata.

Se llevó las manos a la cabeza al sentir un pinchazo.

Me arde.

La palidez parecía un color radiante comparado con el tono que adquirió a continuación.

Es mi imaginación…

Otro pinchazo.

Provenía del interior de su oído.

Oct. 21, 2023, 1:57 p.m. 36 Report Embed Follow story
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The End

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Luca Domina Escritor de horror y suspenso. Te invito a leer y comentar :) A writer of horror and suspense. I invite you to read and comment :)

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Sebastián Pulido Sebastián Pulido
Me ha gusstado. La primera vez que la leí encontré algunos errores ortograficos, pero creo que ya no hay ninguno. Te invito a que leas mi historia "LA LUZ".
July 11, 2020, 14:37

  • Luca Domina Luca Domina
    Muchas gracias, Sebastián!! Dale, me pasaré en cuanto pueda! Saludos!! July 11, 2020, 15:18
Marilyn Cevallos Marilyn Cevallos
Soy tu admiradora 😁 tus relatos me atrapan, además aprendo de ti. Quizás en una próxima historia te coja de boceto.
July 11, 2020, 03:30

  • Luca Domina Luca Domina
    Muchas gracias, Marilyn! :) Aprecio mucho tus palabras! Espero poder mejorar un poco más cada día. Claro!!! Avísame y con gusto lo leeré :) Saludos!! July 11, 2020, 03:52
German Martinez German Martinez
Que gran trabajo, notable sin dudas.
July 11, 2020, 00:16

  • Luca Domina Luca Domina
    Muchas gracias, German! Aprecio tus palabras! Saludos! July 11, 2020, 02:37
María Ramìrez María Ramìrez
Brabisimo! Tienes que enviar esos relatos a alguna editorial. Si yo fuera ellos te publicaba pero YA. Ayer me ha ocurrido algo parecido. Claro no tan tétrico y con una cucaracha que las arañitas no son tan feas jaja. Parece que no te gustan mucho. Gracias por este relato. Crees en la ley de atracción. Yo si. Tengo una propuesta, a ver si me complaces. Una historia con vampiros. ¿Quieres? Saludos
May 19, 2020, 13:50

  • Luca Domina Luca Domina
    Aprecio mucho tus palabras, María, son muy lindas. Algún día enviare algo a una editorial, ese es uno de mis objetivo. Una historia de vampiros? Me lo planteare! Gracias y saludos!! May 19, 2020, 15:59
  • 1234 123456 1234 123456
    Apoyo la moción. En verdad me encantaría encontrar un título tuyo en librerías July 10, 2020, 23:31
  • Luca Domina Luca Domina
    Muchas gracias, Código!! Juro que me esforzaré para mejorar y conseguirlo :) July 11, 2020, 02:40
Orlando Zaldívar Cervantes Orlando Zaldívar Cervantes
me gustó, está interesantón saludos desde méxico
May 12, 2020, 17:50

  • Luca Domina Luca Domina
    Muchas gracias, Orlando! Saludos compa!! May 12, 2020, 18:06
Is Bel Is Bel
Muy bueno tu relato, espero nunca tener que vivir un parálisis del sueño y mucho menos con arañas.
May 03, 2020, 13:31

  • Luca Domina Luca Domina
    Gracias por comentar, me alegra que te gustara. jajaja Ya somos dos!! Saludos! May 03, 2020, 16:02
  • María Ramìrez María Ramìrez
    Somos tres jajaja. A nadie le gustaría May 19, 2020, 13:59
Paul Larios Paul Larios
¡Excelente uso de palabras! Muy buen cuento y la descripción al tratar de hacerlo vomitar está bien hecho. Saludos.
April 30, 2020, 20:40

  • Luca Domina Luca Domina
    Gracias, Paul! Aprecio el comentario y me alegra que te gustara! Te invito a leer Wuhan: una historia de terror. Es mi primer historia por capítulos. Saludos! April 30, 2020, 20:54
Ąlfą&Ømegą MÇ Ąlfą&Ømegą MÇ
Por lo que leí en los comentarios, has reunido algunas víctimas de este padecer. Me incluyo. Ciertamente, hace unas noches, tuve un episodio de parálisis del sueño (cada que pasa, la experiencia es diferente), por lo que leer el título del cuento me atrajo de inmediato. Excelente trabajo. Me encantó el final.
April 30, 2020, 16:43

  • Luca Domina Luca Domina
    Hola! Gracias por comentar! uff Espero que esos episodios no incluyan ninguna araña! Me alegra que te gustara! Fue lo primero que escribí. Te invito a leer alguna de mis historias más recientes. De nuevo, gracias, y saludos!! April 30, 2020, 17:00
Ignacio Medina Ignacio Medina
Cuando era muy joven tuve varios episodios de este tipo, creo que a muchas personas nos paso lo mismo. ¿Será que con los años se pierde el sentido extra sensorial?...no quiero saber
April 27, 2020, 02:15

  • Luca Domina Luca Domina
    Hola, Ignacio! Gracias por comentar! No lo sé, la verdad nunca me pasó (la araña en la cama sí, lamentablemente jajaja) Saludos! April 27, 2020, 02:40
Andrés Oscura Andrés Oscura
La historia empieza algo floja pero a medida que avanzas te atrapa cuando mencionas los roces que siente por las patas de la araña. No me esperaba eso y el resto del relato de ahí en adelante se vuelve muy tétrico porque es verosímil. Es un cuento muy entretenido y te mantiene atento a cada movimiento de la maldita araña (les tengo fobia jaja). Me parece que no encontré errores ortográficos esta vez. Felicidades por este excelente relato. Te invito amablemente a leer un cuento que escribí, llamado "Insomnio", me encantaría saber tu opinión si es que te animas a leerlo. Saludos desde México!
April 02, 2020, 14:20

  • Luca Domina Luca Domina
    Hola! Muchas gracias! Dale, voy a leer tu historia. Saludos desde Argentina! April 02, 2020, 14:25
Luccy Sierra Catala Luccy Sierra Catala
Me dan escalofríos al leerlo y me recuerda la mala sensación que tuve al sufrir parálisis del sueño, puro terror, era incapaz de abrir mis ojos estaba atrapada en plena oscuridad, se me hizo eterno... Pero tener los ojos abiertos y el miedo, muy común, a tragarnos arañas mientras dormimos una combinación muy acertada para la historia :) ¡Me encanta!
March 31, 2020, 11:10

  • Luca Domina Luca Domina
    Hola! Me alegra que te gustara! Gracias por comentar. Saludos! March 31, 2020, 13:50
Celi Rodz Celi Rodz
También esta historia me gustó mucho. Voy a leerlas todas, je je je
February 05, 2020, 05:36

  • Luca Domina Luca Domina
    Genial! Me alegro mucho! Yo pasaré por las tuyas! Saludos! February 05, 2020, 16:31
Luca Domina Luca Domina
Editado; gracias por las críticas constructivas!
May 27, 2019, 16:20
José Mazzaro José Mazzaro
Hola! La temática es sumamente atrayente, también la ambientación que realizaste. Me parece un tema sumamente interesante para trabajar, hay muchas pinturas sobre este suceso y no recuerdo haberlo leído con exclusividad en la literatura clásica. Si me permitís, creo que podría potenciarse la historia desde lo estructural (colocando todos los puntos) y desde lo es estético no perdiendo la formalidad en los primeros párrafos, que si es conveniente realizarlo más adelante donde la desesperación aumenta. Genial el juego de desviar el camino hacia el final. #TheAuthorsCup #TheReviewer
May 20, 2019, 15:41

  • Luca Domina Luca Domina
    Hola! Muchas gracias por comentar! Voy a tener en cuenta todos los puntos en los que puedo mejorar! May 20, 2019, 15:49
Raül Gay Pau Raül Gay Pau
Miedito.
May 20, 2019, 09:17

Tania A. S. Ferro Tania A. S. Ferro
¡Qué gran historia! Me gustó mucho
May 17, 2019, 04:56

  • Luca Domina Luca Domina
    Hola! Muchas gracias por el apoyo y comentar! Me alegro que te guste! Saludos!! May 17, 2019, 12:07
ACHE ☕ ACHE ☕
Me encantaaa!! No se si realmente te pasó algo así,però si te pasó,ÁNIMOS LOS SUSPERARÁS.Yo lo pasè y no se lo deseo ni a mi peor enemigo.<3
May 12, 2019, 22:49

  • Luca Domina Luca Domina
    Hola y gracias por comentar! me alegro que te guste, es mi primer relato de terror, con el cual me preguntaba ¿Que pasaría si..? saludos!! May 13, 2019, 11:29
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