Otro golpe, otro machucón; pero no se preocupa, solamente es interno. Mantiene su rostro impávido a pesar del continuo machaque del hijo de puta de turno, que lo azota con palabras cargadas de desprecio. Si, otro día en la gran ciudad. Se ha vuelto un experto en tragarse su orgullo y continuar, a pesar de todo y de todos. El bastardo mal nacido continúa su alegato.
—Tienes que entender que no puedo continuar perdonándote la deuda— le dice, mientras mantiene una sonrisa socarrona repleta de superación hacia él. —Todos pasamos por momentos difíciles, pero hay un límite para las excepciones. Comprendes, ¿verdad?
«Si pedazo de mierda, comprendo; también comprendo que estás disfrutando este momento más de lo que deberías. Uhhh..., ¿es una erección lo que veo?, parece que de verdad lo estás gozando, ¿eh? Sólo un puñetazo, es todo lo que necesito para que tu fofo cuerpo caiga inconsciente haciendo un ruido sordo, pero dejándome tan pleno por un segundo que valdría la pena quedar en la calle con mi familia.»
Aprieta el puño tan intensamente por un instante, que el bastardo lo alcanza a notar, y su estúpida sonrisa titubea; pero ese instante es fugaz, e inmediatamente Jack entra en razón. Agacha la cabeza y asiente.
«¡Ahhh…, me odio tanto…!»
—Diablos, Jack… Sabes que no tengo otra alternativa.
—Te entiendo Luí, pero solo necesito que me esperes hasta el Lunes. Entonces tendré el dinero —dice Jack, poniendo cara de cachorro abandonado.
«Soy un hombre, por el amor de Dios. ¡Hasta cuando debo permitir estas cosas…!»
—Lo sé, sé que puedes conseguir el dinero. Pero un trato es un trato, y no veo motivo alguno para dejar de alquilar el apartamento al señor Mörtimer, siendo que llevas dos meses de atraso.
Jack sabía que el atraso era de un mes, que había pago el mes antes de la fecha de vencimiento, pero el arreglo que tenía con esa sabandija era verbal. Es la mejor forma de conseguir apartamentos de bajo costo, además de poder retirarse cuando le plazca, sin necesidad de un contrato por uno o dos años. Pero, todo en esta puta ciudad tiene un muy bajo e inmoral precio, y el de Luí era, además del dinero, el quedar bien posicionado con Mörtimer, jefe de la banda que estaba posicionándose en el barrio.
—Vamos Luí. ¡Sabes que Mörtimer solo quiere el apartamento para poner un punto de venta de la porquería que trafica! —decía Jack, comenzando a perder el control nuevamente—. Tal vez no te importe mi opinión, pero creo que estás cometiendo un error. Ese tipo te traerá problemas y desearás haberme dejado quedar en el apartamento.
Luí lo miró reduciendo levemente el tamaño de sus ojos, como si fuera un buitre que intenta fijar su presa antes del ataque. Con su mano derecha en el bolsillo del pantalón de vestir blanco, tomó su corbata color mostaza con su mano izquierda, y luego la alisó sobre su camisa de seda de color verde. Tomó con ambas manos el cuello de su saco blanco y lo estiró con un movimiento seco. Y tras alisar su cabello rubio, a pesar de encontrarse pegado a su cráneo debido a la cantidad de gel fijador que utiliza, dejó asomar la punta de la lengua a través de sus finos labios como si fuera una puta serpiente.
—Tienes razón, no me importa una mierda lo que piensas. Y si crees que con eso vas a hacerme cambiar de opinión estás como una puta cabra — puso sus brazos en jarra y continuó—. ¿Sabías que más de la mitad del edificio está vacío? Si Mörtimer toma este apartamento y su negocio mejora seguramente tomará otros apartamentos, y entonces no tendré que preocuparme con pobretones muertos de hambre como ustedes.
Una cosa era hablarle mal y humillarlo a él, pero otra era meter a sus hijos en esto. Jack tenía medido su mentón, y no habría fuerza en el mundo capaz de evitar que lo estrangule allí mismo.
«Vamos hijo de puta, sólo di algo más de mis hijos que acabaré con tu miserable vida y te arrojaré al hueco de esa mierda de ascensor que nunca funcionó»
Luí se cruza de brazos con una sonrisa abierta de par en par.
—Además, ya sabes por qué quiere ese apartamento. Es el único edificio de la zona que aún tiene escalera de incendios; y el único de los apartamentos a los que llega dicha escalera; pero justamente tiene en su interior a un hombre con ganas de joderme el maldito negocio —coloca sus manos en la espalda y aproxima su rostro a Jack—. Así que vete al infierno tú, y los idiotas de tus hijos.
«Gracias maldito, serás el desahogo de la semana»
Y justo antes de que la sangre de Luí manchara las paredes, se escuchan las voces de Miguel y Ángela, que vienen corriendo desde el interior del apartamento hacia el corredor del edificio.
— ¡Papá…, papá…! ¿Es verdad que debemos irnos de aquí? —grita Miguel con toda la potencia que le brindan sus pulmones de 10 años, mientras detrás suyo corre Ángela tanto como le permiten sus pequeñas piernas de 6 años.
Miguel se abraza de su padre a la altura de la cintura, mientras Ángela toma a su padre de la pierna izquierda.
— ¡Mi papi no lo quiere a usted porque es malo…! —espeta Ángela, poniendo la cara más amenazadora que le permite su ropa deportiva rosada con el diseño en el pecho de un osito que come dulces.
—Veo que está toda la familia, ¿eh? A no, es verdad, falta la madre de ustedes, ¿cierto?
Jack se mueve hacia adelante por impulso, cerrando los puños y trancando las mandíbulas, pero sus hijos lo sostienen fuerte.
—Mantente quietecito Jack, es lo mejor para tus hijos. Toma mi consejo. Vete sin decir nada más e intenta conseguir un buen trabajo. Este lugar ya no es para ti.
Mierda, tenía razón, el muy maldito tenía razón. Jack permaneció inmóvil algunos segundos, luego decidió lanzarle una última mirada, y antes de entrar con sus hijos al apartamento lo señaló con su índice diciéndole:
—Nos encontraremos.
Entró al apartamento con Ángela tomada aún de su pierna izquierda. Miguel entró por último, mirando todo el tiempo a Luí a los ojos. Luego tomó el pomo interior de la puerta y la cerró despacio, mientras lo miraba desafiante, al igual que el “Eddie” del álbum “Piece of Mind”, que parecía querer romper sus cadenas para avanzarle.
« ¡Ja…! ¡Que se jodan…! » pensó Luí.
Se dio media vuelta y se fue con su andar erecto y de brazos abiertos, como si se tratara de un gorrión; tal vez para disimular que en realidad era un hombre de casi 50 años que vestía como un proxeneta, pero no tenía nada más que aquel desvencijado edificio donde nadie quería vivir. Alguna vez aquel fue un buen barrio, pero el tiempo pasa y las cosas malas son las que perduran. Debe de ser porque son las que están continuamente evolucionando. Porque, si algo es bueno, es bueno y se acabó; pero si es malo, alguien siempre está en su contra, por lo que para sobrevivir debe adaptarse y evolucionar. Ese es el motivo por el cual todo lo que no es debido, está en todas partes; intenta perpetuar su existencia.
«Bueno, ahora debo darle las buenas nuevas a Mörtimer. Que hora es… 21:25. Ya debe de estar en el bar»
Mientras Luí se dirigía al bar, Mörtimer ya estaba poniendo orden en su negocio. En el sótano del bar, con solo una lámpara de luz ubicada en el medio de la habitación, justo debajo de ella había un hombre desnudo atado a una silla, y a su alrededor, en semicírculo frente al pobre infeliz, Mörtimer junto a sus secuaces. Aquel hombre ya hacía un buen rato que aguantaba castigo, y los grandes charcos de sangre a su alrededor lo confirmaban, al igual que la semiinconsciencia en que se encontraba.
—Bueno —dijo Mörtimer—, ya es hora de que me digas todo lo que sabes de ese tal Jack. Esperé todo este tiempo por dos motivos. Lo primero, es que debía esperar a que te encontraras totalmente entregado para que me respondieras con sinceridad, tras hora y media de haberte secuestrado sin más, y haberte dado una buena tunda, debes de estar totalmente entregado y pensando que ya estás muerto; y segundo…, en realidad me gusta mucho esta parte de mi trabajo.
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