luis-alberto1551807801 Shelly Cooper

Nora vive fantaseando con su atractivo profesor de matemáticas, Alen. Escribe todas sus ideas sexuales en un diario que cuida como a su vida. Sin embargo, un día y por accidente, ese diario se pierde en la escuela y cae en manos de un chico manipulador que chantajea a Nora para que le haga algunos deliciosos favores. Nora, desesperada, accede a eso. Lo que no sabe es que pronto su vida cambiará, y terminará más cerca de Alen de lo que ella cree. Y por supuesto, todo se complica cuando hasta la hermanita entra en acción. ¿Podrá Nora recuperar su diario sin lastimarse a sí misma ni a su querido profesor?


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Capítulo 1

Todas las mujeres tenemos secretos. No, más bien, todas las personas los poseen. Sólo tienes que mirarte a ti mismo y preguntarte ¿qué clase de cosas les guardas al mundo? ¿Podrías hablar con alguien y confesarle tus más oscuras ocurrencias y fantasías susurrantes? Creo que la mayoría de la gente no podría con semejante carga. En algún punto de nuestras intrincadas mentes, permanecemos aislados del resto. Formamos nuestro propio universo y no le damos el acceso a nadie más que a nosotros mismos.

Y en ocasiones, ni siquiera a eso. Nos avergonzamos de lo que escondemos, de lo que creemos y de aquello que nos hace ser, muy en el fondo, una persona algo distinta a la que le mostramos al resto del mundo. Creo que esa es una de las cosas más extrañas y fascinantes del ser humano.

Tengo un secreto que le guardo al noventa y nueve por ciento del mundo, y no es algo que me sienta cómoda revelando a personas totalmente desconocidas. Ni siquiera mis amigos son dignos de ellos… aunque claro, si tuviera algún amigo en el mundo, tampoco lo sería. No es mi culpa estar sola. No es mi culpa tener que estar todo el santo día metida en los estudios, los libros y la escritura. Es difícil tener que decirle adiós a todas esas cosas juveniles y dedicarme meramente al florecimiento de mi descabellada mente intelectual.

No es que sea una nerd. Creo que simplemente soy un poco distinta al resto de las personas. Poseo algunos talentos, por supuesto, y aunque no soy nada buena en las manualidades, sé hacer ciertas cosas con mi cuerpo que dejarían a más de una madre superiora en vergüenza y recitando salmos todo el día.

Pero lo que más me encanta es darle pie a mis fantasías sexuales. Lo sé, lo sé. Suena sucio y pervertido, pero ¡vamos! Todos tenemos una en algún momento de nuestras vidas. Yo simplemente, soy más honesta conmigo misma. Desde que mis hormonas comenzaron a alborotarse a inicios de la adolescencia, me di cuenta de que el sexo no me interesaba tanto como fantasear. Puede que en ese momento los hombres me dieran un poco de asco. Nunca se sabe si lo que tienen entre las piernas es el equivalente a lo que nosotras deseamos, y esa inseguridad me mantenía al margen de todo y me hacía refugiarme en la escritura. Para mí no había nada mejor que sentarme detrás del teclado y darle forma lírica a esos deseos morbosos y cargados de palabras orgásmicas que me volvían loca nada más escribirlas.

Cuando me di cuenta, había cumplido diecisiete años y era una total inexperta con los hombres de verdad; pero bastante buena diseñando e imaginando historias con todos ellos. En mis cuentos y fantasías yo era la hembra alfa. Aquella con los ovarios de oro y las trompas de elefantes a través de las que… vale. No es una buena referencia, pero el punto está claro.

Al inicio no había hombre que me interesara más que los galanes que mi retorcida cabeza de puberta se atrevía a crear. Hombres de metro ochenta de estatura, con grandes manos, fornidos brazos y rostros angelicales repletos de sonrisas y ojos que prometían lujuria incontenible. Aquello bastaba como para hacer que mi cuerpo se pusiera en zafarrancho de sexo y mi corazón diera vueltas ante cualquier tipo majo que se me cruzara en frente.

Claro que nunca me atreví a nada. Eran personajes que no existían en la vida real. Podía hacer con ellos lo que yo quisiera. Ponerles dos penes si eso me gustaba, o volverlos seres andróginos y esperar a que una fantasía sucia pasara por mi mente y diera pie a todo ello. Noches de soltería y juegos de manos traviesas.

Toda esa ilusión cien por ciento saludable terminó cuando vi al nuevo profesor de matemáticas entrar al salón.

Recuerdo ese día como si hubiera sido ayer, aunque ya llevábamos medio año con él. Yo estaba como siempre, en la parte trasera del salón, disfrutando de lo corta que era mi falda y de las discretas miradas que algunos chicos ponían sobre mis piernas. He de admitir que ser observaba me provocaba cierto deseo de continuar seduciéndolos, sólo para ver qué tan lejos era capaz de llegar con esos juegos corporales. Mientras tanto, mi mente se dedicaba a trazar letras que, en conjunto, componían historias divertidas y sexuales.

Sin saberlo todavía, esa sería la última vez que mis novios imaginarios me visitaran. Alcé la vista y ahí estaba el hombre más guapo que había visto en mi joven y nada interesante vida.

Alex tenía treinta y cinco años de edad. Era recién graduado de la academia de enseñanza y se pudría de lo lindo que estaba. Media un metro con casi ochenta centímetros. Sus brazos eran medianamente velludos y tensaban la tela de la camisa polo que llevaba. Tenía un trasero delicioso y una recortada barba de un par de días que le daba un aspecto bohemio y desinteresado. En sus ojos ardía una mirada juvenil, como si todavía añorara la vieja escuela y ser un joven como nosotros.

Me gustaría pensar que yo fui la primera chica en la que de verdad se fijó. Noté, por una fracción de segundo, que sus ojos cafés recorrían mis piernas y se posaban en mi rostro. Sonreí, avergonzada. Él puso una cara de condescendencia.

—Tu falda es demasiado corta. Ve al baño y bájala un poco más.

Fue amor a primera vista.

Meses después, podría decirse que me volví la alumna favorita de Alex. Claro que para eso, tuve que ponerle ganas al estudio de las matemáticas. Dado que yo vivía sola, no me fue difícil decirle adiós a las pocas distracciones que tenía, y en cuestión de un lapso relativamente corto, mis calificaciones estaban por las nubes. En consecuencia, me había ganado el amor de Alex como alumna estrella y constantemente me miraba, como si pensara en hacerme cosas deliciosas. Alimentaba mi imaginación y me divertía guiñándole un ojo o haciendo comentarios que más bien iban con intenciones de llamar su atención.

Y a todo esto, te preguntarás cuál es el secreto que guardo tan celosamente. Pues bien, no es más que un diario. Un diario en el que tengo una serie de aventuras morbosas y calientes con Alex. Un hombre que hasta ese momento, no había tenido intenciones de tener en mi vida, pero por azares de destino, había llegado para quedarse. Me hacía mucho bien tenerle cerca día a día. Era como mi inspiración para seguir asistiendo a esa aburrida escuela y pensar en que mi día no sería la misma porquería de siempre.

Todo iba exquisitamente bien, hasta que ese diario, tan importante para mí, se perdió.

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March 17, 2019, 6:47 p.m. 2 Report Embed Follow story
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H Hamlett
Hola, felicitaciones por tu historia. te invito a leer mi historia "fantasía de mis sueños", soy nuevo escribiendo este tipo de relatos, me gustaría saber tu opinión, gracias!
April 07, 2019, 15:11
H Hamlett
Excelente, felicitaciones! Te invito a leer mis historias
March 31, 2019, 11:53
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