ilag18 A.G. Estrada

Una chica, un chico, un destino, un pacto roto y una promesa que deben cumplir. ¿Lo lograrán? Cuento corto realizado para el concurso “Love is in the air” de la comunidad de Romance y Cuento.


Romance Contemporary All public.

#soyromance #romance #drama #ficción #Amor-Eterno #Vidas-Pasadas #amor
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El, yo y nuestra historia.

Me prometí a mí misma que nunca iba a amar, porque al final amar es de idiotas, el amor hace que seas débil, vulnerable a los ataques y a las maquinaciones de otros, te hace fácil de manipular. Sí, odiaba el amor, sin embargo, cuando lo conocí a él todo cambio, no puedo decir que fue amor a primera vista, pero si puedo decir que, llegué a amar tanto que hasta yo misma me pregunté, donde tenía escondido tanto amor.

Amar es sufrir y soportarlo todo, dice un pasaje bíblico, pues vaya si no sufrí. Conocí a Marco en un hospital, yo era una chica bastante trastornada, no voy a decir que no me avergüenzo, pero estaba ahí porque era mi segundo intento de suicidio, mi familia, si así podemos decirles, me internaron en un psiquiátrico, sus instalaciones estaban al lado del Hospital María Vermes, en honor a una mujer que había dado su vida por los enfermos, tanto amor me repugnaba. No entendía como alguien podría dar su vida por otros, cómo era posible que mi vida fuera menos importante que la de otro.

Crecí en una familia disfuncional, tuve un padre abusivo que lo único que podía darme eran insultos. Era un pastor de iglesia, y a pesar de hablar tanto de Dios, todas las tardes me daba un sermón de lo inútil, irresponsable y mal hija que era yo. Y de cómo gracias a mí, mi madre había muerto.

Mi abuela por el contrario me amaba, o eso creía yo. No me malinterpreten, se lo agradezco, la verdad es que la extraño mucho, ya después de 4 años de su muerte, aún la extraño. Sin embargo, debido a este “Amor”, mi padre tomó mayores represalias hacia mí. Así que entre más amor recibía más dolor tenía. Con el tiempo dejé de creer en el amor, de creer en las promesas y de simplemente creer. Cuando mi abuela murió, quede a completa merced de mi padre, quien no dudo en aprovechar esta ventaja, y comenzaron los maltratos físicos. Si no cumplía con una orden, me impedía comer, o a veces me encerraba durante días en mi cuarto, a veces sin comida, yo, una chica de 18 años, ya no tenía que ir a la escuela, así que, nadie se daba cuenta de lo que me sucedía.

Conforme fui creciendo el dolor dentro de mí también creció. Llegaba un punto tal que sentía que explotaba, entonces fue cuando a mis 19 años trate de suicidarme. Sin embargo, no conocía las técnicas de cortarse las venas y fallé en el intento. Luego de este percance, el hospital obligó a mi padre a aceptar que viera a un psiquiatra, cosa que al menos alivió un poco la pena. Todas las semanas me recetaba mis pastillas felices, como yo les decía. Un cóctel de fármacos que me hacían sentir como si volara, aliviada y de algún modo en paz, pero no me sentía yo misma. Así pasó la mayor parte del tiempo en la universidad, entre pastillas e intentos de sentir algo mientras me envolvía la soledad. No era de las que hacía amigos fácilmente debido a que mi padre creía que todos los seres humanos a excepción de él me querían hacer daño, curioso ¿no? Ya que él era quién más daño me hacía.

Estaba cansada de sentirme invisible, de sentirme impotente de hacer algo ante mi realidad, así que decidida realicé mi segundo intento de suicidio, a lo que fallé también. Fui llevada al Hospital María Vermes para luego ser internada en el psiquiátrico. Ahí conocí a Marco.

Cuando conocí a Marco, estaba en el salón comunal, donde todos los locos estábamos para pasar el tiempo. De la nada un chico comenzó a pelearse con uno de los doctores gritándole lo idiota que era, los enfermeros lo agarraron uno en cada brazo, y le inyectaron un sedante. Jamás había visto que un interno fuera así de osado, la verdad jamás había visto alguien osado en mi vida, esa escena interpretó todo lo que yo quería ser.

A la hora de la cena, lo vi. Sentado en una esquina del gran cuarto que era la cafetería. Estaba despeinado y golpeado, seguramente los enfermeros le habían dado una buena paliza, al fin y al cabo, a nadie le importaba lo que pasará con nosotros ¿Quién le iba a creer a un loco?

Seguramente debí observarlo por un buen rato, porque me volteo a ver, y sus ojos se encontraron con los míos, unos ojos oscuros como la noche, y llenos de tanto dolor, pude ver los abusos que había sufrido. Fue como si hubiese despertado algo en mí, porque por primera vez en mucho tiempo, sentí una sensación tan refrescante, la misma que sentía cuando estaba con mi abuela. Parecía que nos habíamos quedado así por un buen rato, de pronto, el se movió, se levantó de su asiento, yo quité la vista y parecía que se dirigía a mí, pero luego de un rato me di cuenta que iba por comida. No sin antes pasar viéndome, pude sentir sus ojos observándome.

La cena la pase incomoda, sabía que me estaba viendo, sentía su curiosidad en mi espalda, sus ojos eran tan penetrantes que aún sin verlos, los podía sentir en mí.

Me fui a la cama bastante inquieta, no sabía que era lo que me pasaba. Unos golpes muy ligeros en la puerta me sacaron de mi transé; fui a la ventanilla, pensé que era un enfermero, pero era el muchacho. Sus ojos nuevamente se encontraron con los míos. Mi corazón me dolía cada vez que lo miraba, era como si mi pecho fuese a explotar, algo que nunca había sentido, la verdad no sabia si era bueno o malo.

Movió su mano en señal de saludo. A lo que yo se lo devolví, acto seguido escuché un click, y la puerta se abrió. El la empujó, y ya no hubo nada que se interpusiera en nuestro camino. El me miró, sus ojos reflejaban un anhelo, como cuando encuentras algo de mucho valor que pensabas que habías perdido. Se acercó a mi y yo me hice un paso hacia atrás, no sabía que pretendía. El supo que me había asustado e inmediato me dijo:

— Tranquila – Con una voz grave y profunda, pero al mismo tiempo tan suave que la verdad, me calmó muchísimo, de algún modo sentía como si esa voz ya la hubiese escuchado.

—¿Qué quieres? – le dije con un tono de reproche. La verdad no tenía la menor idea porque me había ido a buscar.

—Si te lo digo no me vas a creer, llevo tanto tiempo buscándote, que pensé que no iba a encontrarte en esta vida – Sus palabras hicieron eco en mi mente, puede que estuviese en un psiquiátrico, pero no por eso iba a creer las locuras de este hombre, lo que decía no tenía la más mínima lógica, sobre todo la última parte.

—¿En esta vida? Espera, no sé a qué te refieres – mi voz comenzó a quebrarse — no te conozco, nunca nos hemos visto, creo que me estas confundiendo con otra persona, quizá... – pero su mano tapo mi boca antes que pudiera terminar, puso su dedo en sus labios, pidiéndome silencio, y después de unos segundos, pude escuchar la razón, una enfermera se acercaba.

Si los enfermeros daban miedo, mas lo daban las enfermeras, la mayoría eran mujeres mayores, solteras y con mucha amargura y dolor; razón por la cual, por algún motivo, disfrutaban del dolor ajeno, y cada vez que podían, aprovechaban la ocasión para conseguirlo. Si nos atrapaban, ambos íbamos a tener un castigo doloroso. Choques eléctricos era lo preferido por todos ahí, y a pesar de nunca haber experimentado eso, los gritos de dolor me daban una buena idea de como era.

No quería pasar por eso, la verdad. Comencé a temblar de solo pensarlo. El me volteó a ver, y me abrazo; sus brazos se sentían tan cálidos, seguros y sobre todo tan familiares. Cerró la puerta con mucho cuidado, me dijo, en una voz muy suave, que me recostara en mi cama e hiciera como si estuviera durmiendo. Para cuando llego la enfermera estaba haciéndome la dormida, ella vio por la ventanilla por un tiempo, lo pude sentir. Después el me toco y me hizo una señal para que lo siguiera.

—No voy a seguirte – le dije – no quiero que me electrocuten por tu culpa – no pensaba en seguirle la corriente, no era tan estúpida.

--Si te quedas siempre serás esclava de tu padre – Esas palabras helaron mi sangre, quede perpleja ¿Cómo lo sabía?

—¿Qu… Qui… ¿Quién eres? – Mi voz, temblaba, pero no me contestaba - ¡Contéstame! – mi voz estaba subiendo de tono.

—¡Shhhh! Cállate, o realmente quieres que nos atrapen – dijo algo molesto – No te lo puedo decir ahorita, pero se que muy dentro de ti sabes que me conoces y confías en mí – su tono seguro y arrogante no me dio tiempo de contestarle, acto seguido tomo mi mano y me jaló hacia el pasillo, mientras caminábamos nunca me soltó. El hospital estaba al lado, así que no tardamos mucho en llegar a él. No había muchas medidas de seguridad, porque las habitaciones eran solo posible abrirlas con unos códigos que solo los conocían los del personal, pero él, por alguna razón los conocía.

En el hospital, tomamos unas batas de doctor que encontramos en uno de los cuartos. Y si más, salimos por la puerta principal, estábamos usando únicamente la bata y unos tenis que habíamos encontrado para cada uno, no teníamos calcetas, por lo que el frío gélido de afuera me quitó el aliento. Estaba helado y no estábamos vestidos para estas temperaturas, no tardarían mucho en darse cuenta de que dos locos caminaban por el frio casi sin nada de ropa. El miedo me invadió aun más, pero poco podía hacer, porque su mano, nunca me soltó.

Seguimos caminando por la calle, hasta llegar a un lugar solitario, tenía mucho miedo, y si realmente había seguido a un psicópata, y ahora me iba a violar o matar para luego comerme. Trate de soltarme, pero el me tomo con mas fuerza. Llegamos a una bodega abandonada, y el entró en ella como si la conociese, a lo que me jaló hacia dentro también. Dentro, había un sofá con unas colchas arrugadas, a la par una mesa con una silla vieja, y un radio, había platos sucios, y una cocineta casi a punto de caerse; todo daba muy mala pinta. Lo supe de inmediato, el chico vivía ahí.

—Toma – me dio un suéter y unos pantalones – No quiero que te enfermes – y los dejo a mi lado, luego se fue a la cocineta, mas bien atrás de ella, y se quedó ahí – Puedes cambiarte ahora, no voy a ver.

Mientras me cambiaba tuve que preguntarle - ¿Por qué me sacaste de ahí? ¿Quién eres tu? ¿Y como sabes de mi padre? ¿El te mandó? – no quería imaginar que hubiese sido él, mi padre, si era así lo mejor era acabar con mi vida en ese momento.

—Haces muchas preguntas, curiosa como siempre – rio, su risa me era tan familiar – Primero, yo ingrese para sacarte de ese horrible lugar, alguien como tú no merece estar ahí, créeme no estas loca. Segundo, soy el hombre que juró protegerte y amarte hasta el fin del mundo, sé que no lo recuerdas, pero te prometo que lo harás, por ahora es todo lo que puedo decirte – salió de la cocineta y su expresión reflejaba una cierta tristeza – Tercero, se de tu padre porque llevo un tiempo observándote, ese hombre no te merece, y te prometo que lo haré pagar por todo lo que te ha hecho, va a recibir el mismo dolor que te ha hecho pasar a ti, así que, no, él no me mandó – sus palabras parecían genuinas.

—No sé quién eres, y la verdad no se que quieres de mi – La ropa que me había dado estaba haciendo efecto y ya estaba mas cómoda. A pesar de todo, me había dado cuenta que, el miedo había desaparecido, algo en su forma de hablarme, me hacia sentir segura, me hacia sentir una calidez que jamás había experimentado.

—Se que no lo entiendes ahora, pero te prometo que lo harás, solo debemos llegar este lugar – dijo mientras señalaba un mapa en la mesa vieja – aquí se resolverán muchas de tus dudas, no queda muy lejos, en carro tardaremos un par de horas en llegar, y para nuestra suerte, encontré un carro, no es el último Ferrari de colección – su tono sarcástico me hizo reír, hace mucho que no reía – pero al menos nos moveremos con él.

—Esta bien, supongamos que te creo, pero no crees que ya se van a dar cuenta que escapamos, la policía nos va a estar buscando por todos lados ¿Qué te hace pensar que no nos atraparán? – Paso un rato en silencio, observando el mapa y luego me miro directo a los ojos, se acercó a mi lentamente, esta vez no retrocedí, se acercó tanto que nuestros rostros quedaron a solo unos centímetros de distancia.

—Tarde tanto en encontrarte que juro por mi vida, que primero muerto antes que nos atrapen, no voy a dejar que te alejen de mi lado de nuevo – su mirada reflejaba tanta seguridad, estaba muy cerca, sus labios eran tan familiares. Sin darme cuenta era yo la que me acercaba a él, y pude sentirlos, esos labios tan familiares; estaban tan cálidos, sentí como dentro de mí todo explotó, y sin voluntad alguna, me encontraba rodeando mis brazos a su cuello, el me tomó por la cintura, y me atrajo mas hacia él, los mismo hice yo, sentí que debíamos estar juntos por la eternidad y que, si lo soltaba, iba a desaparecer esa sensación. El momento era como un sueño, no, era mejor que un sueño, era como estar en el cielo. Mi corazón estaba a mil, y una lagrimas comenzaron a salir de mis ojos, estaba feliz, después de años de dolor, por primera vez me sentía plena y completamente feliz.

El auto estaba listo fuera de la bodega, lo había visto cuando llegamos, pero no supuse que ese fuese el auto en el cual nos íbamos a ir. Era un carro sedan, la marca no pude verla porque ya no tenía insignias, estaba despintado y había pedazos oxidados, sin embargo, funcionaba bien, o eso me había dicho Marco.

Cuando estaba preparándome para irnos me percaté que en todo este tiempo no sabía el nombre del chico, ni cuantos años tenía. Se lo pregunte directamente, a lo que el me dijo

—Me llamo Marco, y en esta vida tengo 18 años – Casi me ahogo con el agua que estaba tomando. Era solo un niño, yo con 24 años le llevaba 6 años de diferencia, estaba a punto de decir algo cuando el agregó – Se que piensas que soy un niño, pero te prometo que no es así, por alguna razón el destino nos jugó una broma, y yo nací seis años después que tú, pero la edad, no importa en lo absoluto – realmente estaba loca, al seguir a este chico, pero ya no me importaba, lo que había sentido con ese beso valía la pena el riesgo.

De pronto me di cuenta, esto era lo que llamaban amor, o al menos el inicio de eso. Por alguna razón no quería despegarme de Marco, no quería que nos separarán, ese beso, había significado mucho para mí.

Salimos hacia el auto, cuando un ruido muy fuerte desvió mi mirada, y ahí estaba, un policía. “Mierda” pensé, nos habían agarrado.

—¡Quietos! – nos dijo el policía.

Del susto no me había percatado que le habían dado a Marco, estaba sangrando del brazo, el policía se acercó a nosotros, a lo que yo no pude reaccionar mas que con perplejidad, estaba poniéndole las esposas a Marco, con una fuerza que sabía que lo hacía adrede, con la intención que le doliera la herida recién hecha. La rabia me invadió y recordé una frase que escuche hace años en una clase de literatura antigua “Hay amores tan bellos que justifican todas las locuras que hacen cometer” dijo Plutarco, no se por qué, pero se acoplaba bien a lo que iba a hacer a continuación.

Antes que me esposara a mí, mientras Marco luchaba por soltarse, el policía me dio la espalda por unos segundos, y sin que se diera cuenta tomé su arma y le apunte directo a la cabeza, cuando el se dio cuenta quedo quieto.

—Niña, no te sugiero que hagas eso – me dijo con un tono despectivo – Personas como tú, lo único que consiguen en la vida son buenas tundas por su comportamiento – tuve aún mas rabia, este tipo seguramente era igual a mi padre, hombres repugnantes; no iba a permitir que este hombre le hiciera mas daño a Marco.

—Que bueno que tengo bastante experiencia en eso, así que puede irse al infierno maldito bastardo– acto seguido jalé el gatillo y un bum resonó por todo el lugar, sentí como algo salpico mi cara y un zumbido invadió mis oídos, no podía escuchar nada, lo único que veía era a Marco tratando de decirme algo, volteé y pude ver al hombre en un gran charco de sangre, estaba muerto.

A los minutos reaccione, Marco se había soltado y me indicaba que teníamos que irnos, las cosas se habían complicado bastante.

Nos subimos al carro, lo encendió y arrancamos hacia el lugar que me había señalado en el mapa.

Pasamos una buena parte del camino en silencio, durante este tiempo me di cuenta de que lo que me había salpicado era la sangre del hombre, y que aún seguía manchada de ella. Marco tomo mi mano, estaba tan cálida, tan segura, yo hice lo mismo y tomé su mano, nuestros dedos se entrelazaron, no sabía porque, pero me daba cuenta que confiaba en él.

Mientras manejaba pusimos un poco de música, y encontramos una de mis canciones favoritas, Closer, de The Chainsmokers, la deje, y el le subió el volumen

—A mí también me gusta esa canción – me dijo.

Nuestras manos estuvieron entrelazadas durante todo el camino hasta el motel mas cercano. Aparcamos el auto y Marco fue a buscar una habitación mientras yo lo esperaba en el auto, no era aconsejable que saliera, sobre todo porque estaba salpicada de sangre. Regreso a los pocos minutos, con una llave en su mano, lo había conseguido.

Subimos inmediatamente a la habitación y mientras nos acomodábamos le pregunte, ¿Cómo había conseguido una habitación? Y si tenía dinero.

—¿Por qué lo preguntas? ¿tienes hambre? Puedo ir por algo de comer para ambos, o puedes venir conmigo si así lo deseas – me decía, mientras observaba la ventana – No creo que aún nos hayan identificado, traje el arma con nosotros así les va a tomar algo de tiempo saber quiénes somos –

—No has respondido a mi pregunta, ¿Cómo conseguiste la habitación? – me observo un instante y me dijo.

—Si, si tengo dinero, durante un tiempo trabajé en un taller y pude hacer un poco de ahorros para cuando nos fuéramos – entonces el tenia todo planeado, pensé. Como era que sabía tanto de mi y yo casi nada de él, era injusto.

—Es injusto, ¿sabes? Yo no se nada de ti, estoy siguiendo a un completo extraño, sin embargo, tu lo sabes todo de mí, o al menos eso creo, es injusto – hubo un rato de silencio.

— Nuestra historia se remonta mucho tiempo atrás, no en esta época, sino en el pasado, hace mas de 500 años. Durante una expedición a nuevas tierras te conocí, yo era un soldado de 40 años, cansado de matar, pero listo para hacerlo por su Rey. Tu eras una espía de tierras desconocidas, hermosa y muy joven, lista para matar a quien se interpusiera en tu camino. Mi misión en ese tiempo fue atraparte y matarte, pero cuando te capturé, no pude dejar de pensar en lo hermosa que eras, y lo salvaje que era tu espíritu, algo que yo añoraba mucho. Verás, un soldado en esos años era solo un instrumento, una herramienta mas de l Rey, no éramos libres de hacer ni opinar nada, así que tu eras todo lo que yo quería ser – no podía creer una sola palabra de su historia, no debía, pero algo muy dentro de mí, me decía que el no estaba mintiendo, seguí escuchando – Quise matarte pero debo decir que golpeas muy duro, porque me diste una buena golpiza y simplemente escapaste, por primera vez había fallado en mi misión.

Me relato una historia de cientos de años en donde el y yo éramos los protagonistas de una historia de amor que trascendía la vida y la muerte. Habíamos hecho un pacto con una Diosa antigua, durante la primera cruzada, donde nos conocimos. El pacto consistía en reencarnar siempre, durante el resto de la eternidad, sin embargo, había una sola condición, no podíamos tener hijos, a lo que, en nuestra vida pasada sucedió. Tuvimos un hijo. Y el pacto quedo maldito, y desde ese momento en adelante, jamás íbamos a poder estar juntos, por el resto de la eternidad.

De algún modo él me había encontrado, y nos dirigíamos al lugar donde todo empezó, para poder arreglar lo que habíamos comenzado.

Su relato duro mas de tres horas, y para cuando termino ya era de madrugada, pronto tendríamos que partir, había una sola cama, por lo que él se ofreció para dormir en el sofá. Aunque era más bien una silla bastante incomoda, yo le dije que era mejor que durmiéramos en la cama los dos, y que igual no era como si fuésemos a tratar algo. Su cara se puso roja, e inmediatamente supe que la mía igual. Si bien éramos desconocidos, seguíamos siendo un hombre y una mujer en una habitación de un motel.

—Bien, pero si quieres podemos poner unas almohadas para que nos separen – A lo que yo negué con la cabeza.

—No, se que no vas a intentar nada, además te quería pedir un favor – no sabia muy bien como pedírselo – Podrías abrazarme, se que suena raro, pero tu me haces sentir segura, como si todo estuviese bien a tu lado, solo quiero pasar este rato abrazada a ti, no se si estoy pidiendo mucho – pero a juzgar por su rostro, la idea le había encantado.

Nos dormimos abrazados, uno frente al otro, sus ojos no dejaban de mirarme, y yo hacia lo mismo, sus brazos me abrazaban con fuerza, sentí paz plena, y fue con esta idea que me quedé dormida.

Desperté a las pocas horas, no sabía muy bien si todo había sido un sueño, pero al verlo a mi lado, dormido, la felicidad invadió mi ser, no, no era un sueño gracias a Dios. Cuando el abrió sus ojos, me miro, y sin aviso me beso. Yo le devolví el beso, luego me atrajo a él, yo quedé encima de su pecho, podía sentir todo su cuerpo tensándose, sabía que esto era demasiado para él, y para mí. Sin embargo, no me detuve y lo seguí besando. Su lengua invadía mi boca y todo mi cuerpo estaba en llamas. Sabía que si no nos deteníamos no íbamos a contenernos. Pero fue él quien se detuvo.

—No podemos, no ahora, debemos esperar, por favor, espera – Supe que tenía razón, y me quité de encima de él, luego me fui al baño, abrí la regadera, cerré la puerta y me di un baño.

Él se acercó – ¿Estas molesta? – me pregunto con un tono de culpa

—No, no lo estoy – le dije desde adentro de la regadera – Solo fue demasiado para mí, pero no estoy molesta, creo que tienes razón, no debimos hacerlo, ya casi salgo – pero debo admitir que no estar molesta no significaba que no estuviera decepcionada que no continuáramos, la verdad yo quería seguir.

Cuando estuvimos listos, nos subimos nuevamente al auto, gracias a Dios ya no tenia sangre encima. Y seguimos nuestro camino.

Mientras manejábamos el me contaba unos chistes que me hacían reír mucho, la verdad llevaba tanto si reír con tanta fuerza que hasta el estómago me doliera, que disfrute mucho ese rato. Nos detuvimos a comer unas hamburguesas, me relato muchas anécdotas de nosotros dos en nuestras vidas pasadas. Yo aparentemente era una completa y total guerrera de la gran madre. Una completa patea culos y huevos. Cosa que yo no creía, realmente siempre me consideré una completa inútil, o al menos la vida me había hecho sentir así, entonces escuchar esto era como escuchar un buen chiste.

—No, en serio, eres una excelente guerrera, de las que se cargan a un montón de tipos, en serio que eres una de las mejores que he conocido en todas mis vidas – me dijo con una sonrisa en sus labios. Esos labios.

—Ya, pero me vas a decir que esa soy yo, ¿Cómo es posible? Si soy una buena para nada – su rostro cambio.

—No digas eso, no lo eres, ese asqueroso hombre que se hace llamar tu padre te ha hecho creer eso, pero cuando recuperes tus memorias ya veras que podremos ir a patearle el culo a ese desgraciado – su amenaza sonó verdadera, a lo que no puedo decir que no dejo de darme un poco de satisfacción. Había recibido tantos abusos por parte de mi padre que la idea de que recibiera un poco de lo que me dio comenzó a darme esperanzas.

—Pero ¿Cómo lo haremos? Según el relato de ayer, estamos malditos, no es posible que esa diosa nos diese lo que queremos solo porque sí –

—Cuando lleguemos veremos como hacerlo – me dijo.

Cuando terminamos de comer, nos levantamos y iniciamos el camino para la última hora de nuestro viaje. Según Marco, el altar dela diosa estaba en una cuevas al sur del condado, por los bosques. No sabía a donde íbamos la verdad, nunca había salido de mi pequeño pueblo, entonces no tenía la mas mínima idea hacia donde íbamos, pero confiaba en Marco.

Pero bien dicen que la felicidad no dura para siempre, y como había dicho la diosa, nunca íbamos a poder estar juntos.

Dos patrullas bloqueaban el camino hacia nuestro destino, justo por un puente, no había forma de evitarlos, y regresar no era una opción ya que venían otras dos patrullas mas atrás nuestros. El miedo me invadio, la sangre se me helo. No quería que me separaran de Marco, del hombre que me había rescatado de mi pesadilla de vida, de aquel que estaba dispuesto a recibir una bala por mí, no quería perderlo. Nos detuvimos a medio camino, en la entrada del puente. Tome su rostro, mientras uno de los policías nos decía algo por un altoparlante.

—Escúchame – le dije entre lágrimas – No quiero perderte, y no quiero una vida sin ti, me rehuso a ello, quiero que me busques en la próxima vida, búscame, aunque yo no te recuerde, búscame… - mi voz se quebró, comencé a llorar - … encuéntrame ¿de acuerdo?

Él sabia lo que le pedía, no podíamos escapar. Este pequeño instante que estuvimos juntos, fue suficiente para hacerme sentir plena, feliz y en paz, algo que nunca había experimentado en toda mi vida. No quería seguir si eso significaba no estar a su lado, y siendo realistas, era imposible que evitáramos a la policía, tampoco quería morir en manos de ellos, sabia que iban a disparar si tratábamos de hacer algo, tenían a los asesinos de su compañero, y me rehusaba a morir en manos de esos hombres.

—Lo prometo — fueron sus últimas palabras.

Piso el acelerador y cuando llegamos bien adentro del puente, los policías estaban listos para disparar. Pero no les dimos la oportunidad, ya que, en ese instante, Marco giro el timón y fuimos directo al precipicio bajo el puente.

Mientras caíamos no pude dejar de pensar en mi vida, en todo lo que había pasado, y como esas ultimas horas habían sido las mejores. Volvió a mi mente la frase de Plutarco “Hay amores tan bellos que justifican todas las locuras que hacen cometer”. Voltee a ver a Marco, mi amado Marco, su verdadero nombre era William, y el mío era Jutis, nuestros primeros nombres, si, lo había recordado todo, lo besé antes de que todo quedara en completa oscuridad.

Prólogo

¿Quién soy? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué tengo esta cosa pegada a mi estomago? Escucho una voz, no, son varias voces. William. ¿Por qué recuerdo esa palabra? ¿Era mi nombre? No, era el nombre de alguien importante, ¿o no?

Veo una luz y mi alrededor se contrae, siento como me empuja hacia abajo, no quiero salir, pero me esta empujando. Veo algo que me jala, siento frio, mucho frio. Hay demasiada luz aquí afuera, ¿Qué es este lugar? ¿Dónde estoy? ¿Quién es este hombre que me toma por debajo? Me golpea, me duele, y lloro. Veo a una mujer, parece feliz, ¿era la voz? Tal vez ella sepa quién es… esperen…

¿A quién trato de recordar?

Fin.

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May 9, 2018, 9:44 p.m. 3 Report Embed Follow story
4
The End

Meet the author

A.G. Estrada Me encantan las buenas historias con finales inesperados.

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Lina Brito Lina Brito
¡¡Eres buena, eso fue genial!!
September 09, 2018, 00:24
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