uriel-tobares Uriel Tobares

Fílmicos vendría a ser, o mas bien pretende ser, una turba de cuentos, de varios géneros; aunque por el momento la osadía me reclame a percatarle que son cinco. Insistiré por mas, espero que usted lector también. 1- "Libros, Ojimas y Katanas". 2- "La maldición o el forastero". 3- "El destino de Noel Gordon, por Sebastián White". 4- "A la memoria de "Jimmy" Falazzi" 5- "Once Upon A Time In Berkton" Gracias por leer y espero que disfrute de este humilde simulacro.


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Libros, Ojimas y Katanas

Ciudad de Tamanuye.


Querido lector, con humilde osadía debo percatarle que esta historia es la típica lucha de dos hermanos por una herencia, pero que este detalle tangencial no impida el fervor venidero.

Por un lado conocerá a Katsuki y por el otro a Toyoki Ojima. El primero de estos, ha estado catorce años alejado de Tamanuye, debido a constantes disputas de coraje con su hermano, provocadas en gran medida, por su padre, Makitsu.

Makitsu, era en su fama privada, un hombre de precisas palabras, tanto para bien como para mal; pero esto no era tan así del todo, frente a la multitud de tamanuyenses, algunas que otras veces, no le importaba manifestar enfado; como aquella vez que amenazo de muerte a un muchacho de manera singular, y me obligo a decirlo así, dado que tras esa amenaza, hasta el muchacho expuesto quedo maravillado por la particular forma de escenificar en una frase, la muerte, una abreviatura.

Ahora volviendo a los vástagos, tengo una primera curiosidad para ofrecer; de niños se paseaban por las calles junto a Sumitaro y Takamara, amistades desinteresadas del linaje. Era en estas aventuras que Toyoki cosechaba problemas con otros niños y era Katsuki quien le defendía. Pero a Katsu nada le importaba el coraje ni sus consecuencias "honorables". Prefirió, desde sus trece, en adelante, sentarse en la biblioteca a leer, reflexionar y quemar sus escritos, amaba la sensación de mareo, al pensar que fuera de la sala todo giraba, sin momentos para bienes ni males.

Otra curiosidad es que Makitsu escondía allí, 39 manuscritos ocasionados por su puño, y del que nunca nadie se jacto. Y Katsu los había leído a todos, no solo eso, también los releyó. Treinta y cinco de ellos le parecían infravalorados, le encantaban, aunque nunca se había atrevido a decírselo, Makitsu estaba pendiente a la preparación de una guerra, a la búsqueda de un economista y de adornar a Toyoki de habilidades de lucha y carácter.

La llegada de Kitai, el alcalde de una ciudad lejana, marco un antes y un después. Este hombre, podríamos decir, un aliado de Makitsu, entraría en guerra en unas semanas y fue el puntapié inicial para el divorcio entre Katsuki y Tamanuye.

Makitsu tras la cena, se paro y miro como de costumbre, con sus ojos mas abiertos, a los hermanos:

―preparen sus vestidos, mañana se irán con Kitai.

Con esas palabras surgió la incertidumbre y la derrota del innegable porvenir. Ni Katsuki, ni Toyoki lograron evitar maquillar la cobardía.

La travesía en vísperas del lid y del fragor, dieron a Katsuki motivos suficientes para su desdén hacia Tamanuye. El sentirse tolerablemente extraño entre los extraños, la brisa campestre, el perfume infrecuente y barato de la libertad, sumergieron a Katsu en el agobio de la oportunidad. Aunque lo llamativo, fue que la decisión final la causo Makitsu, en la lejanía, como aquel gólem enfadado que pisaba y agrietaba, minimizando, a kilómetros, a su presa hacia el infierno y los laberintos.

Lo que sucedió fue que Makitsu traiciono a Kitai, una vez que este, junto con las cuotas de tropas de Tamanuye, lograron vencer a sus enemigos. Fue al crepúsculo, y ante la señal pasmosa de la presencia de nuevas y cuantiosas tropas tamanuyenses. No esquivare que Katsu sabia de la traición en la vigilia de esta. No puedo asegurarle si fue la avaricia del padre, el cansancio o el prometedor horizonte, el que llevo a Katsu a huir mientras se perpetraba la deshonra, lo que si es seguro, es que robo un caballo y nunca se despego de el.

De Tamanuye le quedo la histérica e insaciable disputa entre el recuerdo y el olvido. Durante esos catorce años en tierras remotas observo a grandes cantidades de tamanuyenses, sedientos de compasión, variaban sus historias, pero el nexo eran los oprobios, las hambrunas y la divinidad de la nueva monarquía de un tal Toyoki. Es entendible que luego de oír eso, Katsu siguiera el curso de lo cotidiano.

Ahora, una curiosidad cabal, en la biblioteca del pueblo, del cual era huésped y gratamente presidiario, descubrió en un incógnito anaquel, un libro titulado: "Soberbia entre espejos". Mezclo humorísticamente, la humillación y la incredulidad; irónicamente un libro que hace alabanza a la soberbia como característica de la genialidad, "escrito por Toyoki Ojima". Este libro era uno de los 39 manuscritos que Makitsu escondía y que Katsu amaba, porque, por mas que Makitsu haya sido lo que fue, en sus obras denotaba una inconclusa dualidad que, Katsu apreciaba, habiendo preferido al autor como su padre, que a su padre.

Prefirió evitar el común oportunismo de su hermano, aunque ciertos descontroles silenciosos le generaban. Al cabo de un tiempo la gota que rebalso el vaso fue la notoriedad que fue surgiendo por el boca a boca respecto a Toyoki y su falsa autoría. Escuchar de vez en cuando, por las arenosas calles o en las cantinas, a sus vecinos glorificando la pluma de su hermano, le iban irritando severamente. Cada momento que pasaba iba seduciendo a la decisión contra la que luchaba. Fue una noche en su frágil apartamento, que mirando por la ventana a la calle, se propuso el quiebre final.

Tomo su caballo y en el trayecto juro por la verdad, o su padre, o por su bibliofilia, que rescataría esos manuscritos, los publicaría y les daría el nombre del autor verdadero.

Seis dias dejo tras su espalda al pisar Tamanuye, la bienvenida la dieron unos soldados, que le pidieron su nombre, su edad, motivos de estadía, cantidad de Ojimas (monedas), profesión y lugar de origen. Curiosa fue la respuesta de Katsu, fue la única vez que pudo parecerse a su padre; cabizbajo, abrazando al potro, sujetando la correa, y circunstancialmente en otro plano, les dijo una sola palabra:

―Toyoki.

Fue abrumador para los soldados, que callaron al son de un Katsu aun perdido en la arena del sendero.

Horas después, Toyoki se entero del conocido forastero, por lo que ordeno su asesinato, pero era demasiado tarde, Katsuki estaba frente al palacio, en la plaza. Ambos pudieron verse, uno detrás del ventanal, y el otro en frente. Una vez mas desde lo alto Toyoki vehemente ordeno a sus soldados que acabaran con el forastero.

Katsu fue testigo de los cuatro soldados que ostentaron el filo de sus katanas frente a el. Y la aglomeración fue curiosa, y no por el espectáculo, sino por que cada vez que Katsu esquivaba sus finales, trataban de descifrar un enigma en si mismos, era para ellos, como si tratasen de de-sujetar lo maldito, curiosos. Cuatro cadáveres en la cuenta de Toyoki, pronto mas soldados llegaron y murieron injustamente. Hasta que cierta cólera y resignación se apodero de Toyoki y aborto la idea del asesinato. Con severa furia se animo a retar a Katsuki a un duelo, el cual seria al otro lado de la montaña, frente a frente y sin testigos. No diré que Katsuki no dudo, pero algo le incentivo a aceptar aquella oferta.

Las horas posteriores fueron dedicadas a Kamashi y a Fusaki, ambos forjadores de katanas, si alguien preguntase en Tamanuye quien era el mejor labrador de hojas incisivas, ese alguien consideraría un empate.

Podría decirse que todo Tamanuye vio el show del proceso que Kamashi y Fusaki dieron. El primero adorno el mango con una soga de color blanco. El otro de celeste.

A las dos de la tarde los vástagos estaban en la plaza, Kamashi le entrego su katana a Toyoki y Fusaki a Katsuki. Ambos enfundaron y se subieron a sus caballos, para partir hacia la montaña.

La muchedumbre les siguió hasta comenzar el coloso. Los hermanos no se tuvieron en cuenta en el trayecto. Levemente los testigos fueron perdiéndolos de vista.

Ahora, estimado lector, este es el final. Esa fue la ultima vez que los tamanuyenses los vieron. Hay quienes dicen que se mataron a la vez, otros que gano Katsuki y siguió su curso a tierras olvidadas, algunos teorizan que después de miles de años siguen batallando. Quienes creen que gano Toyoki y el remordimiento o lo mato, o lo condeno doblemente a vivir.

En cuanto a Tamanuye, no volvió a tener un líder, emperador ni dinastía, los soldados se transformaron en protectores barriales pagados por la comunidad. Al palacio lo convirtieron en una universidad y Makitsu Ojima es considerado un dictador regular y un gran escritor y pensador; las Ojimas (monedas) siguieron en circulación, gracias a todo lo que acabo de escribir, creo que son de esas cosas que a los tamanuyenses les ha identificado, para siempre.

Feb. 24, 2023, 4:59 a.m. 0 Report Embed Follow story
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