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Valentina

I

Danzante me atraviesas ¡Nena moza! ¡Jubilosa y cruel!
Inaugurando rimbombantes tus paños blancos de seda, cruzas el salón de la vida.
Y es que, aquellos, ocultan el cálcico torso tuyo, exquisito en texturas
Que moldean escultóricamente con delicados haces de luz y tenues sombras malignas
Los tímidos montes que exaltan marmóreamente la libido de tu lomo cincelado.


¡Oh! Cibeles dulce y tirana. ¿No es suficiente ya la desgracia intangible que sobre mí acarrea tu presencia etérea? ¿Acaso no lo es…el reemplazarte tristemente con la esquina de alguna almohada, suave como el algodón? ¿Con qué amargo pesar debo yo consagrar mi afligida condición para gozar con deleite sádico, cual mendigo suplicio, el recibir de tu pecho bramante la ambrosía que alimenta las disciplinas de la creación?

¿Dónde estás Valentina? Sé que andas afligida y sin consuelo por alguna callecita con melodías gardelianas. Sé que en el fondo contemplas a esas parejas danzando eróticamente, extasiando los fluidos de sus carnes, esperando en el fondo a alguien que repare el lugar de tu vacío.
Vacío que jamás ocuparé yo. Por eso Valentina, déjame asesinarte. O no, déjame asesinar la mirada que mis ojos trémulos emanan cuando veo a tus cabellos centellantes.

En cantinas y con mirada nebulosa evocaré tu recuerdo quince veces sollozante
y caeré de nuevo en el peldaño equívoco de la ilusión marchita de tu semblante.
¿Cómo embelesar de perfumes la estela de tus pasos certeros desde la miasma hedionda de mi ser?
Desdeño, desde lo cual se expelen estos gritos vanos de los cuales, aterrorizada y emitiendo verdes rubores romperás taconcitos color rojo al huir despavorida.

II

He bajado del tártaro y de esos lugares mudos.
He descendido del limbo del no saber; impío, he maldecido a los dioses más santos y sagrados.
Para romper el aire que maquiavélico henchido se torna sólo para extender la lejanía que hay entre ambos.
Porque solo un lugar como aquel podría albergar tu bello fulgor
¿Por qué me privas, Valentina, de contemplar tus brotes?

Jamás palpitamos al unísono, ni nos hicimos esas promesas que tan alto yo en soliloquio he mencionado.
Tal cual jamás transitaremos por “téslicas” callejuelas de alguna ciudad que rememora aromas de los buenos y agradables.
Tampoco exaltaremos con nuestros sudores aquellas danzas eróticas que poseen lo que nos falta para siempre.
Ni, acurrucados, compartiendo las palmas, evocaremos a Piazzolla en los tonos incorrectos.

¿Realmente nada anhelas de mí, dulce Valentina? Criogénica mirada detenida en el tiempo y evocadora de conflictos bélicos de antaño que triste émulo son de lo que siento en mi razón.
¿Ni tan siquiera mi sufrir? ¿En qué rincón me has olvidado, pequeña y dulce Valentina? Aquí vetusto me tienes; y ya he adquirido la belleza marchita de tus muñecas viejas.

Criogénica y oriental mirada. Así de tristes son tus sonrisas, así de tristes como una luna sin mar o un sol sin cielo.
Aquí otra vez te exhalo, Valentina, observando tus pasos inexistentes y encontrándolos sobre los azulejos. Jamás los pierdo de vista.
Aquí humedezco tus memorias ¡Oh, Valentina! Aunque no hayas sido nunca, ni seas jamás Valentina.

May 6, 2018, 6:41 p.m. 1 Report Embed Follow story
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The End

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Vértigo Vorágine Soy un erizo. A veces un clavicorde, a veces una cimitarra, a veces la herrumbre de tu monótona vida y a veces...por flojera, o desidia: elijo no ser.

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LA Liliana Angulo
Diferente!
May 09, 2018, 05:23
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