-Padre, la carta no es de un niño, es de un joven.
-¿Y qué es lo que desea?
-De Navidad desea poder ver a mi hermana Polaris.
-¿Y de dónde conoce un chico canadiense a tu hermana?, ustedes siempre han pasado toda su vida aquí.
-Creo que te equivocas papá, ya visite Canadá, una noche de Navidad nos llevaste a Jack y a mí en tu trineo, te ayudamos a repartir regalos.
-¿Entonces ese chico te....?
-Ese chico me vio, dijiste que sólo recogiéramos las galletas de los platos y que más tarde podríamos degustarlas, pero yo me senté debajo del árbol de Navidad a comérmelas, sabían delicioso y no estaba dispuesta a compartirlas con Jack, pero un niño de edad similar a la mía se despertó y me vio, le conté que Santa Claus era mi padre.
-¡Sabes que no podías contarle eso!
-Se lo dije porque él me contó que esta era su peor Navidad, sus padres se estaban separando y ya no tenía nada en que creer o algo a lo que aferrarse, así que le devolví un poco de ilusión y magia al contarle de ti y de mi vida, le regalé una bolsa de los caramelos que me enseñó a preparar mamá y le prometí que cada Navidad mientras fuera un niño le enviaría una igual, así él sabría que no estaba solo.
-Ahora veo porque siempre había cada 24 en el trineo una bolsa de tus deliciosos caramelos y porque siempre que regresaba me pedías las galletas de ese lugar en específico.
-Esas galletas eran muy especiales para mí.
-¿Y tú quieres ir a verlo?
-Hermanita no creo que sea buena idea que vayas, realmente ni siquiera lo conoces bien.
-Jack, voy a estar bien, si me quedo aquí por siempre no conoceré a nadie más, tú tienes un futuro asegurado como sucesor de papá, yo toda mi vida he soñado con tener un empleo, casarme y no sé… ser feliz a mi manera.
Jack no del todo convencido permitió que Polaris la noche del 24 de diciembre volara al lado de Santa en el trineo en dirección a la casa del chico.
Cuando llegaron a su destino, ella se despidió de su padre y entro a la casa, bajo el árbol de Navidad ya hacia un plato con galletas, Polaris se comió las galletas mientras en su pecho su corazón palpitaba fervientemente, pues el amanecer se aproximaba.
-Creí que no regresarías nunca – dijo el chico mientras se acercaba a ella.
-Bueno, extrañaba tus galletas.
-Cada Navidad aunque no vinieras tú o tu padre, siempre dejaba galletas con la esperanza de que volvieras.
-Creí que te olvidarías de mi cuando crecieras.
-El corazón nunca olvida, me hiciste el niño más feliz en los peores días, por eso te llamas igual que una estrella, das luz en las penumbras, guías a los barcos hacia su destino, pero yo quiero que te quedes conmigo, que seamos felices juntos.
Él se sentó al lado de ella, y tímidamente pero muy decidido, le dio un beso en los labios, Polaris cerró los ojos y le correspondió, de pronto comenzó a nevar.
-Me quedaré contigo sólo si me prometes que cada Navidad harás esas deliciosas galletas especialmente para mí.
-Con gusto las hornearía si es necesario todos los días, si así te quedas a mi lado.
Polaris soltó una alegre carcajada y le dio un beso al chico.
-Con una vez al año es suficiente, no quiero parecer oso polar.
-Realmente eres igual de brillante que una estrella.
-Nöel, yo soy tu estrella del Norte, siempre brillaré para ti.
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