ghoulwriter Cristóbal Reyes

Contada por parte de uno de sus ayudantes y ambientada al comienzo de la década de los 70' en un Chile con grandes cambios sociales, sumado a una reciente Dictadura Militar. Nos narran como el Doctor Johann Collins con la mayor de las insensibilidades empieza sus aberrantes experimentos para encontrar la ansiada transfusión de almas, aunque tenga que llegar hasta las últimas consecuencias. Portada: Ilustración de Bernie Wrightson - Frankenstein


Horror Zombie horror Not for children under 13.
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Lo ocurrido en Pelluhue, un pequeño balneario de la región del Maule en 1975 nunca debe salir a la luz. Tal sería la monstruosidad ocurrida en el campo del doctor Johann Collins que quienes fuimos testigos de aquello debemos guardar silencio por siempre, sería una catástrofe que sacudiría hasta los cimientos del estado y la alta política. Todos los que participaron en el experimento y posterior cuarentena del lugar sacrificaron más cosas de las que pensaron, lo que sucedió ahí jamás debe volver a repetirse.

Conocí al doctor Collins en 1967 en la facultad de Medicina de la Universidad de Chile, yo era un simple estudiante de tercer año, por mis notas todos decían que tenía un futuro brillante en el área de la salud. Tenía un grupo de amigos los cuales éramos Hugo, Felipe, Emilio, Gaspar y Horacio, el último es quien les habla. Gaspar, Felipe y yo nos conocíamos desde el colegio, Hugo con Emilio se añadieron al grupo cuando ingresamos a la universidad. Éramos estudiantes de familias acomodadas pero eso no nos quitaba que fuéramos responsables y participativos, nuestra actitud llamó la atención de muchos profesores, pero principalmente fuimos muy cercanos al Doctor Johann Collins.

El Doctor Collins fue un médico y profesor muy respetado a nivel nacional, sus conocimientos sobre la anatomía evolutiva y biología impresionaba a todo aquel que lo escuchara, fue tanta nuestra admiración a él y nuestro grado de responsabilidad con su clase que al poco tiempo de ser sus alumnos nos convertimos en sus ayudantes personales, al principio hacíamos de espectadores en sus proyectos de investigación, ya que los crudos y aborrecibles experimentos que hacía en su laboratorio personal con los cadáveres no reclamados de las fosas comunes nos tenían totalmente fascinados, era algo que estaba fuera de nuestra imaginación. Nuestro compromiso fue tal que el panorama social y político del país nos tenía sin cuidado.

Fue en el invierno de 1970 cuando estábamos en nuestro quinto año de universidad que el Doctor Collins nos invitó a experimentar con los cadáveres facilitados por la universidad. Todo el mundo respetaba al venerable Doctor Johann Collins ya que se pensaba que encontraría la cura a alguna patología o traería un gran descubrimiento a la sociedad chilena, pero nosotros sabíamos que el buscaba algo más allá de lo comprensible, algo que solo unos pocos podrían entender.

Al cabo de unos meses fuimos asistentes constantes en sus experimentos, pero el doctor Collins no lograba ningún resultado, el entorno universitario ya se empezaba a incomodar por no ver avances de su investigación y cada vez requería más y más insumos para seguir con sus experimentos. A pesar de que nosotros cinco éramos los más cercanos al doctor, en el último tiempo él nunca nos quiso decir que era lo que en verdad estaba investigando, a veces, cuando no podía progresar sacaba un misterioso libro de su escritorio y lo repasaba por horas, después nos pedía que le consiguiéramos los más raros elementos para proseguir con las investigaciones como ramas de araucarias, plantas medicinales, plumas, huesos, tónicos, etc…

Collins cuando no podía seguir experimentando con los cuerpos, por alguna razón empezaba a preparar brebajes de los más extraños, a veces, dejaba los cadáveres hasta que esparcían un olor putrefacto y desagradable por toda la sala y les inyectaba una mezcla casi viscosa a los ya marchitos cuerpos de investigación; al rato lograba conseguir reacciones violentas, sonidos guturales y posteriormente una especie de repugnante líquido blanco y transparente que salía de sus bocas y desaparecía al instante, como si se evaporara en el aire. Impactados, el Doctor Collins nos pidió que no comentáramos ninguna palabra de lo que habíamos visto en su laboratorio con nadie.

Al cabo de dos meses, la gente en la universidad empezó hablar sobre el Doctor Collins y sus experimentos. Él al no encontrar avances en su investigación alegaba que necesitaba cadáveres frescos y en buen estado, no unos desechos sacados de una fosa común que llevaban semanas pudriéndose, necesitaba cuerpos recién muertos; sus palabras hicieron eco en la universidad y fuera de ella. Los directivos de la facultad de medicina pusieron más presión al Doctor para que hiciera una presentación de sobre los avances de la investigación ya que tomaron con seriedad y preocupación las palabras de mi Profesor. Fue en ese momento en que el Doctor, asediado por la presión y el no querer compartir su verdadero objetivo, abandonó en malos términos la universidad sin dejar algún antecedente de su investigación.

Nosotros que fuimos testigos oculares de sus experimentos, todavía estábamos fascinados de lo que habíamos visto en su laboratorio personal al interior de la facultad. Así que nos habíamos comunicado con el Doctor Collins para seguir con el experimento, indeciso el profesor Johann Collins nos citó a su casa en Las Condes. Eran pasadas las diez de la noche cuando llegamos a su hogar en sector de Lo Curro, debido a su gran renombre y a su familia, gozaba de una situación económica bastante acomodada, su casa era inmensa y era de las pocas que había por ahí.

Al ingresar a sus dependencias, y sin ánimos de molestar, entramos con el mayor de los respetos. Collins al vernos nos dijo que siguiéramos con confianza que no había nadie. Nos explicó que estuvo casado que con una socialite de la época hace aproximadamente treinta años pero los asares del destino quisieron que su amada esposa María Isabel partiera en un trágico accidente, desde ese momento se evocó a sus estudios, viajo por todo Chile, Sudamérica, Estados Unidos y Europa.

Mientras descendíamos por unas lúgubres escaleras que me rememoraban alguna que otra película de terror, el Doctor Collins nos había dicho que en su viaje se vio expuesto a un tipo de conocimiento que nunca se había imaginado, algo que iba más allá de las leyes físicas y profanas. Nos explicó que en la época en la colonia llegaba a nuestro país todo tipo de personas y sobre todo, los de la clase más baja, ladrones, estafadores, gente endeudada, pobres diablos que querían hacerse un nombre y también llegaba gente de lo más extraña que veían que acá, el último lugar del mundo, era un lugar perfecto para guardar secretos, que estarían a salvo de la inquisición.

Antes de entrar a su laboratorio, nos hizo ingresar a una biblioteca en una habitación aledaña en el subterráneo de su casa, nos acomodamos y siguió explicando que aquellos que buscaban algo más allá de lo comprensible, veían en América como nuevo continente, un lugar demasiado atractivo para ejecutar nuevas prácticas prohibidas. Al seguir con su relato su voz empezó a ponerse melancólica, prosiguió diciendo que estos nuevos estudios no iban a pasar desapercibidos para la Santa Iglesia y su tribunal inquisitorio; conocidos son los Juicios de Salem como para entender a lo que se refería el profesor.

El Doctor Johann Collins nos dijo que si queríamos seguir trabajando con el debíamos sacar todos nuestros prejuicios y ejecutar nuestra investigación con la cabeza más fría posible porque el camino a recorrer era sin retorno, y lo que habíamos vivido en su laboratorio de la universidad solo fue una pincelada de lo que se veía venir.

Gaspar y Hugo fascinados por su relato, y sabiendo que iban a participar en algo irrepetible aceptaron sin dudar, yo acepté, pero hable con Emilio y Felipe de que a pesar de todo mantuviéramos los pies sobre la tierra, les explique qué tal vez vamos a hacer cosas de las cuales nos vamos a arrepentir toda la vida pero que teníamos que arriesgarnos; de igual manera los cinco estábamos ansiosos por comenzar a trabajar en la investigación del profesor.

Dos días después de la reunión con Johann Collins fuimos a nuevamente a su hogar, pasamos otra vez por esas lúgubres escaleras, pero la sensación de ese día fue distinta, había sentido que algo se escondía en el subterráneo de la casa del Profesor. Al llegar a la puerta del laboratorio, el Doctor nos hizo hacer una especie de pacto de silencio, que desde ahora solo nosotros seis sabemos lo que sucedería adentro.

Al ingresar al laboratorio, me di cuenta que era bastante espacioso, habían muchas camillas con cuerpos bajo sabanas, y al cabo de un rato, debido a un olor putrefacto que desprendían los cadáveres tuvimos que ponernos mascarillas ya que se hacía imposible poder trabajar ahí. Mientras nos preparábamos a investigar un ejemplar fresco que se había conseguido el doctor, me llego la duda sobre la procedencia de este ya que la universidad no le facilitaba más su fosa común a Collins, el me miró y nos compartió en voz alta el objetivo de su investigación. Él nos dijo que el gran objetivo de su trabajo no era traer a los muertos a la vida o crear a un hombre superior sino que quería trasplantar almas. Anonadados con lo que acababa de decir, nos explicó que a través de viejos manuscritos traídos ilegalmente del viejo continente se podía llegar a producir una reacción en un cuerpo humano inerte, la cual provocaba que la esencia o anima de este pudiera ser expulsada y posteriormente ser trasplantada a otro cuerpo vacío que también le hayan expulsado o evaporado su alma. Después de esa explicación llegue a la conclusión que la grotesca pero fascinante escena que vimos en el laboratorio personal del doctor Collins en la facultad de medicina de la Universidad de Chile fueron experimentos para extirpar y acabar las almas que aún estaban en los cadáveres en descomposición, pero Emilio tenía otra teoría la cual era que él estaba tratando de extraer con excito ese asqueroso liquido blanco al cual él se refería como una alma.

Los experimentos siguieron, nosotros estábamos para ayudar en la creación de las mezclas que utilizaba Collins en los cuerpos de investigación. Nos limitábamos a seguir sus instrucciones, ni siquiera nos adentrábamos en saber qué efectos producían, lo que si nos asombraba es que cada vez que implementaba esos viscosos líquidos en los cadáveres obteníamos una reacción violenta de ellos después de muertos. Aún se nos era difícil acostumbrarnos a oír esos repugnantes sonidos guturales y ver ese líquido blanco y transparente que salía de sus bocas, que se evaporaba al instante. A pesar de todo, el resultado seguía siendo siempre el mismo y el Doctor Collins se desesperaba cada vez más, su frustración era notoria.

April 9, 2018, 11:06 p.m. 0 Report Embed Follow story
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