¡¿Ves que estoy loca?! Exclamé.
Y se ríe, mi reflejo se ríe.
Y me acabo de percatar lo desagradable que es comer sola, pero aún más creyendo hacerme compañía conmigo misma en el espejo.
He decidido dejar el plato como está, pues de todos modos se ha enfriado debido a las lentas y desganadas cucharadas hacia mi triste boca, y hambrientas las moscas se abalanzan sobre él de inmediato. Miro hacia la ventana en busca de algún alma aunque sea allí afuera.
A lo lejos un gato negro me lanza su mirada comprensiva. Vaya, quizás sea sólo mi imaginación. O quizás sólo es la soledad.
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