Tentadora dimensión
Vivir en sociedad abruma, perturba, molesta. O quizás sea yo, un torpe iluso que espera demasiado del mundo, y recibe nada de todos. Pero es perfecto el ecosistema alterno de la demencia, y se le ve tan especial, tan tenue , tan peculiar; que te dan ganas de sobrepasar la línea y despedirse de la realidad para siempre. Lo hice mil veces antes, pero regresé a la cordura porque así me lo reclamaba la vida, sin embargo hoy; hoy no tengo ganas de tener certeza alguna. No tengo tiempo de ser real, de amar, ni de odiar, ni de salir a la calle a dar cara de idiota al día. Simplemente no tengo ganas. Siento humillación en la piel, siento disgusto por el comportamiento ajeno, me defraudan los seres humanos, y siento vergüenza, miedo. Tengo mil ideas que construir y sin embargo nada me entusiasma conseguir, porque se que detrás de todo habrá gente, la misma gente que quemó a los mejores y enalteció a los peores, la misma que inventa estupideces que desprestigian, la misma gente intolerante y ciega, que deja morir los niños para alimentar poderes. Estar cerca de la demencia y lejos de la cordura, es sentirse mejor solo, que mal acompañado. Esa tentadora dimensión convierte los pensamientos y el crecimiento individual en poderes de la soledad, y aunque provocan una locura inminente, es inmensamente mejor, que esta ingrata vida, de lado de todos e infinitamente solo. Hace mejor sentirse loco y estar errado, que creerse libre pero vivir atado.
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