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Lexia Barullo


Luna está internada en un "loquero", donde conoce a Marcos y surge algo inesperado. ¿Podrán ayudarse mutuamente a superar su pasado y presente o su depresión terminara con ellos? ¿El amor lo puede todo o es otra de las grandes mentiras que nos venden las películas?


Romance Not for children under 13.
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El comienzo

+Soy una depresiva con intento de suicidio, en otras palabras una loca, un peligro para mí misma. Por eso decidieron encerrarme acá hasta que me cure, si es eso posible.

Llegue el 13 de agosto de 2018. Uno de los voluntarios me recibió y me dio un recorrido por todo el loquero. En ningún momento hable, ni si quiera para saludarlo. Por afuera no parecía un loquero, si no fuera por el cartel gigante que dice “Hogar Psiquiátrico del Doctor Luis Esposito” parecería una casona vieja. Me pareció raro que diga “Hogar”. Por dentro el lugar era enorme; gran patio, una cocina bastante espaciosa, un comedor gigante con una mesa larga y muchas sillas, un playroom con ping pong, tele, un estante con libros y juegos de mesa, cinco baños y como diez cuartos. El final de mi recorrido fue mi cuarto. Me dijo que cualquier duda le podía preguntar a él o a cualquier otro voluntario. No entiendo como pueden ser voluntarios en un lugar así de depresivo con locos por todos lados, además de que no te pagan. Me recordó su nombre, que era Santiago, y me dijo que a las nueve estaba la cena. No conteste, él se fue y cerró la puerta. El cuarto tenía dos camas, dos mesitas de luz, un armario y un reloj que estaba alto en la pared, una mesa y dos sillas. La ventana tenia rejas claramente y unas cortinas rojas muy del siglo pasado. Uní las dos camas ya que no tenía compañero de cuarto, por suerte, y me tire en la cama que por suerte era cómoda. Ni me gaste en desarmar la valija. Me quede ahí mirando el techo pensando este será mi lugar por un tiempo indefinido. Después de un rato tocaron la puerta, dije que pase y entro un hombre viejo. Se presentó y me dijo que era el Doctor Luis Esposito, pero que lo llame Luis, y que fuéramos a su oficina a hablar. Cuando llegamos, nos sentamos y me pregunto cómo estaba y le conteste que podría estar mejor. Se rio, yo no.  Me dijo que es algo normal lo que siento y sobre todo por lo que pase, y que hay mucha gente en mi misma situación que salió adelante y  otras cosas inspiradoras que me parecieron unas boludeces. Cuando me internaron por intento de suicidio en el hospital no hable con nadie sobre lo que paso, mi mejor amiga Lola se contactó con este lugar porque uno de los médicos se lo recomendó. Ella sabía mi situación y porque llegue al punto de quitarme la vida, supongo que ella le habrá contado a Luis porque necesito estar acá. A las únicas personas que les conté fue a Lola y a quien ahora es mi ex novio. El doctor Luis me conto que esta casa antes era de su abuela. Cuando su padre, Luis Esposito padre, la heredo la convirtió en un hogar para gente con depresión. El concepto de hogar era para que no se sientan como en un hospital psiquiátrico. Los locos, como yo les digo, no son pacientes sino que  son “integrantes de una familia” y que yo era parte de esa familia. No sabía si reír, llorar, putear o vomitar por lo último que dijo: “Ahora sos parte de esta gran y amorosa familia”. Todo su concepto me pareció mediocre y grasa. Este hombre me está diciendo que ahora mi familia es un grupo de gente que esta tan mal de la cabeza que ya no tienen ganas de vivir, unos locos como yo. Tengo más ganas de morir que las que tenía  hace un rato.  Por ultimo me dijo que los jueves a las 19 me iba a llamar para charlar y ayudarme a progresar. Cuando pensé que ya podía volver a mi cuarto, doctor Luis me dice que hay que ir al playroom para una reunión entre los familiares, locos, para que me conocieran. Cuando llegamos estaban todos en ronda mirándome. Eran doce locos.

-Bueno ya saben que tenemos a una nueva integrante en la familia.- Dijo doctor Luis. – ¿Te queres presentar?

-¿Qué digo?

-Generalmente decimos nombre entero, edad y algo que te apasiona.

-Bueno. Hola, me llamo Luna Minetti, tengo 20 años y me apasiona.- Me corrijo. –Bah, me apasionaba tocar el piano.

-¿Y algo que te apasione actualmente?

-Además de escabiar y fumar faso nada.

Todos ríen, menos yo y otro hombre que cuando dije mi nombre se le cambio la cara. Despues de eso, hicimos ronda de nombres para que yo sepa lo de los demás locos. El hombre que no se rio me miraba fijamente, me incomodaba bastante. En un momento lo mire fijamente para ver si corría la mirada y no hizo nada además de seguir viéndome. Era su turno, sin sacar su mirada dijo que se llamaba Marcos. La ronda de nombres termino y me fui a mi cuarto rápido. Me tire en mi nueva cama y sin darme cuenta me quede dormida. Lamentablemente me despertaron para ir a comer. Ya estaban todo sentados esperándome porque al parecer si no están todos no empiezan a comer. Había algunos que rezaban, sus respectivas oraciones hacia sus respectivos dioses y otros que directamente se servían. El doctor Luis se sentó en la punta de la mesa a lo Mirtha Legrand, supongo que es para tener vista panorámica y vigilar a todos los loquitos. La comida se veía rica pero no tenía hambre, hace mucho que no la tengo, solamente veía como los demás comían y tomaban. “¿Qué queres que te sirva?” me dijo el hombre que antes me miraba fijo, Marcos. Lo mire media desconcertada y le dije que no quería nada.

-Algo tenes que comer.- Dijo.

No sé qué me molesto más. Que me obligue a hacer algo que no quiero o que me insistió cuando  le dije que no quiero nada.

-No quiero, me siento mal.

-¿Qué sentís?

-Que te importa.

-Te estoy tratando de ayudar.

-Bueno no quiero tu ayuda.

-Somos familia ahora déjame que te ayude.

-¡No somos familia, déjame en paz!

El doctor Luis nos escuchó y nos preguntó que pasaba. Le dijo que me sentía mal y por eso no comía.

-¿Qué sentís Luna?- Pregunto el doctor Luis. –Hay sopa si queres.

-¡No quiero sopa!- Dije enojada.

-Y algo tenes que comer.- Dijo Marcos.

-¿Quién carajo te crees para decirme que hacer?

-Luna.- Dijo el doctor Luis intentando calmarme.

-Nos ayudamos mutuamente acá, como una familia.- Me contesto Marcos.

-Anda a ayudar a tu vieja, pelotudo.

Me pare y me fui a mi cuarto. Estaba furiosa. Una cosa es que me lo diga el doctor o algún voluntario, que tampoco pensaba hacerles caso, pero que un depresivo de mierda se crea más que yo y me ordene no me lo voy a bancar. Apague la luz y me tire en la cama para relajarme. Después de dos horas, alguien toco la puerta y yo  rápidamente me hice la dormida. Escuche que la persona abrió la puerta y al verme supuestamente dormida se fue.

A la mañana siguiente, tocaron la puerta a las 7 de la mañana para desayunar. No tenía ganas de levantarme de la cama, asique no lo hice, me quede quieta con ganas de seguir durmiendo. Después de un rato corto, escucho que tocan la puerta otra vez y la puerta se abre. Era Marcos con un mate y medialunas. Automáticamente lo eche. Le pregunte que hacía y me dijo que quería hacer las paces. Le insistí para que se vaya pero él se sentó en una silla y puso todo en la mesa. Me pregunto si quería el mate amargo o dulce. Le dije que se vaya o llamaba al doctor Luis. Me contesto que Luis le dio permiso para estar en mi cuarto. Era la segunda vez que me relacionaba con él y las dos veces me hizo enojar. Me pidió perdón por ayer. Él era igual que yo cuando llego al loquero. No comía, no se relacionaba, no se bañaba, dormía poco, solo respiraba y existía. Solo quería ayudarme, no se imaginó que me iba a reaccionar como lo hice. Y que me conviene hacer caso y seguir las reglas para poder volver a mi casa.

-Si queres no somos familiares.- Me dijo. –Seamos conocidos que quieren conocerse más, si queres. De una u otra forma Luis va a obligarte a comer, entonces yo vine pacíficamente con esto para que por lo menos una medialuna te comas y compartamos unos mates.

Lamentablemente tenía razón, hago caso el doctor Luis va estar vigilándome 24/7 y voy a estar más tiempo encerrada en el loquero. Le dije que me sirviera un mate amargo y me senté, agarre una medialuna y la comí con poca gana, estaba rica igual. Marcos sonrió, y me paso el mate. Se me quedo observando con la misma sonrisa. Le pregunte si tenía algo en la cara y se disculpó, me dijo que le recordaba a alguien. Me pregunto como estaba, si estaba mejor que ayer. Le conteste que claramente no estoy bien si estoy en un loquero. Me corrigió y me dijo que no es un loquero; “Es un hogar para gente con depresión”.

-Depresivo es igual a loco.- Le dije.

-Entonces vos estarías loca.

-Y lo estoy. No creo que alguien cuerdo se baje un frasco de pastillas.

Se quedó en silencio por un momento, pensando, o más bien recordando. Note que había tocado un tema sensible, me sentí mal por él. No se me ocurrió otra cosa que elogiar las medialunas. Me volvió a mirar y sonrió.

-¿Viste? Están muy buenas. Sabía que te iban a gustar.

-¿Cómo sabias? Si no me conoces.- Le dije mientras le alcanzaba el mate.

-Por ahora sé que te llamas Luna Minetti, tenes 20 años, tocabas el piano, te gusta el alcohol y las drogas, sos depresiva, tomas mate amargo, te gustaron las medialunas, y por lo que me dijiste de las pastillas te intentaste suicidar. ¿Me equivoco en algo?

-¿Sabiendo eso ibas a saber que me iban a gustar las medialunas?

-No. Porque estas son las medialunas más ricas del mundo y no conozco a nadie que no le gusten.

Sonreí no sé porque. Su respuesta fue muy mala. Hace menos de una hora lo odiaba y ahora estoy sonriendo por las boludeces que dice mientras desayunamos solos los dos.

-¡Epa, al fin sonreís!- Deje de sonreír. -Que linda sonrisa que tenes.- Dijo sonriéndome. –Me gusta, en serio.

Le pregunte sobre el para cambiar el tema rápido. Le reclame que yo no sabía nada de él además de que se llama Marcos y que le gusta fastidiarme.

-¡Ah! Te intereso, vamos bien.

-Por mi podrías irte pero como sé que no te vas a ir por lo menos contate algo.

-Bueno, pero primero comete la otra medialuna y seguimos.

Lo mire con cara de “no tengo ganas de comer la mugrosa medialuna” y me contesto que si no me la comía le iba a decir al doctor Luis que no comí nada. Revolee los ojos y agarre la medialuna. Se rio y me alcanzo otro mate.

-Me llamo Marcos Sorní, tengo 32 años, toco la guitarra, cumplo el 12 de agosto, ósea que soy de Leo, siempre viví por el centro, fui al Belgrano Day School, trabaje en un bar pero tuve que renunciar, no me gusta el pescado, me gusta las películas de acción y suspenso, mis sabores favoritos de helado son chocolate suizo y tramontana, mi banda favorita es Queen, es más tenía un perro que se llamaba Freddy por Freddy Mercuri, tengo un tatuaje en el antebrazo en la parte de atrás, y soy depresivo.

-A ver el tatuaje.- Le dije.

Al principio dudo pero accedió. Se sacó el buzo y me mostro. Era una luna. La mitad de una luna en realidad. Me quede observando el tatuaje, estaba muy bien hecho.

-Te juro que lo tenía antes de conocerte.- Dijo riéndose.

-¿Por qué una luna?

-A mí y a mi hermana nos gustaba mirar la luna. Todas las noches en algún momento que podíamos la mirábamos. Nos encantaba sus distintas formas que tiene y como ilumina el cielo. Pasábamos horas viendo la luna.

Su voz tenía un tono melancólico, su recuerdo lo llenaba de felicidad pero al mismo tiempo de tristeza. Le pregunte por la otra mitad y me contesto que lo tenía ella. Tenía, eso significa que murió o que se lo borro. Quede pensando en esa palabra. Por su tristeza podía ser que su hermana murió o se pelearon y no se hablan más. O desapareció. Quedamos los dos en silencio; el recordando y yo pensando, intentando de resolver porque dijo la palabra “tenia”. El corto el silencio y mis pensamientos al decir: “Falleció”. Lo mire confundida pero enseguida entendí que se refería a su hermana.

-Se suicidó. Lo mismo que vos pero distinto final.

Con cara neutra se levantó y se fue. No me dio tiempo de decirle nada. No podría haberle dicho nada aunque quisiera, no sabía que decir. ¿Qué se dice en una situación como esa? ¿Nada? ¿Algo? ¿Se da un abrazo? ¿El pésame? Quede nuevamente sola en la habitación pensada todo lo que acaba de pasar, sintiéndome culpable por haberle traído el recuerdo de su hermana. Decidí quedarme en la cama tomando mate. Despues de un rato me dieron ganas de ir al baño. Dirigiéndome a mi destino me cruce al doctor Luis. Me freno y me pregunto cómo me había ido con Marcos. Le conteste que no estaba segura, que todo iba bien hasta que menciono algo de la hermana. La cara del doctor cambio por completo, paso de alegría a preocupación. Quería saber dónde estaba y le dije que no sabía. Me agradeció por contarle y que después hablaríamos. Se fue y yo termine en el baño. No podía sacarme la cara de Marcos cuando salió de mi cuarto y la del doctor. ¿Qué tan mal habré hecho al preguntarle por su hermana? Me empecé a preocupar. Salí del baño y le pregunte a Santiago si sabía cuál era el cuarto de Marcos. Los cuartos están enumerados, el más cercano a la entrada es el 1 y así sucesivamente hasta el 10. El mío era el 3 y el de Marcos era el 8. Le agradecí a Santiago y subí las escaleras. Al llegar a la puerta dude. “¿Qué estoy haciendo?” pensé. Ni siquiera sabía que quería hacer; si quería pedirle perdón o ver si estaba bien, o las dos cosas. Podría haberle preguntado y disculpado en otro momento, fue un impulso que tuve, necesitaba hacer lo que tenga que hacer ahora. Me decidí. Toque la puerta. Me contesto el doctor Luis.

-¿Quién es?

Supuse que si estaba él también estaría Marcos, pero por las dudas pregunte si estaba allí con él. Contesto que sí y me permitió pasar. Abrí la puerta y lo vi a Marcos sentado en la cama y al doctor en una silla. Lo veía bien a Marcos, normal, como si no hubiera pasado nada. No sabía qué hacer, si tocar el tema o no. El doctor Luis me pregunto que necesitaba. Dude al principio pero ya estaba ahí, asique iba a decir lo que venía a decir, para sacármelo de encima y limpiar mi conciencia.

-Quería disculparme con Marcos.

-¿Por qué?- Pregunto Marcos desconcertado.

-Por lo de recién. No quería tocar un tema sensible ni meterme en tu vida, perdón.

-No fue tu culpa. No sabias, está bien. Total la idea era conocernos.

-Ya se pero vos viniste con la mejor onda a desayunar conmigo, me trajiste medialunas y mate, y la re cague. Me sentí culpable.

Marcos insistió en que no había problema y en que no debería disculparme. El doctor Luis miraba con atención la escena, estaba sorprendido, no se esperaba esto de mí. La situación hacia que se le escape una sonrisa, a Marcos también. 

-¿Estas mejor?- Le pregunte.

-Sí, gracias.

-Bien. Bueno chau- Dije yéndome.

Los dos se despidieron. Estaba a punto de cerrar la puerta cuando recordé que no me había disculpado por lo de la cena. Volví abrir la puerta y me pedí perdón por lo de ayer. Marcos acepto mis disculpas y finalmente me fui.

Era el mediodía, llamaron para almorzar. Marcos se sentó al lado mío. Llego la comida, como siempre no tenía hambre pero esta vez me obligue a comer, me serví un poco de ensalada. Note que Marcos me observaba, lo mire y él no sacaba su mirada de mí. Tenía una sonrisa estúpida en su cara.

-¿Qué pasa?- Le pregunte.

-No nada, no dije nada.

-No hace falta, tu cara dice mucho más que tus palabras.

-A ver, ¿qué dice mi cara?

-Que estas contento que haya comida en mi plato.

-¿Tan transparente soy?- Dijo riendo.

-Si bastante.- Le sonreí.

Y comimos. 

Jan. 11, 2019, 11:19 a.m. 0 Report Embed Follow story
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