khbaker K.H Baker

Las cosas no siempre son como uno piensa. Está en nuestras manos cómo enfrentarnos a ellas y a quién queremos a nuestro lado a la hora de hacerlo.


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#enfermedad #dolor #clinico
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Heterocromía

1

Desde el día de mi nacimiento, mi madre me ha dicho que soy muy especial. Quizá lo dijera de corazón, o tal vez simplemente porque sabía que mi peculiaridad llamaría la atención, de forma más evidente al llegar a la madurez, y no quería que me sintiese mal por ello.

La cosa que me hace tan “especial” se llama heterocromía, y para los que no sepan lo que es, les explicaré que es una anomalía que surge por el exceso –o por el contrario, por la escasez– de melanina en el cuerpo. Puede afectar a distintas partes del cuerpo y puede ser total o parcial, a mí me ha afectado a los ojos de forma total, y es por eso que desde siempre, he tenido un ojo azul, y otro verde.

¿Habéis visto como lo he descrito?

“Anomalía”. Y una anomalía es algo que no es normal, ni especial, ni peculiar, ni asombrosa. Rara. Eso es lo que siempre me ha definido, pero nadie se ha atrevido nunca a decírmelo, no hasta mi llegada al instituto. Ahí comenzó todo…

La primera que se atrevió a llamarme bicho raro fue Paula Donovan cuando, se dio cuenta de que llevaba lentillas. Llevaba tres años ocultando mi rareza, y por culpa de una clase de educación física, tuvo que moverse y dejarme en evidencia. Ahí comencé a odiar también las volteretas y todo lo que me obligase a mover la cabeza de formas que nada tenían que ver con la postura inicial, ¡y cerrando los ojos! Para más inri. Porque aquello provocaba que, al abrirlos de nuevo, mi parpado arrastrase la fina capa de plástico tintado que cubría mi ojo.

Aunque a decir verdad, eso no fue lo que me molestó, ya estaba acostumbrada a lo de bicho raro, yo misma me lo llamaba todos los días. Lo que me molestó pasó una semana después, tras acabar la clase de educación física. Fuimos a los vestuarios como después de cada clase, yo era la única que se duchaba con bikini, y eso ya llamaba la atención bastante, pero entonces escuché a Paula hablar con Rossi, ella era menos discreta a la hora de meterse con las personas, y comenzó a gritar mi anomalía a los cuatro vientos. Decía que tenía el ojo de un color diferente al otro porque me lo habían tenido que trasplantar, que me habrían puesto el ojo de un asesino o de un enfermo mental y que por eso yo era tan rara. La raíz de todo eso fue porque el año anterior, había tenido que ausentarme durante medio curso porque me operaron de la rodilla, y debía guardar un reposo considerable; y aunque yo nunca dije el motivo de mi ausencia, el rumor de la operación se fue extendiendo, y al acabar de recorrer todo el pueblo, existían diversas versiones totalmente diferentes que nada tenían que ver con la realidad.

Cuando Rossi se metió conmigo, yo me mantuve callada, lo peor que se podía hacer era entrar al trapo, porque sabía que sería peor, pero sin querer se me escapó una risa cuando dijo aquello del trasplante, ¿de verdad? ¿En tercer grado del instituto y eso era lo mejor que se le ocurría? Lo peor sucedió después de esa risa.

—¿Te estás riendo de mí? —Fue lo que repetía una y otra vez, gritándome cada vez más.

—Se está burlando de ti, ¡dale fuerte! —Esas voces coreaban mientras se formaba un círculo a nuestro alrededor.

¿Y qué pasa cuando animan a un matón? Que el matón se viene arriba.

Me cogió del pelo y me empujó contra la pared, con tanta fuerza, que me hizo una brecha, y la sangre comenzó a correr hasta desaparecer junto con el agua, por el sumidero. La escena era bastante cómica porque todas estaban desnudas, pero aún así, dolió mucho.

Al principio estaba aturdida, tuvo que venir una profesora a sacarme de allí, todo ocurría muy rápido, y cuando volví a ser plenamente consciente de lo que ocurría, me estaban dando puntos en la cabeza. Cinco, ni más, ni menos. Todo parecía confuso, lo veía todo con claridad y nitidez, veía bien los colores y las formas, pero al mismo tiempo había algo extraño, algo que no lograba comprender del todo. Es algo raro, soy consciente de ello.

Cuando volví al instituto me di cuenta de que a Andrea, otra integrante más del grupo de las populares, la seguía una niña idéntica a ella. Una niña muy callada a la que todo el mundo hacía el vacío. Era su hermana gemela, alguna que otra vez la había mencionado, pero en general lo evitaba, supuse que era porque la consideraba un bicho raro, igual que a mí. Sentí pena por ella, porque era como yo, así que un día, harta de que la trataran así, me decidí a hablar con ella, pero no me respondió, me miró con indiferencia y volvió a mirar a su hermana. Le pregunté a Andrea que por qué su hermana no me hablaba y pensó que le estaba gastando una broma de mal gusto porque su hermana había muerto hacía apenas unos meses. Tuvo un accidente que la dejó en coma durante cinco años, y no había podido superarlo.

En ese momento fui yo la que pensó que las dos me estaban gastando una broma, me reí incluso, pero Andrea se puso a llorar por mi reacción y como consecuencia de burlarme de la muerte, me expulsaron tres días. Tardé mucho en darme cuenta, demasiado diría yo, pero al final me di cuenta, de que aquel golpe en la cabeza había desbloqueado dentro de mí, algo que me permitía ver el otro lado.

Se lo conté a mi madre, y con toda la tranquilidad del mundo, como si eso fuese algo normal, me dijo hablemos del tema. ¿Hablemos del tema? Pues sí. Al parecer yo no era la primera persona a la que le sucedía, mi tatarabuela también podía experimentar sensaciones, aunque a ella no le hizo falta un golpe en la cabeza para desbloquearle esa percepción. ¿Adivináis qué cosa tenía también en común con ella? Exacto, ella también padecía heterocromía.

A lo largo de mi vida he visto a mucha gente del otro mundo, pero con el tiempo, las visiones de ese mundo eran cada vez más tétricas y horribles. Rostros desfigurados, gemidos horripilantes, arañazos en las paredes… No podía dormir, no podía concentrarme, no podía llevar una vida normal, y eso era lo que más ansiaba.

Mi madre me dio unas pautas para seguir con mi vida, para que el otro mundo no me afectara. Me dijo que debía tomar unas pastillas que provocaban cierta pérdida visual, no demasiada, solo lo suficiente para no poder percibir el otro lado del velo. ¿Cómo no iba a aceptar aquello? Las pastillas sin duda, mejoraron mi calidad de vida, y el color de mis ojos dejó de importarme. El precio a pagar, fue tener que dejar mi instituto, porque aquella pequeña pérdida visual, me imposibilitó asistir a aquellas clases. Tuve que aprender braille, no fue tan complicado como parecía, pero era más fácil que tener que leer con un 40% de ceguera.

Todo parecía marchar bien, pero un día, sin razón aparente, los gemidos, los sonidos de arañazos, todo volvió acompañado por una brisa gélida. Volví a tener dificultades para dormir, no podía verlos, pero sí escucharlos, y me estaba volviendo loca, así que vi una tontería seguir tomándome las pastillas, y dejé de tomarlas sin decirle nada a nadie.

Las cosas empeoraron, el problema no era el grado de visión, el problema eran mis ojos, había nacido con una anomalía que no me dejaba vivir en paz, algo que venía de familia, no podía echarle la culpa a nadie por ello, y eso me frustraba todavía más, porque no había un culpable, sino que había sido fruto del azar.

Mi madre llegó un día del trabajo, venía contenta, porque era mi cumpleaños y me había comprado una tarta de arándanos, mi favorita. Pero cuando entró y me vio allí sentada en el rincón, encogida, con el cuchillo entre las manos y cubierta de sangre, su mundo se vino abajo. No supe que cara puso, pero sus gritos y su llanto lo decía todo. No concebía que su única hija hubiese hecho algo así, pero tuve que hacerlo, porque las imágenes que veía, se habían vuelto insoportables.

Fue complicado, ahora no lo parece, pero lo fue. Solo el hecho de introducir la punta del cuchillo por el rabillo del ojo, me hizo experimentar un dolor que no le deseo a nadie, pero una vez me hube acostumbrado a él, lo demás se volvió más sencillo. Luego solo tuve que olvidarme por un momento del dolor, coger las tijeras que había preparado y cortar el nervio óptico. La segunda vez fue más sencilla, porque el dolor no volvió a aumentar, y pude soportarlo, aunque no voy a negar que, lo que tal vez hizo soportable el dolor, fueron los calmantes que hube tomado al principio, que por fin hacían efecto.

Llamó a urgencias y me dijo que todo saldría bien, que no tenía por lo que preocuparme, pero yo ya no estaba preocupada, las imágenes horribles desaparecieron para siempre, y los gritos de mi madre acallaron las voces.

Cuando me recuperé del todo, me llevaron a otro lugar, un lugar donde cuidarían de mí, porque mi madre trabajaba, y no podía hacerse cargo de mi las veinticuatro horas del día y mi padre… Bueno, él nos abandonó antes de que yo naciera. Esto es como un hotel, tengo libros, tengo mi espacio, mi habitación, una cama muy cómoda, hacemos actividades, bailamos, celebramos toda clase de fiestas y la comida es simplemente deliciosa.

A día de hoy, mi madre sigue viniendo a visitarme, está feliz de que yo esté bien. Le he dicho que no se preocupe por mí, aunque sé que nunca dejará de hacerlo. Al fin puedo llevar una vida normal y estoy contenta.

 

2

FICHA DE LA PACIENTE

Nombre: Lara Grimaldi.

Edad: 22 años.

Género: Femenino.

Fecha y lugar de nacimiento: Sicilia, 20 de noviembre de 1996.

Nacionalidad: Italiana.

Estado civil: Soltera.

Escolaridad: Educación secundaria.

Profesión: -

Responsable: Mariana Grimaldi (madre).

Palotogía: Esquizofrenia psicótica.

Antecedentes de suicidio: No.

Antecedentes psiquiátricos familiares: Sí. La tatarabuela padecía la misma enfermedad.

Desencadenante: Posible golpe en la cabeza a la edad de quince años.

Tratamiento anterior: Se la estuvo tratando con olanzapina en el hospital de su ciudad, pero en la analítica no presenta rastros de la medicación. Probablemente la dejó sin decir nada.

 Motivo ingreso: Decía sufrir visiones del otro lado. No solo veía cosas, sino que también las escuchaba. Sin duda eran parte de sus alucinaciones.

Según su historial clínico, también padecía alteración de la sensación sobre sí misma. No se relacionaba con normalidad.

Hace cuestión de un mes, se sacó los ojos con un objeto afilado. Estuvo sedada y atada la mayor parte del tiempo para evitar que se quitara el vendaje, y se le administró varias dosis de clozapina.

Tratamiento actual: Actualmente se está tratando a la paciente con asenapina y quietapina. Por el momento responde con normalidad y parece integrarse con el resto del grupo.

Nov. 26, 2018, 11:50 a.m. 2 Report Embed Follow story
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The End

Meet the author

K.H Baker Intento de escritora, amante de la música ♫ y adicta al café. Creando mis propias ramas del "Bakerverse". Nací para ser heroína ♚ pero el mundo me convirtió en villana ☠ y, ¿sabéis qué? En el lado oscuro lo pasamos mucho mejor ;)

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Emanuel Moreyra Emanuel Moreyra
De donde sacaste esa foto? Yo conosco esa persona pero no me acuerdo como se llama
February 19, 2020, 06:10
Cuenta Borrrada Cuenta Borrrada
¡Que relato tan interesante!
November 26, 2018, 11:58
~