Sus pies, temblaban como aguja sobre un hilo, danzantes de tanto tambalearse de un lado al otro sin coordinación. Su cuerpo, cubría por manchas color escarlata, nombrado por todo ser como; Sangre.
Sus ojos, de un color avellana opaco, sin vida prometían, dictaban que este sería su último día.
Sus tatuajes ya no eran notables, la sangre opacaba sus bellos colores, su piel era un lienzo que solo era coloreado por rojizo y una piel tan tersa como la misma porcelana, cubierta por cortes y rasguños.
Sabía que ese día llegaría, pero ¿por qué hoy?
¿Por qué no mañana?
Estaba más que claro, la muerte podía yacer una mañana, una tarde, una noche.
Podías dormirte y no despertar al próximo día, ya sea por causa natural, o no.
Su energía era nula, pero el continuaba allí, de pie, temblante, con su mirada perdida. Ese par de ojos actualmente sin vida, se notaban idos de una realidad que, para el muchacho; nunca existió.
Aquel hombre albino lo observaba desde la oscuridad, sonriendo de oreja a oreja, con sus labios cubiertos en aquel liquido espeso, de un color escarlata.
Derrochando el mismo por la comisura de sus labios, en pequeños hilillos los cuales daban paso a hacer más macabra su pútrida mirada.
Unos treinta y dos años, 1'89 de estatura, el joven castaño a duras penas llegaba 1'77 de altura.
El "cuervo" albino, poseía ojos color carmín brillante, saciados de sangre, voraces como una manada de lobos carcomiendo con la mirada a su próxima presa.
¿Que sucedía allí?, simple, dos mercenarios, uno entrando en zona de peligro, y el contrario, en zona de combate.
Alan, aquel castaño, alimentaba al más alto con su miedo.
Raven, dañaba al más bajo con su injuria, más que nada, mediante expresiones.
Amaba asustarlo.
Pero hoy, hoy había llegado a otro extremo.
¿Daño físico?, bueno, a pesar de todo, el cuervo nunca estuvo... nada cuerdo.
Todo lo que hacía, sus acciones, palabras, siempre eran dañinas, insanas.
Amaba dañar, pero despreciaba ser dañado.
Y el joven Alan, tal vez lo tenía merecido, pero a la vez no.
¿Razón por la cual el albino atacaba al menor?, simple, Alan, acabó con la vida menor del hermano del Cuervo.
Estaba más que claro que nunca hubo una relación de hermanos, pero, sangre era sangre, y familia era familia.
¿Tal vez lo único que le quedaba al de cabellera corta y gran estatura?
Pues, así era.
Esa pútrida necesidad de tener a tu lado a alguien que, en realidad, no necesitas.
— ¿Última frase, Alan?, ¿un último "púdrete"?
Arrastró su lengua el cuervo, raspando su garganta con aquella voz tan dañada por los años y algún que otro maltrato.
— .... Púdrete.
Susurró el castaño de mechones rubios ceniza, arrastrando su lengua con dolor, demostrando muy poca seguridad y valor en su última palabra, la cual, por cierto, acudía a utilizar cuando no sabía que responder.
Desorientado, aquel muchacho algo escuálido, presionó sus puños, ¿un último esfuerzo?, tal vez.
Recorrió con su mirada, estaba en un callejón abierto, abandonado, sucio, cubierto por basura y rodeado por algunas ratas las cuales se repartían entre las esquinas de los basureros, merodeando, curiosas por tal situación.
Hambrientas, ya la basura no era suficiente.
Alan, ¿qué era ese calor?
Uno, dos, tres.
Ni eso llegó a contar, ni en su mente, ni desde el interior de su garganta.
Un sonido en sordo, calor, mucho calor.
Aquel calor mezclaba con un fuerte dolor, un ardor como cuando caminas sobre la misma nieve de invierno, descalzo.
El sonido fue fuerte, tanto que había dejado su mente en blanco.
El liquido espeso color escarlata brotaba como un borbotón yaciendo de una cañería de agua rota.
Ese liquido el cual manchaba impuramente su actualmente delicado cuerpo.
Demostrando que, como en su pasado, nuevamente estaba manchado en sangre.
Nada más que, esta vez; era propia.
Su mano direccionó hacía su pecho, tocando, presionando en un inútil intento de detener el sangrado.
El casquillo dorado había caído al suelo, haciendo nuevamente un pequeño sonidillo el cual se repitió unas cuatro veces debido al impacto repetitivo en el sucio suelo.
Las gotas de sangre caían repetidas veces, junto con el peso, actualmente, casi muerto de Alan.
Cayó de rodillas, apoyando sus manos en el pavimento sucio, húmedo del pútrido liquido que yacía de los basureros y las bolsas.
Sintió una presión aún más fuerte en su espalda.
El cuervo apoyó su bota militar sobre la espalda del más bajo, obligando que, cayera en "Brazos de Morfeo" de una vez.
Lo obligó a recostarse, pero esta vez, no fue bruto, como para brindarle un último descanso al de menor edad a el.
Ahora, los labios impuros bañados en sangre, los poseía Alan.
Su mirada, se encontraba perdida por completo.
Sus ojos abiertos, pero no de par en par, mostrando que estaba rendido a su último momento, pero no al completo.
El cuervo ya no sonreía.
Hubiese sido más divertido una... ¿tortura?, pero así no fue, al contrario,
Por alguna razón, su manchado ser, no dio para tanto.
Tal vez porque el un entonces, tuvo una relación de amistad con el muchacho, a pesar de ser de un bando contrario.
Solo tal vez.
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