lynch Martina Lynch

Lucas tiene muchas cosas que resolver después de la partida de Clara. Segunda parte de "Qué quiere un hombre de una mujer que no quiere nada de él"


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El Eiger es una montaña de 3970 m de altura de los Alpes berneses de Suiza, que forma parte del conjunto Jungfrau-Aletsch-Bietschhorn declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2001.​ Es el pico más oriental de la cadena que se extiende cruzando el Mönch y la Jungfrau, cubierta por algunos de los glaciares más grandes de los Alpes.

Clara Eiger había sido otra historia, aunque quizás su figura, su presencia, su esencia, sus palabras, el vértigo que provocaban esas piernas y la presión arterial que desordenaban sus besos, resultaban mucho más intimidantes que una montaña de 3970 metros de altura y su ausencia había enfriado mi vida como si pasara cada hora de mi existencia sentado en uno de los picos más altos de los alpes.

La había visto en los diarios, en la sección de cultura, sonriendo tímidamente a las cámaras del brazo de Franco. Si, el había estrenado su documental y aparentemente a la crítica le había gustado. Y digo aparentemente porque leí todas y cada una de las reseñas que salieron al respecto. No, no se muy bien porque. O tal vez lo se perfectamente pero no lo voy a explicar aquí.

Parecían una pareja de lo más normal. Ninguna foto ni ningún artículo podrían nunca hacerle justicia a la persona que llegó a mi vida para revolucionarlo todo. Porque Clara era eso, una revolución de cabello oscuro y piernas infinitas. Miel en los ojos y anís en el corazón.

Los meses que siguieron a su partida me encontraron en un estado bastante lamentable, aunque no a primera vista, iba de las clases a mi casa y de mi casa a las clases porque era lo único que lograba alejar mis pensamientos de su persona. Cuando necesitaba compadecerme de mi propia miseria, acudía a Javier, uno de los primeros amigos que me hice aquí en Madrid cuando me mudé a los 11 años con mis padres, uno de los pocos que aun me tolera. Javi es un erudito en sarcasmo y además tiene un sentido del humor seco y mordaz, pero cuando habla de su nuevo novio apenas lo reconozco. Es como si su corazón oscuro y gélido hubiera sido reemplazado por un algodón de azúcar color rosa. “El amor te da daño cerebral” me dice con total naturalidad en un café cerca de su trabajo “La experiencia de enamorarse en sí es tan cliché que de repente te encuentras verdaderamente identificado con una canción de Mariah Carey, pero cuando un indicio de cordura vuelve a ti, dices, “Espera ¿Qué? Soy un individuo de lo-fi, ¡No soy una tonta canción de Mariah! Pero ¿Y si todos somos canciones de Mariah esperando a ser interpretadas?”

Él lo dice con esperanza, con ternura, Javi disfruta del amor. Pero yo, sigo siendo un individuo de lo-fi, un lovesick mess, porque no se si hay palabra en español que pueda describir lo mal que me siento. “Me siento tan ridículo” le confieso mientras sus ojos me atraviesan con preocupación “Estoy ridículamente enamorado es tan estúpido. No me había sentido así en años, con el nudo en el estómago y las piernas a punto de fallarme”. El me dice que le parece que lo mejor que puedo hacer es asumir lo que me pasa, entenderlo y seguir adelante, distraerme, usar el tiempo que le dedico a pensar por qué no se quedó Clara en otra cosa. “¿Por qué no te descargas tinder?” Me propone mientras una sonrisa maliciosa se dibuja en su cálido rostro. A veces pienso que debería buscar nuevos amigos.

Oct. 11, 2018, 11:29 p.m. 0 Report Embed Follow story
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